07: El bañador.
Justin Bieber.
Miré a mi madre con una mueca y luego rodé los ojos. Ella estaba siendo más dramática de lo que una persona normal puede ser.
—Mamá, son las ramas del árbol —entrecerré los ojos mirando por la ventana.
Mi madre quitó su mirada de terror para mirarme unos segundos con fastidio, luego volvió a mirar asustada a través de la ventana.
—Justin, no solo golpeó la ventana, también la madera y con fuerza.
—¿Acaso no sientes la fuerza del viento? Estamos en plena montaña cubierta de nieve, rodeados de bosques, obviamente el viento es lo más violento y lo sabes. Has venido muchas veces a este lugar desde que eres pequeña, no comprendo tu miedo mamá —volví a rodar los ojos, era peor de lo que imaginaba.
—¡No me ruedes los ojos de esa manera! —amenazó.
Quise reír por su amenaza pero preferí quedarme en silencio, yo ya estaba bastante grande y viejo para que me amenazara como lo hacía cuando tenía unos catorce años. Me acerqué a ella con una sonrisa y la abracé.
—Tranquilízate, mañana es navidad y hoy en la noche cenaremos todos juntos —acaricié su espalda—. Hoy debes estar tranquila y relajada, tendremos una agradable tarde.
—¿Le compraste un regalo a Alice? —su tono de voz disminuyó de tal modo de que prácticamente susurró aquellas palabras
—Obviamente, no podía comprarle regalo solo a los niños, aunque compramos los regalos juntos —me elevé de hombros—. Le compré una pulsera Cartier, son sus favoritas y salió una nueva que obviamente ella no tiene.
La sonrisa de mi madre se ensanchó y supe que estaba feliz con mis palabras.
—Buena elección, cariño.
Todas las navidades que había pasado en Whistler con mi familia eran exactamente las mejores; todos los días solíamos subir a la montaña para esquiar, pero menos el día veinticuatro y veinticinco de Diciembre, el día veinticuatro lo pasábamos en una especie de piscinas temperadas y en la noche esperábamos la navidad con una exquisita cena preparada por mis padres, para el día veinticinco hacíamos una barbacoa en el almuerzo y el resto del día lo pasábamos en el chalet teniendo tiempo divertido en familia. En eso se resumía la asombrosa navidad en whistler.
—Papá, no encuentro mi bañador —Alex suspiró con frustración revolviendo toda la ropa en su maleta.
—Quizás tu mamá lo tiene —revolví otro poco de ropa, pero no había ni rastro de algún bañador de Alex allí.
Salí de nuestra habitación y caminé hasta la puerta de enfrente, ni siquiera me molesté en tocar y entré a la habitación en seguida.
—Alice, Alex no encuentra su bañador y...
¡Dios santo!
Mi boca cayó abierta y mi garganta se secó, mis ojos molestaban de tan abiertos que estaban y mi cuerpo se había quedado algo estático. Señor Jesús, yo la había visto desnuda obviamente, pero después de tres años lo más desnuda que la había visto fue con una bata que traslucía sus senos, nada más. Y en estos momentos no se encontraba desnuda, pero sí con un bikini demasiado pequeño que le quedaba tan bien que me provocaban ganas de aullar de placer. Sus piernas lucían muy suaves y apetecibles, largas y lindas como siempre, su abdomen plano me pedía que lo besara y sus sobresalientes senos pedían a gritos librarse de ese ajustado bikini. Cuando mi mirada se detuvo en su cara, solté un gran suspiro y cerré los ojos, Alice lucía igual de asombrada que yo.
—Lo siento, lo siento demasiado —apreté mis ojos con fuerza, sintiendo mi corazón correr una maratón.
—No es necesario que cierres los ojos, solo creo que deberías aprender a tocar la puerta —rió levemente.
Al parecer no le afectaba mucho el hecho de que me la encontrara casi desnuda.
Volví a mirarla de arriba a abajo y fue imposible no lamerme los labios.
Alice elevó una ceja y cruzó los brazos, removiéndose en su lugar, al parecer finalmente había logrado ponerla incómoda.
—¿Vienes por el bañador de Alex? —desvió mi mirada.
sonreí y me atreví a caminar lentamente hacía ella, me encantaba mucho cuando lucía nerviosa y aún más por mi.
—No lo encontramos en la maleta —bajé mi vista hacía la cama, encontrándome con su maleta abierta y perfectamente ordenada.
—Me imaginó lo revuelta que debe haber terminado aquella habitación —elevó la cejas y soltó un suspiro—, creo que el bañador de Alex está en aquella repisa —apuntó al final de la habitación.
Se alejó de mi y caminó hacia la gran repisa a pies descalzos, solté una respiración profunda al verla de espaldas y me esforcé en no bajar mi vista a su trasero, pero fallé.
—Tiene que estar aquí —murmuró más para ella que para mi.
Se puso en puntitas y se estiró para poder alcanzar la maleta. Soltó un par de maldiciones que no escuché, ya que estaba demasiado concentrado en su cuerpo, pero seguramente fue por el hecho de no poder alcanzar la maleta.
Su trasero lucía mucho más lindo y suave de lo que recordaba. Sacudí mi cabeza tratando de eliminar aquellos pensamiento sucios de mi cabeza, un problema estaba apareciendo en mis pantalones y no creía poder controlarme.
Caminé hasta ella con intenciones de ayudarla, pero fue peor el acercarme a ella, ya que mi pecho chocó con su espalda y el problema en mis pantalones con su trasero. Quise maldecir en mil idiomas, pero en vez de eso carraspeé lar garganta y susurré;
—Déjame ayudarte.
Alcancé la maleta con facilidad y la bajé con cuidado ya que era gigante. No me separé en ningún momento de Alice, era como si en cada momento en que nos encontrábamos cerca, nos quedáramos congelados ahí, y eso me estaba logrando confundir, ya que no nos había sucedido desde que nos separamos.
Alice se giró lentamente, rozándose con mi cuerpo, y cuando quedó frente a mí, sus ojos se fijaron en los míos. Tragué saliva con dificultad y casi por impulso mis manos subieron hasta su cintura. Su cuerpo seguía tocando el mío, y al aparecer ninguno tenía problemas con eso.
Quise susurrar su nombre, tan solo por decirlo, pero la conocía y sabía que si yo llegaba a decir alguna palabra, ella reaccionaría del estado en que nos encontrábamos y se alejaría gracias a sus nervios.
Las yemas de mis dedos tocaron la suave miel de su cintura y la apretaron tan solo un poco, para asegurarse de poder quedarse ahí un largo rato.
A la mierda si ella se alejaba, necesitaba hablarle.
—Alice...
Sus ojos brillaron y sentí la gran necesidad de acariciarle una de sus adorables mejillas, y lo hice, sorprendiéndola aún más.
Usualmente en una situación como esta yo tomaría más provecho de su estado y la tocaría con confianza, pero en estos momentos me encontraba tan concentrado en no asustarla, la conocía y sabía lo muy débil que era, detrás de esa mascara de fortaleza. No pude evitar mirar sus labios, y me asombré al verla lamérselos; una vez más las palabras de Jazmín volvieron a mi mente, como lo habían estado haciendo desde que lo dijo en la cancha de esquí: "ella sigue muriendo por ti".
Sus brazos se envolvieron en mi cuello y como si fuera posible, me acercó un poco más a ella. Podía sentir su pecho chocar con el mío con fuerza por la forma en que su respiraba. Aquella acción fue todo lo que me devolvió la confianza y la acorralé con seguridad contra aquella repisa y acerqué mi boca a la suya, se sentía como en un sueño, era como si esto no pudiera ser posible, pero estaba ocurriendo en ese momento, llenándome de ilusión y ganas de devorarla después de tanto tiempo.
Sonreí cuando sus ojos se cerraron y sin dudarlo me acerqué aun más a su boca, con la intención de besarla, pero eso no sucedió, mis labios no tocaron los suyos, lamentablemente.
—¿Mamá? ¿Papá? ¿Encontraron mi bañador? —la puerta se abrió con fuerza y Alex entró a la habitación.
Alice me empujó con fuerza y se giró rápidamente hacía el pequeño, carraspeando la garganta y hablando con dificultad.
—Lo buscaré en esta maleta, cariño —se inclinó y abrió la maleta.
A pesar de que tenía una gran vista de su trasero, no la miré, estaba medio en shock, fundido en mis pensamientos y emociones.
Señor, la había tenido en mis brazos nuevamente, había sentido su olor de cerca después de dolorosos tres años y estuve a dos segundos de saborearla nuevamente, aún me encontraba muy extasiado, más de lo que me gustaría admitir, por esa razón cuando Alex me llamó, miré levemente a Alice y luego salí de la habitación en compañía del pequeño.
Alice ni siquiera me había mirado, yo creo que la vergüenza la estaba matando, pero no la culpaba, yo me sentía igual o peor, había sido un momento bastante intimo, lujurioso y lleno de emociones, emociones que supuesta-mente deberían estar guardadas en un baúl bajo llave.
Me vestí con ropa muy abrigada y guardé mi bañador en un bolso junto al de Alex, mi mente se encontraba en neutro y cada movimiento que hacía, lo hacía rápido con la mente en otro lugar. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido, y me sentía demasiado ansioso, exactamente porque nos quedaban tres días más en Whistler y en algún momento tendríamos que hablar sobre lo ocurrido, pero en estos momentos sabía de sobra que el resto del día sería bastante incómodo, y no creía poder soportarlo.
Bajamos al primer piso después de guardar todo y ahí me encontré con todos. Mi mamá como siempre, con su excesiva felicidad, charló de lo feliz que estaba al tenernos a todos ahí y luego, finalmente nos dirigimos a las famosas piscinas termales.
—¿Qué tienes? —Jazmín golpeó mi hombro con fuerza, sacándome de mis pensamientos.
La miré mal y resoplé.
—No me sucede absolutamente nada.
—Desde que llegamos te noto estresado, y se supone que esto es para relajarnos.
Rodé los ojos y luego desvié mi vista hacia Alice, quien se encontraba con Madison y Alex en el otro extremo de la piscina.
—¿Tiene que ver con Alice? —nuevamente Jazmín golpeó mi hombro.
—¡Deja de golpearme!
—Pero responde —insistió.
Miré sus ojos verde claro con una mezcla de miel y suspiré, después de todo confiaba mas ella que en mi propio mejor amigo Josh.
—Casi besé a Alice en su habitación —la miré.
Espere una sonrisa de satisfacción o alguna risa, pero en vez de eso una gran mueca se formó en su cara.
—¿Cuál es el problema? Ese día en la cancha de esquí igualmente casi se besan —elevó una ceja.
Suspiré con pesadez y rodé los ojos.
—Las otras veces solo estuvimos cerca, esta vez fue distinto, íbamos a besarnos.
—¿Y por qué demonios no lo hicieron? —protestó salpicando agua, llamando la atención de algunas personas a nuestro alrededor.
—Alex.
—Dios mío Justin, yo te lo dije.
Me quedé en silencio procesando sus palabras y volví a mirar a Alice, quien en ese mismo momento se encontraba mirándome. Le sonreí a la distancia y ella solo hizo una mueca. Reí levemente y suspiré por milésima vez en el día, después de todo no había perdido mis encantos por completo.
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Capitulo corto de regalo.
Mañana se viene WENOOOOOOO.
¡Feliz San Valentín!
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