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Cuarto Sueño

Repentinamente, sentí mis pulmones vaciarse. La desesperación había tomado su lugar llenándome por completo, haciendo que mi cuerpo tirite como si de frío se tratase, y de esta manera haciéndolo más pesado. Poco a poco sentía que mi cuerpo se iba hundiendo y mi pecho se cansaba debido al esfuerzo que estaba haciendo por tomar aire.

«Afróntalo, es tu destino»

Los temblores se hacían más intensos e incontrolables. Quería abrir mis ojos, pero no podía. Ansiaba recuperar la respiración, mas algo en mi cuello lo impedía. Deseaba gritar, sin embargo, era imposible, parecía que mis labios estaban sellados. Una sensación extraña que me torturaba incansablemente. Simplemente no entendía qué estaba ocurriendo, ¿Por qué mi cuerpo había reaccionado de esa manera tan de repente?

«Vívelo»

Cuando esa frase llegó a mis oídos, todo aparentó volver a la normalidad. Mis pulmones otra vez funcionaban y mi corazón palpitaba. Sonreí. ¿Me había librado de ese asqueroso estado o solo había despertado de un sueño más?

—Estoy bien, estoy bien.—susurré con los ojos cerrados extendiendo mis manos en la dura superficie. Estaba echado en el piso tomando grandes bocanadas de aire para regular mi respiración por completo.

Cuando de repente, abrí mis ojos. Creía que iba a encontrarme con el techo de mi habitación, pero no fue así. Unos pequeños ojos marrones estaban clavados en mi rostro. El muchacho que ya conocía bien tenía la mirada puesta en mí, mas al notar que ya lo había descubierto observándome se enderezó posando su mirada al frente. Pude notar un leve sonrojo en sus mejillas ¿lo habría puesto nervioso? Automáticamente volví a sonreír ante la pregunta que mi mente había formulado.

—¿Qué hacías?—inquirí con una sonrisa ladina y aún recostado en el piso. Bajó su mirada otra vez, pero esta vez dirigida al suelo.

—N-nada...so-solo me pareció curioso verte dormido en este lugar.—titubeó jugando con sus dedos.

Reí bajito y en un lento movimiento me puse de pie frente a él mientras le mostraba una sonrisa. Me parecía muy adorable la manera en la que se excusaba: esas mejillas que se teñían de un rojo vivo y esos ojitos que te hacían desfalle....¡Min Yoongi!...deja las mariconadas. Suspiré frustrado, a veces era difícil lidiar con mi yo... mi yo...¿cariñoso? El castaño me miró extrañado, seguramente me había quedado haciendo muecas.

—Sí, fue raro.—continué con la anterior plática.—Estaba en mi cuarto escribiendo y de la nada empecé a sentir que me hacía falta el aire, creo que me desmayé, me quedé dormido y heme aquí, en el mismo vacío e insignificante lugar.—me señalé con ambos pulgares.

El chico ladeo su cabeza con sus labios formando un pequeño círculo denotando su sorpresa ante lo contado, mas no dijo nada.

Esperé una respuesta por parte suya, mas parecía que no respondería. Por esta razón, me senté jalándolo del brazo para que hiciera lo mismo. Él se sorprendió ante el repentino jalón, pero finalmente se acomodó flexionando sus piernas y apoyando su cabeza en sus brazos, y así se quedó con la mirada perdida pensando en algo que al parecer requería toda su atención. Mientras tanto yo admiraba su perfil, en como su pequeña nariz le daba más ternura a su angelical rostro y de como esos labios carnosos resaltaban por su color rosa y su grosor.

Instintivamente, dirigí mi mirada hacia su sedoso pelo y posé mi mano ahí dando ligeras caricias que al principio lo hicieron estremecer, pero que finalmente hicieron que se relajase. Sonrío suavemente con las mejillas coloradas y yo por mi lado también hice lo mismo. Eran de esos momentos tan íntimos donde las palabras no eran necesarias, donde lo único que interesaba era la presencia de la otra persona junto a ti. Se podía considerar incómodo para muchos por la falta de diálogo, pero me sentía bien y para él tampoco parecía ser desagradable. Su pequeña sonrisa me daba una confianza inmensa, nadie había logrado eso en mí en un periodo de tiempo tan pequeño y eso me inquietaba. ¿Por qué un sueño y, más aún, un chico inexistente me transmitían esa calidez? ¿Esa duda sería algún día solucionada? Ese gran dilema rondaría en mi cabeza por un largo tiempo.

Mis dedos seguían tocando su pelo mientras mi mente vagaba en las interrogantes que esperaba resolver con ansias pronto.

—¿Quieres ir a caminar?—sugirió interrumpiendo mis pensamientos todavía con sus mofletes levemente teñidos de rojo. Lo miré escéptico por la pregunta que acababa de hacer.

—¿En medio de la nada?—arqueé una ceja mirando en todas mis direcciones. ¿A dónde quería ir si todo seguía vacío? Él sonrió débilmente mientras se rascaba la nuca inquieto.

—Tal vez podrías hacer algo...

Ladeé la cabeza confundido con un gesto extrañado esperando a que sea más claro a la vez que rodeaba mis piernas.

»—Me refiero a crear algo, intenta hacer algo...no sé...—replicó al verme sin todavía comprender .—es decir, vamos inventa algo aquí, diseña...una ciudad para que no se vea tan desolado.—mientras dijo esas palabras, notaba como su voz se iba apagando paulatinamente. Tal vez se sentía demasiado solo ahí. ¿Sería posible no sentirse solo en ese inhóspito lugar? Mi respuesta era no, aunque siempre afirmaba que la soledad era algo que prefería, no me imaginaba toda una vida solo. Sin embargo, nunca lo admitiría, mi orgullo era más fuerte y sabía que él tampoco me lo diría, así que decidí hacer lo que me estaba pidiendo ya que ayudaría a que esos entristecidos ojos y mirada perdida a recobrar sus colores. Quería que sea genuinamente feliz y no intente enmascarar llantos ni dolores.

—¿Lo hago como lo hice contigo?—inquirí captando su atención, provocando así una leve sonrisa y un asentimiento de cabeza ligero.

Le devolví el gesto.

No solía sonreír a nadie y no era la situación la que me daba esa certidumbre, era la persona. Él hacía que por momentos me olvidara de mi faceta dura y fría para convertirla en todo lo contrario.

«¿Qué me estás haciendo?», pensé sin dejar de conectar sus orbes cafés con los míos. Nos habíamos quedado así de nuevo, ese extraño estado en el que solo nos analizábamos a través de los ojos, tal vez por simple curiosidad o por mera distracción.

—Ok, comenzaré.—hablé sacándonos de nuestra burbuja. Él agitó su cabeza retirando su mirada de la mía en el segundo en el que solté palabra.—A ver...—solté un suspiro y estiré mis brazos hacia arriba con las manos unidas.— Deseo que...—empecé.—lo que sea que sea esto se convierta en una gran ciudad con un hermoso parque en el centro y muchas casas alrededor, y claro...que tenga una gran estatua de mí con una pose heroica.—mencioné rápidamente, el castaño rio incontrolablemente cubriéndose la boca y encogiéndose de vez en cuando por mucho reír.—No te burles de mí,—me quejé.—te ves adorable.—murmuré sin estar del todo consiente de lo que mis labios pronunciaban. Me había dejado llevar por su ternura, de cómo sus ojos se cerraban y de cómo sus mejillas se abultaban. Repentinamente, el chico se detuvo y un color carmín se apoderó de su rostro.

«Mierda, me escuchó. Bien hecho, Min Yoongi.», pensé sintiendo mi rostro caliente.

—Inténtalo, Min.—dijo parándose y tendiéndome la mano para ayudar a levantarme, la tomé y al instante sentí como una ola de calor recorría mi cuerpo. Empezaba a preguntarme si lo que ese muchacho causaba en mí era normal.

Me sonrojé ante la pregunta que mi mente reproducía una y otra vez:

«¿Qué me estás haciendo?»

El chico al ya tenerme a su lado me golpeó levemente con su codo, para que me enfocara en lo que había pedido. Velozmente cerré mis ojos y empecé a murmurar todo lo que deseaba que aparezca en ese desértico lugar. Palabras como "casas", "árboles" y "edificios" se pronunciaban constantemente.

Quería que la sonrisa de la persona que estaba a mi costado estuviera más presente, no quería verlo melancólico nunca más, y tal vez lo lograría si llenaba ese lugar.

Antes de abrir mis ojos recité un "por favor" para que todo lo que había construido imaginariamente estuviera presente frente a mis ojos. Sin embargo, al abrirlos no encontré nada, todo estaba igual de blanco y sin vida. ¿No lo habría deseado con fuerza?

Miré a cada dirección, más el vacío seguía presente, tan asfixiante y frustrante. Esa realidad era mía, se supone que salía de mi mente, mas no podía controlarla, ¿Cómo era eso posible?

Bajé la cabeza apenado, ahora no podría causarle ni una simple y pequeña sonrisa.

—Lo lamento, no hice nada.—me disculpé en un murmuro.

—Mi-mira.—titubeó boquiabierto apuntando algo frente a él.

Un imponente árbol se ubicaba frente a nosotros luciendo un verde follaje y un grueso tronco que destacaba en el blanco espacio. Simplemente bello y digno de admirar causando un golpeteo en mi pecho.

—»Wow, hyung...es hermoso.—habló sin apartar su mirada del majestuoso árbol y corrió hacia él con una enorme sonrisa que denotaba toda la alegría que le había dado. Al verlo no pude evitar sentirme satisfecho con lo que había hecho, porque aunque no quisiera admitirlo ver que él resplandecía de felicidad hacía que mi corazón se regocijara. —Es muy bonito.—replicó acariciándolo, para luego sentarse donde el tronco terminaba.

Me miró sonriente y me hizo una seña con la mano para que pudiera acercarme a donde él estaba. Asentí y caminé hacia él.

—Por lo visto hice un buen trabajo.—hablé viéndolo desde arriba. Levanté las cejas con una sonrisa ladina.

—Muchas gracias, hyung. Este árbol le da más vida al lugar.—agradeció tímido con una débil sonrisa levantando su cabeza hacía mí.—Ven siéntate.—palmeó el espacio a su costado.

Sonriente, me posicioné donde él me indicó apoyándome en mis palmas y poniendo mis ojos en él me quedé callado contemplándolo. Su blanquecina piel, sus rosados labios...

—No me miré hyung, me pone raro...—habló serio sin quitar su mirada de un punto fijo. Me aclaré la garganta avergonzado.

«Debería ser más cauteloso al mirarlo», me dije, «Pero, ni siquiera estaba consciente de que mis ojos ya estaban en lo suyo. Genial, pensará que soy un pervertido»

—Lo siento.—susurré sonrojado quitando la mirada velozmente, él soltó una corta risa. Estaba seguro que los mismísimos ángeles reían como él.

—Mejor hablemos de algo.—sugirió.

—¿De qué quieres hablar?—inquirí aún distraído en mis pensamientos.

«Tal vez debería considerar que existe un dios y me mandó un ángel.»

Murmuró algo que no logre entender, pero fue suficiente para sacarme completamente de mis pensamientos.—Sinceramente no sé...—rio bajo.—solo hagamos preguntas aleatorias.—Asentí.

—Comienza tú.—lo miré señalándolo con un movimiento de cabeza para que empiece con el juego.

Abrió la boca para decir algo, mas la cerró abruptamente para mirar a su alrededor.

—El anfitrión comienza.—sentenció.—Pero, primero pongámonos cómodos.—se deslizó por el árbol hasta terminar echado en el piso apoyando su cabeza en sus palmas unidas. Lo seguí haciendo lo mismo justo a su lado.

—No es justo , yo sé poco sobre ti. Así que comienza.—exigí, él rodó los ojos con un puchero.

—Está bien...—suspiró.—¿Edad?

—Diecinueve.—respondí rápidamente.—Veinte pronto...¿y tú?

—Yo tengo...yo tengo...tre...—lo miré confundido ante tanto titubeo por parte del castaño. Tenía la frente arrugada y sus ojos divagaban en toda dirección.—¡Ahhh!—gritó repentinamente.

—Hey...¿Estás bien?—dije con las cejas alzadas sentándome para verlo desde arriba. Se estaba cubriendo los ojos con su antebrazo derecho con su labio inferior siendo mordido en clara señal de sufrimiento.— ¡Responde!—insistí sacudiéndolo suavemente para que reaccionara.

Soltó un jadeo de dolor, algo lo estaba molestando. Acomodé suavemente su cabeza encima de mis piernas cruzadas y comencé a acariciarlo, él retiró su brazo pero mantuvo sus ojos cerrados y su expresión adolorida.

—Gracias...d-disculpa...no sé q-qué pasó.—balbuceó mientras una lágrima resbalaba sobre una de sus mejillas sonrosadas. Con mi pulgar limpié su rostro y lo acaricié lentamente sintiendo la suavidad y delicadeza de su tersa piel.

—Tranquilo.—sonreí con mi mano palpando su mejilla todavía dando esas leves caricias.

Mantuvo sus ojos cerrados ante el tacto y su rostro se puso aún más rojo.

—G-gracias hy-hyung.—titubeó volviéndose a sentar a mi costado a la vez que posaba su mirada hacia el lado contrario y abrazaba sus piernas.

Para mi vista, él era como un imán. Por más que mi mente se encontraba distraída, mis ojos siempre se dirigían al chico de piel clara y labios esponjosos haciendo que mi corazón salte de manera inimaginable. ¿Qué era eso?

»—Hy-hyung, n-no me mire a-así...m-mejor sigamos con las pr-preguntas.—tartamudeó con la mirada todavía desviada al otro lado intentado ocultar su sonrojo. Sin embargo, sus esfuerzos eran en vano, podía notar lo roja que lucía la oreja que estaba a la vista.

Mi rostro empezó a quemar de vergüenza, debía aprender a controlarme, por más raro que sonara parecía que me gustaba, lo cual era demasiado absurdo ya que solo era un ser irreal. Simplemente no existía. Agité mi cabeza liberando esos extraños pensamientos.

—Ok...es tu turno de preguntar.—proseguí tomando la misma postura que él intentando alejar ese sonrojo y ese calor en el pecho.

Carraspeó.

—No te había respondido mi edad...no sé qué pasó.—suspiró cerrando los ojos.—tengo 17.—Lo miré sorprendido, creía que su edad iba a ser un misterio al igual que su nombre.—Ahora es mi turno.

—Así es niño.—lo molesté.

—Solo soy dos años menor que tú, tonto.— me dio un empujón leve mientras sonreía. Reí por lo infantil que era la situación.

«Si Namjoon me viera así me desconocería.», pensé sintiéndome, de pronto, avergonzado.

Ni con mi amigo de años era así. Definitivamente, esto era muy extraño.

—Solo haz la pregunta mocoso.—espeté cruzándome de brazos y pretendiendo fastidio, él entrecerró los ojos intentando lucir intimidante, mas su sonrisa delataba todo lo contrario.

—No sé qué preguntar...—Me di una palmada en la cara.—ya, ya viejo cascarrabias.—le di un golpe en el hombro.—Oye...—se quejó con una sonrisa y me devolvió el golpe.

—No soy un viejo cascarrabias. —aseguré fingiendo una mueca de enojo con los cejas enarcadas, los labios fruncidos y los brazos cruzados.

Ese no era el Yoongi que todos conocían, había encontrado una nueva faceta mía de la cual no estaba ni enterado de que pudiera existir en un tipo serio como yo. ¿Desde cuándo me comportaba como un niño?

Imitó mi postura infantil y empezó a repetir la frase que había acabado de decir copiando la voz de un anciano. Devolví una mirada de pocos amigos, él inmediatamente paró de carcajear.

—El abuelo se molestó.—rio y empezó a correr con la intención de escaparse de mí. Con rapidez me levanté de un saltó y empecé a perseguirlo.

Estuve intentando atraparlo mientras intentaba contener mi risa, él corría de un lado a otro sin parecer llegar a tener cansancio alguno. Permanecimos así un buen rato como dos pequeños niños jugando a atraparse, hasta que en mis piernas comenzó un dolor debido al sobreesfuerzo que había causado, por lo que me detuve a respirar con mis manos apoyadas en mis muslos. Él por su lado hizo lo mismo, estaba dispuesto a dejar su cuerpo tomarse un descanso recostándose al pie del árbol. Sin embargo, antes de que pudiera concluir su acción lo tomé del brazo halándolo con fuerza, provocando así que chocara con mi cuerpo y a la vez, debido al gran impacto, rebote en él y quede encima del árbol, dándose así un golpe en la parte trasera de la cabeza.

—Lo siento, lo siento, lo siento.—me disculpé reiteradas veces juntando las manos totalmente apenado, lo había dañado, estaba seguro.

Llevó su mano izquierda al lugar que había sido dañado, encima de su nuca y lo empezó a acariciar. De la nada, me dio un empujón cerca al hombro, ya no quería volver a golpearlo así que lo único que hice fue fingir que le iba a dar un puñetazo en el rostro y poder asustarlo, para finalmente caer a un costado de su oreja. Mi mano se inmovilizó en ese lugar, sobre el árbol, estaba inclinado hacia él con un pequeño espacio dividiéndonos. Nuestras miradas chocaron creando un intenso momento, mis ojos lo miraban con ímpetu intentando no perderse ningún detalle quería que esa imagen suya se grabara en mi memoria para permanecer ahí y nunca desaparecer. Creo que ese momento, me hizo saber que lo necesitaba en mi vida por mucho tiempo. No solo lo quería en ese presente sino también en un futuro.

«¿Qué está ocurriendo? ¿Qué significa este sentimiento ardiente en mi pecho?» pensé y una ligera sonrisa se dibujó en mis labios, al momento que posaba mi otra mano al otro costado y empezaba a acariciar por encima de su oreja.

Vi como levantaba sus manos para acercarlas a mí, pero antes de que llegaran al final de su recorrido me alejé ya que un fuerte dolor en el pecho había dado inicio. Ante mis ojos apareció un ambiente oscuro y lúgubre. La luz era escasa, por lo que apenas se podía divisar el sector en el que me encontraba. Ya no estaba junto al castaño, no estaba frente a mí, ese blanco lugar había cambiado a algo totalmente distinto.

El destino ya no es el mismo, no es el mismo.

La misma voz de antes se escuchaba punzante y a todo volumen resonando fuertemente en mis tímpanos. Por instinto, tapé mis oídos intentando alejar esa voz que lo único que causaba era una incesante migraña.

—¡Yoongi! ¡Yoongi!—gritaba el castaño. Al escucharlo llamándome lo busqué, pero no estaba. Su voz sonaba lejana comparado a la frase que clamaba esa extraña persona sin parecer tener un fin: "El destino ya no es el mismo"

De pronto una horrible imagen apareció justo frente a mí y un dolor en mi pecho fue instalado junto a un picor en los ojos. El llanto se aproximaba, pero tenía la sensación de que esta vez sería diferente.

«¿Qu-qué es?»

Sentí las manos del castaño en mis hombros mientras los agitaba para que pudiese recobrar el conocimiento, mas no era capaz de aquello ya que todavía no lo podía ver. Estaba solo. Solo. Lo único que podía ver era esa espeluznante escena que hacía que tiemble por el miedo que provocaba en mí.

Destino...tu destino cambiante y aterrador libera sangre y dolor. No te aferres...

Esas palabras llegaron como una estaca en el pecho, justo donde el corazón se ubicaba. Ahogué un grito de dolor, y después la sensación de estar totalmente vacío arribó. Ya no sentía al muchacho zarandearme para que pudiese reaccionar, ni sus persistentes gritos que clamaban que despierte eran atendidos.

Poco a poco sentía como su tacto se iba desvaneciendo y una superficie áspera iba apareciendo bajo mis manos, y cuando sus pequeñas manos ya no se percibían en mis hombros el dolor cesó y por fin pude abrir los ojos inundados en agua que se escapaba por mis mejillas. Otra vez me encontraba llorando con esa extraña razón que se repetía una y otra vez en mis pensamientos. Esa persona. Ahora lloraba por esa persona, de la cual no tenía ninguna memoria, pero al igual que el castaño la primera vez que lo había visto, había logrado que derramase lágrimas de las cuales no sabía el origen exacto.

¿Sería un recuerdo o alguna pesadilla? Fuera cual fuera, me atormentaría esa noche, igual de oscura que la imagen de esa persona, la cual en mi mente no tenía nombre ni apellido.

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