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Capítulo I

Aquella noche Honeymaren despertó exaltada de nuevo, a la misma hora, cuando la luz de la luna entraba por la ventana de su habitación en la casa que Elsa y ella habían construido en su pequeño lugar privado del bosque encantado, bañando en su suave resplandor la cama en que dormía abrazada la joven pareja.

—¿Qué ocurre? —preguntó Elsa al despertarse igualmente exaltada por el abrupto movimiento que hizo su joven amada.

—Cariño, lo lamento, no quise despertarte.

—No te preocupes, ¿qué es lo que ocurre? —preguntó Elsa, removiendo el cabello de la frente de Honeymaren.

—No lo sé —dijo la joven Northuldra, tomando la mano de su pareja y poniéndola contra su mejilla—. Tuve una especie de sueño, se sentía tan real, había... espíritus, malos espíritus, me rodeaban y yo no sabía qué hacer, solo... me escondía –agregó nerviosa.

—Tus sueños con espíritus se han vuelto recurrentes... —dijo Elsa, pensativa, preguntándose que podría ser la causa detrás de dichos sueños, que parecían ya ser más que una simple casualidad. El mundo de los espíritus era algo aún desconocido en gran medida para ella, pero en su poca interacción con seres espirituales se había dado cuenta de que su poder no era algo que pudiera tomarse a la ligera.

—Creo que es momento de hablar con Yelana sobre esto —dijo Honeymaren, quien no había querido llevar el tema con la líder Northuldra, esperando que solo fueran pesadillas.

—Creo que será lo mejor, mañana temprano podemos ir al campamento, por ahora intenta descansar un poco, estoy aquí para ti, nunca permitiría que algo te pase —dijo Elsa mientras se acurrucaba más cerca de Honeymaren, intentando calmarla con el confort que solo el calor de su cuerpo podía darle.

—Gracias, esas palabras significan todo para mí —dijo Honeymaren, volteando su cuerpo ligeramente para plantar un rápido beso en los labios de su novia, Elsa sonrió y luego se acurrucó sobre el pecho de Honeymaren, la joven de cabellera oscura la rodeó con sus brazos y minutos después logró conciliar el sueño nuevamente.

La mañana siguiente ambas chicas se levantaron temprano, desayunaron algo ligero y emprendieron el recorrido al campamento Northuldra. Cada paseo que la joven pareja daba a solas por el bosque solía ser especial, algunas veces podía ser romántico, otras divertido y otras simplemente podían disfrutar en silencio la compañía de su pareja, un silencio amable y cómodo, en el que ambas pensaban privadamente lo felices que eran por haber encontrado a la otra; apenas tenían unas unos meses viviendo bajo el mismo techo, pero ambas deseaban con seguridad compartir el resto de su vida juntas.

—Espera —dijo bruscamente Honeymaren, interrumpiendo de golpe la agradable vibra que su caminata había tenido hasta el momento, mientras pasaban por una frondosa parte del bosque, donde las copas de los árboles obstruían gran parte de la luz impidiéndole tocar la tierra.

—¿Qué ocurre? —preguntó Elsa, deteniéndose en seco tal como su compañera.

—Sentí algo de nuevo, algo malo, una energía negativa como en mis sueños, solo que ahora no estoy durmiendo —dijo Honeymaren, desconcertada, volteando a ver a sus alrededores.

Al escuchar esas palabras un escalofrío recorrió la espalda de Elsa, poniéndola nerviosa, un frio ajeno, incómodo, desconocido. Honeymaren comenzó a caminar instintivamente alrededor del área donde se encontraban paradas, cómo si algo la llamara; Elsa comenzó a hacer lo mismo, como si ambas supieran que algo las observaba desde las sombras.

—Honey, creo que encontré algo —exclamó Elsa cuando de pronto sintió más de esa ajena frialdad en la planta de sus pies.

