Capítulo 5
Por primera vez en mucho tiempo, quizás años, Manjirō salía del trabajo directamente a casa. Sin fiestas de por medio, sin citas con mujeres casadas o chicas sexys, sin bebidas, sin errores. Simplemente caminando a casa.
Después de la escena del viernes, él había decidido acabar con aquella farsa y encargarse solo de Midori, pero Mirai había insistido en que todavía podía dejar a la niña a su cargo. Según ella, no le importaba las condiciones en las que se hubieran dado las circunstancias actuales, ella adoraba a la pequeña y quería seguir cuidándola.
A Mikey se le caía la cara de vergüenza —si, tenía—. Después de lo buena que había sido la Hoshizora le parecía una falta de respeto seguir aprovechándose de ella, para empezar nunca debió hacerle caso a Chifuyu. ¡Por dios, era Chifuyu! Por supuesto el consejo sería una mierda y terminaría cagándola, como había hecho. Debía haberse mantenido lejos de esa tierna sonrisa sincera y esos ojitos inocentes. A él siempre le había caído mal lo amable que era Mirai y lo ridículamente manipulable que podía llegar a ser.
Tras mucha insistencia, al final fue convencido por la castaña y su hija —quien también había puesto de su parte para que ese lunes la cuidara su niñera de siempre—, pero igualmente quería evitar problemas y llegar temprano.
Para completar lo dichoso que estaba siendo el día, debía caminar, puesto que su moto se encontraba en el taller, esperando ser arreglada. Esa mañana había amanecido con problemas en el tubo de escape, y Mikey se la había llevado al taller para repararla, mas no había tenido tiempo por la hola de trabajo que se le había abalanzado, la semana empezaba fuerte.
Llevó ambas manos a sus bolsillos y suspiró a medida que su paso lo acercaba más al edificio comunitario. Afortunadamente vivía en una zona central, y solo se tardaba quince minutos en llegar. Inesperadamente su mano chocó con un papel dentro de su pantalón, y cuando sacó el objeto a ver de qué se trataba, descubrió la invitación de boda de Emma.
Mierda, lo había olvidado por completo. El alcohol en su organismo lo llevó a no prestarle mucha atención al tema, y cuando llegó a casa ese día se quitó la ropa sin mirar ni fijarse. Afortunadamente ese pantalón no se lavaba hace mucho, cosa asquerosa pero que Mikey veía como una de las ventajas de ser soltero y vivir solo.
Se detuvo en la acera, justo en medio, sin importarle que la gente tuviera que esquivarlo para poder seguir su camino. Dio vuelta a la invitación, echándole una ojeada. La abrió, la leyó, se fijó en la fecha y se percató de que tenía hueco para un acompañante.
Emma siempre había querido que él encontrara la persona con la que estaba destinado a estar, y él siempre había creído que ella era una ilusa por creer que esa persona existía.
Manjirō negó, guardando de nuevo la invitación en el pequeño sobre, no era muy llamativa ni muy grande. Se dió pequeños golpesitos en la mano con ella, pensando que carajos haría. ¿Iría a la boda? Bueno, debía hacerlo, aunque ya no vivieran en el mismo lugar, Emma era su hermana y una persona muy importante; tal vez porque sabía que era su obligación ir, lo atormentaba la idea de encontrar a su padre y madre, a sus otros hermanos los veía constantemente, pero a sus progenitores no, y no sabía cuánto habían cambiado en los dos años que llevaba sin verlos.
Entonces, mientras divagaba, sus ojos dieron a parar a un centro comercial. Solo ver aquellos estantes a través del cristal lo hizo dejar de pensar en la boda de su hermana, porque había algo que llamó su atención y lo hizo caminar sin dudarlo hacia el interior.
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Mikey tocó el timbre ¿nevioso? Por alguna razón se encontraba intranquilo, incapaz de mantenerse quieto mientras esperaba que Mirai le abriera. Se revolvió el cabello, resopló, caminó en el lugar. Parecía una adolescente enamorada ansiosa por ver al capitán del equipo de fútbol del instituto.
Afortunadamente,Mirai no tardó tanto en abrirle, tal vez unos treinta segundos. Era raro que fuera tan veloz, pero él lo apreciaba.
La castaña le dedicó una sonrisa a Mikey y alzó su mano en señal de saludo.
—Buenas tardes, Sano-san —dijo ella, rompiendo el silencio. Al parecer Manjirō no tenía ningún propósito de hablar, estaba raro.
—MiMi, puedes llamarme Manjirō o Mikey —respondió él, sonriendo—. "Sano-san" es muy formal.
La chica sintió sus mejillas arder, tanto, que tuvo que llevar ambas manos a su rostro. Se estaba muriendo del calor allí. Parecía que el humo se escapaba de sus orejas como una olla.
—No podría —murmuró la castaña, apartando la mirada.
—Si puedes —refutó el pelinegro. Luego recordó lo que había comprado. Buscó en la bolsa de plástico que traía entre sus manos el paquete de café que había pagado y se lo extendió—. Recuerdo que dijiste que era tu favorito.
Mirai vaciló unos instantes, luego estiró sus temblorosas manos y tomó el paquete. Estaba anonadada, la palabra "incrédula" era algo remotamente diminuto para describirla en esos momentos.
—Es mi favorito, si —confesó, soltando una pequeña risa. Abrazó el café a su pecho y volvió a mirar a Manjirō, con la cara roja como un tomate, mas una sonrisa asomaba a sus labios—. No tenías que molestarte, Jiro-kun.
Mikey abrió sus ojos de par en par tras escuchar aquel apodo cariñoso y meloso que solo se le hubiera podido ocurrir a esa mujer. Era como tener un terrón de azúcar andante al frente. Negó con la cabeza.
—Si tenía —siseó, guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón, otra vez volvió a tocar la carta pero no dijo nada al respecto—. El otro fue a tomar por culo por mi culpa, lo de menos era comprarte uno nuevo.
—Aún así... —intentó objetar ella, dando un paso adelante.
—MiMi, eres muy buena. Todo lo que has tenido para mí han sido sonrisas a pesar de que me he portado como un auténtico hijo de puta. Has cuidado a mi hija como si fuera tuya. Has soportado mi inmadurez día tras día sin enfadarte por ello. Has aguantado mi berrinche a pesar de que no era tu responsabilidad y cuidaste de mí toda aquella noche. Creeme, si es necesario.
La aludida apretó aún más el paquete de café contra su pecho, quería evitar que se escucharan los acelerados latidos de su corazón. Bajó la cabeza, porque tampoco quería que él viera lo felíz que la habían puesto esas palabras. Una diminuta sonrisa asomó en su rostro.
El frío tacto de unos dedos sobre su barbilla, y el fuerte pero no brusco impulso que estos ejercieron sobre ella la obligaron a alzar su cara, haciendo que sus ojos chocaran con los de Mikey, quien ahora se encontraba a tan solo dos pasos, tan cerca, que hasta podía escuchar su respiración.
—Mirai... —susurró, cerca de la joven, perdido en aquella mirada platinada tan inocente, la misma que hasta hacía dos semanas le daba completamente igual, pero que ahora le parecía muy hermosa—. Gracias.
La chica tragó en seco, y tras escuchar aquello no pudo evitar elevar las comisuras de sus labios a su máximo explendor. El brillo en sus ojos cobró más vida y sus mejillas cambiaron el tono carmín por uno más rosa.
—Eso era —confesó, sin moverse mucho.
—¿El qué? —preguntó Manjirō, doblando su rostro y arqueando una ceja en forma inquisidora. No comprendía el cambio de semblante tan repentino.
—Eso era lo que quería escuchar, Jiro-kun —repitió, completando esta vez la oración—. Lo que realmente quise escuchar todo este tiempo, no esperaba una disculpa por tu comportamiento, yo solo... —suspiró, retomando su sonrisa—. Yo solo quería que me agradecieras, con eso era suficiente. Con eso soy felíz.
Manjirō recordó como el día de su resaca ella le había dicho que una disculpa no era lo que quería escuchar, pero jamás, en ningún momento, se le hubiera ocurrido que la lógica de vida de aquella mujer fuera tan simple. Se había quedado con curiosidad y hoy, por fin saceada dicha curiosidad. Se arrepentía rotundamente de haberse enterado, porque no podía dejar se sorprenderse con Mirai, ella eran tan distinta a TODO lo que alguna vez hubiera visto, tanto que no parecía ni humana.
Él no lo vio, pero un leve sonrojo asomó en sus mejillas, era diminuto, casi invisible, pero allí estaba. Tuvo que separarse, había sentido la inminente necesidad de hacer cosas malas; por un momento la parte oscura dentro de él lo llevó a pensar en formas lascibas de arrancar de cuajo aquella inocencia en Mirai, y manteniendo las distancias tan nulas hubiera sido imposible controlar sus impulsos.
—¿Y Midori? —cuestionó, llevando una mano a su boca mientras apartaba la mirada.
—¡Oh, Ri-chan! —exclamó Mirai, sin ser consciente de lo que había provocado—. Ven conmigo, hay algo de lo que quiero hablarte.
La castaña se adentró en su departamento, siendo seguida por Manjirō. Colocó el paquete de café sobre la mesa y se dispuso a doblar para entrar al pasillo, pero antes de hacerlo, la mano de Mikey tomó la suya, impidiéndole el paso.
