02: Doctor Bieber.
Justin Bieber.
Sonreí en grande mientras las enfermeras me miraban caminar por el pasillo, era divertido verlas murmurar sobre mi persona, incluso cuando yo las llevaba ignorando todo el tiempo que llevaba trabajando aquí. Aunque bueno, no miento, si me he enrollado con más de una, pero dejando claro que era cosa de una noche.
Entré a mi consultorio ignorando el punzante dolor en mi cabeza, digamos que ayer no había sido precisamente una buena noche, sobre todo porque tuve recuerdos que estuvieron atormentando mi ya adolorido corazón, como por ejemplo, Alice desnuda besándome en Cancún hace cuatro años en nuestra grandiosa luna de miel. Hermoso recuerdo.
Abrí la puerta de mi consultorio, encontrándome con que ya estaba abierta, lo cual me dejó dudoso, pero en cuanto vi a Josh Jefferson en la camilla de los pacientes, aclaré mis dudas.
—Hasta que te digas a llegar.
—¿Cómo has entrado aquí?
—Ventajas de tenerte borracho en mi departamento.
Reí con fuerza y caminé hacia mi escritorio.
—¿No deberías estar atendiendo a hombres con el corazón a punto de explotar?
—Hoy me he tomado el día libre.
—Como siempre —elevé las cejas.
Josh rió y volvió a recostarse en la camilla donde atendía a mis queridos pacientes.
—¿Qué tal estos días?
—Nada nuevo, pasaré la navidad en Whistler con mi familia —elevé mi hombros, aunque en verdad quise sonreír, sonreír porque Alice había accedido a pasar la navidad conmigo y los niños.
—¿Te llevarás a los niños?
—Alice irá conmigo —aclaré.
—Alice —suspiró bajando la cabeza.
Fruncí el ceño levemente y decidí no mirarlo. Algunas veces pensaba que Josh estaba enamorado de Alice desde la preparatoria, exactamente porque todos fuimos compañeros, pero a las vez decidía borrar esos pensamientos de mi cabeza ya que Josh era mi mejor amigo de toda la vida y sería feo arruinar una amistad por celos.
Josh, Fallon, Alice y yo. Los cuatro, siempre, inseparables.
—¿Tratando de recuperarla?
Levanté la vista nuevamente hacia él y negué con la cabeza.
—Mi tren camino al corazón de Alice lo he dejado hace tiempo. Ya, ya han pasado tres años —mi estómago se sintió vacío al decir aquello.
—Pero aún la amas.
—Es el amor de mi vida, Josh. Obviamente la amaré toda la vida, pero creo que solo queda cariño entre nosotros, ella ha sido bastante clara en decir que si de verdad estuviéramos destinados a estar juntos, nuestra relación hubiese funcionado en el pasado.
—¿Y le crees?
—¿Qué lograré contradiciéndole? No me arrastraré, además, repito, solo queda un gran cariño entre nosotros. Es tiempo de seguir adelante. Ya han pasado tres malditos años.
—Sí, creo que tienes razón —tosió.
Apreté los labios y me dediqué a leer la inmensa lista de exámenes que debía revisar.
—Por cierto, ¿has visto a la nueva doctora?
—¿Samantha Anders? —reí negando con la cabeza.
—Está demasiado buena.
—La ví ayer, no es la gran cosa, pero sí, es hermosa y sexy.
—Tiene un trasero bastante relleno y unos senos muy cooperativos.
Rodeé los ojos divertido y me mordí los labios, también había notado el buen físico de aquella rubia.
El teléfono de Josh comenzó a sonar, por lo que tuvo que salir de mi consultorio dejando la maldita puerta abierta. Con bastante pereza, porque vamos, estaba muy cansado, me levanté del escritorio y caminé para cerrarla, pero terminé empujando más la puerta, causando el chillido de una chica.
Abrí los ojos y salí rápidamente al pasillo, encontrándome con nadie más que la famosísima doctora Anders. Justo hablando de ella.
—Lo siento mucho, perdón —tomé con delicadeza su antebrazo, para evitar que cayera.
