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x. if you lie down with me

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         Eran casi las ocho de la noche por lo que Bruce no tardaba en estar listo para salir. Había contado las horas, minutos y segundos hasta este momento. Ahora sólo faltaba que terminara de arreglarse luego de un aburrido día en la empresa.



Sonreí al verle aparecer frente a mí, que esperaba sentada en la cama, con sus jeans y chaqueta de cuero negro. En cierto punto combinaba conmigo y mis botas de tacón, jeans casi del mismo tono que los suyos y la gabardina larga sobre una playera de cuello alto, ambas de color negro.



Alfred nos acompañó a la puerta con una expresión de felicidad en su rostro, para él también era un alivio que Bruce saliera sin usar aquel traje con capa.



Las brillantes luces del circo podían verse a la distancia, cosa que me emocionaba mucho y Bruce lo sabía por lo que se dejó arrastrar por mí hacia ellas. La mini feria consistía en una docena de puestos variados formando una especie de pasillo que daba directo a la entrada del circo así que comenzamos el recorrido desde el principio.



Sostenía su mano entrelazando nuestros dedos mientras me perdía entre todo lo que había, de vez en cuando evitaba que chocara con otras personas guiándome como si fuera una niña. Ese era uno de los tantos detalles que me hacían darme cuenta de lo atento que era Bruce conmigo pues al tener problemas de atención solía actuar diferente en algunas ocasiones, como esta donde si no fuese por él ya habría tropezado más de una vez.



—¡Mira!—exclamé señalando un puesto del lado contrario por el que caminábamos.



Se trataba de un juego de dardos cuyos premios eran diferentes peluches de animales que yacían colgados alrededor. Uno de ellos era un tierno pato de ojos grandes, mi animal favorito. Miraba con tanto anhelo al juguete que no noté cuando Bruce pagó para participar.



Retrocedí un par de pasos hasta quedar a su lado y poniendo mi mano en su hombro miré atenta lo que estaba por hacer; debía darle a tres globos rojos que estaban pegados en una ruleta en movimiento entre tantos de otros colores.



Me miró curveando sus labios ligeramente, luego su concentración en el juego se hizo presente segundos antes de lanzar el primer dardo, los otros dos le parecieron más fáciles pues los lanzó sin pensarlo mucho.



El hombre a cargo detuvo la gran rueda para ver donde fueron a dar los afilados objetos. Sus ojos se abrieron con sorpresa al notar que en efecto, Bruce le había dado a los únicos tres rojos que había en la circunferencia de casi un metro.



No dejaba de dar brinquitos de la emoción cuando el pato era descolgado del pilar para serle entregado a mi esposo quien con una sonrisa triunfante me lo extendió.



—Su premio, señorita—dijo antes de que lo tomara en mis manos y en plena alegría me colgase de sus hombros.



—Gracias, gracias, gracias—repetía entre besos que le daba en la mejilla, cosa que engrandeció su sonrisa.



—No fue nada—puso su mano en mi cintura evitando que perdiera el equilibrio al estar de puntillas—me alegro que te gustara tu pato barato de feria.



—¡Hey! No llames barato al Señor Quacks—dije una vez comenzando a caminar, fruncí el ceño ofendida.



—¿Le llamaste Señor Quacks?—tomó de vuelta mi mano, la que no sostenía al peluche.



—Pues si. ¿Qué otro nombre le quedaría? ¿Paul? ¿Charles?



—No tiene cara de Paul ni de Charles, en eso tienes razón—respondió riendo ante la idea.



Caminamos por un rato más hasta llegar a un puesto de algodón de azúcar donde elegí el de color azul y después decidimos sentarnos a comerlo en una de las bancas desocupadas enfrente. El frío aire movía mi cabello suelto mientras tomaba un pedazo del esponjoso alimento para llevarlo a la boca de Bruce quien no se negaba.



—Tengo una pregunta—giré mi cabeza para verle, los cientos de focos amarillos iluminaban sus ojos de una manera muy linda—¿cómo pudiste ganar en el juego? Sólo podía ver una ruleta arcoíris.