Honeymaren se acercó a ella, parándose a su lado y observando el bosque frente a ellas, había algo en esa dirección, algo ajeno al bosque, ambas podían sentirlo a su manera, pero ¿debían acercarse? ¿debían buscar ayuda? Ambas se preguntaban cuál sería el curso de acción menos peligroso.

—Honey... puedo sentirlo en la tierra —dijo Elsa dando un par de pasos en esa dirección, sintiendo los cambios en la frialdad que llegaba bajo sus pies—. Hay algo ahí, algo con una fuerte presencia mágica que crece lenta pero constantemente.

—Elsa... tengo el presentimiento de que sería peligroso acercarnos... deberíamos ir por Yelana, ella sabrá que hacer —dijo Honeymaren, tomando del brazo a Elsa y jalándola suavemente, como intentando que dejara de prestar atención al extraño fenómeno que tenían por enfrente.

—Creo que tienes razón, vamos, no hay tiempo que perder —dijo Elsa, volteándose para seguir hacia el campamento.

Honeymaren se sintió aliviada al ver que Elsa había podido zafarse del extraño llamado de aquella misteriosa presencia... pero su alivio no duraría mucho tiempo. La joven pareja había avanzado apenas algunos metros cuando un inesperado llamado las detuvo.

—¡Elsa, ¿Elsa estás ahí?, Elsa!

Honeymaren, tomada de la mano con la joven cuyo nombre gritaban sintió como una fuerte chispa de ansiedad electrificó el cuerpo de la Reina de la Nieve cuando escuchó aquella voz; la voz de su hermana, Anna.

Elsa respondió nerviosamente a la voz de Anna, soltando rápidamente la mano de Honeymaren y corriendo hacia el sitio donde acababan de acordar no acercarse.

—¡Elsa no! —dijo Honeymaren que al alcanzarla la abrazó fuertemente por la espalda, conteniéndola mientras forcejeaba por liberarse.

—¡Déjame ir!, ¡Anna sonaba preocupada, me necesita! —decía la joven mientras intentaba liberarse del abrazo de Honeymaren.

—Por favor, ¡por favor escúchame!, ¡esa no es tu hermana! —dijo una preocupada Honeymaren.

—¡Elsa!, ¡¿Elsa dónde estás?!, ¡ven pronto, se me acaba el tiempo! —gritó la voz, sonando aún más desesperada que antes.

Al escuchar eso Elsa sintió una gran ansiedad acumularse en su cuerpo, pisó fuertemente un pie de Honeymaren y aprovecho esta pequeña interrupción para zafarse y seguir hacia el sitio de donde parecía provenir la voz.

—¡Elsa, escúchame! —dijo Honeymaren. frotándose los dedos del pie a través de la bota unos segundos para aliviar el dolor antes de volver a correr detrás de Elsa, pero la joven de Arendelle no escuchaba; para ventaja de la joven Northuldra la chica de ascendencia real nunca tuvo que entrenarse demasiado en actividades de exigencia física, por lo que ella, habiéndose entrenado en el bosque desde niña, era claramente más rápida.

—¡¿Anna dónde estás?!, ¡Estoy aquí, háblame! —gritó Elsa, deteniéndose a una considerable distancia más adentro del bosque, donde todo era extrañamente más oscuro entre más se avanzaba.

—¡Elsa! —gritó Honeymaren parándose frente a una ansiosa Elsa que volteaba de un lado a otro intentando descifrar de donde vendría la voz de su hermana—. Elsa ven conmigo, por favor, esto puede ser un engaño, debe serlo —decía la joven Northuldra intentando que sus ojos se encontraran con los de la joven Reina sin éxito, ya que en su ansiedad esta última tan solo intentaba ver por detrás de ella.

Enseguida, entre los arbustos que tenían enfrente se escuchó un sonido, algo se movía, y de pronto la figura de Anna, con una mirada cansada y la ropa sucia y maltratada apareció frente a ellas.

—¡Anna! —gritó Elsa rodeando rápidamente a Honeymaren y corriendo hacia su hermana cuando detrás de ella apareció una gran sombra con forma de un brazo de pulpo o calamar, que rodeo a la joven Reina de Arendelle para después llevarla consigo de vuelta a la penumbra en medio de gritos y forcejeo.