Sus ojos color gris se elevaron, al mismo tiempo que una coqueta sonrisa aparecía en sus labios.
Oh, genial.
—¿Doctor...?
—Bieber —respondí, sonriendo de igual manera, sin poder evitar desviar mi vista hasta su muy elevado busto—. ¿Doctora Anders?
—Sí, es un gusto conocerlo —curvó aún más sus labios y revoloteó sus pestañas.
Yo conocía aquella sonrisa pícara, sus ojos estaban pidiendo a gritos algo más que un saludo de este tipo, claramente me estaba coqueteando sexualmente, cosa que si fuera más obvia, yo no rechazaría. Ella era bastante linda y sensual.
—El gusto es mío —besé los nudillos de su mano, sin quitar mi vista de sus grandes ojos grises.
Sin dejar de sonreír, movió sus caderas con bastante actitud y siguió caminando por el pasillo con bastante seguridad.
¡Que mujer!
Volví hasta mi escritorio algo embobado. Yo no era un mujeriego, claro que no, pero si era un hombre y todas mis hormonas estaban muy conscientes de lo caliente que era la Doctora Anders.
Alice había sido la única mujer en mi vida por un largo tiempo, fue mi primera mujer, nuestra relación empezó a los diecisiete y terminó a los veinticuatro, prácticamente crecimos juntos conociendo lo que era el amor, y en ese lapso de siete años yo jamás pude haberle sido infiel, sí tuvimos altos y bajos como toda pareja, pero jamás se pasó por mi cabeza otra mujer que no haya sido ella. Alice era sensual, hermosa y femenina, todo lo que cualquier hombre desearía; Alice era estupendamente hermosa, era el sueño de todo un hombre y yo lo sabía perfectamente, podrían haber muchas mujeres hermosas, pero ninguna se compararía con la belleza de Alice Coleman. Nuestra relación no terminó por terceros, ya que estaba completamente seguro de que ambos nos amábamos lo suficiente como para que alguien se entrometiera, si nuestra relación terminó fue por problemas acumulados y como todo tiene un tope, nuestras discusiones colmaron el vaso y ahí fue donde todo acabó.
Al separarnos obviamente sufrimos, ¿quién no?. Fueron siete años de relación y vernos todos los días prácticamente empeoraba las cosas, pero creo que a través de estos años logramos superarlo, al menos eso era lo que ella me demostraba. Así que cuando estuve mentalizado de que las cosas estaban muertas, comencé a mirar a otras mujeres, conocí lo que era el sexo sin amor, y bueno, aunque era genial y adictivo, nada se comparaba a hacer el amor con alguien a quien amas y adoras.
La lista de mujeres en estos tres años se había hecho larga, digamos que yo no quería una relación, solo una amante sexual que supiera mantener mi lívido sexual calmado. Tenía dos hermosos hijos y aunque ya hubiera superado mi amor por Alice, aún sentía que no estaba listo para una relación formal.
Leí el nombre del paciente a quien debía atender y lo llamé, sin antes hechas un vistazo a su informe médico. Hombre que ya había sufrido dos pre-paros cardíacos y sufría constantemente dolor en el pecho, además de quejarse a causa de una leve dificultad de respirar en las noches. Quizás teníamos a un gran fumador por aquí.
La hora del almuerzo llegó y creo que la bandeja con mi comida casi cae al observar a Josh sentado junto a Fallon a un lado. Para empezar, ¿Por qué Fallon estaba en Seattle? ¿Y qué diablos hacía Fallon en un hospital?
—¡Justin! —la peli-negra saltó de su asiento y se abalanzó sobre mi.
—Fallon —suspiré con algo de emoción—, deberías estar en Nueva York.
—Josh me comentó que pasarás la navidad en Whistler con Alice, bueno Alice igual me lo comentó esta mañana y...
—¿Primero que nada nos podemos sentar y saludarnos como adultos? No te he visto hace tres meses, ¡Por Dios!
Soltó una carcajada, haciendo brillar sus ojos marrones, y me soltó antes de caminar hasta la mesa donde se encontraba su hermano y mi mejor amigo, Josh.
Fallon era simplemente una hermana para mi, nos conocíamos desde el colegio, era la mejor amiga de Alice y la hermana de Josh, mi aparente mejor amigo.
—¿Qué tal Nueva York?
—Nada especial, visité a Karl y a otros diseñadores que están trabajando conmigo y Alice —sonrió.
—Yo pensé que te quedarías por toda la vida en Nueva York, estaba feliz de no tenerte por aquí —Josh bromeó haciéndose el serio, pero tres segundos bastaron para que los tres explotáramos en risas.
—Imbécil, me tendrás que aguantar en tu departamento hasta que rente alguno, de ninguna manera volveré a la casa de nuestros padres —Fallon le golpeó el hombro.
—Así que estuviste con Alice esta mañana... —carraspeé la garganta con disimulo, quería saber más sobre aquello.
—Sí, me pasé por su oficina temprano, hemos estado colaborando en dos diseños —sus ojos se achinaron sonriendo con emoción.
Josh rodó los ojos y yo solo reí.
—Me parece genial —suspiré—, ¿qué haces aquí, Fall? No digo que sea malo, pero nunca jamás te había visto pisar este hospital en toda mi corta historia de doctor, además también creí que estarías en Nueva York por un largo tiempo.
Fallon rodó los ojos y golpeó mi hombro.
—Ya te dije, no tenía nada que hacer en Nueva York, y estoy aquí porque necesitaba entregarle algunas cosas a Josh y decidí esperar hasta el almuerzo para verte, hace tiempo que no veía a uno de mis mejores amigos; ¿no me extrañaste?
—Claro que te extrañe, Fall —reí bebiendo de mi soda.
Fallon era simplemente especial. Dulce y directa a la vez: especial.
—Así que ahora me podrías contar como es que convenciste a Alice de pasar las fiestas con tu familia en Whistler. Aunque no me parece raro que tú no la hayas convencido —rodó los ojos—, siempre convences a mi pobre amiga.
Sonreí, sonreí porque prácticamente Fallon estaba admitiendo que yo aún tenía ese efecto de convencimiento en Alice. Mi dulce y preciosa Alice.
—No encuentro nada malo en que pasemos la navidad juntos. Supongo que tenemos una muy buena amistad después de todo —me encogí de hombros.
—Admiro la buena relación que tienen, y creo que se debe a que prácticamente crecieron juntos, pero a la vez creo que no pueden ser amigos, las ex parejas jamás pueden ser amigos —bebió de una botella de agua.
—¿Estamos hablando de la vida emocional de Justin luego de tres años? Que aburrido, mejor iré a... ¡Wow, que mujer!
Elevé las cejas con diversión y reí bajo la cara embobada de Josh, sin embargo, miré hacia donde él se encontraba mirando y creo que lo entendí.
Samantha Anders se encontraba entrando a la cafetería, llevaba una sonrisa y me estaba mirando fijamente, me miraba a mi.
No pude evitar sonreír divertido y le guiñé un ojo levemente.
Hubiese seguido mirándola coquetamente, si no hubiese sido por el gran golpe de Fallon en mi mejilla.
—¿Qué diablos te sucede?
—¿Quién es ella y por qué razón Josh la mira embobado? ¿Y tú por qué le guiñas el ojo? —protestó.
—Es la nueva cardióloga del hospital —Josh rodó los ojos comiendo de su emparedado.
—Esta mañana he chocado con ella —comenté—, te puedo asegurar que es una maldita coqueta, como el infierno —sonreí, recordando la descarada forma en que revoloteaba sus pestañas.
—Par de imbéciles, creo que mejor me iré —Fallon se levantó de su silla y besó nuestras mejillas—. Un gusto verte, Justin. Espero que me llames ahora que estoy en Seattle, en este tiempo supe de ti gracias a Alice.
Besé su mejilla y asentí.
—Si ves a Alice dile que me llame —lamí mis labios—, debo hablar con ella.
—Lo haré —sonrió con satisfacción antes de marcharse.
Volví la mirada a mi bandeja, pero simplemente no pude seguir comiendo, sentía una mirada en mi y Josh no dejaba de hablar a mi lado.
