Capítulo 20
Manjirō comenzó a caminar de un lado a otro tratando de hacer el nudo de su corbata. Si de por sí ya era bastante tosco con esas cosas, estando tan nervioso era un desastre. Se alteró tanto que terminó por lanzar la prenda al suelo. Se llevó ambas manos al cabello y recostó la frente contra la pared.
Mirai soltó una risita al ver a su novio así. Miró a Celeste y, cuando esta asintió, se paró de su asiento para ir al lugar donde estaba la corbata, recogerla y dirigirse hacia Mikey. Lo tocó del hombro y le dedicó una sonrisa sincera.
Manjirō suspiró, dejó caer sus manos y permitió a la castaña encargarse de hacer el nudo de la corbata.
—Tranquilo, Jiro-kun —murmuró la joven, terminando su tarea. Alzó la vista y colocó su mano sobre la mejilla del azabache—. Todo va a estar bien. Tenemos esto ganado.
—Lo sé —siguió él, depositando su mano sobre la de Mirai para apretarla contra su piel. Se dejó envolver por la paz que ella le transmitía—. Pero después de tanto tiempo, el día de la verdad ha llegado. La idea de que algo pueda salir mal...
—Nada va a salir mal —siseó Mirai, colocándose de puntillas. Situó un sutil beso en la frente del hombre y regresó a su lugar. Se aseguró de que la corbata estuviera bien hecha y retrocedió dos pasos—. Nos vemos en la sala.
Manjirō asintió, acomodándose su saco. Se volteó para verse en el espejo. Por alguna razón ese día estaba insatisfecho con todo. Fingió estar recto y fuerte hasta que escuchó el sonido de la puerta cerrándose. Sin la castaña ahí pudo encogerse de hombros y dejar escapar otro suspiro.
Celeste esbozó una gran sonrisa y también se puso en pie. Caminó hacia Mikey y le dio una vivaz palmada en la espalda.
—¡Espabila, Manji! —exclamó, alegre. Esa aura divertida que la rodeaba estaba presente aún en un día tan complicado como ese.
El referido pegó un pequeño brinco en el lugar y solo cuando se giró a verla fue consciente de que aún quedaba ella en la habitación. Por un momento pensó que estaba solo, por eso se había relajado. No era su intención mostrar sus preocupaciones a nadie.
—Eso me dolió, Cele-chi —comentó Manjirō, entrecerrando sus ojos. Seguramente si las miradas mataran esa chica ya estuviera bajo tierra.
—Alguien tenía que hacerlo, Rai Rai es demasiado blanda. Yo, en cambio, soy más eficiente —canturreó la pelirrosa, llevándose una mano al pecho, otra a la cintura y mirando al techo. Simulaba la imagen de una reina que había visto por algún lado de Internet.
—Ruda —corrigió rápidamente Mikey, sin cambiar su semblante.
—¡Yo no soy ruda! —negó la Hanagaki, perdiendo todo el porte y clase que había aparentado tener anteriormente. Hizo sus manos puños y se los mostró a Manjirō, una vena se marcó en su cuello y otra en su frente. Por un segundo el chico la imaginó con el cabello volando y los ojos rojos—. ¡Soy muy femenina! ¡Que te quede claro!
—¡Tú femenina y yo Cristóbal Colón! —refutó el azabache, de igual modo. También estaba irritado. Se colocó parecido a Celeste, con ambas piernas abiertas y en posición de combate.
—¿¡Y ese quién es!?
—¡¿Yo que sé?! ¡Uno ahí muy famoso que no soy yo! —contestó rápidamente, chirreando los dientes.
Estuvieron dedicándose una mirada amenzante hasta que, fue la mujer quien tomó un poco de madurez y cambió su expresión por una de diversión. Dejó escapar par de carcajadas y rápidamente fue acompañada por el chico.
Algunas de sus conversaciones no tenían sentido desde que se habían conocido. Al parecer esa no era la excepción.
Celeste se puso frente a Manjirō y comenzó a acomodar su ropa, su chaqueta. Se deshizo de las arrugas y colocó correctamente su corbata. Todo con una sonrisa.
—Yo te entiendo, Manji —soltó de la nada, peinando su cabello. Hasta eso hacía, aprovechando que era más alta que él.
El aludido, al verla así, no pudo evitar pensar en ella como una mamá, como su mamá. Se veía protectora, empática y preocupada, aún así, ocultaba sus nervios tras una sonrisa para no contagiárselos a él.
—¿También demandaste a Takemicchi? —inquirió, sin moverse mucho, no quería ser un estorbo.
La pelirrosa dejó escapar una risita y negó—. No, Chi-chan ha sido la persona más increíble que haya conocido jamás. La única forma en que lo demande sería si llega a dejarme. Ahí me invento una historia de abuso y lo obligó a regresar conmigo —dijo, con los ojos brillantes y una sonrisa maquiavélica.
Manjirō sintió un escalofrío recorrer toda su espina dorsal. No supo distinguir si hablaba en serio o no, él escogía creer que era una broma.
—¿Entonces...? —cuestionó, ignorando lo anterior. Al ver a Celeste tomar su pequeña distancia se volteó para verse en el espejo. Mucho mejor que el desastre que había hecho por sus nervios.
—Si lo piensas tenemos mucho en común —razonó la de orbes dorados, alzando un dedo toda intelectual—. Ambos tuvimos hijos a muy temprana edad, y aunque tú te hayas enterado siete años después, seguía siendo una gran sorpresa.
Manjirō la miró de solsayo, interesado en lo que la joven comenzaba a hablar.
—No estábamos preparados, éramos inmaduros y habíamos cometido errores. Estoy segura de que tú también te preguntaste en algún momento si merecías una dicha tan grande. —De repente la sonrisa de Celeste se transformó en algo nostálgico y hermoso. Se llevó una mano al estómago e imaginó su barriga abultada, casi podía sentir las patadas de Haruto—. Todavía hoy me cuestiono si soy digna de tener a mi hijo.
—Él parece quererte bastante, eso y que te tiene un poco de miedo.
Celeste volvió a saltar unas risitas al compás de las de Manjirō—. Haruto ha sido un regalo, ya te lo había dicho. Fue muy difícil poder tenerlo y criarlo sin que se sintiera abandonado. Hubieron noches en las que no podía dormir y días en los que me ardían los ojos por mantenerlos despiertos, pero la vida me recompensaba cada vez que lo tenía en mis brazos. ¡Y cuando Chi-chan nos abrazaba a ambos era perfecto! —añadió emocionada, abrazándose a sí misma como si marido lo estuviera haciendo.
Mikey esbozó una pequeña sonrisa triste. Miró su reflejo en el espejo nuevamente y recordó a Midori.
—Yo no tuve nada de eso —confesó, desanimado.
—¡Espabílate, Manji! —volvió a gritar Celeste, dándole el mismo golpe de hacía un rato—. La tienes ahora.
El azabache respiró profundo para no girarse y gritarle mil maldiciones a Celeste, no podía cuando ella los había ayudado tanto. La miró por el rabillo del ojo tras su última afirmación.
—A lo que me refiero con todo esto es que yo también pasé por tiempos difícil, al igual que tú ahora. Ambos tuvimos que hacer mucho y cambiar mucho por nuestros hijos. Pero al final del camino, ellos valen la pena. Creo que se requiere mucho valor para aceptar esos cambios de la noche a la mañana —Utilizó su mano para pasarla por la espalda de Mikey, lugar del cual todavía no se había movido—. Todo va a salir bien hoy. Mi Nene es el mejor en lo que hace. Tienes a Rai Rai ahí. Tu familia vino a darte fuerzas. Y lo más importante, Midori te espera. Estoy segura de que la perra de Honoka no tiene ni una mosca a su favor. Así que, ¡espabila, Manji! No se te ocurra darle ventaja con tu estado de ánimo.
—En serio, no soporto a los Hanagakis —comentó, viéndola alejarse.
Antes de salir por la puerta, Celeste alzó su mano en forma de despedida.
Manjirō esbozó una sonrisa. Tal vez había mentido un poco y la familia Hanagaki comenzaba a caerle muy bien.
.
.
.
Mirai entró a la sala del juzgado, habían unas pocas personas del lado de Manjirō y todavía faltaban alrededor de diez minutos para que comenzara el juicio. Cabía mencionar que en los asientos correspondientes al falco de Honoka no había nadie.
A los primeros que se acercó fueron a Baji y Chifuyu. Los varones hablaban con una expresión bastante seria, parecían tramar alguna especie de asesinato.
—Hola, chicos —saludó energética, inclinándose para poder estar a su altura. Ellos estaban sentados y ella de pie.
—Oh, Mirai-chan —dijeron a la vez, forzando una gran sonrisa, erguiéndose y sacando una mano.
Muy sospechoso.
—Matar a Honoka es bastante ilegal, ¿lo saben? —preguntó la castaña, con una gota de sudor descendiendo por su mejilla.
Habían sido descubiertos.
Se miraron y comenzaron a luchar con sus manos y cabeza por llegar donde estaba Mirai.
—Le voy a machacar la cara a esa tipa —farfulló Keisuke, con una expresión de odio.
—¿Cómo se le ocurre hacerle eso a mí sobrina? —cuestionó el Matsuuno, llorando. Se llevó el dorso de la mano a la cara y escondió sus ojos, secando sus lágrimas con su camisa—. Ojalá y le metan cien años en cárcel. Mi pobre Midori.
