Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10: Sus halagos

La noche es ya muy oscura cuando la carretera termina y sabemos que estamos por entrar a Venecia. Al menos las estrellas están para darnos cierta orientación; y también para eso están las luces de nuestros teléfonos, iluminando el suelo que pisan nuestros pies, y de vez en cuando también lo que está enfrente de nosotras, que de vez en cuando tratamos de adivinar qué tan lejos se encuentra nuestro destino.

Esbozo una sonrisa de triunfo al por fin pisar las aceras de las calles de Venecia. Guardamos los celulares al haber ya iluminación de farolas y tratamos de no emocionarnos demasiado para no aumentar la velocidad o dar brincos, puesto que el suelo bajo nuestros pies se siente… bastante húmedo.

Es difícil no resbalarse; de vez en cuando siento que estoy a punto de caerme, y detesto la sensación, porque con ello viene un gusto apresurado a hacer el ridículo. Un gusto similar al del tiempo perdido, pero un poco más salado que ácido. No soy capaz de encontrar un punto de comparación, solamente puedo decir que es desagradable, y que lo odio.

Pero al menos existe un sabor bueno; existe también ese precioso sabor dulce en las carcajadas de Honey; y es que ella parece tener una visión bastante diferente de lo que es hacer el ridículo. Quizá porque ella solamente tiene el momento en la cabeza y no un sabor que se le quedará pegado en la lengua por horas y, tras irse, volverá cada pocos meses.

Ella no cae, aunque de vez en cuando la siento aferrarse demasiado a mi mano y escucho cómo las suelas de sus zapatos se resbalan, el sonido alargándose por poco menos de un segundo, aunque su cuerpo apenas y lo haga. El sonido sabe a limón; el problema es que el sabor es demasiado fuerte, como el volumen de ese chirrido. Es imposible no poner mala cara, la cual espero que no se note; siempre es incómodo explicar a la gente que le encuentro sabor a los sonidos, sobre todo cuando no me creen.

Llevo un rato queriendo aprender a disimular cuando algo me sabe mal.
Trago saliva, aunque en este momento su gusto sea desagradable, y me apresuro a dejar salir una pregunta que hace rato me da vueltas dentro de la cabeza:

—¿Dónde vamos a quedarnos?

Ella se detiene al parecer darse cuenta de algo. De repente me dan ciertas ganas de reír; su expresión es hilarante y sabe a chocolate.

—La verdad… no tengo idea —Termina por admitir, poniendo una mano en algo a la vez que la otra se cuela con premura hacia el interior de su bolso. Veo su muñeca moverse en la búsqueda de algo; asumiré que la del aparato. Yo imito dichas acciones, aunque mirando al interior del bolso para acelerar un poco la llegada del fin de la búsqueda.

De una u otra forma, ella encuentra su teléfono antes de que yo pueda hacer lo mismo con el mío. De todas formas lo sigo buscando solamente para asegurarme de que sigue allí. Los sabores ácidos desaparecen de mi boca casi cuando libero un suspiro de alivio. Todavía tengo mi teléfono.

Honey mira a la pantalla con bastante atención; los resultados de su búsqueda en Google se reflejan en sus ojos oscuros, que en este momento parecen ser casi un espejo. Aprieta los labios mientras desliza, como si la decisión fuera difícil.

—Estoy tratando de buscar algo que esté cerca —Me aclara, como si leyera mi mente; como si supiera de todas las preguntas que en algún momento empecé a hacerme—. Y, obviamente, que se vea cómodo, sea accesible y esté disponible.

—No creo que la búsqueda dé muchos frutos con tantos requisitos —pronuncio, y mi diálogo sale junto con unas cuantas risas que parecen no contener ni un poco de gracia.

—Mejor si no da muchos; no me voy a hundir en opciones. Soy algo indecisa, ¿sabes? —Sonríe con los labios cerrados tras hablar de forma suave; una forma de hablar que sabía a bombones. Empiezo a sentir el estómago algo vacío ante ese deseo de bombones.

—De hecho no sabía —Termino apuntando de forma amable mientras la veo avanzar lento y trato de seguirle el paso sin resbalarme en el proceso—. No hablas mucho de tí; en realidad… cuentas demasiado sobre otras personas —continúo en cuanto me encuentro a su lado de nuevo.

—Bueno… no creo ser muy interesante —murmura, encogiéndose de hombros mientras esboza una sonrisa y sigue leyendo opciones. Al poco tiempo se recarga contra una farola, se talla los ojos y continúa.

—Puedo leer yo, si lo necesitas —Me ofrezco—. Por cierto… eres interesante.

—Creo que quieres decir «misteriosa» —sugiere, a la vez que me pasa el teléfono, en el cual empiezo a ver buenos lugares para hospedaje. En mi cabeza se abre paso la idea de que deberíamos haber planeado la visita a esta ciudad; aunque sé que no se sentiría igual de bien si no hubiera sido inesperada—. No hablar me vuelve misteriosa, no interesante. Hay gente misteriosa que de hecho no es interesante en lo absoluto; lo aprendí cuando era adolescente.

Aprieto los labios.

—No sabes a misterio —Termino por pronunciar, como si decir algo como eso fuera lo más común del mundo. Ella me mira con una sonrisa curiosa que le ilumina el rostro, y que sabe a caramelos de limón; un sabor demasiado dulce, pero que, si te molestas lo suficiente en degustar, terminas encontrando al menos un poco ácido. Alza las cejas con gracia y lo ácido se intensifica. Ahora parece que simplemente chupé un limón con sal.

—¿Cómo sabe el misterio? —La pregunta sabe a paletas de cereza y a genuina curiosidad.

—Depende mucho; los misterios que asustan saben a… café sin nada de azúcar. Los misterios que aparte causan curiosidad… saben a algodón de azúcar; tal como los buenos presentimientos. Tú no sabes a misterio; tú sabes más a miel.

—¿Miel? —pregunta, como si no fuera consciente de lo dulce que es.

—A miel. Y a otros sabores que extraño, como paletas de cereza y bombones.

Mientras hablo, ella parece tomar nota mental de todo lo que digo. Quizá piensa decírselo a alguien para que le ayude a decidir si es buena idea o no llevarme al psiquiátrico. Pero sonríe, y tiene el mismo sabor que tiene todo lo real; en realidad no piensa perjudicarme de ninguna forma.

—Eso es… increíble —pronuncia; el sabor de su voz no me termina de quedar claro, pero es dulce—. Eres única, Bee.

Y es inevitable que me sonroje.

Tras al menos otro cuarto de hora, hemos podido decidir dónde nos quedaremos. Subimos a la habitación juntas y nos miramos de una forma casi cómplice, como si realizáramos algo prohibido o inquietante. Honey abre la puerta y me deja pasar primero; yo no dejo de sonreír. Hasta que noto el detalle de que hay una sola cama, y a diferencia de como es en nuestro cuarto en Roma, no hay ningún sillón pegado a las paredes.

—¿Me vas a dejar durmiendo en el piso? —cuestiono, colocando mis manos en mis caderas.

Su mirada parece querer atravesarme de lado a lado. Parece querer cortarme.

—¿Por qué, si hay una cama?

Claro, todo esto es una invitación a dormir juntas, invitación a la que no me voy a negar.

Tardamos poco en cambiarnos de ropa y acostarnos lado a lado, primero mirando al techo agrietado y luego hacia los ojos de la otra. Sonreímos casi al unísono.

Y si bien es difícil hacerlo, por el sabor dulce de lo nuevo y de la inquietud, logro dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro