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32: Mi mejor regalo.

Alice Coleman.

Era mucho más que especial para mi, era su cumpleaños, siempre me había importado.
Durante nuestros largos años de noviazgo, cada cumpleaños suyo lo festejábamos al máximo, la cena con su familia, la fiesta con su amigos y el momento en donde yo le entregaba un regalo y ambos nos poníamos extremadamente cariñosos. Todos sus cumpleaños fueron así; solo cambio un poco cuando nos separamos, igual cenábamos con los niños y yo le entregaba un regalo, pero con la diferencia de que solo eso sucedía, nada más. Ahora, estábamos solos, juntos y lejos de todos los demás. Yo quería que este cumpleaños fuera especial, pero ni si quiera le tenia una regalo ahora mismo.

Era nuestro tercer día en las Bahamas, nos habíamos dedicado a pasar tiempo juntos, a turistear, a ir a otras playas, e incluso habíamos ido a bucear a una playa, en donde el deporte había sido muy profundo.

Despertó lentamente, fui testigo de cómo abrió sus ojos con somnolencia y soltaba un pequeño bostezo. Me acerqué a él, siendo rodeada en seguida por sus brazos, y dejé un pequeño beso en su frente. Justin adormilado era como un pequeño bebé, cosa que siempre me robaba el corazón.

—Hola —susurré.

—Buenos días —abrió sus ojos finalmente, sonriendo.

Sus ojos mieles brillaban, y el sol que se colaba por la ventana les daba un aspecto más claro. Su sonrisa era ligera y un pequeño hoyuelo se le formaba en la mejilla izquierda.

—Feliz cumpleaños, Honey —susurré en su oído.

Sentí como su mano se colaba bajo la camiseta de mi pijama y acariciaba la piel de mi estómago.

—Tengo veintiocho —me miró algo asustado.

Reí con ternura y me acurruqué contra él.

—Eres un viejo.

—Claro que no, soy un hermoso doctor lleno de vida, solo tengo veintiocho, aún puedo salir de fiesta.

—Claramente —rodeé los ojos.

Justin me miró algo enojado y con brusquedad se subió sobre mi cuerpo, tirando de las sábanas para taparnos por completo.  Reí cuando estuvimos bajo las sábanas y enterró su cabeza en mi escote. Le acaricié su ancha espalda desnuda, mientras sentía sus tibios labios besar mi pecho con lentitud. Me mordí los labios al sentir sus duros músculos. Sus brazos estaban mucho más tonificados que hace unos años.

—Hueles tan bien, extrañaba despertar con tu aroma impregnado en la almohada —subió la cabeza para juntar sus labios con los míos.

Abrí mis piernas para que quedara más cómodo, pero fue peor. Sentí su gran erección mañanera enterrarse en mis bragas.

Justin me miró con una ceja alzada y yo sólo reí. Sus labios rozaron los míos con ansias, antes de que él tomara el control y sus labios devoraran los míos en tan solo un segundo. No iba a mentir, sus labios sobre los míos era la mejor sensación del mundo, exactamente porque él era una gran besador, sabía manejar la situación y hacer un beso especial. Su dulce sabor varonil me impregnaba por completo y la textura de sus labios rozaba con suavidad a los míos.

—Alice —suspiró, aferrándose con fuerza a la almohada en donde reposaba mi cabeza.

—Me estoy ahogando aquí —susurré.

Quitó la sábana de nuestras cabezas, pero no la bajó demasiado, la dejó por encima de sus hombros.

Me miró, mordiéndose el labio inferior y de un momento a otro atacó mi cuello. Cosa a la cual yo solo cerré los ojos y disfruté de sus labios humedeciendo la piel de mi cuello.

La atracción sexual entre ambos era notoria, ambos no los dejábamos saber, pero por alguna razón estos días no había sucedido nada entre nosotros, nada más que besos calientes y caricias íntimas; pero yo estaba lista, estaba lista para que me hiciera el amor por segunda vez.

—Deberíamos vestirnos, nos espera un largo día —susurré entre jadeos, gracias a su mano que estaba tocando indirectamente mis senos, digamos que su mano había bajado sin que yo lo notara.

Justin soltó un suspiro con decepción, que yo pude reconocer muy bien, pero lo ocultó asintiendo con una sonrisa. Se notaba mucho su frustración sexual.

No era que yo no quisiera, solo este no era el momento, nos esperaba un largo día y yo tenía muchas cosas preparadas.

Luego de que ambos tomáramos una ducha, por separado, nos tardamos veinte minutos en estar listos. Él vestía una de sus típicas camisas hawaianas de playa y yo hoy me había vestido con un traje de baño entero y una minifalda sobre este.

Noté la mirada de Justin en mi cuerpo, por lo que sonreí y le tomé  la mano para despistarlo.
Caminamos por el muelle, admirando la hermosa naturaleza que nos rodeaba. No desayunamos en el hotel, llegamos hasta la playa y nos dirigimos hasta la parte urbana, caminamos por las calles, hasta un restaurante que se encontraba en la carretera, con una espectacular vista hacia una de las playas más famosas de las Bahamas.

—Te ves hermosa —susurró Justin en cuanto nos sentamos.

—Gracias, Honey —sonreí.

Me di cuenta que muy pocas veces lo había llamado de esa forma, por lo que me sonrojé levemente.
Justin sonrió, sonrió de una forma tan linda que quise lanzarme sobre él y besarlo, pero no lo hice. Él soltó una pequeña carcajada y alargó su mano para acariciar mi mejilla.

—Buenos días, ¿desean ordenar algo? —nuestro momento fue interrumpido.

—Hola —Justin carraspeó la garganta—, sí, yo quiero hotcakes con miel y un café de vainilla.

El mesero anotó con rapidez en su libreta antes de dirigir su mirada a mi.

—Yo quiero un té con este mix de frutas con yogurt —apunté un imagen del menú.

—¿Solo eso?

—Sí —con Justin respondimos al unísono.

Él asintió y desapareció.

Justin volvió a mirarme y a sonreír.

—Tengo veintiocho —murmuró con emoción, mirándome con una sonrisa que dejaba ver sus dientes

No pude evitar reír ante su emoción, la forma en que sus ojos se achinaban y su sonrisa se alargaba, lucia como un niño pequeño, lucia como Madison cuando estaba emocionada.

—Exactamente, ¿te han llegado mensajes con felicitaciones? —elevé una ceja.

—Sí, mis padres, Fallon, Josh, algunos otros doctores del hospital, Jazmín e Isabel —pareció pensativo—, incluso Isabel me dijo que haría una videollamada horas más tarde ya que los niños querían saludarme.

—Me emocionan los mensajes de feliz cumpleaños —me elevé de hombros con una sonrisa.

—Te creo —elevó las cejas.

—Los niños creen que estoy en un viaje de negocios —comenté, cambiando de tema radicalmente.

—Lo supuse —Justin negó con la cabeza sonriendo—, no creo que se sorprendan cuando sepan que estas conmigo, quizás se molesten porque sabrán que estamos en la playa sin ellos.

—Lo más probable —asentí.


Luego de desayunar, volvimos a la isla donde estaba nuestro hotel, llegamos a la habitación, tomamos lo necesario para irnos a tomar sol y nos pasamos la tarde en el mar.

Reí con fuerza cuando Justin se ahogó con agua y comenzó a toser. Él odiaba que le sucediera eso.

—No te rías —me miró con el ceño fruncido, molesto.

Lo miré con burla, elevando una ceja y nadé hacía lo profundo.
Sentí como su mano tomaba uno de mis pies por debajo del agua y me tiraban hacia su cuerpo, interrumpiendo mi nado.
Reí y en seguida me aproveché de la situación, abrazándome de su cuello y enredando mis piernas en sus caderas para poder flotar y no hundirme.

—Ultimamente estás bastante burlona, ¿no? —elevó una ceja.

Negué con la cabeza, rodando los ojos y saqué de su frente el cabello mojado que se le pegaba. Sus ojos estaban bastante claros y el sol les daba un aspecto mucho más miel de lo normal. Brillaban bastante, era impresionante, podía ver el reflejo del agua y el mío en ellos. Su boca estaba roja y sus labios entreabiertos mientras me miraba con serenidad. Era hermoso.

—Sabes que no soy burlona —acaricié su nuca.

—Últimamente lo eres —bajo sus manos hasta mi trasero.

—No lo soy —negué con la cabeza.

Elevó la ceja derecha y entrecerró su ojo izquierdo, mirándome con duda, como si no me creyera. Recargué mi frente contra la suya y sin dejar de mirarlo a los ojos, reí.

Estiró sus labios en un puchero y no pude evitar lamerme los míos para besarlo. Respondió mi beso en seguida, apretando mi cuerpo más al suyo. Era un beso salado, el agua de mar se mezclaba entre nosotros. Sus labios se sentían tibios y eso me gustaba, ya que los míos estaban fríos. Su lengua no tardó en buscar la mía y la guerra entre ellas comenzó.

Agradecí el hecho de que estábamos en el agua y que está nos llegaba hasta el pecho, ya que si no fuera así, estaríamos dando un gran espectáculo.

—Justin —me quejé, cuando su mano se coló entre mis muslos.

Soltó una risa y mirándome con reproche quitó su mano de mi entrepierna. Lo abracé con fuerza, aún con mis piernas a su alrededor y recosté mi cabeza en su hombro, admirando el hermoso lugar en donde estábamos y disfrutando de su cuerpo sosteniendo el mío.

—¿Hoy nos emborracharemos? —sentí tu voz en mi oído.

Yo estaba recargada en su hombro, mirando lo que estaba a su espalda, por lo que no lo podía mirar a la cara.

—Ni lo sueñes —reí.

—Pero beberás algo conmigo, no puedes ser un aburrida, tú no eras así antes —murmuró, levantando su hombro para que yo sacara mi cabeza de allí, me enderezara y pudiera mirarlo fijamente a los ojos.

—¿Me estás diciendo aburrida? —abrí la boca con indignación.

Sus ojos se achinaron y sonrió con burla, mirándome con la mandíbula completamente marcada. Me daban ganas de morderlo cuando hacía eso.

—Sí, te has puesta aburrida con el tiempo, antes hacíamos cosas más divertidas cuando estábamos juntos —elevó una ceja.

—¿Cómo qué? —rodeé, tratando de provocarlo.

Justin me miró burlón unos segundos, luciendo algo inseguro, como si se estuviera debatiendo entre hablar o no.

—¿Recuerdas las vacaciones en Grecia? —lo dijo en un susurro, mirándome fijamente, como si no quisiera que nadie se enterara de esa vacaciones, como si fuera la cosa más prohibida del mundo.

Realmente habían sido prohibidas. Cuando mi mente proceso todos los recuerdos, me puse nerviosa y me quise esconder en algún lugar. Me miraba con burla y picardía.

—¡Justin! —me quejé— No recordaba esas vacaciones.

—Gran Alice Coleman tuve que soportar —hizo una mueca.

Le golpeé el hombro, sintiendo mis mejillas arder, pero Justin solo estiró su cuello con la intención de besarme, no se lo permití.

—Oh, vamos, dame un beso —protestó contra mi mejilla.

—No —me estiré hacia atrás cuando encontró la forma de acercarse a mis labios— ¡Basta! —volví a mi posición inicial, girando mi cara.

—Entonces te recordaré todo lo que pasó en Grecia, para que me beses, será la única forma de hacerme callar —amenazó, pude ver por el rabillo de mi ojo como sonreía.

—¡No! —le advertí.

—Recuerdo exactamente el primer día en Grecia —comenzó, y yo solo me obligue a cerrar los ojos para no avergonzarme más de lo que estaba—. Te emborrachaste tanto en ese club al que fuimos, te cuidé hasta que llegamos al hotel, pero lo más divertido fue cuando me bailaste en ropa interior y te tiraste sobre mi. ¡Dios mío, fue el sexo más delicioso de mi vida!

Quise que la tierra se encargara de desaparecerme en ese momento.

Lo miré elevando una ceja y tratando de lucir seria, pero su gran sonrisa me amenazaba en romper a carcajadas.

—¿Listo? Ya me haz avergonzado, ahora puedes terminar —rodeé los ojos.

—También recuerdo los demás días, hicimos el amor en todas partes, en el Jacuzzi, en la piscina, en un yate, en el baño de un restaurant e incluso en un...

Lo besé, estampé mis labios contra los de él con fuerza, necesitaba callarse o yo me quedaría con las mejillas rojas todo el día. Sentí como reía contra mis labios, pero no se separó, es más, acarició mi espalda y mi trasero, apretándome aún más hacia su cuerpo.

—Te necesito —susurró, cuando finalmente nos separamos—, tengo unas ganas de hacerte el amor —se quejó, mordiendo mi labio inferior y mirándome fijamente a los ojos.

—En estos momentos eso puede esperar —le acaricié la mejilla, mientras sentía como mis piernas temblaban alrededor de su cuerpo.

—No puedo esperar, Honey —gruñó, apretándome aún con más fuerza, como si eso fuera posible, a su cuerpo, haciéndome sentir toda su anatomía—. Siénteme, mira como me tienes.

Vale, él me estaba haciendo la situación bastante difícil. Me mordí la lengua para no gemir, podía sentir su dura anatomía, incluso su erección, y eso que estábamos en el agua.

Acaricié sus mejillas, quitando algunas gotas de agua con mis pulgares. Sus ojos me miraban con cautela, sus pupilas estaban algo dilatadas y estaba tenso, podía sentir lo excitado que estaba. Besé lentamente sus labios y recargué mi frente contra la de él.

—Aún queda mucho para que termine el día, puedes esperar. ¡Es tu cumpleaños! —lo animé.

—No quiero nada más, Alice. ¿Por qué no lo entiendes? Solo te quiero a ti, cariño —frunció sus cejas en suplica.

Oh, honey.

Lo siento —me lamí los labios.

Soltó un suspiro y asintió, nuevamente luciendo decepcionado.

Volvimos a nuestra habitación y nuevamente tomamos una ducha, también por separado.
Justin se notaba algo molesto, como un niño pequeño con berrinche, pero de todas formas yo sabía que no duraría mucho. Estuvo bastante tiempo en la ducha, supongo que tratando de bajar la erección, y aunque estuve tentada varias veces a entrar, me contuve y me dije a mi misma que no arruinara lo planes.

Salió de la ducha diez minutos después, vestido y arreglado, y me miró sin emoción alguna. Contuve las ganas de reír y entré a la ducha.

Eran las ocho cuando salimos de la habitación y caminamos por el muelle hasta la playa. Hoy, el restaurante del hotel, se había instalado en la playa porque tenían música en vivo. Las mesas estaban enterradas en la arena, entre las palmeras y las luces colgaban entre los árboles. Todo era maravillosamente hermoso.

Justin se sentó en una silla y me miró, esperando que me sentara a su lado. Llevaba una camisa blanca desabrochada hasta el pecho, dejando ver varios de sus tatuajes y vestía un bañador rosado. Se veía totalmente juvenil y muy apuesto, sin contar el hecho de que su cabello estaba algo desordenado y eso le daba un aspecto más sexy.

—¿Estas molesto? —pregunté con una sonrisa, mientras lo abrazaba, enredando mis brazos en su cuello.

Me miró de reojo y negó con la cabeza.

Sí, estaba molesto.

—Enserio te vas a molestar porque no quise tener sexo contigo —lo miré algo dolido, alejándome de él—. No pensé que me querías solo para eso.

Su cara se transformó en seguida y me miró con desesperación.

—En primer lugar no es sexo, hacemos el amor; en segundo lugar, te rogué dos veces y no te apiadaste de mis hormonas masculinas; en tercer lugar no te quiero solo para eso, sabes que no soy así y que te amo; y en cuarto lugar, no estoy molesto —tiró de mi mano, para que volviera a recostarme por su pecho y a envolver mis brazos en su cuello.

—¿Seguro que no estás molesto? —elevé una ceja.

Terminó riendo y alargó una mano para acariciar mi mejilla.

—Claro que no, honey —aplastó mi nuca, acercándome a sus labios.

Luego de pedir la comida, nos encontrábamos comiendo una exquisita barbacoa especial de la zona. En un pequeño espacio de madera, habían varias personas que habían comenzando a tocar instrumentos, y en este momento se encontraban tocando la versión cover de Jamming de Bob Marley & The Wailers. No me sentía en las Bahamas, me sentía en Hawaii. El ambiente era fenomenal.

—¿Has notado que las calificaciones de Alex han bajado últimamente?

La pregunta de Justin me tomó por sorpresa. Levanté la vista y asentí.

Efectivamente las calificaciones de Alex habían bajado, pero no me preocupaba, no habían bajado mucho y era su primer año en el colegio. No creía tener que presionarlo.

—No es mucho, solo han bajado porque faltó a clases cuando tuvo el accidente. Además es un niño aún.

—Sí, es un niño, pero debe acostumbrarse a estudiar y a tener buenas calificaciones desde pequeño —se elevó de hombros.

—Justin, tiene cuatro años —lo miré—, sus test son de cosas como los colores o animales.

Justin soltó un suspiro y me miró inconforme. Yo solo me limité a negar con la cabeza.

Terminé con mi plato y solté un gemido de satisfacción. Me encontraba satisfecha y conforme con todo lo que había comido. Justin había terminado hace unos minutos y se encontraba mirándome. Bebí del exquisito vino que él se había encargado de pedir y choqué mis ojos contra los de él.

—¿Te ha gustado el vino? —elevó una ceja con diversión— Ya has terminado tu segunda copa.

—No me culpes, es el vino más delicioso que he probado —me elevé de hombros.

—Mi padre siempre compra de aquel vino para mi madre —confesó.

Ahora todo tenía un poco más de sentido, ya que era un vino bastante caro y era suave, ideado para una mujer.
Justin se acercó a mi y cuando estuvo sentado justo a mi lado, pasó su brazo por mis hombros y besó mi frente. Sonreí y me acurruqué en su pecho. Ambos nos quedamos mirando a los tipos que estaban cantado en el mini escenario de la playa.
Hotel California de Eagles era la canción que se escuchaba por toda la playa.

Cerré mis ojos disfrutando de la brisa que corría. Las manos de Justin habían comenzando a acariciar la piel de mis hombros. Todo era perfecto, quería fotografiar el momento y el sentimiento, para no olvidarlo jamás.

—Creo que estás un poco borracha —susurró en mi oído.

—Claro que no —terminé mi tercera copa de vino.

Era verdad, me encontraba de lo mejor.

—Estoy seguro de que si te levantas, te tambalearás —otro susurro.

Giré mi cabeza para mirarlo con reproche, a lo que él solo sonrió con satisfacción. Acercó su cabeza hasta la mía y besó mis labios lentamente, sin cerrar sus ojos, so dejar de mirarme. Me separé de él cuando sentí los ojos de la familia de la mesa de al lado sobre nosotros y escondí mi cara en su pecho, avergonzada.

Justin rió y volvió a susurrar en mi oído.

—Luces hermosa —dejó un pequeño beso en mi hombro.

Mi cuerpo sufrió todos los escalofríos existentes. Sobre todo porque me miraba de esa forma tan sensual.

No podía soportarlo más. Igual lo necesitaba.

Me levanté de mi asiento y efectivamente me mareé, Justin rió, mientras me agarraba con sus brazos e igualmente se levantó.

—¿Hacia donde vas?

—A la habitación.

Justin asintió y tomó su teléfono de la mesa, antes de comenzar a caminar conmigo por la plata.
Reí con fuerza cuando comenzó a correr y tiró de mi mano.

—¡Basta! Tropezaremos —exclamé.

Fue peor, corrió con más fuerza y me tomó entre sus brazos en cuanto estuvimos en el muelle.
Me besó contra una muralla del hotel y nos obligamos a separarnos cuando gente pasó por al lado de nosotros.

Reí mirando sus ojos y tiré de su mano, hasta llegar a la habitación.

Lo solté en cuanto cerró la puerta y me dejé caer en la cama. Justin caminó hasta la cama y se sentó en el borde, sin dejar de mirarme.

—¿Estas cansada? ¿Quieres dormir? —acarició mi muslo con su pulgar.

Fruncí el ceño mirándolo y me levanté hasta quedar sentada por la sorpresa. Llegué hasta él y me senté a horcajadas en sus piernas, abrazándome de su cuello.

—¿Crees que yo tampoco tengo ganas de hacer el amor? —susurro, risueña, mirándolo mientras se mordía los labios— He esperado todo el día para esto —recargué mi frente contra la de él.

Se quedó tieso mirándome. Noté como sus pupilas se dilataron. Sus manos me agarraron con fuerza, y soltó un jadeo que solo logró encender mi temperatura corporal.

—¿Quieres que te haga el amor? —elevó una ceja, tirándose hacia atrás.

—Sí —ladeé su cabeza, apoyando mis manos en su pecho.

Sonrió, mirándome con intensidad. Estaba recostado en la cama y yo estaba sentada sobre él, por lo que me sentía algo expuesta a su mirada.

Me acarició los brazos, de arriba a abajo y tiró de ellos, haciéndome caer sobre su pecho. Me abracé de su cabeza y mis labios chocaron contra los suyos, formando un beso lento, mientras nuestras respiraciones calientes se mezclaban y nuestras lenguas se juntaban. Sus manos bajaron por mi espalda hasta mi trasero y lo acarició, levantando mi vestido hasta mi espalda y pudiendo acariciar mis nalgas por encima de mis bragas.

—Esperé todo el día para esto —murmuró, cuando nos separamos solo unos centímetros.

—Lo sé —me separé por completo, quedando nuevamente sentada sobre él.

Me miró curioso, pero su boca se abrió por completo cuando yo misma tiré de la punta de mi vestido y me lo quité. Quedando casi desnuda frente a él. Las bragas eran lo único que quedaban, ya que no llevaba brasier.

Sonrió y subió sus manos por los curvas hasta mis senos, logrando que mi cuerpo reaccionara con movimientos ante sus caricias. Sus grandes subiendo por mi cintura habían logrando que mi piel se erizara por completo y mis pezones gritaran por atención.
Y no era necesario decir que mis bragas estaban completamente mojadas.

—El mejor regalo de cumpleaños —susurró antes de sentarse en la cama nuevamente.

—Te quiero —susurré cuando su boca atacó mi hombro derecho.

Solté un suspiro de placer al sentir sus exquisitos labios, besar con furia mi cuello. Cerré mis ojos afirmándome con fuerza de su espalda y sintiendo como mi estómago se sentía ardiendo en placer.

Cuando me miró con una sonrisa, y bajó sus manos hasta mis muslos, supe lo que iba a hacer.
Solté un gemido contra su oído cuando sus dedos acariciaron mi entrepierna, incluso me moví sobre él como respuesta a sus estímulos allí abajo. Desabroché su camisa rápidamente y la tiré al suelo, concentrándome en su glorioso pecho, contraído por su tensión. Inhalé su exquisito aroma y dejé pequeños besos por toda la zona de su cuello y mandíbula.

—Basta —jadeé cuando su dedo intentó entrar en mi.

Sacó su mano de mi entrepierna y giró rápidamente. Dejándome sobre la cama  y dejando caer su cuerpo sobre el mío. Se deshizo de mis bragas con un tirón y volvió a subir sus manos hasta mis mejillas.

—Eres hermosa, hermosa, hermosa —espetó, mirándome a los ojos y dejando un beso en la punta de mi nariz—. Nunca olvidé lo perfecta que eres, todo este tiempo te tuve dibujada en mi mente.

Quise gritar por sus palabras, pero solo me mordí los labios, analizando todos sus movimientos, mientras mi estómago ardía y las mariposas lo invadían.
Sus labios comenzaron en mi cuello, mordiendo delicadamente la piel de mis hombros, bajo sus labios con lentitud hasta mis senos, impacientándome por completo. Mis ojos se cerraron y mi piel se erizó nuevamente cuando su tibia lengua tocó mis duros pezones, mi intimidad se contrajo por completo y mis piernas igual, lográndome apretarlo aún más contra mi cuerpo.

—Justin —susurré, abriendo mis ojos por completo, viendo cómo su boca devoraba mis senos con amor. Sintiendo su lengua redondear mi aureola y darle golpecitos a mis durezas.

Siguió bajando, lamiendo mi ombligo y besando con cautela la cicatriz en mi vientre, la cual correspondía a la cesárea del embarazo de Alex. Mis piernas temblaron ligeramente cuando siguió bajando y mis dedos se agarraron con fuerza de las sábanas cuando abrió mis piernas y me miró levemente antes de tocar mi intimidad con sus tibios labios.

Solté un gemido profundo, salió desde mi garganta, y me dejé caer en la cama, inclinando mi cabeza hacia atrás y encorvando mi espalda por completo. Sentía su lengua jugar allí abajo perfectamente, lo hacía muy bien, casi ni podía recordar lo bien que se le daba el sexo oral en el pasado.

Levanté su cabeza, obligándolo a detenerse, no podría soportar mucho más sus labios allí abajo. Me miró con una sonrisa y se levantó por completo, quedándose de pies a un lado de la cama.

Se desabrocho el bañador y se deshizo de él y luego de sus bóxers. Me senté en la cama, mirándolo de pies a cabeza y deteniéndome por bastantes segundos en su erección, la cual ya conocía perfectamente.

Volví a quedar recostada en la cama, ya que se recostó sobre mi cuerpo, besando mis labios con desesperación. Envolví sus caderas con mis piernas y me abracé de su cuellos mientras sus labios acariciaban los míos.

—Deliciosa —susurró.

Mi cuerpo sufrió escalofríos cuando su erección rozó en mi entrada, pero mis ojos se cerraron con fuerza cuando se hundió en mi, robándome el aliento con una profunda embestida.

—¡Justin! —me quejé, pasando mis uñas con fuerza por su suave espalda.

Soltó un gruñido, que logró aumentar el placer en mi cuerpo y su mano libre de mi cara, tomó con fuerza mi cadera, deteniendo los pequeños temblores de mi cuerpo.

Sus ojos mieles brillaron mientras estaban en contacto con los míos, mientras su mano izquierda acariciaba mi mejilla.
Movió sus caderas por segunda vez, entrando y saliendo en mi con más fuerza de la necesaria, robándome otro par de gemidos.

Ni siquiera sus cadera se movían con constancia y de todas formas se lo agradecía, ambos habíamos
estado calientes todo el día, de modo que un simple roce podría llevarnos a una liberación bastante precoz.

Empujé su pecho con fuerza, y comprendió exactamente lo que quería, por lo que me ayudó a montarme sobre su cuerpo.
Besé su mandíbula, para que dejara de apretarla y acaricié su mejillas con ternura, antes de besarle los labios con desesperación.

—Dios mío, Justin —susurré contra sus labios cuando lo sentí piel a piel.

Cerré los ojos con fuerza cuando creció aún más en mi interior. Me afirme de sus hombros, y con los ojos cerrados dándome ánimos, comencé a moverme sobre su cuerpo lentamente, mordiéndome los labios para no gemir. Justin estaba con los ojos cerrados y sus manos apretaban con fuerza mi cintura, incluso me dolía, pero el placer era tan fuerte que aquello pasaba a segundo plano. Mientras su dureza rozaba con más rapidez mis paredes contraídas, la excitation crecía aún más en mi vientre. Los ojos de Justin se habían abierto y había comenzado acariciar mis senos con sus manos. Mis movimientos cada vez iban más rápidos y sus gruñidos junto a mis gemidos solo lograban empeorar la situación.

—¡Justin! ¡No, Justin! —susurré cuando mi cuerpo se contrajo completamente y no pude seguir moviéndome.

Nos giró en la cama y embistió tres veces más, antes de que yo me dejara envolver por un fuerte orgasmo, abrazándome con fuerza de su cuello.

Mi respiración agitada, se volvió aún más agitada, sus movimientos seguían un poco ma alentó y nuestros pechos seguían juntos respirando al compás.

—Abre los ojos, mi amor —susurró en mi oído, mientras seguía embistiendo con lentitud.

Pero no podía, mis ojos estaban cerrados inconscientemente y mi cuerpo estaba apretado contra el suyo. Sentía como su respiración se aceleraba aún más y como se corría en mi interior, gruñendo mi nombre con fuerza.

Sus brazos me rodearon en seguida, haciéndonos rodar en la cama. Quedé sobré el, abrazada a su cuello, con mi frente sobre la de él mientras nuestras respiraciones iban con rapidez. Me acurruqué aún más en su pecho cuando tiró de las sábanas para cubrirnos y besó mi frente varios segundos.

Habíamos tenido un momento bastante caliente, de los cuales sólo teníamos hace cuatro años atrás, ni siquiera tres.

—¿Estas bien? —su voz ronca llenó mis oídos.

Claramente estaba más que bien, estaba en el Olimpo, todo estaba bien; pero no quería abrir mis ojos y tampoco quería hablar, no me sentía con fuerzas para ello por lo que solo asentí.
Sentí sus manos acariciar mi espalda, y solo me limité a soltar un suspiro.

Finalmente abrí mis ojos y me quedé mirándolo fijamente, mientras él se encontraba mirando hacia la ventana, que daba una perfecta y hermosa vista hacia el mar. Se veía sereno, con las mejillas rojas, sus pestañas curvadas y la vista fija en el paisaje. Era hermoso, y yo estaba tan enamorada que jamás me cansaría de decir lo mismo. De todas formas sentía una especie de vacío, acabábamos de hacer el amor y había sido asombroso, pero aún así algo me faltaba para sentirme satisfecha. Y cuando sus ojos chocaron con los míos supe lo que era, lo supe por la forma en que me miró y movió su boca preparándose para hablar, en seguida imaginé lo que saldría por aquellos labios y por eso me adelanté y lo interrumpí, ya que yo era la que necesitaba hablar para sentirse satisfecha.

—Te amo, Justin.

Sus cejas se fruncieron y sus ojos se iluminaron. Fue ahí cuando me di cuenta de que él esperaba hace mucho aquellas palabras, y yo lo había hecho sufrir con mi silencio.

—Te lo quería decir hace bastante tiempo, pero soy una cobarde —solté un suspiro—. Te amo mucho, Honey. Te amo demasiado, Justin.

No dijo nada, se inclinó a besar mis labios y en ese momento, cuando nos estábamos besando, sonrió contra mi boca.

—Mía —susurró entre beso y beso—, sólo mía.

Asentí en seguida, casi con desesperación, y acaricié su labio inferior con los míos.
Me dejó en la cama boca arriba y volvió a besarme mientras volvía a moverse contra mi, comenzando a hacerme el amor por segunda vez.
Solté un suspiro de placer y lo abracé con ternura mientras su cuerpo se movía contra el mío en sincronía.

—Yo igual te amo mucho, Honey —susurró en mi oído, mordiéndolo y robándome otro par de jadeos.

————

En el grupo de lectoras expliqué el motivo de mis retrasos. Espero que les haya gustado.

Denle a la estrellita si quieren otro capítulo y déjenme I'm comentarios de qué les pareció en general el capítulo.

Honey
Justbiebssg

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