—¿Jiro-kun? —Se volteó, esperando una respuesta.
—Este fin de semana quiero llevar a Midori a alguna parte, pero no tengo ni puta idea de a dónde, o qué hacer, o cómo portarme. Me he dado cuenta de que tú te encargas de todo eso por mí, y quiero intentarlo. No quiero que mi relación con mi hija se vea reducida a recogerla en tu casa e ir hacia la mía, ahora que la tengo conmigo, me gustaría intentar portarme como un padre. Pero soy un imbécil, lo sabes mejor que nadie, no sabría ni dónde pararme, por eso, me gustaría que nos acompañaras, claro, si no es molestia.
El tiempo se detuvo para Manjirō...
¿Qué cojones acababa de hacer? ¡¿La había invitado a la salida que había planificado con Keitsuke?! ¿¡A la salida que quería realizar para estar más tiempo con su hija!? ¿¡Qué!? ¿Acaso ahora estaban jugando a ser una familia feliz?
—Por supuesto que no es molestia —alegó Mirai, toda emocionada, con sus orbes brillando cuales dos luceros—. Jiro-kun, eres un buen padre, nunca pienses lo contrario. No todos son capaces de asumir que tienen una hija de la noche a la mañana y hacerse cargo de ella. Mira todo lo que te estás esforzando por estar a la altura de las circunstancias. Eres increíble, y muy amable a tu manera.
Manjirō soltó a Mirai, y dejó que ella se adelantara solo para ver su espalda con mayor claridad. ¿Desde cuándo la pequeña Mirai se había convertido en alguien tan maduro capaz de sacarle una sonrisa? Era cierto que no se podía juzgar un libro por su portada.
La siguió hasta su dormitorio, el mismo en el que ya había estado. Caminando se colocó junto a la cama, justo del otro lado de ella. Ambos observaban en el colchón a la pequeña Midori dormir plácidamente.
Esos pequeños cabellos rubios estaban exparcidos por toda la cama, sus manitas hacían función de almohada puesto que se había quedado rendida en el medio, estaba en posición fetal, respiraba lento, pero por momentos esa calmada respiración se convertía en un agetreo que se lograba apaciguar cuando las finas manos de Mirai peinaban su cabeza. Lo que más llamó la atención de Mikey fue que, con esas ropas —un short rosado y una blusa blanca—, ahora mejor que antes, él podía divisar las muchas cicatrices que tenía su cuerpecito.
Manjirō frunció su ceño y se arrodilló frente a la cama, pasando la yema de sus dedos por la menuda mano de su hija, la cual se encontraba cubierta de ligeros rastros de quemaduras y cicatrices.
—De eso te quería hablar, Jiro-kun —dijo Mirai. A diferencia de Mikey, ella se sentó sobre su colchón, quedando a mayor altura—. ¿Te ha hablado de esas marcas?
—No —contestó, alzando su rostro para verla, totalmente serio—. Siempre evade el tema de forma exagerada.
—Eso solo es la confirmación —soltó la castaña, con tono triste. Sintió la negra mirada del Sano sobre ella y casi llora sabiendo lo que tenía que informarle—. Me temo que estas heridas no son normales, la cantidad no es normal. O Midori es muy torpe, cosa que dudo, o estamos ante un caso de abuso.
Manjirō miró rápidamente a su hija. En ese momento algo en él quería salir y comerse el mundo. Por supuesto que lo había imaginado, había que ser tonto para no pasárselo por la cabeza, pero que fuera oficial era otro asunto. No podía controlar su ira.
Acarició el rostro de su pequeña, la cual se movió sutilmente al sentir el frío tacto de una mano sobre su piel. ¿Cómo se le podía hacer algo a esa cosita? Intentó encontrar paz mirándola, necesitaba calmarse, ahora mismo su cabeza era una jaula de muerte, y solo lo tranqulizaba el tierno semblante de su hija descansando.
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Palabras del autor:
Holis, después de milenios, aquí estoy. Tengo justificación, estuve dos semanas enferma y no tenía ganas de nada, luego me tocó ponerme al día con mi escuela y fue horrible.
Pero al fin vuelve Home. Creo que ya dije que no será tan largo como Wabi Sabi, pero intentaré hacerlo bonito :3
Que asco la Honoka, de verdad. ¿Cómo se puede odiar tanto a un personaje que tú misma creaste? Para quienes la conocen de Wabi Sabi y para quienes la conocieron aquí, es una perra, vamos a matarla.
Poco a poco vamos mejorando la relación de Mikey y Mirai. Y al fin tenemos el tan esperado "Jiro-kun". Me dió mucha ternura escribirlo, saliendo el peso sentimental que hay detrás de ese apodo uwu
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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