Capítulo 6: Sus pasos
No estoy lista en lo absoluto, pero de todos modos no llevo ni un poco de prisa; hay demasiado tiempo para ir a cenar. No obstante, Honey parece no entender aquello; se la nota bastante apresurada. La escucho gritar desde el baño; un grito cubierto de estrés, y seguramente hay más estrés en el interior de éste. Entonces la veo salir del baño casi corriendo.
Y noto que no se ha puesto una blusa.
Desvío la mirada a la vez que siento ruborizarme, y reprimo mi instinto de gritarle si no le da vergüenza salir así. Seguramente me preguntará qué hacía mirándola.
Busca algo en la maleta y por fin se pone algo de ropa; asumo que la olvidó antes de entrar a bañarse. Respira profundo y se voltea a mirarme, con las estrellas brillando en sus ojos, titilando, como si dudaran de mostrarme o no su brillo.
Siento que esa mirada atraviesa mi interior de lado a lado, y no puedo negar que me da incluso algo de miedo que sea así.
Supongo que lo que quiere es que me apresure también, como si el tiempo corriera mucho más rápido de lo que en realidad hace; como si se nos estuviera acabando el plazo para hacer algo que yo no tengo idea de exactamente qué es.
¿Quizá quiere que nos apuremos para dedicar más tiempo a su tarea?
Probablemente necesita estudiar, y probablemente siente que hacer planes conmigo es de hecho una gran pérdida de tiempo; mucho más cuando me tardo tanto en prepararme para poder llevar a cabo esos planes.
Asiento, dejándola saber que comprendo lo que sea que me diga con los ojos. Sus labios se aprietan como si no me comprendiera; quizá en realidad no quería decirme nada.
Es tan difícil comprenderla… Pero no voy a cansarme de intentarlo, porque si hay algo que deseo es justamente poder entenderme con ella. Tener cualquier tipo de relación que permita conectarnos hasta ser de esas personas que pueden leerse la mente la una a la otra.
Pero su mente parecía estar cerrada bajo llave, y casi todos sus sentimientos agradables estaban demasiado metidos bajo su piel; no había una forma para conectar con ella. O al menos no una que fuera fácil.
Pero nunca es sencillo obtener cosas buenas, así que asumiré que esto que deseo obtener es algo increíble; algo lo cual nunca podría arrepentirme de obtener.
El problema era… el tiempo. Seguramente no podré obtener la llave de sus pensamientos, su corazón o de ninguna parte de su persona en solamente un mes.
Quizá esa es la prisa que ella tiene; quizá quiere darme la llave, pero no quiere hacerlo de forma muy precipitada. Quizá quiere asegurarse de que quiero lo que ella puede ofrecerme, y que además de quererlo, también lo merezco.
Camino hacia el baño de forma lenta, aunque ya estando dentro del pequeño cuarto termino por acelerarme, saliendo en lo que yo consideré poco tiempo. Ya que Honey no hace preguntas ni bromas sobre mi tardanza, asumo que efectivamente esta no existe.
Me aplico un labial rojo también de forma rápida, para luego sentir la mirada de Honey sobre mí. La cara me hormiguea, asumo que justamente por esa sensación de estar siendo observada, y por el sonrojo que me surge después cuando caigo en cuenta de que esos ojos fijos en mí son los suyos, que esas estrellas están iluminándome solamente a mí.
—¿Estás lista? —cuestiona de forma amable, haciendo amagos de sonreír. No entiendo muy bien por qué no desea completar dicha acción, si su sonrisa es tan preciosa, casi tanto como lo es el rojo de sus mejillas cada vez que ese gesto aparece en su pálido rostro.
Asiento. Luego considero que el silencio se siente demasiado tenso, así que hablo al mismo tiempo que empiezo a dar pasos hacia ella:
—Sí, estoy lista —asiento.
—Genial —dice, y se ruboriza poco después, como si creyera no haber realizado una elección de palabras buena o correcta.
Lo cierto es que probablemente no es la más adecuada, aunque viniendo de su boca y teniendo ese lindo gusto a miel y cerezas… Se sentía bastante bien. Se sentía adecuado.
Nos quedamos detenidas en medio del cuarto, en ese pequeño espacio que queda entre la cama y el sofá, en el cual, al pararnos una al lado de la otra, nos quedamos algo apretadas. No comprendo por qué no nos movemos. La forma en la que ella me dirige su mirada oscura me hace saber que ella tampoco entiende muy bien la situación.
¿Por qué siempre nos resulta tan difícil actuar de manera natural?
Después de unos pocos segundos, ella se mueve un poco, sus dedos aproximándose un poco a mi cuerpo, de manera lenta. Yo no me rehúso a lo que sea que vaya a hacer. Entonces su muñeca choca con la mía.
Ninguna se queja en lo absoluto, y yo no pongo resistencia en el momento en que ocurre aquello que el choque ya había advertido: Entrelaza sus dedos con los míos de forma lenta y luego comienza a apretarlos, tomándome la mano de manera firme.
Sonrío; es agradable. Es incluso mejor de lo que creí que podría ser.
Quizá eso es por causa del factor sorpresa; de que no me esperaba que ella quisiera hacer eso; de que quisiera tener un contacto que yo considero tan especial…
De nuevo me observa. Su mirada tiembla y las estrellas en ésta titilan, parpadeando con aún más frecuencia que antes, como si tuviera algún miedo a mi reacción, a pesar de que yo no he demostrado sentirme incómoda en lo absoluto.
—¿Está todo bien? ¿Te sientes bien? ¿No estás… incómoda? —Me hace bastantes preguntas a la vez, cosa ante la cual me resulta imposible no sonreír.
—Me siento bien —Le digo, y luego de mis labios se escapa algo ridículo que no tengo idea de por qué sentí la necesidad de expresar—: Gracias.
Su mirada deja de temblar y empieza a oscurecerse en confusión. O al menos considero que esa era la causa, porque todo lo demás en su rostro denotaba… una confusión inmensa.
No voy a negar que seguro yo hubiera sentido algo bastante similar si fuera a mí a quien le hubieran dado las gracias por simplemente tomarle la mano a alguien.
—¿Gracias por qué? —cuestiona al fin, y yo solamente deseo que me trague la tierra de una buena vez. No puedo dar ninguna buena explicación, porque ni siquiera existía una explicación estúpida. Ese agradecimiento simplemente había salido desde mi corazón, sin ningún filtro o freno que pudiera evitarme quedar en ridículo.
—Olvídalo —pido, también desde el fondo del alma. No suena como algo burlesco ni como una forma de evadir el tema, sino como una petición sincera: Olvídalo.
Ella simplemente asiente, y yo agradezco por dentro que no vuelva a preguntar. Es raro encontrarse con una persona que no sea tan invasiva, que no le aumente el interés por algo cuando le dices que esa información es algo prohibido, personal.
—¿Nos vamos? —Hace otra pregunta, y yo asiento con energía, esta vez sin sentir ni la mínima necesidad de abrir la boca.
Por alguna razón, el segundo silencio se sintió bastante cómodo.
Y en ese mismo silencio, salimos del hotel con las manos entrelazadas, nuestros dedos sin molestarse en escapar del calor que les traía el contacto.
La iluminación del lugar era de tonos magentas, lilas y azules, los cuales parecían brindarle cierta alegría a Honey. Y si no eran los colores de la luminaria, seguramente eran las copas que lentamente bebía.
Aunque de todas formas había tomado lo suficiente para que ninguna de las dos pudiera contar la cantidad de copas que ya se encontraban dentro de su organismo. De todas formas se le veía bastante lúcida, así que podíamos saber que no era una cantidad de verdad preocupante. Y si de casualidad era preocupante, entonces todavía no teníamos idea de ello.
Había gente bailando por toda la habitación, en pequeños grupos o en parejas, y nosotras dos simplemente observábamos desde una esquina; yo terminando de comer y la pelirroja bebiendo con una sonrisa plasmada en los labios.
Qué preciosos labios tiene.
Quizá debería decírselo, puesto que probablemente para el día de mañana no va a poder recordar nada de lo que ocurra a lo largo de esta noche.
Aunque… de todas formas es algo que no me gustaría expresar todavía.
Pero si no es ahora, ¿cuándo?
Cierro los ojos y trato de concentrarme en el sabor que tiene la música; este ritmo en especial me recuerda a ese gusto metálico que tiene la sangre. No quiero volverlo a degustar, así que agito la cabeza y vuelvo a ver las tenues luces bañando a toda la gente que sí podía disfrutar de la melodía; que ignoraba completamente el sabor que tenía.
A veces me gustaría nunca haber conocido un sonido que estuviera acompañando de sabor; aunque si fuera así, si no pudiera saborear las notas… No sabría que la voz de Honey sabe a miel y a todo lo agradable que exista en el mundo.
Sabores como este valen la pena porque siempre puedo retornar a ese gusto a miel.
La canción cambia y curiosamente esta sabe a miel, justo como la voz de Honey, justo como toda ella. Mi sonrisa se vuelve extensa, y la suya también; asumo que sabe bien cuál es esa melodía. Yo apenas la estoy escuchando por primera vez.
Se levanta de su asiento de una forma casi brusca y se abre paso entre la multitud, que parecen no preocuparse por ella mientras hace amagos de subirse a una mesa… para luego lograrlo y comenzar a bailar, sus pies deslizándose lentamente sobre la madera, como si trazaran formas en ésta.
De vez en cuando sus brazos se extienden y sus palmas se abren, como si quisiera tomar la mano de una persona imaginaria tal como antes tomó mi propia mano. No deja de sonreír; de hecho el gesto se vuelve cada vez más grande conforme la gente a su alrededor aplaude y grita, incitándola a seguir con sus acciones a pesar de que podría lastimarse en cualquier momento.
Y yo sigo en la esquina, con un sonrojo intenso al ver a Honey bailando con toda la gracia del mundo, girando sobre la madera y de vez en cuando mirando hacia arriba y encontrando sus ojos estrellados con aquello a lo cual he escuchado que le llaman bi lightning.
Después de alrededor de otras seis canciones que ella conocía bien y que la invitaban a bailar, terminamos por volver a la habitación del hotel. Me siento en el sillón mientras mi mente repite los gustos a miel y la imagen de Honey bailando frente a las luces.
La chica se queda un rato detenida frente a la cama y luego dirige su mirada hacia mí. Se acerca lentamente…
Y de pronto sus labios tienen un contacto breve y eléctrico con los míos; contacto que durante toda esa noche se niega a dejarme dormir.
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