
Capítulo V
La joven Northuldra nunca se había encontrado con una decisión así frente a ella, desde niña le habían dicho que era sensible a cosas que otras personas no, se habían sorprendido por ello, pero no era nada que hubiera afectado la cotidianidad de su día a día, de sus años de crecimiento, pero esta vez... esta vez la joven sabía que la decisión que estaba por tomar definiría el resto de su vida.
—Hazlo —la joven Northuldra se sorprendió agradablemente al escuchar la voz de su amada a sus espaldas después de unos cuantos minutos en soledad; al levantarse y voltear la vio parada en el marco de la puerta, enseguida Elsa camino hacia ella y ambas se abrazaron cariñosamente.
—Me has salvado de nuevo —susurró Elsa, y después se separaron.
—Me temo que... ambas veces fue ella quien te salvo, yo no podría haberme liberado a tiempo para alcanzarte en el bosque, y esta vez estabas muy lejos para que pudiera esperar llegar a tiempo.
—Quizá ella se encargó de las acciones específicas, pero tu estuviste detrás de cada situación, para mí siempre serás mi salvadora —dijo Elsa tomando las manos de su compañera.
—Gracias... —dijo Honeymaren sonrojada—. Supongo que tendrás muchas dudas —agregó al soltarse de las manos.
—Me encontré con Ancestral frente al gran ventanal cuando salí de mi habitación, se presentó, puso su mano sobre mi frente y me hizo ver todo lo que habían conversado hasta que te dejo aquí, así que... sabemos lo mismo —dijo Elsa nerviosamente.
—Y... ¿tú piensas que yo... debería?
—Absolutamente —dijo Elsa tomando las manos de Honeymaren para luego verla fijamente a los ojos—. Eres la chica más maravillosa que he conocido, puedes ser dulce y fuerte, divertida y responsable, y más allá de eso sé que no hay nadie con un corazón tan puro y un espíritu tan fuerte como el tuyo... puedes hacerlo —añadió Elsa, después soltó las manos de Honeymaren y la abrazó firmemente. Ambas duraron un tiempo así, en un abrazo repleto de cariño, en el que envuelta en el cálido sentir de sus cuerpos Honeymaren quedó convencida de su decisión.
—Voy a hacerlo —dijo Honeymaren, emocionada por lo que esas palabras implicaban y después robó rápidamente un beso a su amada.
—¡Qué bien!, ... ¡fantástico! —dijo Elsa algo nerviosa por la sorpresa del beso.
—¡Ven conmigo, debo decírselo a Ancestral! —dijo la joven Northuldra, tomando de la mano a la ruborizada Reina de la Nieve y llevándola consigo.
—Lo haré —dijo Honeymaren, al encontrarse con Ancestral frente al gran ventanal del santuario.
—Magnífico, mañana temprano iniciaremos su entrenamiento, más vale que estén listas —dijo la mujer, como si nunca hubiera dudado de la respuesta de la joven o de lo que estaban por comenzar.
—¿Listas?, ¿voy a entrenar también? —preguntó Elsa confundida.
—Desde el momento en que Null supo que existías te volviste parte de esto, sería negligente de mi parte no enseñarte al menos a defenderte de su influencia y poder; además, dudo que pudieras dejar a Honeymaren sola contra el peligro, incluso si ella te lo pidiese, por lo tanto, si vas a estar en el frente de batalla más vale que estés preparada —dijo Ancestral, en su mismo tono sereno y confiado de siempre.
Las jóvenes se vieron una a la otra unos segundos al entender lo que Ancestral acababa de plantearles.
—Siéntanse libres de explorar el santuario, las veré mañana temprano en la sala de entrenamiento del piso diez —dijo Ancestral, y después se retiró rumbo al pasillo del ala izquierda, donde aparentemente tenía su habitación.
Las jóvenes recorrieron el santuario hasta entrada la noche, familiarizándose con sus salas y habitaciones además de algunos nuevos artefactos que parecían ser parte del día a día y unas cuantas cosas más de aspecto mágico que prefirieron no tocar; Ancestral no se presentó por el resto del día, pero habría tiempo para las dudas, y más allá de eso, juntas en ese nuevo y emocionante lugar las dos pasaron una magnifica tarde.
—Este lugar es impresionante —dijo Honeymaren emocionada cerrando la puerta tras de sí cuando finalmente volvieron a su habitación.
—Sí que lo es, nunca había visto algo así, ni en los libros que mis padres me traían de cada Reino que visitaban —dijo Elsa sentándose en la cama.
Honeymaren se sentó al lado de su compañera y suspiró.
—¿Qué ocurre? —preguntó Elsa tomando la mano de la joven Northuldra.
—Todo esto... trae tantas dudas a mi mente... ¿de verdad crees que soy la indicada?
—Sí, en verdad lo creo —dijo Elsa animadamente para después soltar la mano de Honeymaren—. Además —continuo Elsa en un tono más suave e íntimo—, si alguien ha de cuidar nuestra dimensión contra la perdición y la oscuridad... me sentiría segura... —dijo Elsa acercando su rostro al de su novia—. Sabiendo que eres tú.
La Reina de la Nieve terminó la frase y después cerró los ojos, tocando con los suyos los labios de su amada, sintiendo su calor, su disposición, y después su deseo en la respuesta de su boca, en el estremecimiento de su cuerpo. Ambas chicas separaron sus labios unos segundos sin separar sus cuerpos, viéndose a los ojos, como buscando confirmar en la mirada de la otra que es lo que iban a hacer... una pequeña mirada fue suficiente. En ese momento ambas se entregaron a la pasión del momento. La ropa de la joven Northuldra empezó acumularse en el piso, arrebatada de su dueña por las ágiles manos de la Reina de la Nieve mientras las capas mágicas de su propia ropa cedieron ante el estimulante tacto de la chica que estaba por convertirse en hechicera, dando paso a que la ropa común, base para sus creaciones, se viera expuesta a ser removida por el diestro toque de sus manos. Pronto no había nada interponiéndose al apasionante roce de sus cuerpos, las curiosas y fervientes manos de Honeymaren exploraban decididamente el cuerpo de su amada entre oleadas de placenteros pulsos que descargaban la acumulada tensión de una joven expectante; las piernas de la pareja, entrelazadas íntimamente en un armonioso bamboleo expresaban un mar de sensaciones que ni la musa más fluida en las artes literarias podría haber descrito y las manos de Elsa, que contenían el agitado toque del calor del momento y el frio de sus poderes se extendían por el cuerpo de aquella de quien estaba enamorada, deseando íntimamente que el gentil toque de sus caricias pudiera hacerla sentir la ferviente liberación cuyo deseo recorría su ser gracias a ella. Sus labios, por su parte, inicialmente atrapados en el dulce elixir resultado de sus besos acordaron una partida momentánea para explorar el vasto e insinuante paisaje de sus cuerpos, desatando un recurrente ciclo de rítmicos despliegues de emoción cuando encontraban un sitio de particular sensibilidad. Durante un tiempo la joven pareja se entregó completamente, desnudando cuerpo y alma para la otra, fundiendo su ser de una forma que tan solo el amor más puro puede lograr.
Golpes en la puerta de la habitación despertaron a la pareja la mañana siguiente.
—¡Despierten! ¡Es hora de iniciar el entrenamiento! —gritaba Ancestral.
—¡Ya vamos! —respondió Honeymaren adormilada, sentándose sobre la cama.
—Solo denos quince minutos —dijo Elsa, aun mas dormida que la joven Northuldra, agarrándose del cuerpo de Honeymaren para levantarse.
—Tienen cinco respondió Ancestral y después se alejó por el pasillo.
Elsa suspiró, acomodándose el alborotado cabello.
—Si supiera que íbamos a tener que levantarnos tan temprano no te habría permitido mantenerme despierta hasta la madrugada, me siento exhausta... —dijo Elsa, dejándose caer cuando Honeymaren se levantó y enterrando su cara en la desocupada almohada de su novia—. Mmm... huele como tú cabello —dijo Elsa, acomodándose nuevamente.
—¿¡Haberme permitido!? —dijo Honeymaren sonriente, yo no era la que empezaba de nuevo con las caricias después de haber terminado, —agregó la joven dibujando un corazón con su dedo sobre la suave piel de la expuesta espalda de Elsa.
—Sé que lo disfrutaste, ¿recuerdas? ¿manos mágicas? —dijo Elsa sin despegarse de la almohada, levantando su mano en el aire en gesto de victoria y creando una fugaz ventisca como si de fuegos artificiales se tratara.
—Oh, eres la peor —dijo Honeymaren sonriente, y después se recostó sobre la espalda de Elsa, disfrutando de unos minutos más de aquella inigualable sensación de paz que le daba sentir el calor de su piel contra la suya.
Algunos minutos pasaron y después los toques a la puerta volvieron.
—¡Se acabó el tiempo! ¡No me hagan traerlas con un portal! —dijo Ancestral, hablando en un tono más alto.
Las chicas reaccionaron más rápido esta vez debido a la sorpresa y a que se habían quedado dormidas de nuevo sin desearlo.
—¿Dónde está mí... ya sabes? —preguntaba Elsa preocupada juntando su ropa con una mano mientras con la otra sostenía la sabana en la que estaba envuelta.
—No lo sé... ¿has visto mi otra bota? —preguntó Honey, juntando rápidamente su ropa sobre la cama, sin preocuparse por cubrirse.
—Te dije que no lanzaras así las cosas —dijo Elsa, agachándose con dificultad para buscar debajo de la cama.
—Lo lamento, fue cosa del momento —dijo Honeymaren, sentada en la cama y comenzando a vestirse.
—No es la primera vez que lo haces, además... —decía Elsa cuando se tropezó con la sabana al levantarse y cayó al piso envuelta en ella, congelando un poco el suelo a su alrededor.
—¿Estás bien? —preguntó Honeymaren a medio vestir, asomándose por encima de la cama.
—No lo estoy —dijo Elsa, aparentemente atrapada por la forma en que se enredó en la sabana.
Honeymaren solo sonrió, bajo por el otro lado de la cama y se hincó a su lado.
—No sé porque te estas cubriendo, no tienes nada que no haya visto —dijo Honeymaren sonriente, haciéndole cosquillas a los expuestos pies de Elsa.
—¡Detente, déjame! —dijo Elsa riendo, congelando un poco más su alrededor y escarchando levemente las puntas de los dedos de Honeymaren.
—Eres tan linda cuando estas indefensa —dijo la joven Northuldra, moviéndose un poco de posición; luego tomo un costado de la sabana de Elsa y tiró, rompiendo el hielo superficial y ayudándola a liberarse.
—Gracias —dijo Elsa otra vez de pie, en un tono de voz delicado, como una chica consentida a la que algo no le parece.
—¡Oh!, ¡paso de nuevo!, —dijo Elsa, de vuelta a la normalidad tomando las manos de Honeymaren con las suyas al ver que tenían una ligera capa de hielo y dejando caer la sabana por accidente, la joven intento hincarse rápidamente para recogerla, pero Honeymaren no soltó sus manos, impidiéndoselo.
—¿Por qué ese repentino deseo por cubrirte?, ¿qué es diferente hoy?, ¿hice algo malo? —preguntó Honeymaren.
—No, ¡claro que no!, es por Ancestral... tengo la sensación de que en verdad puede llevarnos a la sala por un portal como castigo por tardarnos... no quiero que ella me vea así —dijo Elsa.
Honeymaren solo sonrió, sosteniéndole la mirada, una mirada dulce, llena de comprensión. Unos cuantos segundos después gotas que empezaron a caer a sus pies las hicieron volver a la realidad.
—Oh, tus manos, lamento habértelas cubierto en hielo de nuevo —dijo Elsa al ver como el hielo en los dedos de la joven se derretía.
—No tienes por qué preocuparte... es superficial y no duele en lo más mínimo, me he acostumbrado, el frío que viene de ti nunca se ha sentido incómodo —dijo Honeymaren al soltar las manos de Elsa y después con un fácil movimiento de manos se quitó la poca escarcha que le quedaba.
—Me alivia oírlo; mi magia hirió a Anna en el pasado, me preocupaba que te pasara lo mismo.
—No sé porque será diferente, quizá es que tu control de la magia aumentado, pero independientemente de la razón me alegra que así lo sea —dijo Honeymaren, moviendo un poco las sabanas de la cama para después sentarse sobre ella.
—Sí, si lo es —dijo Elsa, un poco más relajada, recogiendo su sabana.
—¿Puedes crear ropa, porque no lo haces y ya?
—Puedo, pero hacerlo desde cero es difícil e inseguro, prefiero usar algo real como base en caso de cualquier... falla —dijo Elsa, ligeramente sonrojada.
—Más vale ser precavida entonces —dijo Honeymaren, lanzándole a Elsa la prenda de vestir que le faltaba.
—¿Dónde la...?
—Estaba tras la mesita de noche.
—Oh... gracias —dijo Elsa, se deshizo de la sabana, y comenzó a vestirse mientras Honeymaren terminaba de hacerlo.
Finalmente, una vez que Elsa se puso las prendas que usaba como base re-creo su vestido sobre estas, lista para salir.
—Te ves tan linda como siempre —dijo la joven Northuldra mientras acomodaba su cabello en una coleta.
—¿No te harás una trenza como siempre?
—No hay tiempo, como dijiste Ancestral nos quiere ya afuera cuanto antes, esto funcionará.
Una vez que ambas chicas estuvieron listas salieron de la habitación y Elsa congeló la cerradura.
—¿Qué haces? —preguntó Honeymaren.
La habitación es un desastre, no quiero que la vean así.
—Oh Snowflake... —dijo Honey dándole un beso en la mejilla a su novia—. Es lindo como te preocupas por cosas tan sencillas —añadió y después siguió caminando, dejando a Elsa sonrojada detrás.
—¡Hey!, ¡hey!, ¡Espérame! —dijo Elsa corriendo para alcanzarla.
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