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Me sorprende bastante la paciencia de este humano.

Tardó al menos diez minutos en llegar al baño conmigo en brazos. Tuvo que cerrar la puerta con su pie, porque sus manos estaban ocupadas evitando que mis garras se hundieran en su delicada piel.

Extrañamente, tengo una herida en el abdomen que recién comienza a cicatrizar. Y digo extraño porque no recuerdo cómo sucedió. Simplemente, al escapar en mi forma gatuna de esos perros sarnosos, sentí un ardor justo allí. Necesito desinfectarla ahora.

Quizás, si dejo de ser tan hostil, este humano pueda ayudarme.

Dejo de intentar escapar para facilitarle las cosas.

—Está tibia, así que ya puedes estar tranquilo —dice mientras introduce una de mis patitas en la bañera—. ¿Ves?

Bueno, puedo tolerarlo.

Al verme cómodo, me sonríe, mostrando nuevamente sus grandes dientes. Me hago el despistado y evito su mirada, pero no puedo evitar mirarlo de nuevo a través del reflejo en el agua de la tina.

...

Lindo.

De repente, su sombra deja de reflejarse en el agua, al parecer se ha ido.

Aunque no por mucho tiempo, porque escucho sus pasos cerca nuevamente. Probablemente pensó que me escaparía, me divierte la idea pensar que vino corriendo para que eso no ocurriera.

En fin, lo veo trayendo consigo un bote. Lo abre y echa una pequeña cantidad en su palma; es una sustancia viscosa y amarilla.

—Con esto bastará —frota sus manos creando mucha espuma.

Acerca sus manos y comienza a enjabonar mi cuerpo delicadamente.

Un dulce olor a vainilla se esparce por todo el lugar. Es el mismo de antes; así olía aquella habitación, pero no sabía que era vainilla. Me marea por lo delicioso que es y me produce una relajación difícil de explicar.

Pienso seriamente que en realidad es un híbrido. ¿Pero existe alguno que huela a vainilla todo el tiempo?

De repente, siento un dolor y picor en el tórax; parece que el shampú tocó parte de mi herida.

No pude evitar soltar un gruñido, cada vez picaba más y me estaba desesperando. Intento inútilmente rascarme allí con mi pata trasera.

—¿Qué pasa? Te lastimé —el agua teñida de rojo lo alarma, y a mí también.

Separa mi pelaje y observa espantado mi herida.

—¿FHE1? ¿Quién es el idiota que te pintó esto?

¿Qué?

Trato de girar mi cabeza para ver esas extrañas siglas, pero no alcanzo a verlas.

Busco la manera de salir de la bañera pero él me lo impide.

—¡Hey! No, no salgas. Tengo que limpiarte esa herida.

Inconscientemente, me encojo en mi lugar; parece que se está empezando a enojar...

Siempre que me portaba mal o no obedecía en mi forma animal, me cogían salvajemente de la cola y me encerraban en una angosta jaula. En ese entonces no sabía controlar mucho mi transformación, aveces sin darme cuenta, estaba en mi forma animal, y otras, en mi forma humana.

También llevaba un collar extraño, y cada vez que inconscientemente volvía a mi forma humana, emitía una fuerte descarga eléctrica.

Aquella vez fue la única en que los desobedecí.

Dolía demasiado, dejando marcas en todo mi cuerpo, especialmente en el cuello. Ardía y dolía tanto que al hacer un mínimo movimiento, me daban calambres.

Era frustrante porque, cada vez que podía, intentaba escapar por las noches, tratando de que no se dieran cuenta. Ese día estaba decidido a salir de ese infierno a como diera lugar. Pregunté discretamente a mis compañeros de celda si alguien apoyaba mi idea, pero solo un pequeño híbrido llamado Jimin estuvo de acuerdo.

Esa misma madrugada, nos conocimos mejor y llevamos a cabo nuestro plan.

Estábamos a solo unos pasos de alcanzar la salida cuando uno de los de bata blanca me lanzó una gran red, inmovilizándome y evitando mi escape. Creyó que atraparía a los dos, pero Jimin fue más rápido y logró saltar hacia la ventana.

Este humano no es como ellos. Confío en que no lo sea, pero el que me regañe en ese tono me trae malos recuerdos...

Además, no es como si me fuera a morir por esto, él estaba siendo exagerado.

Abre la llave y deja correr el agua sobre mi herida. El dolor y ardor poco a poco van desapareciendo.

Coge una toalla con unos ridículos estampados de zanahoria y empieza a envolverla sobre mí, luego se gira para abrir una puertilla detrás del espejo del lavatorio, sacando un botiquín.

Lo veo acercarse a otra puerta de madera blanca tallada. La empuja e ingresa a lo que parece ser su habitación. Paredes cafés con pisos de parquet, junto con un fuerte y conocido olor a vainilla.

Me deja sobre la cama y abre el botiquín; lo observo curioso mientras saca algunas cosas.

—Tal vez arda un poco, así que trata de soportarlo —dice mientras expande el algodón y vierte unas gotas de alcohol. Luego se detiene un momento a observarme—. Mejor toma este trapo para que muerdas y no me dejes sin brazo. —Muerdo aquel trapo y apenas cayó una gota, me ardió como los mil demonios.

Gruñí el resto de la noche, pero era necesario para que no se infecte esa herida. Quería salir de allí cuanto antes, y si se infectaba me impediría hacerlo.

—Ya terminé, deja de mirarme como si me fueras a asesinar—dice con tono burlesco, y solo atino a darle una mirada fulminante de arriba hacia abajo—. Ven, solo faltan las vendas para evitar que se infecte otra vez... —añade mientras se acerca sigilosamente hacia mí.

Río al verlo caminar como un ninja con una ligera expresión de miedo. Al verme calmado, también relaja sus hombros y se acerca mucho más seguro.

Una vez asegurada la venda con un pequeño nudo, se retira con el botiquín en manos y un par de toallas colgadas en sus hombros.

—Ya vuelvo, no tardo.

Deja la puerta semiabierta y, al cabo de unos minutos, se escucha el abrir de la llave de una ducha, demorará en regresar probablemente.

Aproveché en limpiar mis orejas por mientras, mientras siento la fría brisa de la noche rozar y alborotar mi pelaje desde atrás. Una intensa luz de la luna atraviesa el ventanal, atrapando mi curiosidad. Extrañaba mucho la luna llena; además de ser increíblemente bella, se había convertido en uno de mis confidentes durante mi retención en ese maldito laboratorio. Por las noches, le contaba todas las cosas que anhelaba hacer cuando finalmente lograra escapar.

Haciendo un esfuerzo, tomé impulso y salté de la manera más cautelosa posible. Siento la herida debajo de la venda abrirse. El dolor vuelve, pero es soportable.

Me deleito un poco con el fresco ambiente, cerrando por inercia los párpados. Aprovechando la oportunidad de estar en absoluta tranquilidad, trato de asimilar el día de hoy.

Si tan solo hubiera vivido de esta manera toda mi adolescencia...

Al dirigir mi mirada al resplandeciente blanco de la luna llena, una inexplicable sensación de ser observado me invade. Observo con atención todo el lugar, buscando al causante de mi incomodidad.

Finalmente, descubro a una única persona con capucha sentada en la acera, con la mirada gacha y las manos en los bolsillos de su casaca extravagante. La capucha hacía difícil verle el rostro que le cubre el rostro le da un toque de misterio, y no consigue saciar mi curiosidad.

De pronto, comienza a levantarse lentamente hasta quedar de pie. Su capucha deja expuestos sus labios agrietados y pómulos notoriamente enflaquecidos. Como si fuera una escena de una película de terror, levanta de golpe la mirada y me observa fijamente con esos ojos profundos. La incomodidad aumenta cada vez más, y el sentimiento de estar en peligro, otra vez, se apodera de mí.

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