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Miedo

Lía estaba contestando los mensajes de Namjoon preguntándole hasta qué hora se iba a quedar en el hospital.

“Hasta las 9 o 10 de la noche”, respondió en el chat.

Esos últimos días había estado prácticamente haciendo su vida entre esas cuatro paredes, no le incomodaba, más bien, le entristecía ver a Yoongi postrado en esa camilla de hospital.

Había permanecido tanto tiempo a su lado que incluso notaba cambios en sus facciones. El primer día creyó haberlo visto sonreír con suavidad, sus comisuras se levantaron con suavidad. El segundo día, juraba que, mientras leía un libro sin mucho interés, había observado como fruncía el ceño en un gesto amargado. Lía se preguntaba que era lo que estaría soñando, que tantos sentimientos le causaba. No era para alterarse ya que solo hacía gestos reflejando algún sentimiento. Sin embargo, ese día lo había visto tiritar, como si tuviera frío.

Lo abrigó con más frazadas pero parecía no ser suficiente para calmar el incesante castañeo de sus dientes. Le tocó la frente para ver si tenía fiebre pero no había ningún signo de la enfermedad.

—¿Qué estás soñando?—susurró a la vez que acercaba su silla para apoyarse en la camilla y observarlo desde ahí. A pesar de que lo había abrigado más, sus temblores se fueron incrementando.

Se levantó preocupada y se aproximó a él para tocarle las manos. Sin embargo, antes de que pudiera lograrlo, Yoongi se sentó con rapidez.

Lía abrió sus ojos como platos y lo ayudó a sentarse bien, ahí fue cuando se dio cuenta que ya estaba despierto pero tenía la mirada perdida mientras lágrimas gruesas corrían por sus mejillas.

—Yoongi despierta. —habló la castaña en voz baja para no sobresaltarlo mas no recibió ni una señal de que el chico esté lúcido.

—¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde está?—repetía incansablemente una y otra vez. Solo miraba a un punto fijo y pronunciaba la misma frase sin detenerse.

Lía se asustó por el estado de su amigo, lo sujetó de ambas manos y las acarició, pero él no parecía sentir su tacto.

—Llamaré a Namjoon. —habló con el labio inferior temblándole por el miedo que sentía.

Marcó el número de su amigo y en cuánto contestó le pidió que fuera al hospital con urgencia porque Yoongi ya había despertado. Apenas cortó la llamada, el pelinegro empezó a balbucear.

—Él me dijo que… me esperaría, pero desapareció…desapareció y ahora estoy solo. —susurraba el pelinegro mientras su llanto se intensificaba.

Tan pronto como terminó esa frase, empezó a lanzar gritos de dolor en dirección al cielo.

La castaña estaba cada vez más aturdida por el comportamiento de su amigo.

—Hey, Yoongi estoy aquí, nadie te abandonó. ¿Si? —murmuró abrazándolo y llorando en su pecho mientras él permanecía gritando fuertemente, llamando así la atención de las personas que estaban esperando en el pasillo, quienes asomaban sus cabezas por la pequeña ventanilla circular que daba al interior de esa habitación.

—Hijo, ¡¿Qué pasa?! —entró la madre de Yoongi alterada y con la respiración frenética por haber corrido hasta ahí. Se acercó a él y observó sus facciones detenidamente viendo como lloraba e hipaba. —Yoongi responde. —susurró rodeándolo con su brazos.

—Lo perdí, lo perdí, lo perdí… —titubeaba en voz baja con la cabeza gacha.

Su madre sostuvo su cabeza y la acomodó de vuelta en la almohada.

Eso logró tranquilizar sus gritos, pero su tristeza yacía en su corazón como una herida que lo torturaba. No podía aceptar que su Mochi se había desvanecido.

Sus temblores continuaron y sus ojos se volvieron a cerrar. Creyó que si volvía a dormir, se sumiría en ese mundo sin pies ni cabeza, a ese mundo que le había enseñado que era el amor, como se sentía realmente. Sin embargo, al cerrar sus ojos no fue como antes, ya no existía ese lugar teñido de blanco, solo se halló a si mismo en las penumbras donde la luz era nula y no había nadie que lo esperara.

