넷 | Cuatro
«Y siempre lo abrazarían más y más fuerte, dejándolo sin respiración.»
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Los ojos de Kim Namjoon se abrieron de golpe al mismo tiempo que se sentaba y tomaba una gran bocanada de aire. El corazón le latía desbocado y sentía los pulmones resentidos, como si no hubiese respirado desde hace mucho rato, o como si hubiese respirado algo que no fuera oxígeno.
Casi como si hubiese respirado agua.
Se llevó la mano al pecho, justo sobre el corazón, porque ya comenzaba a dolerle, pero se distrajo al sentir su ropa mojada. Miró hacia abajo, primero sorprendiéndose por haberse dormido con la misma ropa que había ocupado durante el día. Nunca le había ocurrido algo como eso, pues al llegar la noche se sentía tan asqueado por haberla llevado puesta durante tantas horas que prácticamente la tiraba al cesto de la ropa sucia como si estuviese contaminada. Sin embargo, tenía puesta la ropa que había ocupado durante el día anterior y estaba completamente empapada.
Vio unas gotas caer desde su cabeza hacia la ropa de cama y notó que su cabello también estaba mojado.
Miró a su alrededor, pero todo parecía estar en orden. Todo estaba en su lugar y la lámpara de la mesa estaba encendida, como la dejaba todas las noches antes de dormir. Todavía estaba oscuro, por lo que Namjoon supo que todavía era de madrugada.
Se levantó con urgencia y se quitó toda la ropa, sintiendo una sensación un cosquilleo desagradable que le recorría la espina dorsal. Se sentía asqueado. Caminó hacia el baño y se metió dentro de la ducha luego de haber dado el agua. El chorro frío golpeó su cabeza, pero no le importó, y comenzó a jabonarse una y otra vez, desde el cuello hasta los tobillos, una y otra vez. Lo hizo hasta que la piel se le puso roja y le ardió por el roce. Se vistió rápidamente con ropa limpia y observó las sábanas de su cama.
También estaban empapadas.
¿Cómo era que había llegado a sudar tanto? Se pasó las manos por el rostro, intentando recordar si es que había tenido una pesadilla, y de pronto recordó la desesperación de ya no poder respirar. Recordó que su cabeza había estado metida dentro del agua y que el conserje lo sostenía para que no saliera.
¿Qué tanto de aquello había sido real?
Algo lo distrajo.
La luz de la lámpara de la mesa de noche comenzaba a tiritar, al igual que la noche anterior.
Tragó saliva, intentando pensar en qué debía hacer. Su cama estaba empapada, pero podía refugiarse allí hasta que se hiciera de día.
De pronto todo se volvió negro. La luz se había apagado y Namjoon cerró los ojos por instinto. Los cerró tan fuerte que casi se le acalambraban los párpados, pero se mantuvo así.
—Mátala —escuchó un susurro en su oído que le hizo sentir que el corazón le subía hasta la garganta.
No había tenido la valentía de moverse del lugar donde había estado parado, pero aquella voz provocó que saliera corriendo despavorido hacia la puerta de la habitación. El corazón le latía tan fuerte que en algún momento pensó que se desmayaría y, además, sentía que por más que respirara profundo el oxígeno comenzaba a abandonar sus pulmones.
Cuando estuvo en el pasillo notó que sí había electricidad en el resto del hotel. El problema era su habitación. Apretó la mandíbula y tuvo una sensación extraña en el pecho. Kim Seokjin le había dado esa habitación, era culpa suya. Él era quien quería hacerle imposible la estadía y tenía sentido, porque nunca se mostró contento de que el detective estuviese investigando en su hotel.
Dio un portazo para cerrar la puerta de la habitación y caminó hacia el ascensor. Tenía sentido que Kim Seokjin hubiese asesinado a Han Jiun. Era una drogadicta, una ladrona, una problemática, y por eso se había deshecho de ella, porque ella se había metido a su habitación y había intentado robarle. La había asesinado y, como seguramente conocía el hotel mejor que cualquier persona, había escondido el cuerpo en un lugar donde nadie pudiese encontrarlo.
Kim Seokjin había estado todo el tiempo riéndose de él, viéndolo andar de un lado a otro.
Golpeó la puerta de la habitación número veinte. La habitación que era de Kim Seokjin e Im Gongku.
Como no tuvo respuesta, insistió, golpeando más fuerte.
