Capítulo 7
Manjirō apagó su teléfono y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón sin tan siquiera salir de la búsqueda que había realizado en Google. Había comenzado a sentir un ligero olor a quemado y ya sabía que antecedía esto, así que debía apresurarse. Buscó desesperadamente un plato con la vista —puesto que su alacena estaba completamente vacía— y lo encontró sobre el microondas.
Segundos más tardes ya había colocado las tiras de beicon sobre el plato y las estaba llevando a la meseta alta que hacía función de mesa en esa casa. Sacó del refrigerador un pomo plástico con jugo de naranja que había comprado con anterioridad y lo llevó también hacia la meseta.
Viendo lo que había hecho, al protagonista solo le quedó dejar escapar un suspiro. La había cagado. Tenía toda la cocina desordenada, mucho más que de costumbre, y lo peor era que ni siquiera el resultado era favorable. Primero se quiso hacer el listo y hacer un desayuno sin mirar una receta porque según él era muy simple hacer unos huevos con beicon, al final los huevos estaban fríos y sosos dado que habían sido los primeros en cocinarse. Después de liarla parda, decidió buscar ayuda al maestro de todos, Google tenía recetas tontas de esas por todas partes, así que lo que restaba debía ser fácil, mas no fue así.
Midori se acomodó una última vez su abrigo antes de salir a la sala comedor. La dejó anonadada lo que sus pequeños ojitos prescenciaban. Había perdido la cuenta de cuántos días llevaba viviendo con Mikey, lo que si tenía claro era que en todos ellos habían desayunado pizza; si, nada saludable, pero era algo simple de pedir y no le complicaba la vida a su padre. Era la primera vez que veía algo tan elaborado frente a ella.
—¡Buenos días, Mi-chin! —exclamó Manjirō, con una inmensa sonrisa. Parecía un niño pequeño.
—Buenos días —murmuró en respuesta Midori. No entendía esa alegría tan repentina en el ambiente.
—Será mejor que desayunes rápido, Kei y MiMi podrían llegar en cualquier momento —dijo, corriendo para ir donde ella. Con cuidado posó ambas manos en los hombros de su hija y a ligeros empujones la llevó hasta la meseta dónde se hayaba todo.
Midori se trepó en las altas sillas y observó la comida. La verdad era que no se veía nada apetecible, seguramente si pinchaba ese huevo frito no se rompería, parte del beicon estaba cocido en exceso y se veía negro, lo mejor era el jugo natural que ambos habían pagado ayer en la tienda más cercana. Pero, aunque aquel desayuno se mostrara mucho peor que una pizza, a Midori le brillaron los ojos de alegría y sintió una extraña calidez en su pecho. Su padre había preparado todo eso para ella aún cuando en varias ocasiones le había confesado, mientras comían fideos encargados al chino de al lado, que no sabía cocinar.
—Buen provecho —susurró la niña, juntando ambas manos frente a su rostro. Seguido de esta simple acción, Midori dió el primer probado con entusiasmo.
Manjirō —que se encontraba al lado de la niña, sin quitarle el ojo de encima, ansioso por ver su reacción— se sorprendió notoriamente cuando divisó a su hija agarrar con fuerza las telas de su pullover por la región del pecho, pero esto no fue todo, porque la pequeña también tenía los ojos cristalizados. El tragó en seco, preocupado por haberla envenenado de algún modo.
—¿Estás bien? —inquirió, tomando las dos mejillas de la niña entre sus manos y obligándola a voltearse hacia él. Se agachó ligermante para que su rostro quedara a la misma altura que el de su hija.
La pequeña asintió, tratando de controlar sus emociones—. Está delicioso.
—No tienes que ser tan amable, Mi-chin —dijo Manjirō, dibujando una sonrisa. A simple vista era más que evidente que ella solo estaba siendo condescendiente.
—Es que... Honoka-san nunca hizo este tipo de cosas por mi, nadie había hecho nunca este tipo de cosas por mí.
Lo primero que notó Manjirō fue la forma tan peculiar de Midori para referirse a su madre, aunque bueno, alguien capaz de abandonarte no puede llamarse madre. Lo segundo de lo que se percató fue de la melancolía tan ambigua que reinaba en ese tono de voz. Seguramente Midori ni siquiera conocía el significado de una palabra tan profunda, pero Manjirō si.
Comenzaba a atar cabos.
En ese instante sonó el timbre.
Manjirō se reincorporó y dejó a su hija comiendo mientras él se dirigía a la puerta. Su cabeza seguía estancada en aquel instante y a medida que sus pasos lo acercaban cada vez más a su destino más arrolladores eran sus pensamientos.
¿Pudiera ser Honoka? La muy hija de puta había sido capaz de dejarla a su suerte con otro hijo de puta, además, por lo que había dicho Midori, seguramente el trato que le daba no era el mejor. Todo encajaba para que ella fuera quien abusara de su hija. Pero por mucho que Manjirō lo intentara no imaginaba a su ex golpeando a la pequeña, es más, la veía indiferente a la existencia de Midori, totalmente ausente e inconsciente de que estaba sufriendo abusos. Honoka siempre había sido una mal nacida, mas en esta ocasión, a él no le parecía la culpable.
Abrió la puerta para encontrar a Mirai y Keisuke hablando. Por supuesto, esos dos definitivamente se tenían que llevar bien.
—Buen día, Jiro-kun —saludó alegre la castaña, con una gran y sincera sonrisa, esas que la caracterizaban.
—Hola, Mikey. —Baji, en cambio, dibujó una sonrisa socarrona.
Manjirō se apartó serio para dejar a su mejor amigo colarse en su departamento. Observó con la vista al castaño correr pasillo adentro e ir donde Midori. Keitsuke parecía encajar con todos, y su hija no era la excepción. Con la pequeña, Kei tenía una relación muy cariñosa y cómplice.
Desde hacía ya una semana se conocían, y en todo ese tiempo él estuvo yendo casi diariamente para ver a la pequeña, habían encajado muy bien. Ellos si que parecían padre e hija.
Manjirō chasqueó los dientes, molesto por alguna razón.
—¿Estás bien, Jiro-kun? —preguntó la fémina, depositando una mano en su hombro.
Por acto reflejo Manjirō llevó su mano sobre la de Mirai y se volteó a verla. Se veía radiante, desde hacía algunos días la veía así.
La Hoshizora pestañeó consecutivas veces sonrojada. Tuvo el corazón acelerado hasta que Mikey separó su mano de la suya y ella pudo apartarla del chico.
—¡Ahhhh! —exclamaron en el interior Keitsuke y Midori.
Mirai y Manjirō escucharon un sonido raro y rápidamente se adentraron, ambos corriendo. Llevaron sus orbes al lugar donde miraban los otros dos solo para describir como del fogón emergía una intensa llama que alcanzaba una altura considerable.
Otra vez, completamente complementados, los dos protagonistas corrieron hasta el fogón. Mirai apagó el dichoso aparatico mientras Manjirō apartaba la sartén con aceite que solo avivaba el fuego. Entonces la llama desapareció por completo.
Mikey suspiró, dejándose caer contra la encimera. Se le había olvidado la ridículez de apagar el fogón. Estaba tan centrado en cocinar que se le pasó evitar que su casa se incendiara.
Unas risitas sacaron al joven de su ensemismado estado. Él alzó la vista para encontrar a Mirai, con una mano en su boca, tratando de calamar sus sutiles carcajadas.
—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó, alzando una ceja mientras se cruzaba de brazos. Se acomodó para quedar frente a ella.
—Es que... —Mirai logró calmarse. Aunque ya no reía, seguía esbozando una gran sonrisa—. Incluso Jiro-kun, que siempre parece tan genial, tiene un lado torpe.
Él no respondió, se quedó vislumbrándola en silencio. Rara, ¿por qué Mirai se veía tan rara últimamente?
Una potente sensación de que estaban siendo observados los invadió. Ambos volteron sus rostros a la misma vez, descubriendo a Keisuke y Midori admirando con cuidado cada pequeña acción y escuchando hasta las más mínima palabra que habían intercambiado.
—¿Qué miran?
Ante esta pregunta con un aire amenazante, Baji y la pequeña Sano negaron rápidamente y desplazaron sus vistas a un nuevo lugar mientras trataban de disimular lo que era obvio.
—Vamos al zoológico a ver los gatitos, Midori-chan —comentó Keitsuke, sonriéndole a la pequeña, desesperado por cambiar el tema.
—¿Si sabes que en el zoológico no hay gatos? —dijo Manjirō. Acto seguido comenzó a buscar las llaves de su casa. A saber dónde había puesto las llavecitas ayer.
—Que no, dice. —Baji encendió su móvil y buscó la foto de un gatito color negro que se encontraba acostado en un banco—. Me la pasó Chifuyu ayer, al parecer lo abandonaron en el zoológico. Dice que no tiene gatos de ese color, tenemos que adoptarlo.
—No puedo creer que me hayas recomendado ir al zoológico ayer por una foto de un gato —farfulló el pelinegro, dejando su tarea de lado solo para enviarle una mirada fulminante a Keisuke.
—Emm... —Baji guardó su móvil en su bolsillo y forzó una sonrisa—. No, por supuesto que no.
—Yo te mato.
En lo que esos dos comenzaban una ardua discusión, Mirai se acercó a Midori. Por un momento la castaña se fijó en el plato medio lleno de la niña. Aquello parecía cocinado por un cavernícola, pero la pequeña se veía tan feliz cada vez que daba una probadita nueva que la asombró.
—Buenos días, Ri-chan —dijo dulce la Hoshizora, depositando su mano sobre el rubio cabello de la menor.
—Buenos días, Mirai-chan —respondió la aludida, depositando los cubiertos sobre la mesa. Estaba completamente llena, nunca había tenido mucho estómago.
—Deberías vestirte, estamos a punto de irnos.
Midori abrió su boca ligermante y luego se miró a si misma. ¿Que tenían su licra negra, su pullover blanco y su abrigo desgastado?
—Ya estoy lista.
—¿Eh? —Mirai tardó en procesar, pero cuando lo hubo hecho frunció el ceño—. ¿Y la ropa tan linda que compré para tí el miércoles?
Midori —que comenzaba a obtener las manías de Mirai de tanto tiempo que pasaban juntas— se encogió de hombros y negó. Un sutil sonrojo asomó en su rostro y tuvo que apartar la mirada.
—Me la probé, pero no me queda bien —resumió. No quería decirle a Mirai, quien había sido tan amable y la había llevado de compras, que con ese tierno vestido color crema se veían sus cicatrices.
En realidad, Midori esa mañana se había despertado con todo el entusiasmo del mundo, pero cuando se colocó el vestido y se lo vio en el espejo se percató de cosas. Su cuerpo menudo y pálido no encajaba con una pieza tan hermosa, además de que sus heridas no ayudaban. Era la primera vez que se veía con algo tan femenino puesto, y como estaba acostumbrada a verse con arapos, Midori se sintió extraña y rápidamente renunció a la idea de ponérselo.
—Lo siento, Ri-chan —soltó de repente la mayor, llamando la atención de Midori que se encontraba perdida en sus recuerdos—. Aquí no puedo estar de acuerdo contigo y apoyarte. Estoy segura de que ese vestido se verá genial en ti.
—Pero...
—Nada de peros. —Mirai sonrió mientras negaba con uno de sus dedos—. Ahora tú y yo vamos a ponerte preciosa para impresionar a Jiro-kun.
—Pero yo...
—Ah tatata —dijo rápidamente Mirai, impidiendo que ella prosiguiera—. Ya te advertí que nada de peros. Ya verás que mona te voy a poner.
Antes de que la pequeña pudiera objetar algo más, Mirai la obligó a ponerse en pie. La tomó de la mano y se volteó a ver a Manjirō y Keisuke, quienes se encontraban jalándose de los pelos. Debido a que no obtenía atención por parte de ellos tuvo que carraspear.
—Voy a la habitación un segundo con Ri-chan, regresamos en un minuto.
—¿Para qué? —inquirió Manjirō, estático. Él y Baji se habían quedado en la misma posición cuando Mirai solicitó su atención.
—Cosas de chicas —contestó la fémina, dedicándole una cálida sonrisa. Luego se giró y comenzó a caminar dejando que Midori la guiara.
Si bien a Mirai no le sorprendía ver un cuarto completamente regado y sucio, aquello se excedía. Todo ese departamento era el infierno, y cada vez estaba más convencida de que debía hacer algo al respecto. Ni siquiera sabía cómo podían dormir sobre la cama si tenía hasta una skate y algunas herramientas.
Tenía un tic nervioso en el pie mientras esperaba a que Midori se pusiera el vestido. Todo aquello le provocaba jaqueca.
Gracias a dios, Midori no tardó mucho en colocarse la pieza y caminar hacia ella, totalmente roja y avergonzada.
Mirai se agachó para acomodar un poco las ropas de la pequeña. Luego recordó algo importante y abrió su bolso. Fue observada por Midori mientras buscaba un cepillo y el broche de cabello que sacó. Le mostró ambas cosas a la menor y sonrió.
Ambas caminaron hacia el espejo de pie que había en la esquina de la habitación. Mirai sacó los jeans que estaban sobre este e impedían que se pudieran ver con claridad. Luego se arrodilló en el piso detrás de Midori para comenzar a peinar sus cabellos. Unos minutos después había terminado.
El pelo corto de Midori era perfecto para el peinado que le había hecho Mirai, la parte derecha quedaba suelta mientras que la izquierda fue recogida hacia atrás y sostenida por el broche tan bonito que le había colocado. Su vestido color crema le llegaba a las rodillas y tenía un diseño muy fresco, con algunos vuelos en vez de tirantes en la región del pecho y brazos.
Midori se acarició algunas de sus cicatrices con pena. Por un instante sus ojos se volvieron a cristalizar y esta vez por una razón muy diferente a la euforia de hacía media hora cuando su padre le había preparado algo de comer. Por un momento la fugaz imagen de ella tirada en el suelo, sangrando y con falta de aire mientras recibía constantes patadas la abrumó. Su cuerpecito comenzó a temblar, siguió temblando hasta que las calidas manos de Mirai se posaron en sus hombros y vio —a través de sus reflejos en el espejo— que ella colocaba su cabeza al lado de la suya.
—Ri-chan, eres muy hermosa —dijo, dulce—. No te preocupes por esas cicatrices, ellas te dicen quien fuiste y todo lo que has pasado para llegar hasta este momento. No te avergüences de ellas, porque ellas solo muestran lo fuerte que has sido.
Midori sintió que un gran paso se le fue despojado del pecho, y sin poder evitarlo se volteó para abrazarse del cuello de Mirai. Todo mientras dejaba algunas cristalinas lágrimas descendieran por sus mejillas en un silencioso llanto. Porque hasta los más fuertes, a veces explotan.
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Palabras del autor:
Si ya sé lo que van a decir. Han pasado milenios pero, ¿qué quieren? Fin de año, fiesta, amigos, salidas... Todo lo que yo no tengo, solo estaba de vaga :''')
Bueno, ya regresé. A ver. Este Fanfic es de romance, pero la trama principal gira en torno a Midori y su problema. No se vayan a sorprender con lo que va a pasar.
En fin, no tengo mucho que decir. Salvo que mañana tengo clases y aquí estoy :)
¿Qué piensan de Mikey celoso?
¿Y de Baji con sus gatos?
¿Y de Mirai?
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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