💤

—Gracias por cuidar de mi hijo. —respondió la señora Min mientras le mostraba una débil sonrisa y le acariciaba la cara. —Eres una mujer muy noble, Lía.

La aludida se sonrojó por el cumplido y le devolvió una sonrisa.

—Muchas gracias señora Min. —hizo una reverencia como muestra de su gratitud.

—Yoongi debe estar muy agradecido de tenerte.—prosiguió causando que la chica incline su cabeza y un fuerte color carmín se apodere de sus mejillas. La mujer quería justamente esa reacción para aclarar sus sospechas. —¿Te gusta?

En ese momento Lía casi explota de la vergüenza y el rojo de su cara se intensificó mostrando un gran “sí, me gusta” reflejado en ese color.

»—Supongo que sí, aunque no estoy segura de por qué… él no suele hablar mucho y es algo… difícil. —respondió la señora Min rascándose la barbilla mientras pensaba.—Supongo que contigo salía todas las tardes, por eso es que no paraba en la casa.

Lía la miró confundida y negó la cabeza ligeramente.

—Él iba a una ac…

—Buenas tardes. —una enfermera hizo presencia interrumpiendo a la chica. Se dirigió a la mujer. —¿Usted es la madre de Min Yoongi? —la aludida asintió enfocando toda su atención en la recién llegada.
Su hijo había tenido un ataque de pánico por lo que ella había pedido que le realicen exámenes médicos para comprobar que todo en él estuviera sano.

—Su hijo ya despertó. —tanto Lía como la señora Min sintieron sus almas volver a sus cuerpos.—En cuanto a sus exámenes, está bien, no hay signos de anemia. En cuanto se levante controlaremos su peso, ya que se ha rehusado a pararse de la cama.—la mayor mostró un gesto de angustia.—No sé que le haya podido pasar pero no deja de llorar en silencio. Debería hablar con él.—sugirió para luego retirarse.

Lía y la madre de Yoongi se miraron y se dirigieron al cuarto de hospital en el que estaba el pelinegro.

La primera en entrar fue la señora Min, quien corrió a su hijo con inquietud. El chico estaba cubierto hasta la cabeza con las mantas.

—Yoongi, ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras?—preguntó la mujer acariciándolo sobre las frazadas.

—Solo tuve una pesadilla, nada más. —dijo como si nada sin destaparse.

—Yoongi, antes estabas gritando y de dejabas de llorar. ¿Estás seguro que solo fue una pesadilla?— ahora fue el turno de Lía de hablar y acercarse a él.

En cuánto Yoongi escuchó la voz de la chica sacó su cabeza de entre las sábanas.

“Ella es tu verdadero destino”, se escuchó en su cabeza.

Eso tal vez significaba…

—¿Tú lo conoces?—saltó de su cama y se aproximó a la chica. Tenía esperanzas de encontrar a su Mochi. —Él me habló sobre ti.

Yoongi tenía un brillo en los ojos y una pequeña sonrisa llena de ilusión.

Lía enarcó una ceja y quiso formular un “no”, mas solo acarició la mejilla de Yoongi y le sonrió con ternura, supongo que aún no despertaba del todo.

—Yoongi, necesitas dormir. Creo que aún sueñas despierto. —murmuró con preocupación su madre.

—¿Qué? Estoy bien, no estoy soñando. —aclaró con una sonrisa más parecida a una mueca. —Lía, dime.

—No sé de qué me hablas. —respondió con sinceridad.—¿Estuviste soñando con alguien?

El brillo de esperanza en sus ojos se desvaneció rápidamente al escuchar esa respuesta por parte de su amiga.

—Yoongi. —habló su madre agarrándolo de los hombros.—¿Qué soñaste?—preguntó con suavidad.

—Yo… yo… —las lágrimas habían empezado a caer otra vez.

¿Cuántas veces había llorado ese día? Ya había perdido la cuenta. Es que…¿cómo no iba a hacerlo si la persona que amaba se había ido?

—Mi amor, todos tenemos pesadillas, —dijo la mujer mayor con ternura para calmar a su hijo. Sin embargo, solo logró que Yoongi sintiera el hoyo en su pecho agrandarse. En medio de ese llanto vio a un conocido caminando por los pasillos de ese hospital: Taehyung. Se preguntó que haría ahí pero se dijo que no debería darle tanta importancia. —ya verás que todo fue tan solo un sueño, tu mente jugando contigo.

Esa frase había calado dentro de él.

Si todo había sido un juego de su mente, si todo era falso, ¿Por qué se sentía tan miserable por haber perdido a alguien que nunca existió?

No obstante, ese alguien ficticio había sido su primer amor, tanto como su primer beso y su gran debilidad.

Sino existía en el mundo real, entonces si lo hacía en su corazón…y aún así dolía.

»—Yoongi, falta que terminen tu chequeo médico, luego tu padre vendrá a recogernos. —prosiguió la señora Min.

El susodicho asintió con desdén, suspiró con pena y se encogió de hombros.
¿Sería así, se tendría que acostumbrar a ese vacío en su vida o solo ignorarlo?

Lía lo vio con tristeza, nunca lo había visto de esa manera. En cada instante de la vida del pelinegro que pudo observar, jamás lo había notado tan mal. Solo se preguntaba que estaría pasando por su mente, ¿sería acaso ese sueño que acababa de tener, algo así podría herirlo de esa forma? Tal vez, le estaría sucediendo algo que ella vivió años atrás.

Yoongi salió del hospital al cabo de una hora, en la que lo habían pesado. Estaba con muy bajo peso, por lo que le habían sugerido que no se saltara ninguna comida ya que podría desencadenar en anemia.

Tal como su madre había dicho, su padre fue a recogerlos y de paso, llevar a Lía a su casa como gesto de gratitud por haber cuidado tanto de su hijo.

Dentro del vehículo el señor Min no había dejado de observar a la chica con curiosidad.

—Así que… ¿Son novios?—se atrevió a preguntar el hombre. La castaña se sonrojo y bajó la cabeza con timidez, mientras que Yoongi giró los ojos y no dio ninguna respuesta. Estaba enojado con su padre desde la vez en que lo había golpeado bajo la influencia del alcohol. Era consciente de que estaba engañándolos, pero no podía darle una patada así nada más inventándose cualquier excusa.

—No señor, solo compartimos algunas clases. —respondió la chica al notar el silencio de Yoongi.

—¿Así? ¿Entonces, no eres la chica con la que sale mi hijo? —inquirió enarcando una ceja.

—ehh… yo n…

—Sí. —interrumpió Yoongi acomodándose en su asiento. —Aunque, solo como amigos.
Su padre soltó una risa seca y sonrió de costado.

—Pero hacen una linda pareja. —añadió su madre.

Ahora fue el turno de Yoongi de ruborizarse. ¡Que inoportuna era su madre!

—¿Por lo menos se gustan? —preguntó el padre de Yoongi. —Estaría muy feliz de tenerte como nuera.

Ambos adultos rieron disfrutando de como los jóvenes estaban tan rojos como tomates.

No se imaginaban que la única persona que Yoongi tenía en mente cuando hacían referencia al amor, era un chico de ojos marrones y profundos acompañados de pestañas largas que tenía miedo de olvidar, porque su mochi le había dicho que en cuanto desapareciera él se esfumaría de sus recuerdos. Había creado un nuevo terror, que cuando un día despertase, habría olvidado completamente de que había conocido a un ángel.

Lía había sonreído por cortesía a los padres de su amigo mientras ellos bromeaban sobre su supuesta relación. Suponía que Yoongi estaba en una situación muy embarazosa por lo que había permanecido callada, estaba malhumorado y avergonzado. No se habían hablado en todo el camino a su casa, ya que en cuánto quería iniciar una conversación se arrepentía al encontrarse con la fría mirada del contrario.

—Llegamos. Muchas gracias Lía por haber cuidado tanto de nuestro hijo, no hay palabras que puedan pagar todo lo que hiciste. Ven a almorzar mañana, mi esposo vendrá a recogerte. Gracias por todo. —agradeció a la chica agarrando sus manos y dándoles leves apretones. —Yoongi acompáñala. —ordenó.