Y golpeó sin parar hasta que la puerta se abrió, mostrando a un Kim Seokjin que lo miraba con el ceño fruncido y los ojos ligeramente más abiertos de lo normal. Estaba vestido con camisa y pantalón negro, lo que significaba que antes de abrir la puerta se había dado el tiempo de cambiarse. Detrás de él, sobre la cama, estaba Gongku, cubriendo su cuerpo con la sábana, notablemente asustada.
—¡¿Cómo te atreves?! —Le gritó Seokjin.
Namjoon no quiso perder el tiempo y lo agarró por la camisa.
—¡¿Estás jugando conmigo, Kim?! —Lo estrechó contra la pared, todavía sujetándolo—. ¡¿Crees que no me di cuenta de que tú eres el culpable de todo?!
Los ojos de Seokjin se abrieron a más no poder, pero, al contrario de la reacción que se esperaba Namjoon, comenzó a reír de manera descontrolada, que le pareció prácticamente desequilibrada. Aquel sonido penetró directamente en su cerebro, provocando ecos dentro de su cabeza.
—¡Cállate! —Gritó, zamarreándolo.
Kim Seokjin sólo guardó silencio cuando su cabeza impactó contra la pared. Cambió la expresión de su rostro, mostrándose totalmente serio.
—Está loco, detective —le susurró.
Namjoon afirmó su agarre en la camisa de Seokjin.
—Tú hiciste todo, deja de hacerte el tonto.
—¿Qué es lo que hice, detective? —Contraatacó, levantando ligeramente una de sus cejas a la vez que una sonrisa burlona volvía a dibujarse en su rostro.
El detective apretó la mandíbula, cansado de que Kim siguiese negando todo, y tuvo que tomar aire profundo para evitar gritar, sin tener éxito.
—¡Tú hiciste todo, Kim! ¡Todo! —Volvió a zamarrearlo—. ¡Tú me diste esa habitación de mierda! ¡Tú me encerraste en las calderas!
Antes de que pudiese terminar, Seokjin le pegó un empujón tan fuerte que le obligó a retroceder. Se arregló el cuello de la camisa, con el ceño ligeramente fruncido, sin dejar de mirar al detective, y dio un paso al frente para acercarse a él. Namjoon tragó saliva al ver que no había logrado intimidarlo en absoluto.
—Era cierto lo que decían todos sobre ti, que eras un loco —murmuró Seokjin, acercando su rostro hacia el del detective—. Todo ese asunto de la habitación treinta... —Dejó la frase a medio terminar y negó con la cabeza, con una sonrisa amarga en los labios.
El detective Kim frunció el ceño a la par que sus labios se abrían lentamente.
¿Qué tenía exactamente la habitación número treinta? Esa era la habitación en la que se estaba hospedando desde hacía dos noches. Aplanó los labios, sin dejar de mirar a Seokjin. Le había quedado claro que aquella habitación tenía un defecto y que precisamente se la habían dado a él por ese motivo.
—¿Por qué me diste esa habitación, Kim? —Le preguntó.
El rostro de Kim Seokjin pasó por varias emociones. Primero quiso reír, como si lo que Namjoon le había dicho fuese una broma de mal gusto. Luego se puso serio y frunció el ceño. Y terminó inclinando la cabeza ligeramente hacia la derecha, con una expresión totalmente confundida.
—¿No lo recuerdas? —Respondió, casi como si no pudiese creérselo.
El detective se quedó un momento en silencio, mirando a Seokjin, quien realmente parecía estar confundido.
—No entiendo lo que dices —le susurró.
Antes de que se pudiera dar cuenta, Kim Seokjin lo había tomado por el brazo y, con fuerza descomunal, lo arrastraba por el pasillo en dirección hacia el ascensor. No lo soltó hasta que llegaron al primer piso, frente a la recepción.
Namjoon no tuvo tiempo de sentirse intimidado por la falta de iluminación porque Seokjin encendió la lámpara que había sobre el escritorio para finalmente alcanzar la libreta donde escribía los registros. Pasó un par de páginas hacia atrás y apuntó con el dedo.
—Veinte de septiembre —comenzó, con las cejas fruncidas—, hace un mes. Min Sung, habitación treinta.
Namjoon ladeó la cabeza, sin entender lo que estaba escuchando. Nada de lo que decía Seokjin tenía sentido.
Algo se había encendido en su mente, como un rayo en medio de una tormenta atravesando la oscuridad de la noche antes de impactar con el suelo. Recordó que Min Sung era el hijo de Min Yoongi y Han Jiun. Lo había leído hacía un par de horas en la sala de calderas.
