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viii. hapiness is a butterfly

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Tenía que hacer algo o terminarían atrapándolo, una nueva pandilla le había acorralado y guiado a una trampa pero era demasiado tarde para que pudiera escapar. Incluso su voz a través del monitor sonaba demasiado cansada. Miré a Alfred quien me decía todo con la expresión en su rostro.



Entonces me alisté con una de sus chaquetas antibalas que Lucius había fabricado tiempo atrás y tomé el casco de repuesto que yacía en un estante, tenía más características orejas picudas y el cristal más resistente de lo normal. Le di un último vistazo al hombre inglés quien asintió dándome apoyo antes de salir en la carísima motocicleta negro mate.



No tardé mucho en llegar al callejón donde Bruce estaba sin apoyo o vehículo alguno luego de que su otra motocicleta fuera destruida por el grupo de vándalos. Con el corazón latiendo a mil aceleré hasta llegar a él —pues lo rodeaban amenazantes— frenando de golpe para que subiera detrás mío. La sorpresa de los hombres al verme fue tal que se paralizaron dándonos oportunidad de escapar, nadie esperaba que Batman tuviera un compañero y menos que fuera mujer.



Una vez estando seguros en la propiedad Wayne, Bruce bajó de la motocicleta sin decir nada. Estaba molesto y lo notaba en su manera de caminar e incluso de respirar. Quitándome el casco le seguí hasta la mesa donde por lo general dejaba sus herramientas luego de salir.



—Lo que hiciste fue estúpido e imprudente—dijo sin mirarme ya quitándose el traje empezando por la máscara.



—¿Evitar que diez tipos te mataran a golpes fue estúpido e imprudente?   



—Podía con ellos—respondió tan seguro que comenzaba a desesperarme.



Claro que podría con ellos pero no en las condiciones dadas pues estaba agotado y aturdido luego de que cayera de su moto que estaba hecha añicos en alguna calle de Gótica.



—Dios mío Bruce, no seas tan...



—¿Egoísta?



No podía creer que llegara a siquiera pensar en esa palabra. Él nunca sería un hombre egoísta, lo conocía mejor que nadie y ese adjetivo nunca le encajaría aunque otras personas pensaran lo contrario.



—Idiota. No seas tan idiota—me crucé de brazos.



—Escucha, Bee—se dio vuelta para poder verme—no quiero pelear tengo que...



—Atrapar al malo—suspiré dejando el casco que rato antes ocultaba mi identidad—Lo sé.



Lo dejé encima de su escritorio frente a él antes de subir las escaleras sin mirar detrás una sola vez pese a que moría por darle una buena cachetada por ser tan terco o un abrazo por querer protegerme. No sé a cuál opción le iba más ahora que tenía sentimientos revueltos, ni siquiera Alfred se atrevió a decirme algo cuando tomé las llaves de mi jeep.



Dejé la mansión y conduje sin rumbo alguno por un buen rato. Inconscientemente terminé fuera de la casa de mi madre a quien no veía en un par de semanas, sentada usando su chaqueta llorando en el asiento del conductor. Sólo quería estar con él sin que antepusiera sus deberes como detective por una vez desde que volvió. Sabía que era imposible que sucediera pero las lágrimas que bajaban por mis mejillas eran signo de que en verdad quería que fuese así.



Un par de toques me hicieron levantar la cabeza del volante que usaba para cubrir el desastre que era mi maquillaje. Era mi progenitora en su pijama y una gruesa chamarra encima. Bajé el cristal para que me viera, aunque de seguro reconoció el sonido de mi vehículo aparcándose afuera.



—Vamos adentro, aquí hace frío—me sonrió acariciando mi mejilla como solía hacer cuando era pequeña.



Asentí limpiando con las mangas negras mi rostro para luego bajar del jeep y seguirla a la casa donde crecí. Eran las tres de la mañana y el silencio abundaba el lugar lo cual era muy extraño cuando vivía allí, ahora no tanto pues mi hermano ahora trabajaba en Central City y mi hermana estaba en la universidad de Metrópolis, no los culpaba por querer salir de Gótica. También lo pensé muchas veces sobretodo cuando Bruce no estaba a mi lado.



—Supongo que papá no está—dije camino a la sala de estar mientras ella prendía las luces detrás de mí.



—No, vuelve el fin de semana. Ya sabes cómo es.



Negué con una sonrisa irónica. Era lo que más odiaba y me había herido de él, su ausencia en mi vida por ser adicto a trabajar. . .sin embargo terminé casándome con Bruce quien no se alejaba mucho de eso, aunque él trataba de estar siempre a mi lado durante el día lo cual recompensaba un poco que no durmiéramos juntos diario.



—Ahora, ¿podrías explicarme porqué estabas llorando afuera a estas horas de la madrugada vestida así? Parece que intentas imitar a ese tal Batman o algo así—se sentó en el sofá enfrente de mí, desvíe la mirada ignorando lo acertado que fue su chiste.



—Tuve...una especie de pelea con Bruce.



—Tú y Bruce, ¿pelearon?—repitió incrédula. Nunca discutíamos, nunca nos ofendíamos y nunca desconfiábamos del otro.



—Es complicado—me crucé de brazos intentando calentarme.



—Me imagino—levanté la cabeza viéndole—aunque no más que el hecho de que te casaste con el jefe de tu papá.



Solté una risita al recordar su rostro al ver que ese chico del que tanto hablaba y tan enamorada me tenía era nadie más y nadie menos que Bruce Wayne, heredero de la empresa donde mi papá trabajaba a diario. Fue algo raro al principio pero luego se volvió un chiste interno que hasta la fecha nos saca más que una sonrisa.



—Honestamente, creo que lo supera—ella enarcó una ceja.



¿Cómo le explico a mi mamá que discutí con Bruce porque se molestó por salvarlo de una banda de maniacos? Por —buena o mala— suerte fuimos interrumpidas por la puerta siendo tocada.



—Ya se me hacía raro que no llegara antes, pareciera que ustedes dos tuvieran un tiempo límite al estar separados—bromeó levantándose para abrir.



Y no estaba mal, era muy raro cuando no estábamos juntos. Unos escalofríos producto de mi ansiedad me recorrieron al ver su silueta a unos metros de mí; ahora vestía jeans, botas negras y una chaqueta negra que lucía muy cálida al tener ambas manos dentro de los bolsillos.



—Iré a preparar algo caliente—los dos le vimos dejarnos solos para irse a la cocina.



Pocos segundos después tenía su mirada encima mío, su tonta mirada de cachorrito que estrujaba mi corazón. Giré la cabeza para verla lo menos posible.



—Bee—me llamó. Mis ojos se cristalizaron y apreté los labios para evitar llorar de nuevo aunque fuese involuntario—por favor, no llores.



Se acercó a mí hasta sentarse a mi lado pero sin tocarme. Ambos teníamos ese problema gracias a nuestras infancias algo anormales, el no saber cómo reaccionar a este tipo de reacciones del otro. No dijo nada, no hizo nada más que observar como luchaba contra el llanto.



Si Bruce era del tipo que nunca sanaba, ¿qué era lo peor que le podría ocurrir a alguien que ya estaba herida como yo? A ambos nos había fallado la sociedad y sólo logró rompernos.
Si es tan malo como dicen creo que estoy maldita porque cada que veo sus preciosos ojos me pierdo totalmente.



—Bruce, ¿me quieres o no?—finalmente dije enfrentándolo—me dices que lo haces pero algunas acciones me dicen otra cosa.



—Por supuesto que lo hago, yo...



—Me refiero a querer, no amar. Son dos cosas distintas.



Tensó la mandíbula sin saber qué decir. Claro que sabía que me amaba con todo su ser pero no estaba segura de que me quisiera. Como a que me quisiera cerca de él y con él porque últimamente estaba alejándome cosa que los dos notábamos.



—Eres mi mejor amiga, mi confidente y la única persona con la que me gusta estar—hizo una pequeña pausa antes de seguir—lamento que lo percibas así. Es sólo que...perdí a mis padres en esas calles y me terminaría de romper que sucediera algo así contigo. Estoy molesto conmigo mismo porque si no puedo protegerme, ¿cómo podría protegerte a ti?



—No necesito que me protejas, Bruce.



—Sé que eres más que capaz de cuidarte. Digo, pateabas mi trasero cada que practicábamos en casa—sonreí cuando las memorias de eso llegaron a mi mente—pero no puedo evitar querer protegerte de todo lo malo. Odiaría que te lastimaran de cualquier forma posible.



Suspiré. Por mucho que supiera defensa personal y usara sarcasmo para alejar todo ese tipo de personas debía aceptar que amaba el hecho de que alguien más se preocupara por mí, que aunque fuese tarde tenía a esa persona que se esforzaba para que no se repitiera la historia de hace unos años.



Asentí entrelazando su mano con la mía haciéndole saber que estaba bien, besó mi mejilla quedándose cerca mío.



Ahora quedaba darle una explicación y disculpa decente a mi mamá por molestarla a estas horas sólo por un malentendido tan simple, cosa que nos parecía más aterrador que enfrentarnos solos a esa pandilla. . .

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