—¡Anna, no! —gritaba Elsa mientras corría más rápido para ir tras ella cuando Honeymaren apareció ágilmente frente a ella de nuevo.

—¡No!, ¡no voy a dejarte ir allá!, ¡Tus ojos te engañan confía en mí! —dijo Honeymaren. Elsa la miró fijamente a los ojos y por una fracción de segundo la joven Northuldra sintió que había logrado hacerla entender.

—¡Elsa! —Un nuevo grito, con tintes de dolor y sollozo se escuchó a la distancia; después de eso Honeymaren pudo deducir lo que pasaría en la mirada ansiosa de aquella a quien quería tanto; casi de inmediato Elsa tomó fuerza empujando a Honeymaren, y una vez en el piso creo una tobillera encadenada a un gran bloque de hielo para mantener a la chica en su lugar mientras ella corría.

La joven Northuldra no perdió un segundo y sacando un chuchillo que guardaba en su bota rompió la cadena de múltiples golpes y una vez libre comenzó a correr nuevamente tras la joven Reina de la nieve. Ella era más rápida, pero Elsa había comenzado a dejar escarcha por su camino lo que le impedía a la joven Northuldra acercársele lo suficiente como para detenerla

—¡No!, ¡no!, ¡no puedo perderla!, ¡Todo esto es mi culpa por traerla hasta acá! —pensaba Honeymaren mientras pensaba en que aquel espíritu pudiera capturar a la única chica que la había hecho sentir algo especial en toda su vida.

—La esperanza es lo último que deberías perder pequeña —dijo una voz femenina con un porte que irradiaba calma y sabiduría y de pronto largas bandas de un brillante color carmesí y algún material que Honeymaren nunca había visto se materializaron tras Elsa, tomándola por los tobillos para hacerla caer y después extendiéndose por todo su cuerpo, envolviéndola de pies hasta los labios con precisión digna del más hábil embalsamador.

Honeymaren no entendía que había pasado, pero al ver a Elsa en el piso forcejeando contra las bandas carmesí que ahora la paralizaban sintió cierto alivio al saber que no pudo avanzar hasta el punto donde no habría retorno.

—Se llaman "Bandas Carmesí de Cyttorak", son un hechizo que permite atrapar casi cualquier cosa, especialmente efectivo contra la magia —dijo de nuevo la voz, que aparentemente solo Honeymaren estaba escuchando.

—¿Quién eres?, ¿por qué me ayudas? y ¿que era esa cosa? —preguntó Honeymaren a aquella misteriosa voz a la que debía la seguridad de su novia.

—Quien soy y mis motivos lo sabrás más tarde; en cuanto a esa presencia maligna, sospecho que tú ya sabes la respuesta —respondió aquella voz, conservando siempre la calma y compostura—. Lleva a tu joven compañera a tu campamento, han jugado con su mente y seguirá bajo ese poder hasta que se alejen de esta influencia maligna, hasta que se alejen de este lugar, mientras tanto las bandas contendrán su magia y la mantendrán contenida hasta que no queden residuos de esta energía oscura en su cuerpo, luego la liberarán.

—Yo... gracias —dijo Honeymaren, entendiendo que aquella presencia benigna no respondería sus preguntas en el momento, y se decidió por alejarse lo antes posible, se acercó a su joven compañera, la tomó en sus brazos con delicadeza digna de una Reina y se dirigió rápidamente hacia el camino que las llevaría al campamento Northuldra.

Poco tiempo después de alejarse de aquel punto del bosque sumido en la oscuridad Elsa dejó de forcejear para intentar liberarse y cayó suavemente en un plácido sueño, como si aquella ansiedad la hubiera dejado exhausta.

—Duerme bien —dijo Honeymaren, plantándole un beso en la frente mientras la llevaba suavemente en brazos hacia el campamento Northuldra.

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Portada hecha por: @r59k6 en Twitter. 


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