—Gracias por la invitación señora Min, hasta mañana. —se despidió.

Al susodicho no le quedó otra alternativa que salir del auto bufando con molestia.

Lía lo siguió nerviosa y con una sonrisa de satisfacción. Estaba avanzando con Yoongi.

—Gracias Yoongi por haberme traído, —sujetó las blanquecinas manos del pelinegro y mostró una dulce sonrisa. —por favor cuídate mucho, ya no te saltes las comidas y…

—Lía, a mi me gusta alguien más. —habló adusto mientras apartaba sus manos.

La castaña sintió como algo se quebró dentro de ella, mas no lo hizo notar tapando todo tras esa pequeña sonrisa amable.

—Lo sé. —sonrió tocando el timbre y dándole la espalda.

Sabía que apenas entrara a su casa se echaría a llorar un mar, pero era lo que más quería en ese momento. Prefería un punzante dolor de cabeza a tener a Yoongi tan cerca.

—B-bueno… adiós. —se despidió el pelinegro sintiéndose culpable por haberse dejado llevar por su mal humor. Su única excusa era que detestaba que su castaño no sea quien sujete sus manos, y más aún, escuchar su voz diciendo que lo olvidaría. Eso lo ponía de mal carácter.

—Lía l-lo siento. —dijo antes de retirarse. La contraria cerró sus ojos con fuerza, y sin voltear hacia el dueño de esa voz habló.

—No hay de qué disculparse, hasta mañana, que estés bien. —justo en ese momento su hermano abrió la puerta.

—Adiós. —se despidió Yoongi dirigiéndose de vuelta a su auto.

Solo bastó con que el pelinegro girara para que Lía entré a su casa y empiece a llorar desconsoladamente ante la mirada extrañada de su hermano.

—Lía, ¿Qué pasó?—preguntó abrazándola.

—Me rechazó.—habló entre hipidos. —Le gusta otra persona.

Seokjin se quedó frío ante la confesión de su hermana, después de haberse preocupado tanto por él, de haberlo cuidado con tanto cariño la había rechazado. No es esperaba que le corresponda, pero por lo menos habría guardado esas palabras para otro día.

—Lía, tal vez solo estaba molesto y dijo cosas sin pensar, tal vez…

—Lo dijo con sinceridad, no esperaba nada de él ni siquiera esperaba que me correspondiera, pero me duele… es que ni siquiera sé por qué me gusta, desde esa vez… —contestó intentando mantener su tono de voz firme, suprimiendo cada grito que quería sacar. —desde que lo vi por primera vez sentí una conexión, sentía que ya lo había visto antes, que de alguna manera… lo había esperado…

Su hermano frunció el ceño y la miró con pena, quiso acotar algo pero su hermana no lo dejó.

»—Yo…estoy muy enamorada de él, no creo que pueda aceptar esto. —esa fue la última frase para romper en llanto como nunca antes lo había hecho.

Seokjin ya no dijo nada más solo la abrazó y limpió sus lágrimas, ese tal Yoongi había ganado su rencor de por vida.

Llevó a Lía a su habitación y la arropó en su cama para que descansara. No se fue hasta que se aseguró de que ella se había quedado dormida.

—Lía, ya pronto tendrás lo que quieres, solo espera a que todo tome el rumbo que debía. —susurró una voz detrás suyo.

—¿Quién eres y dónde estoy? —inquirió alarmada al encontrarse en tinieblas.

—Soy yo, el obrador de tus pesadillas. Al que temes, tu dueño aunque no lo sepas. —murmuró causando un escalofrío que recorrió la espina dorsal de la castaña.

Tan pronto como la palabra “pesadilla” retumbó en su oído izquierdo, vino a ella un dolor en el vientre y en el cuello.

»—Esas pesadillas de cuando eras niña, era yo mostrándote el inicio del pacto entre un hombre y un ser mágico y oscuro, un brujo.

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Days went by and I was getting older. I've never been able to love someone, to have someone.

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The truth is that even if I try hard, I can't love anyone.

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