Estaba totalmente seguro de que aquello había pasado, a pesar de que todo lo que había ocurrido después le parecían recuerdos distorsionados.
¿El hecho de que Kim Seokjin tuviese registros de Min Sung significaba que había estado en contacto con sus padres dentro del último tiempo? De ser así, ¿dónde estaba? ¿Por qué no estaba presente en el hotel? ¿Acaso podría ser el culpable de la muerte de su propia madre?
Pero eso todavía no tenía sentido. Han Jiun, al igual que Min, se veían prácticamente de la edad que debería tener su supuesto hijo. Por lo que seguía pareciéndole imposible que fuesen los verdaderos padres de Min Sung.
Kim Seokjin movió su dedo hacia la parte superior de la página, volviendo a llamar la atención de Namjoon.
—Tres de septiembre. Min Sung, habitación treinta —retrocedió una hoja más y volvió a apuntar—. Quince de agosto. Min Sung, habitación treinta.
—¿Por qué me muestras esto ahora? —Le interrumpió el detective.
Dos noches llevaba allí y había sido necesario que el detective fuese a amenazarlo a la puerta de su habitación para que le revelara información tan importante.
A Seokjin casi se le cayó la libreta. Comenzó a negar con la cabeza, con los ojos bien abiertos, mientras volvía a mostrarle la página donde tenía los registros de Min Sung, pero Namjoon lo interrumpió para así volver a hablar.
—¡¿Por qué me muestras esto ahora, Kim?! —Le pegó un empujón en el brazo, provocando que Seokjin retrocediera levemente— ¡Podrías haber mencionado desde el inicio la existencia de Min Sung y todo hubiese sido más rápido!
Miró al dueño del hotel, que lo observaba con los ojos casi desorbitados, y se quedó en silencio. Cada pensamiento que atravesaba la mente de Kim Namjoon parecía tener menos sentido que el anterior. Su investigación en Hondon Hotel parecía llevarle más incógnitas que respuestas y de aquella manera jamás podría dar por cerrado el caso, por lo que nunca podría volver a casa.
Kim Seokjin se remojó los labios y adelantó las hojas de la libreta, llegando entonces a la última en la que había escrito.
—Diecinueve de octubre —leyó, mientras el labio inferior le temblaba ligeramente—. Min Sung, habitación treinta.
Namjoon frunció el ceño.
El diecinueve de octubre había sido el día en el que había llegado. Aquel día en el que el oficial Jeon le había recibido y en el que luego le había advertido que no encontraría más lugares donde hospedarse. Ese día se había visto obligado a pagar por una habitación: la número treinta.
—No seas tan duro con él —escuchó una tercera voz a su espalda.
Se giró para encontrarse con Jeon Jungkook, parado cerca del ascensor y vistiendo su uniforme policial. Se veía perfectamente peinado, como acabase de ducharse y arreglarse, algo que al detective le extrañó.
Namjoon cerró los ojos por un segundo.
¿Qué hora era? ¿Por qué Jeon estaba vestido de aquella manera y no con su ropa para dormir?
—Está loco —se limitó a responder Kim, refiriéndose al detective—. ¿Hasta cuándo tendremos que seguirle el juego?
El detective se aclaró la garganta, llamando nuevamente la atención de Seokjin.
—¿Por qué tienes registrado a Min Sung en mi habitación?
Los ojos de Kim Seokjin le recorrieron el rostro y finalmente sonrió, mostrándose arrogante. El Seokjin que había conocido hacía dos días parecía haber vuelto a aparecer.
—Porque tenía que registrarte —respondió de manera obvia—. Debía hacerlo en la misma habitación que me exiges siempre.
—Kim... —Escuchó la advertencia de Jungkook atrás suyo.
«Mátala». Volvió a escuchar aquella palabra, aunque en ese momento pareció escucharla dentro de su cabeza.
—¡Estoy harto, Jeon! —escuchó responder a Seokjin.
—No entiendo —murmuró para sí mismo el detective.
No entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo y aquello comenzó a generar aún más preguntas en su mente. Tantas que el simple hecho de pensar le pareció abrumador, por lo que tuvo que inclinarse ligeramente hacia adelante y apoyar las palmas de sus manos sobre sus rodillas, para así intentar de recuperar el aire que había comenzado a escapar de sus pulmones.
¿Qué significaba esa nueva sensación?
Se dio cuenta de que Kim Seokjin se había agachado a su altura y le miraba con una sonrisa en los labios.
—Ya es hora de que entiendas, Min Sung.
La vista de Kim Namjoon se nubló por un momento, pero todavía podía distinguir con claridad el rostro de Seokjin sonriéndole de medio lado, con aquella expresión de ironía que siempre llevaba plasmada al rostro.
—¿Qué dices? —Consiguió susurrar.
—Sung, no has sido un buen detective —negó con la cabeza—. Hay muchas preguntas que todavía no te has planteado.
—¿Por qué me llamas de esa manera?
Como pudo, se incorporó y nuevamente quedó erguido. Todavía tomaba bocanadas de aire para intentar que más cantidad de oxígeno entrara a sus pulmones.
—Kim, basta —escuchó intervenir nuevamente a Jeon.
Namjoon apretó la mandíbula y se giró hacia él, casi con el rostro enrojecido por la furia.
—¡Cállate! —Le gritó y volvió a girarse hacia Seokjin, que acababa de soltar una carcajada—. Ahora, dime —exigió.
—¿Cómo quieres que te llame si no es por tu nombre?
El detective soltó una pequeña carcajada, sin creerse lo que Kim le estaba diciendo, pero cuando se dio cuenta de que el hombre frente a él permanecía completamente serio, se quedó en silencio.
—Ya estamos hartos de fingir, de seguirte la corriente —se giró hacia el oficial Jeon—. Lo siento, Jungkook, ya no lo soporto.
Namjoon se giró nuevamente hacia Jeon, completamente desorientado. No entendía lo que estaban hablando, ni por qué Kim le pedía perdón a él, como si realmente todo hubiese sido orquestado por el oficial.
Entonces se dio cuenta de que no había estado tan equivocado al haber sospechado de él durante el día anterior.
—No estoy entendiendo nada —les dijo a ambos.
Seokjin se inclinó hacia adelante con una pequeña sonrisa en los labios y se acercó a su oído para susurrar:
—Ya te dije, Sung, debes hacerte las preguntas correctas. Pero como soy un hombre bondadoso, te daré un empujón. ¿Alguna vez te has preguntado dónde estamos?
—Estamos en tu hotel —aseguró.
La carcajada que dio Seokjin retumbó en su oído, haciéndole querer cerrar los ojos.
—No me refiero a eso, Sung. ¿Dónde está exactamente este hotel? ¿Te lo has preguntado?
Namjoon abrió los ojos de golpe. De pronto ya no encontró a Seokjin, ni a Jungkook, se encontró absolutamente solo en la recepción del hotel. La luz tenue de la lámpara alumbraba una pequeña sección de toda la habitación, aunque sí podía distinguir el resto de las cosas a su alrededor debido a la luz de la luna que se colaba por la puerta de vidrio de la entrada. Todo había sido absorbido por una extraña atmósfera de calma, que en cualquier momento parecía que sería interrumpida.
El detective bajó la vista hacia sus manos temblorosas. Las últimas palabras de Seokjin se repetían una y otra vez en su cabeza. No sabía a lo que se refería, si recordaba exactamente el momento en que había arribado al hotel.
Había salido de Daegu junto con el cadete Yoo, quien había conducido el auto por un par de horas hasta que habían llegado al destino. La noche anterior, el oficial Jeon había llamado por teléfono a la comisaría donde se encontraba el detective Kim, informando sobre el asesinato de una mujer en Hondon Hotel, pero... No podía recordar cuál había sido la dirección que había dado. Tampoco recordaba haber escuchado las indicaciones para llegar, pero Yoo sí las sabía, puesto que el jefe de Namjoon se las había dado antes de partir. El hotel se encontraba en un pequeño pueblo, lo recordaba, e incluso había salido a buscar un hospedaje para no involucrarse de más en el crimen. Finalmente, todo había salido mal y se encontraba allí, intentando recordar cómo había llegado precisamente porque no se había dignado a poner atención al camino.
Antes de pensarlo demasiado, comenzó a caminar hacia la puerta de salida. No sabía precisamente lo que quería hacer, aunque probablemente terminara huyendo. Podía dar el caso como sin resolver y cerrarlo, y estaba dispuesto a hacerlo si eso lo hacía volver a casa. Algo que jamás se había pasado por su cabeza durante todos esos años que llevaba siendo detective, pues siempre había dado todo de sí para llegar al final de todo. Por eso le consideraban el mejor. Su mano se apoyó sobre la manija de la puerta y la empujó.
Lo que vio le dejó sin aire.
Toda la urbanización que rodeaba al hotel había desaparecido. Todo. El edificio viejo y feo se encontraba en un terreno baldío, parecido al desierto, pero sin arena y sólo hecho de tierra. El cielo nublado por las cenizas de la guerra había desaparecido y un despejado cielo azul profundo se alzaba sobre él, develando cientos y millones de estrellas brillantes que Namjoon no había tenido la oportunidad de apreciar desde hacía meses.
Sintió de pronto que las rodillas le fallaban y que nuevamente le faltaba el aire. Se encontró rápidamente en el suelo, rodeado por una nube de polvo que el golpe había levantado del suelo. Soltó un suspiro tembloroso, aún sin poder reaccionar ante lo que estaba viendo.
No entendía absolutamente nada.
La calle, el pueblo y hasta la civilización que rodeaba al pueblo habían desaparecido y habían sido reemplazados por nada.
Escuchó un ruido detrás de él, proveniente del interior del hotel y cuando se dio cuenta en la situación que se encontraba, se puso de pie rápidamente y se sacudió frenéticamente la ropa sucia. Un escalofrío le recorrió la columna al sentir las manos llenas de tierra. Estaba sucio, muy sucio. Como nunca lo había estado. Y se sintió asqueado de sí mismo. Se dio media vuelta y entró nuevamente al hotel.
Nuevamente se quedó impresionado con lo que estaba viendo, tanto que por un momento se olvidó de la mugre que tenía pegada al cuerpo. El vestíbulo se encontraba totalmente iluminado gracias a la araña que colgaba del techo y que jamás había notado. Un montón de gente iba y venía de un lado a otro, yendo del ascensor hacia el comedor y a otras partes que Namjoon no tuvo tiempo de pensar. Dio un par de pasos y casi chocó con un botones vestido de rojo que cargaba el voluptuoso equipaje de alguien que parecía demasiado importante como para hacerlo por sí mismo.
—¡Sung! —Escuchó una voz conocida a lo lejos.
Se giró, encontrándose con Kim Seokjin, que se acercaba con una cálida sonrisa en los labios. Parecía un hombre completamente diferente al que había conocido días atrás. El hombre llegó al frente suyo y lo envolvió en un cálido abrazo en el que le palmeó la espalda, demostrando que estaba muy feliz por verle. Había decidido seguir llamándolo por ese nombre, lo que le confundía aún más.
—Creí que no vendrías —dijo en medio de una carcajada—, pero no te preocupes porque no le he dado tu habitación a nadie —finalizó, guiñándole el ojo.
Lo guio entremedio de la multitud hasta el ascensor, donde se despidió de él alegando que debía seguir atendiendo a la gente que recién llegaba, pues se encontraban en temporada alta y no paraban de llegar huéspedes.
Namjoon se quedó allí, sin entender nada de lo que estaba sucediendo, pero una vez las puertas metálicas se abrieron frente a él, entró y subió hasta el tercer piso. Se quedó de pie frente a la puerta de la habitación número treinta, sin atreverse a entrar.
No entendía qué era lo que estaba sucediendo, ni cómo, de un momento a otro, aquel hotel que parecía estar en decadencia se había llenado de gente que quería hospedarse. No entendía cómo era que todo el mundo había llegado allí si cuando él había salido no había absolutamente nadie, ni tampoco había un camino específico para llegar. No creía que todos hubiesen llegado de muy lejos caminando a través de aquel desierto. Estuvo a punto de pasarse las manos por el rostro, pero recordó que estaban sucias, así que inmediatamente tuvo la urgencia de entrar a la habitación. Aunque antes de que girara el pomo, escuchó un ruido desde dentro de una de las habitaciones contiguas.
Caminó, intentando hacer el menor ruido posible, y se sorprendió al ver que se trataba de la habitación de Ho Yeongmi, la número treinta y tres. Recordó entonces la vez que había interrogado al señor Jung y él le había confesado que solía escuchar voces dentro de esa habitación, enfatizando en lo escandaloso que era que una mujer estuviese acompañada por dos hombres diferentes durante la noche.
Apegó la oreja a la madera, con la intención de escuchar mejor, pero casi perdió el equilibrio porque la puerta estaba entreabierta. Se quedó muy quieto al escuchar las voces con mayor nitidez y miró hacia adentro por entre la ranura de la puerta abierta. Como Jung había dicho, se podían distinguir tres voces diferentes: una mujer, que obviamente era Yeongmi, y dos hombres. Entrecerró los ojos para intentar ver mejor entre la semi oscuridad de la habitación, y su corazón se aceleró al ver a la chica arrodillada sobre la cama besando los labios de Kim Taehyung y con Park Jimin detrás acariciándole la espalda. Las manos curiosas del último le recorrían todo el cuerpo y se metían de vez en cuando por debajo del pijama que la chica llevaba puesto mientras le daba besos húmedos entre el cuello y el hombro.
—Quítate la ropa —le ordenó él.
Namjoon vio cómo Yeongmi se separó de Taehyung y se quitó el camisón que vestía, sacándolo por arriba de su cuerpo. Pudo ver sus pequeños pechos desnudos y sus pezones oscuros erectos. No estaba vistiendo nada más aparte del pijama, por lo que quedó completamente desnuda a los ojos de los tres hombres que la observaban. El detective tragó saliva al observar cómo Jimin la tomaba de la mandíbula y la guiaba hasta sus labios para darle un beso hambriento que Taehyung se disponía a jugar con los pechos que habían quedado frente a su rostro, apretando los pezones con sus dedos y succionándolos con los labios.
Namjoon se quitó rápidamente de la puerta y volvió a caminar hacia su habitación. Estaba escandalizado. Jamás había visto a nadie hacer algo como eso. Jamás había visto que tres personas mantuvieran relaciones sexuales a la vez. Se sintió acalorado al recordar todo lo que había visto y un cosquilleo se instaló en su vientre. Sacudió la cabeza y finalmente se decidió por abrir la puerta de su habitación.
Pero, al parecer, aquel día no dejaba de darle sorpresas. Se quedó de pie, atónito, observando cada una de las paredes de su habitación, cubiertas desde lo más alto hasta lo más bajo por un extraño símbolo, como si alguien, dentro de una extraña psicosis, hubiese escrito una y otra vez el mismo símbolo. No era la primera vez que reconocía la letra psy dentro de su estadía en el hotel, lo que no entendía era qué significaba precisamente.
Parecía un tridente, pero por más que intentase asociarla a alguna cosa, a alguna palabra, no encontraba absolutamente nada.
Dio un paso hacia adentro y sólo ahí se dio cuenta de que su cuerpo temblaba. Se sentía agotado por haber tenido tantas emociones diferentes en un periodo de tiempo tan corto, pero nada iba a impedir que tomara una ducha, pues su cuerpo se había ensuciado con la tierra y Namjoon ya comenzaba a sentirse asqueado de sí mismo. Decidió que podía meditar todo lo que necesitaba una vez que su cuerpo estuviese limpio.
Y así lo hizo, se quitó la ropa con urgencia y se metió bajo el chorro de agua que salía de la ducha, sin importarle si estaba demasiado frío, se frotó el cuerpo con jabón hasta que la piel comenzó a arderle. Demasiada fricción y todavía no podía quitarse la sensación que había dejado la mugre sobre su piel. Tuvo que sentarse para pasar la barra de jabón por sus piernas y sus pies, los lugares donde podía acumularse mayor cantidad de suciedad debido a la lejanía que tenían con sus manos. Una persona normal se encargaría de asearse esas partes del cuerpo con cierta regularidad, pero Namjoon no podía dejar pasar una ducha sin hacerlo, y se limpiaba con la misma vigorosidad con la que se lavaba las axilas.
No salió del baño hasta que se había jabonado tres veces el cuerpo. Era la única manera que tenía de sentirse completamente limpio.
Pero volvió a encontrarse con aquellas paredes tan extrañas, que tuvo la intención de ignorar, pero a las que terminó acercándose al cabo de un rato para pasar las yemas de sus dedos, dando cuenta así de que habían sido dibujadas con algo parecido a un crayón de color azul.
Era extraño, pues no había niños en el hotel.
Probablemente había sido obra de alguno de los huéspedes en un intento de volverlo loco. Un intento más a la lista. Pero Namjoon no iba a dejarse llevar nuevamente. Los últimos días de su vida habían sido un infierno en el que parecía ser él contra todo el mundo, pues lo único que quería era resolver el caso de Han Jiun, determinar quién era el real asesino, pero nadie parecía querer cooperar y, además, no dejaban de entorpecer la investigación.
Unos golpes en la puerta le hicieron sobresaltar y salir del trance en el que se había metido, acariciando suavemente los dibujos de las paredes y admirándolos con algo parecido a la devoción. Se apresuró en ponerse algo de ropa, utilizando finalmente una camisa blanca y unos pantalones de color azul marino, y abrió la puerta.
Antes de siquiera poder ver de quién se trataba, un olor femenino se coló por sus fosas nasales, acelerándole el corazón y obligándole a revivir recuerdos bochornosos en donde no había sido nada más que un mirón. Ho Yeongmi se encontraba frente a su puerta, con una radiante sonrisa en los labios. Namjoon sintió inmediatamente cómo su rostro comenzaba a ponerse rojo. La imagen vívida de la chica junto con Kim Taehyung y Park Jimin se repetía una y otra vez en su mente, haciéndole imposible el hecho de verla a la cara sin recordar cómo lucían sus pechos desnudos bajo la tenue luz de su habitación.
—Sung —susurró feliz ella.
Aquel nombre hizo un contacto en su cabeza. Seokjin le había llamado de la misma manera cuando lo recibió en la recepción y lo había tratado como si lo conociera desde hacía mucho tiempo. Todo parecía ser un sinsentido, así que apostó que el cambio de nombre también correspondía a la broma pesada que alguno de ellos intentaba jugarle.
Pero Namjoon no sabía quién podría ser el bromista, aunque una pequeña corazonada le dijo que podía tratarse de Jeon, pues Seokjin le había reclamado no soportar más seguir con aquella farsa, lo que significaba que él había orquestado todo desde las sombras, pretendiendo ayudarle en la investigación siendo un oficial. No debía olvidar que había sido él quien le había llamado, solicitando un detective.
Todo se reducía a Jeon Jungkook, él había hecho todo y seguramente él había asesinado también a Jiun.
Era un psicópata, un enfermo. Había provocado dolor a su esposo e hijo, y luego había ordenado a todos los demás huéspedes que lo llamaran por el nombre del hijo perdido del matrimonio. Sin embargo, lo que más le sorprendía a Namjoon era que todos obedecían.
—Ya no es necesario que finja, señorita Ho.
Yeongmi pestañeó un par de veces, sorprendida, pero la sonrisa no se borró de su rostro.
—¿De qué hablas, Sung? —murmuró, aunque inmediatamente negó con la cabeza—. ¡Qué bueno es verte! Ya habían pasado varios meses desde que no venías. Te extrañé.
Pese a la mentira, un cosquilleo se instaló en el estómago de Namjoon al escuchar aquella última frase.
Había algo en la señorita Yeongmi que le atraía de manera sobrenatural. Por supuesto, era una mujer hermosa, la más hermosa que alguna vez hubiese visto, pero había otra cosa más. Sentía que el cuerpo de la chica le llamaba, invitando a tocarlo y a apoderarse de él, y no se había dado cuenta hasta aquel momento que la tenía enfrente.
Deseaba arrastrarla dentro de la habitación y quitarle el hermoso hanbok de color coral que llevaba puesto.
—¿Irás a la cena de Seokjin? —Le preguntó la chica después de un momento de silencio.
Namjoon ladeó la cabeza con curiosidad. Le llamaba la atención que, teniendo en cuenta el tipo de personalidad de Kim Seokjin, estuviese dispuesto a llegar a tales magnitudes, invitando a los huéspedes que tanto aborrecía a una cena.
—No sabía que había una cena.
Yeongmi asintió con la cabeza lentamente a la vez que fruncía el ceño, pareciendo extrañada.
—Pero, Sung, siempre hace una cuando vienes. Eres su nieto favorito.
La saliva que estaba tragando Namjoon en ese preciso momento pareció tomar el camino equivocado. Su rostro se puso rojo mientras intentaba suprimir la tos que compulsivamente luchaba por salir. Notó que Yeongmi lo miraba con los ojos muy abiertos y cuando tuvo la intención de acercarse a él, quizás para palmear su espalda, Namjoon se alejó un par de pasos.
Todo estaba yendo demasiado lejos.
—Bien... —alargó la chica, todavía mientras Kim intentaba recuperarse—. Supongo que te veré allí. Comienza en media hora, así que no te retrases porque todos morimos de hambre.
Antes de que pudiese responder cualquier cosa, Yeongmi había desaparecido por el pasillo.
Namjoon abrió la boca, intentando recuperar el aire, y siguió a la chica, pero cuando llegó al ascensor le perdió el rastro. Tomó las escaleras para llegar hasta la primera planta y trotó hacia el comedor del hotel.
Su cabeza no dejaba de dar vueltas.
Estaba volviéndose loco.
El plan de Jeon estaba funcionando.
¿Dónde estaba Jeon? Debía matarlo. Si lo mataba, todo cambiaría.
Se quedó parado cuando notó que el comedor había cambiado completamente su apariencia. Todas las pequeñas mesas de madera habían sido reemplazadas por una gran mesa rectangular de madera oscura que estaba cubierta por un fino mantel de color blanco. Las paredes ya no se veían grisáceas, sino que relucientemente blancas. Y las ventanas estaban completamente limpias, permitiendo la vista hacia la oscuridad que reinaba en el terreno baldío que rodeaba el hotel.
—¡Sung! —Un grito emocionado lo hizo voltear.
Una mujer que pudo reconocer como Gongku, la esposa de Seokjin, se acercaba a él con una sonrisa. Se vio envuelto en sus brazos mientras el mundo no dejaba de darle vueltas.
—Estaba esperando a que llegaras. Te extrañé muchísimo, cariño —le susurró mientras todavía le abrazaba—. Ven, por aquí.
Namjoon se encontraba tan desorientado que no opuso resistencia mientras la mujer le guiaba a través del comedor y lo situaba en una de las sillas de madera adyacentes a la de la cabecera. Sudor frío corría por su frente, pero se encontraba demasiado consternado para siquiera notarlo, y el estrepitoso sonido de los latidos de su corazón se había apoderado de sus oídos. Estiró la mano para tomar uno de los cubiertos que reposaba al lado izquierdo de su plato vacío. La cena todavía no comenzaba, pero todo estaba dispuesto de forma perfecta. El plato en el centro del puesto, junto a los cubiertos de plata, la copa de vino y la copa de agua, la servilleta de género. Si el detective levantaba un poco la vista y observaba más allá, podía ver distintos tipos de guarniciones dispuestas en numerosos platos, al igual de diferentes cortes de carne, de todos los tipos.
—Por favor, basta... —susurró para sí mismo mientras cerraba los ojos por un momento.
No se dio cuenta cuando se vio rodeado de un montón de gente. Todos reían de manera estrepitosa y conversaban en voz alta, disfrutando de la velada. El plato de Namjoon se encontraba lleno de comida, como si en algún momento se hubiese servido, pero sin comer absolutamente nada.
Todos estaban allí.
Park Jimin, Kim Taehyung, Ho Yeongmi, Im Gongku, Jeon Jungkook y Kim Seokjin, sentado a su lado en la cabecera de la mesa, e incluso Min Yoongi, que lucía desconectado de la vida mientras observaba un punto inespecífico a la lejanía del horizonte.
Namjoon tuvo que luchar consigo mismo para no abalanzarse sobre Jeon, quien conversaba animadamente con todos los presentes. Había hecho demasiado daño. No entendía cómo era que había podido asesinar a una mujer y después compartir mesa con su esposo como si nada.
—¡Al fin llegas! —Kim Seokjin se levantó de la silla, robando la atención de Namjoon.
El hombre caminó hacia la entrada del comedor, por lo que el chico no pudo ver de quién se trataba, pues su cuerpo era demasiado grande como para permitirle la vista.
Decidió restarle importancia, negando suavemente con la cabeza, que todavía seguía dando vueltas y vueltas, y se inclinó suavemente hacia Yeongmi, que estaba sentada a su lado, para preguntarle algo que le había llamado la atención.
—¿Dónde está el señor Jung?
La chica arrugó el rostro, aparentemente sin entender, y respondió:
—¿Quién?
—¡Atención, todos! —la voz de Seokjin se pronunció por sobre la de los invitados, provocando un silencio inmediato—. Como saben, cada vez que Sung viene hacemos una cena —apuntó a Namjoon con una sonrisa en los labios—, pero esta vez, aparte de la llegada de mi nieto, quería celebrar la llegada de mi hija, después de mucho tiempo.
Una mujer apareció detrás de Seokjin con una pequeña sonrisa tímida y cuyo rostro se le hizo conocido a Namjoon, pero sólo había visto de una sola manera antes: sin vida. Vestía un hanbok color rosa, que hacía resaltar aún más sus mejillas ligeramente coloreadas con rubor.
—Bienvenida, Jiun —dijo Seokjin mientras la envolvía en sus brazos.
Lo siento, lo hice lo mejor que pude, pero no se entendió nada. Espero que se queden hasta el próximo capítulo.
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