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Capítulo XII

Poco después del primer contacto con la criatura la barrera de hielo que Elsa había creado estalló y el Minotauro entró a la cámara donde la pareja se encontraba, bramando agresivamente. El ser era repelente a la vista, grande, alcanzando fácilmente más de dos metros incluso sin contar el gran par de cuernos que salían de su cabeza, y siendo una gran masa de músculos de aspecto humanoide con la cabeza y extremidades que mostraban rasgos bovinos. De igual forma estaba recubierto de alguna forma de pelaje, en algunos sitios más grueso que otros, y algunos harapos, seguramente remanentes de aquello que alguna vez usaron para cubrirlo antes de encerrarlo eternamente en el laberinto. Finalmente, sus ojos lucían vacíos, desubicados, perdidos, como si la bestia estuviera vacía de cualquier cosa que no fuera instinto animal, pareciendo humanoide solo en aspecto, quizá todo el lugar e incluso la bestia eran una creación mágica, pero en ese momento eran reales, tan reales como la magia misma podía hacerlos, juntando todo el conocimiento que el santuario poseía, y aquella bestia, esa creación que estaban por enfrentar, había sido tan aterradora en vida como lo era en ese momento.

—Procura tener cuidado con el arma que trae consigo —dijo Honeymaren al prestar atención a la mano derecha de la criatura, que parecía arrastrar un gran trozo alargado de roca, que seguramente había estado usando como un mazo desde hace mucho tiempo, a juzgar por la forma en que la mano de la criatura parecía encajar perfectamente con las marcas de la roca.

—Lo haré, y espero hagas lo mismo —dijo Elsa.

—Así será.

El minotauro bramó nuevamente y después se abalanzó de forma agresiva contra las jóvenes que saltaron en direcciones opuestas tan solo segundos antes de que el mazo de roca abriera un gran agujero donde estaban paradas. Enseguida la criatura comenzó a bufar y bramar nuevamente, reaccionando ante las luces, y sin pensarlos dos veces desató su furia contra las creaciones de hielo de Elsa y las columnas que tenían lámparas, haciendo el lugar cada vez más oscuro.

—No podemos permitir que nos deje a oscuras —dijo Elsa, nuevamente al lado de Honeymaren al ver como el ser se concentraba en todo aquello que irradiaba luz.

—Estoy de acuerdo, es momento de atacar —dijo Honeymaren.

La pareja se acercó rápidamente a la bestia enloquecida, cambiando sus rutas de acercamiento poco antes de estar en su rango de ataque, de forma que no pudiera tener a ambas en la mira al mismo tiempo. Elsa congeló el mazo de la bestia al piso antes de que la levantara para otro ataque, esto llamó su atención, y rompiendo brutamente el hielo comenzó a correr hacia la joven Reina, fue ahí cuando de forma inesperada la joven Hechicera llegó por un costado asestándole un fuerte golpe a la cabeza que lo hizo soltar su arma y caer en seco sobre su espalda.

—¡Ouch! Tiene el cráneo más duro de lo que pensaba, debo reforzarme más —dijo Honeymaren alejándose hacia un costado para salir del rango de ataque del minotauro.

—¡Gran golpe! —gritó Elsa, Honeymaren sólo hizo un gesto de aprobación hacia donde su novia se encontraba.

Cuando la criatura comenzaba a mostrar movimiento Elsa se acercó rápidamente, congelando su arma, y cuando el ser usaba sus brazos para acomodar su cuerpo y levantarse Elsa se deslizó sobre una pequeña rampa de hielo, tomando velocidad para después saltar y plantar un gran golpe nuevamente contra el rostro, devolviéndolo al suelo, y enseguida crear otra rampa de hielo que la alejaría hasta una distancia segura.

—Excelente! —gritó Honeymaren, a lo que Elsa también respondió con un gesto de aprobación.

Después, de forma inesperada, la criatura lanzó un gran bramido y se paró repentinamente, bufando enfurecida, tomó su arma y la separó del piso rompiendo el hielo casi sin dificultad y se dirigió hacia donde se encontraba Elsa. Segundos después, brillantes látigos de energía mágica se enredaron en sus piernas haciéndola caer y quejarse nuevamente, cada vez más molesta. Cuando los látigos desaparecieron se paró de nuevo, esta vez cargando violentamente con su arma hacia donde se encontraba Honeymaren.

—Lo tengo! —gritó Elsa lanzando una gran ráfaga de hielo desde atrás de la bestia.

Aunque el cuerpo de la bestia parecía congelado en su mayoría su movimiento no se ralentizo. Llegando hacia Honeymaren rápidamente y tomándola ligeramente desprevenida. La joven saltó al ver que el mazo de roca venia contra ella evadiéndolo, pero el puño libre de la criatura la tomó por sorpresa, lanzándola por el aire algunos metros hasta que la capa compensó el impulso deteniéndola.

—¿Honey estás bien? —preguntó Elsa, quien se había apresurado por la preocupación y ahora se encontraba parada bajo la joven, a quien la capa bajaba al piso al ver a Elsa cerca.

—Sí, estoy bien, el golpe no me dio con toda su fuerza —dijo la joven morena sobándose el costado izquierdo con su mano derecha.

—Lo lamento, fue mi error —dijo Elsa preocupada poniendo su mano donde dolía a la joven, y preocupándose aún más al ver como su cuerpo se estremeció con dolor al tocarla.

—¡No fue tu error! ¡no te preocupes! ¡mantente alerta! —dijo Honeymaren en un tono de nerviosismo y quizá ligera molestia, aunque realmente se debía al dolor que sentía e intentaba no expresar.

Pronto el piso comenzó a vibrar nuevamente, y la criatura podía verse a una docena de metros, apareciendo tras una columna.

—Honey, permíteme —dijo Elsa poniéndose frente a la joven, pensando en encarar al minotauro.

—Elsa, debemos seguir según el plan —dijo la joven Northuldra poniendo su mano sobre el hombro de la joven de tez blanca—, ve hacia la dirección contraria, yo me quedare aquí y resumiremos nuestra estrategia.

Elsa solo se quedó mirando dudosa ante la indicación de Honeymaren, en ese momento la bestia comenzó a correr molesta hacia la pareja.

—Yo iré en la otra dirección, robare su atención, atácalo al distraerse —dijo Honey al ver que su pareja no querría separarse y después voló velozmente hacia la criatura, pasando por sobre ella y tomándola de los cuernos, para después impulsarse con un fuerte estallido mágico hacia el piso, clavando la cabeza de la criatura sobre la roca y después alejándose nuevamente por los aires.

Elsa intentó sacudirse los pensamientos de preocupación y corrió rápidamente hacia el minotauro que liberaba poco a poco su cabeza del piso, dando un salto en el aire al estar cerca y después cayendo con un gran martillo de su propia creación que se rompería al chocar fuertemente contra la espalda del ser, haciéndolo caer planamente contra el piso.

Honeymaren aprovechó la oportunidad para hacer levitar el arma de la bestia lejos, haciéndola caer a uno de los costados más lejanos de la cámara en que se encontraban. Ambas jóvenes se juntaron en el centro del lugar mientras la bestia se liberaba y una vez que lo hizo y no encontró su arma a su lado se enfureció, bufando, bramando y cargando nuevamente contra ellas, que se separaron en direcciones contrarias pronto antes de que llegara, causándole mayor enojo ante la indecisión de a cuál seguir, y durante ese breve momento e duda ambas jóvenes concentraron gran energía mágica para después atacar a la criatura con proyectiles de larga distancia. Las piezas sólidas de hielo y las esferas de energía altamente concentrada llovían sobre la bestia causándole fuertes impactos que movían su cuerpo violentamente de un lado a otro hasta hacerla caer sobre sus rodillas.

Mientras el minotauro parecía tomar un tiempo para recuperarse Honeymaren voló rápidamente a un lado de Elsa.

—Ha recibido mucho daño y aun así no parece estar cerca de ser vencido, es como si absorbiera el daño y estuviera listo para pelear después de una breve recuperación —dijo la joven hechicera, respirando aceleradamente al igual que su pareja.

—Si seguimos así solo nos agotara, debe haber otra forma de vencerlo, quizá deberíamos intentar pelear más directamente —dijo Elsa, limpiándose el sudor de la frente.

—¿Quieres ir cuerpo a cuerpo contra un minotauro? —dijo Honeymaren, viendo a su pareja con una mirada extrañada mientras se acomodaba nuevamente el cabello.

—Quizá no sería la peor idea, tenemos la agilidad de nuestra parte... quizá solo una gran cantidad de daño continuo lo acabe, si se le da tiempo de recuperarse parece casi volver a su fuerza original sin importar cuánto daño haya recibido —dijo Elsa.

Después de aquellas palabras el minotauro se levantó, sacudió su cabeza y sus patas y se preparó para abalanzarse contra ellas nuevamente.

—¡Ve, congelare el piso! —dijo Elsa, Honeymaren asintió y emprendió vuelo y cuando la bestia se acercaba a la joven Reina esta hizo justo lo que dijo, causando que el minotauro e deslizara velozmente y chocara de golpe contra una pared, rompiendo la punta de uno de sus cuernos.

—¡Gran movimiento! —grito Honey, suspendida en el aire.

—¡Gracias!

El minotauro se levantó iracundo y al menear su cabeza enojado pudo ver que su maso de piedra estaba cerca, por lo que fue a tomarlo.

—No te preocupes, se lo arrebataremos de nuevo —gritó Honeymaren volando hacia la criatura, quien arremetió múltiples veces contra ella usando su maso una vez que la tuvo cerca, sin embargo, junto a la capa, la joven era más veloz que aquellos ataques mientras se mantuviera al tanto de cada uno de ellos.

Elsa corrió hacia la criatura y concentró sus poderes en lanzar una ráfaga congelante contra una sola pierna, congelándola y creando una gruesa capa de hielo alrededor que se asentaría al piso, limitando su movimiento. Cuando la criatura se distrajo Honeymaren reforzó mágicamente su puño derecho y voló con gran velocidad hacia esta; al estar cerca replegó su brazo derecho y giró su cuerpo sobre su cintura, preparándose para dar un gran golpe cuando sintió un fuerte dolor en su costado izquierdo.

—Agh —dejó salir un quejido la joven morena, sonido accidental que alertó a la bestia y sin pensarlo dos veces arremetió fuertemente contra la joven que estaba suspendida en el aire, haciéndola chocar fuertemente contra la pared, terminando incluso dentro de un agujero que su impacto creó.

—¡Honey! —gritó Elsa preocupada y ante ese sonido el minotauro puso ahora su atención en ella arremetiendo contra el piso a solo unos centímetros de la joven, quien saltó sobre su mazo y de ahí a su cabeza, sujetándose de un cuerno y poniendo su otra mano contra el cráneo de la criatura, liberando tanta magia como pudo congelando así la cabeza del ser, que ante la presión del empuje de los brazos de la joven terminó por ceder, rompiéndose por el cuello y destrozándose contra el piso.

El cuerpo de la criatura cayo inerte y Elsa se apresuró al lado de su amada, quien yacía inmóvil ya sobre el piso, aparentemente habiendo caído al querer zafarse de la pared. La capa, a su lado, pero despegada de ella, la movía suavemente, logrando solo pequeñas respuestas de las extremidades de la joven y uno que otro sonido.

—¡Honey! ¡Honey! —¡por favor háblame! —dijo Elsa, tomando cuidadosamente a la joven en sus brazos y sollozando al ver a su amada en ese estado, con un semblante fuertemente maltratado y un pequeño hilillo de sangre bajando por su boca.

—Elsa —dijo con dificultad la joven hechicera.

—¡¿Por qué esto no se acaba?! ¡Deberíamos volver a la sala de entrenamiento!, ¡el daño debería desaparecer! —decía Elsa.

—Inténtalo —dijo levemente Honeymaren y Elsa entendió rápidamente a lo que se refería, magia curativa, aquella que había estado estudiando, pero nunca puesto en práctica en una persona.

La joven se encontraba insegura de usar su magia para intentar curar a su novia, con los espíritus jamás necesitó separar el lado espiritual de su magia del lado congelante, ya que al usar ambos reaccionaron ante su magia curándose de sus males; aun así, las repercusiones de combinar ambas cosas de mala manera en una persona estaban muy presentes en su memoria por lo que le hizo a Anna, pero, aun así, tener a aquella a quien tanto amaba lastimada en sus brazos le hizo entender rápidamente que no era el momento para dudarlo, debía intentarlo.

Elsa se relajó con un par de respiraciones, se concentró para potencializar el nivel de magia en su cuerpo, cerró los ojos y después acerco paulatinamente su rostro al de Honeymaren, dándole un delicado beso en los labios, un beso lento, cariñoso, cargado de magia, que al continuar su suave proceder hacía aparecer sobre el rostro de su novia y después sobre su cuerpo una delgada capa de hielo, cristalino y ligeramente brillante, que indicaba que la magia sanadora de la Reina de la Nieve trabajaba sobre su amada. Aquel beso, mágico en más de una forma, continuó por unos minutos en los que cada vez los labios de la joven hechicera se vieron más involucrados; poco después, su cuerpo sanado tomaría parte y sus manos irían a la cintura y nuca de la joven Reina, respectivamente, continuando mientras poco importaba si la sanación había terminado.

Cuando las jóvenes finalmente tomaron conciencia de sus alrededores después de un afectuoso momento romántico se dieron cuenta de que estaban nuevamente en el santuario, recostadas sobre el piso de la sala de entrenamiento.

—¡Oh! ¡estamos de vuelta! —dijo nerviosamente Elsa.

—Eso parece —dijo Honeymaren, cubierta en lo que parecía ser una leve capa de rocío, levantándose y ayudando a su pareja a hacer lo mismo, para después abrazarla—. Gracias por sanarme, perdón por preocuparte de esa forma, debí ser más cuidadosa —agregó la joven mientras se abrazaban.

—Por favor, que así sea... no sé qué haría si algo te pasa.

—Puedo decir lo mismo por ti —dijo Honeymaren tomando y acariciando las manos de su novia al separarse, para después soltarlas cariñosamente plantando un beso en ambas, lo que hizo que la joven blanca como la nieve se sonrojara.

—Creo que el santuario considero que era momento de que usaras tus poderes curativos en una situación "real" y aprovechó la ocurrencia para forzarlo; no me encanta haber sentido un dolor de esa clase, pero has mejorado increíblemente esa habilidad, y por lograr eso lo haría de nuevo —dijo Honeymaren, cambiando ligeramente el tema, como si fuera para evitarle a Elsa la pena por su sonrojo.

—Por favor no.

—No te preocupes, no planeo hacerlo a voluntad —dijo Honeymaren tocándose el costado izquierdo, como si se sintiera complacida de que el dolor había desaparecido por completo y al mismo tiempo preocupada por haber sentido algo así.

—Sólo... cuídate por favor —dijo Elsa más calmada.

—Aunque por un beso así podría lastimarme un poco de vez en cuando —agregó la joven morena en tono risueño.

—¡Eres la peor! —dijo Elsa sonriendo y recuperando de nuevo el rubor que apenas iba desvaneciendo de sus mejillas.

Las jóvenes descansaron un poco en la sala hasta que se sintieron frescas para poder adentrarse de nuevo en un combate, después de todo tenían las horas contadas antes de enfrentarse a Null, debían recuperarse pronto, aprender de sus errores y acabar con cualquier obstáculo que se les pusiera enfrente. 

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