—¿Por qué Samantha Anders te mira con los ojos entrecerrados? —elevó una ceja.
Giré mi cabeza y efectivamente ella me estaba mirando, se sonrojó cuando notó que la descubrí, y en vez de quitar su vista, me guiñó un ojo.
Comencé a reír y Josh no dudó en seguirme.
—Creo que has encontrado una nueva vagina —bebió de su jugo.
—Esperemos que sea una buena vagina —sonreí con satisfacción.
La tarde pasó rápida, no fue hasta que mi espalda tocó el suave colchón de mi cama, cuando noté lo cansado que estaba. Cerré los ojos por un momento, analizando todo lo que hice el día de hoy, desde que llevé a los niños al colegio y hasta cuando salí del hospital, y cuando estuve a segundos de caer en los brazos de Morfeo, mi celular comenzó a sonar. Bufé con molestia y atendí la llamada sin leer el identificador.
—¿Qué? —escupí.
La soledad, el cansancio y el sueño no eran una buena mezcla.
—Mmm, creo que estoy molestando, llamaré después —la suave voz de Alice se escuchó a través de la línea.
Abrí los ojos sorprendido y en seguida me senté en la cama.
—¡No! ¡No! No cuelgues, tú nunca molestas, Alice. Nunca —llevé una mano a mi cabeza, mirando la linda ciudad de Seattle a través de los ventanales.
—Oh, está bien —rió con dulzura.
Esta mujer jamás se cansaría de ser hermosa y tierna. Jamás.
—¿Cómo están los niños?
—Madison acaba de dormirse y Alex no quiere soltar el celular, creo que tendremos que hablar de aquello —suspiró con cansancio, dejando en evidencia lo mucho que le molestaba el tema de los celulares.
Quizás realmente había sido una mala idea.
—Nena, no fue mi intención comprarles el teléfono para aquello, solo para poder comunicarme con ellos en las tarde y...
—Lo sé, Justin. No te preocupes, creo que tendré que ser un poco más estricta, nada grave.
—¿Estás acostada?
—No, estoy en el balcón de la habitación.
Sonreí imaginándomela sentada en el balcón, en su típica bata de seda, esa bata que me hacía querer aullar de placer, esa bata que daba vista a su ropa interior y sus senos desnudos.
—Fallon ha llegado a Seattle —comenté, sacando a Alice desnuda de mi mente y dejándome caer por segunda vez en la comodidad de mi cama.
—¡Sí! —pude distinguir la emoción en su voz— Ella me ha dado tu recado, ¿por qué querías que te llamara?
No se si era el la situación o el tono de su voz, pero realmente estaba relajado escuchándola hablar al teléfono. Mi penthouse estaba silencioso y oscuro, lo único que alumbraba mi habitación eran las luces de la ciudad, y el tener a Alice con su dulce voz a través del teléfono, se sentía como un maldito, lindo, momento íntimo.
—Ya le he avisado a mamá que irás a Whistler para las vacaciones de fin de año, y está bastante emocionada —pude escuchar su risa—, pero me gustaría que fuéramos a comprar los regalos de navidad antes de ir a Whistler, así me aseguro de esconderlos bien.
—Tienes razón, ¿te parece el Viernes? Puedo volver a la casa cuando vaya por los niños al colegio.
—Sí, me parece genial, no tengo ningún corazón que operar y le diré a mi secretaria que no agende a pacientes.
—Me parece bien. Y no te preocupes, yo llevaré a los niños al colegio en lo que queda de semana.
Suspiré con cansancio y finalmente terminé bostezando.
Escuché la suave risa de Alice por el teléfono y no pude evitar reír con ella.
—Veo que tienes sueño, será mejor que descanses.
—Nos vemos el viernes, Honey —musité.
Sonreí cuando se quedó en silencio. Era increíble como simples palabras como aquellas, aún tenían efecto en nuestras vidas.
—Descansa, Justin.
—Tú igual, Alice. Adiós.
La llamada se cortó y no pude evitar reír con ternura antes de quedarme profundamente dormido.
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Honey
Justbiebssg 🍯
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