—Bueno—se acercó a mi oído para susurrar—soy Batman.



—Huh...—asentí, tenía sentido para mí.



—Eso y el ver cuán feliz te pondrías al tener el premio—sonreí desviando la mirada—¿qué? Es verdad.



—Te creo, te creo—levanté mi mano libre devolviéndole mi atención—es sólo que todo esto me da ganas de...—me encogí de hombros—no sé cómo explicarlo.



—¿Brincar por todos lados? ¿Gritar con emoción y bailar tomados de la mano?—asentí—¿sientes esas cosquillas en el estómago que te hacen sonreír?



—Si, exactamente así.



Se llama felicidad, Bee—ladeé la cabeza—estás feliz. Yo también lo estoy.



No era nuevo el que no supiera identificar mis emociones —especialmente las positivas— así que cuando Bruce me lo dijo parecía que todo tenía sentido y lo notaba en mi rostro el cual besó haciendo a las cosquillas crecer.



Pasamos más tiempo allí disfrutando de la brisa y el bonito panorama que nos daban las luces en combinación con las coloridas carpas hasta que dieron las 8:30, era casi hora de la función por lo que decidimos entrar ya terminado el algodón de azúcar.



No había mucha gente dentro lo que usamos a nuestro favor para encontrar buen lugar. En realidad no sabía mucho de los actos que comenzamos a presenciar una vez apagada la luz aparte de lo visto en los pósters de afuera como el hombre más fuerte del mundo —que no me impresionaba porque bueno, estaba casada con Bruce Wayne— o el domador de tigres. Incluso había momentos en los que perdía el interés y jugaba con la mano de Bruce...fuera de eso, la banda de payasos que salía de un auto miniatura me causó dolor de cabeza al sobre analizar cómo demonios lograban caber dentro.



Sin embargo, esa idea pareció dejar mi mente cuando el presentador comenzaba a introducir al acto estelar de la noche acompañado de un cambio de luz y música; los Grayson Voladores. Me senté derecha para poner atención en el trío que entraba por las cortinas, una pareja junto a un pequeño que no pasaba de doce años con su traje rojo brillante y detalles amarillos.



Estos se dispusieron a subir por los largos pilares puestos en los extremos del escenario para con ayuda de trapecios poder columpiarse en el aire. Me tenía atónita la coordinación que tenían entre los tres, sobretodo la del pequeño que parecía había nacido para volar. . .



Entonces todo dio un giro inesperado: el trapecio de donde se sostenía la pareja se desprendió antes de que pudieran darle la mano al pequeño que les esperaba en el pilar, cayendo sin salvación al piso. Desvíe la mirada ocultándome en el hombro de Bruce y me estremecí cuando el sordo golpe resonó por el lugar.



Las demás personas en el público entraron en caos absoluto, gritando y corriendo hacia las salidas presas del pánico. Pero nosotros no.



Bruce tenía su atención en el niño con la mirada algo perdida. Ambos habían perdido a sus padres de manera súbita frente a sus ojos y sabía que algo dentro de mi amado estaba reviviendo aquel traumático momento. Toqué su hombro sacándolo del trance sólo para ver aquella expresión en su rostro que entendí a la perfección.



Salimos de allí tomados de la mano para evitar que me perdiera entre tanta confusión y una vez que estuve a salvo cerca de las bancas desapareció. Me crucé de brazos observando lo que sucedía a mi alrededor: personas yendo y viniendo, sirenas policiacas y gritos. La ansiedad comenzaba a apoderarse de mí hasta que mis ojos se detuvieron en algo al otro lado del lugar. Con cuidado de no ser empujada por alguien me acerqué a paso apresurado a la camioneta pick up con la cajuela abierta que servía como asiento para el pequeño envuelto en una manta.



El sobreviviente de los Grayson temblaba y sabía que no era por frío si no por miedo. Por suerte tenía experiencia en situaciones de este tipo así que me detuve enfrente suyo.



—Hola—él subió lentamente la cabeza para verme mejor.



Sus mejillas brillaban por las lágrimas que bajaban constantemente y los inocentes ojos azules lucían cansados de tanto llorar. Me recordaba tanto a Bruce. . .



—Hola—me respondió apretando la manta con fuerza—usted es la señora que vi en el periódico. Elizabeth Wayne.



—Si, esa misma. Pero puedes llamarme Bee—le sonreí amablemente—y él es Señor Quacks.



Sostuve el peluche frente a mí y tomé su mano para ofrecérsela al niño quien sonrió divertido por la repentina presentación.



—Me llamo Richard, me dicen Dick—respondió sacudiendo la ¿pata? ¿ala? de mi peluche—no puedo creer que logró vencer a Dipper. Nunca he visto a alguien que haya podido sacarle un premio a ese anciano.



Reí ante su comentario. Era un niño muy encantador y dulce.



—Bueno, no fui yo—ladeó la cabeza frunciendo el ceño mientras me sentaba a su lado—fue mi esposo, Bruce.



—Entonces su esposo es genial—le di la razón asintiendo.



Me alegraba que se distrajera un poco jugando con el peluche así que dejé que lo tomara en sus manos. Suspiré.



—Señora Wayne—los dos miramos al par de hombres enfrente nuestro.



Era Jim Gordon y el presentador que vi minutos antes en el escenario. Me puse de pie para ofrecerles mi mano.



—Teniente Gordon y...



—Jackson Renault, señora—se presentó el hombre que sostenía su pequeño sombrero en las manos—veo que encontró a Dick.



—Si, es muy dulce—nos sonreímos, él dio un brinco producto de sus sollozos.



—Y debe ir a dormir—añadió poniendo su mano en el hombro del antes mencionado para que se pusiera de pie.



—Lo entiendo. Adiós, Dick—se despidió sacudiendo la mano y siguiendo a Jackson.



—¡Espere!—exclamó regresando con el peluche—no olvide a Señor Quacks.



—Creo que estará mejor contigo—su sonrisa infantil era demasiado para mí, ni siquiera tuvo que agradecer porque su rostro lo decía todo.



Le vi desaparecer entre las personas, me crucé de brazos ante la ventisca helada que nos hizo estremecer.



—Jim, ¿qué pasará con él?—pregunté mirándole.



—El gobierno no dejará que continúe en el circo así que supongo irá a algún orfanato...—apreté los labios, no sólo le acaban de arrebatar a sus padres pero también le quitarán a su familia—¿y Bruce? Juro que lo vi hace un momento.



—Si, uh, fue por el auto. Ya debe estar esperándome. Nos vemos.



Conocía a Jim gracias a que mi tío solía trabajar en el GCPD y lograron congeniar en algunas investigaciones. Eso y que era prácticamente el compañero de Batman, el único que trataba de ayudarlo.



Emprendí mi camino al estacionamiento y pude notar que las únicas personas que estaban allí eran los mismos policías, no tardarían en cerrar todo con más cintas amarillas.



Un pedazo de papel atorado en el cristal delantero me llamó la atención: "te veo en casa" decía. Lo guardé en mi bolsillo para poder abrir la puerta.



—Señora Wayne—di un brinco y media vuelta. Era el presentador—una disculpa, no pretendía asustarla. Yo...quería hablar con usted.



Fruncí levemente el ceño poniéndole atención.



—Vi lo bien que se llevaba con Dick hace rato y estoy consiente de la situación de su esposo...—desvío la mirada apenada, se notaba el nerviosismo en su voz—a lo que me refiero es que sería de gran apoyo que estuviera mañana en el funeral de John y Mary. Sé que son personas muy ocupadas pero...



—Estaremos allí—suspiró aliviado—creo que tengo una tarjeta con mi número por aquí.



Abrí la puerta para buscar entre los porta vasos del auto encontrando el pequeño pedazo de cartón negro con mi nombre para entregárselo.



—Que tenga buena noche—le sonreí cortésmente antes de verle irse.



Mucho había sucedido hoy, sólo quería volver a casa y esperar a Bruce quien estoy segura no se sentía tan bien como quería aparentar.

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