—Ustedes traten de controlarse cuando ella aparezca. No sería bonito que el juez considere que la comunidad no es un buen lugar para que Ri-chan crezca. Imaginen que ya no puedan verla. Deben mantenerse fuertes y no dejarse llevar por los instintos —razonó la castaña, bastante preocupada.
Chifuyu y Baji se miraron durante unos segundos. Sus semblantes cambiaron drásticamente a unos serios. Ambos asintieron a la vez volteándose a ver a Mirai. La chica no pudo evitar compararlos con unos militares.
Dejó a ese par allí y caminó hasta la siguientes sillas. Allí estaban los dos hermanos de Manjirō acompañados por aquella agradable mujer que los había recibido en la mansión, Uta. Hizo el mismo gesto que con los otros dos y saludó.
Izana se encontraba volteado vislumbrando hacia atrás con el ceño fruncido, justo en la dirección de Keisuke y su compañero. Apretaba la madera del espaldar de la silla tanto que en cualquier momento la rompería.
—¿Qué le sucede? —inquiró Mirai, sin dejar de atisbar al albino. Hizo el ademán de tocarlo, pero el aura asesina que emitía se lo impidió.
—Escuchó decir al rubio de atrás que era el tío favorito de Midori —respondió rápidamente Shinichiro, con una sonrisa.
—No le agradó la idea, al parecer —añadió Uta, ligeramente apenada. Se llevó una mano a la frente y formuló un hechizo para controlarse. Había tratado de hacer entrar en razón a Izana, pero nada funcionaba.
—Bueno, nunca esperé que él y Chifuyu-chan se llevaran bien —comentó Mirai por lo bajo. Siempre había estado segura de que existiría esa rivalidad—. Por cierto, felicidades por su compromiso.
Shinichiro se llevó una mano al cuello y lo rascó. Tenía el rostro sonrojado y una sonrisa de tonto adornándolo. Por un momento se movió de un lado a otro como si estuviera bailando y comenzó a decir "gracias" repetidas veces en susurros.
Uta atisbo al azabache un poco divertida y le mostró su anillo a Mirai orgullosa. Sí que había tardado ese idiota.
—Gracias, Mirai-san. A ver cuándo es el turno tuyo y el de Mikey. —Lo último lo dijo con un toque jocoso que cumplió su objetivo cuando la muchacha se puso completamente roja.
—Yo... Jiro-kun... Jiro-kun y yo todavía... Ah, es muy pronto... Nosotros —balbuceaba. Por un segundo su cabeza procesó la idea y tuvo que llevar ambas manos a sus mejillas. Estaba ardiendo y sentía que se desmayaba ahí mismo.
Agradeció millones de veces a Draken y Emma por entrar en ese momento a la sala llamando su atención. La joven pareja caminó hasta llegar donde estaba toda la familia Sano.
—¡Buenas! —exclamó Emma, pegada al brazo de su marido. Tenía una sonrisa deslumbrante y un plan para asesinar a Honoka sin levantar sospechas por si se daba el caso de que su hermano perdiera el juicio.
—¿Por qué tardaron tanto? —cuestionó Uta, curiosa y bastante perpleja. Ken no era de llegar tarde, la asombraba.
—Tuvimos que ir a recoger a Kyomi, se perdió de camino aquí —sinceró el Ryuguji, sin cambiar su semblante neutral.
—Lo siento mucho —confesó una voz detrás de la joven pareja. Pasó por el lado de Emma y alzó su mano con un poco de vergüenza—. Mi sentido de la orientación no es el mejor.
—Lo sabemos —dijeron desanimados todos los hermanos Sano, Draken y Uta.
Mirai pestañeó consecutivas veces sin comprender muy bien que estaba pasando.
—Bueno, yo me voy yendo —concretó la protagonista, despidiéndose con una sonrisa de los de ese lado.
Tomó dirección hacía dónde estaban Baji y Chifuyu, al lado de los cuales se habían sentado Celeste y Takemichi hacía unos segundos. Ahora sí estaban todos. El reloj casi daba la hora y el juez pasó hacia su falco, así que debía apresurarse.
Cuando pasaron dos minutos más las puertas fueron abiertas, dejando pasar a la acusada y al demandante.
2 de julio; Koizumi Honoka perdió el juicio. Fue condenada a seis años en presión, se le quitó la custodia por completo de su hija y, para completar, quedó completamente privada del derecho a verla. La orden de alejamiento también había sido aprobada.
.
.
.
Palabras del autor:
La idea original era escribir el juicio, incluso lo tenía planeado en la cabeza. Pero dije: ¿pa qué? A ti te da pereza y no es necesario.
Así que esto quedó. Espero que les haya gustado. Aquí se ve la evolución de Manji como Personaje y como, de estar completamente solo, pasó a tener todas sus sillas llenas de amigos y familiares.
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro