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Capítulo 16


—¿Estás seguro de que estarás bien con dos críos? —inquirió Manjirō, entrecerrado los ojos.

Chifuyu se había ofrecido voluntario para cuidar a Midori y Haruto mientras los adultos cenaban. Se veía entusiasmado y comprometido. En parte porque adoraba a la niña y quería pasar tiempo con ella, y otra parte porque ahora que Mikey se había reconciliado con su familia tenía otras tres personas haciendo competencia por ver quién sería el tío favorito.

Él no iba a perder definitivamente.

—Por supuesto que sí, Mikey. La puedes hasta dejar dormir en mi casa, no es ningún problema —respondió, sonriendo—. Tengo veinte gatos en mi departamento, algo de paternidad tengo que saber.

Manjirō apretó el teléfono en su mano y se lo quitó del oído para poder mirarlo con un tic nervioso en el ojo, como si el aparato fuera su amigo. Esas eran sus palabras y se atrevía a usarlas en su contra. Lo peor es que el mismo Chifuyu le había dicho hace unos meses que tener gatos no le daba experiencia ninguna con los niños; y allí estaba, aprovechándose de esa línea.

Pero Mikey no tenía ni tiempo ni ganas para discutir. Necesitaba que cuidaran a los niños La otra opción era Keisuke, y aunque él pareciera más maduro que Chifuyu, ese definitivamente no era el caso.

—Como sea... —murmuró, volviéndose a colocar el móvil en el oído. Comenzó a caminar para salir del cuarto, rumbo a la sala que era donde se encontraban todos—. Aleja a Mi-chin de ese mocoso. No permitas que los gatos la rasguñen. Si Mi-chin me da una queja le prendo fuego a tu departamento.

—No me jodas —dijo el rubio, con cierto aire de pánico.

Antes de que el Matsuno pudiera seguir quejándose, Manjirō le colgó veloz el teléfono. Ya había llegado a su objetivo.

Esbozó una sonrisa al ver a las chicas colocar los platos y la comida sobre la mesa que Mirai le había obligado a comprar para el departamento. Ellas parecían llevarse bien, charlaban bastante.

Por otro lado estaba Takemichi, él le alcanzaba las cosas a Mirai desde la cocina. No hablaba mucho, pero también sonreía al ver a su esposa contenta.

—¡Oh, Jiro-kun! —exclamó la castaña, levantando su cabeza para verlo mejor. Alzó su mano e hizo un gesto para que el nombrado se acercara—. Llegas justo a tiempo. Ya está la cena.

Manjirō obedeció a Mirai y se aproximó al lugar. Seguido de él fue Takemichi.

—¿Cómo están los niños? ¿No es mucho abuso que los cuide a ambos Chifuyu? —cuestionó el pelinegro, tomando asiento. Se mostraba ligeramente preocupado.

Celeste vivía en el aire, adoraba a su hijo con el alma y era sobreprotectora con él, pero era una persona que no se percataba de las cosas. Él, en cambio, comprendía que ambos eran recién llegados, y si bien Chifuyu era una buena persona, ni siquiera se conocían tan bien como para estar pidiendo esos favores tan exigentes de atención y tiempo. Le parecía muy brusco y le daba pena con el jóven.

—No te preocupes, Chifuyu-chan adora a los niños. Dice que son como los gatos —respondió Mirai, quitándose el delantal y colocándolo en un pequeño soporte. Se acomodó el cabello y se arregló la ropa antes de ir a tomar asiento.

Manjirō trajo consigo una botella de vino. Se colocó junto a Mirai, se inclinó ligeramente hacia ella y movió la botella entre sus manos con una sonrisa divertida, subiendo y bajando las cejas velozmente.

La Hoshisora se encogió de hombros y apartó la mirada sonrojada. La vergüenza se la comió por dentro. Sabía que él estaba haciendo referencia a su poca tolerancia al alcohol, que trajo como consecuencia la declaración más torpe y chistosa de la historia.

Lo que tomó por sorpresa a la jóven pareja fue ver a Celeste también roja como un tomate, con la mirada gacha, juntando sus dos dedos anulares tímidamente.

—Cele-chan no soporta el alcohol —confesó Takemichi al notar cómo el Sano y Mirai observaban a su mujer.  Tomó lugar. Esbozó una sonrisa forzada mirando a la pelirrosa, mientras sentía una gota de sudor descender por su frente

—No jodas, ¿qué ella tampoco? —cuestionó Manjirō divertido, llamando las copas de todos menos la de Mirai —a petición de esta, que negó cuando él intentó vertir el líquido—.

—No, nada, se emborracha muy rápido —contestó el Hanagaki, pero tuvo que callar de golpe cuando sintió como Celeste le golpeaba el pie con el suyo propio.

—¿Vas a tomar de todas formas? —añadió Mirai, frunciendo el ceño ligeramente.

—¿Qué más da? Un día es un día —dijo la de orbes dorados, negando con su mano. No le daba mucha importancia al asunto.

Mikey miró a su pareja y movió nuevamente la botella en su mano invitándola a tomar. Ella volvió a negar.

Bajo ningún concepto Mirai volvería a dar ese espectáculo, menos delante de otra gente. Para ella agüita, que era saludable y no la hacía hacer el ridículo.

Entonces, cuando el Sano tomó asiento, la cena comenzó.

La comida que Mirai había preparado fue elogiada consecutivas veces por Celeste, quien lloriqueó porque en su casa era Takemichi quien tenía que cocinar ya que ella no llegaba a eso. Manjirō en cambio degustaba en silencio el manjar que su novia había hecho con tanto amor.

Al principio quienes más hablaron fueron Mirai y Takemichi. Ambos rememoraron los tiempos de la secundaria con mucho ahínco. Al parecer lo extrañaban. Takemichi había sido el único amigo de Mirai, a consecuencia de esto se pasaban todo el día juntos. Iban a la escuela juntos, regresaban juntos, jugaban juntos, intentaban hacer las tareas juntos —esto último nunca salía bien—. Después de tomar distintas preparatorias ambos se alejaron ligeramente, y cuando el Hanagaki se echó novia y Mirai se vio en la necesidad de centrarse en sus estudios para poder conseguir la carrera que quería, la separación fue definitiva.

Manjirō comenzaba a entender por qué la castaña hablaba todo el tiempo de Takemicchi. Ella tenía los mejores recuerdos de su vida con él. Y eso, por raro que sonase, no le molestó. En cambio agradeció en silencio que al menos alguien se haya acercando a Mirai sin tener un interés de por medio, y que antes de su llegada, alguien la hubiera hecho felíz; porque a partir de ahora era su tarea hacerlo, él debía hacerla felíz.

La botella de vino se vacío. Llegó una segunda, que también se vacío por completo.

Luego de la cena, los Hanagakis se habían quedado un rato a seguir charlando. Habían congeniado.

Celeste había ayudado a Mirai a fregar los platos sucios mientras los chicos recogían la mesa. Entonces abrieron la tercera botella.

Se encontraban en la sala. Las dos chicas sobre el sofá, mientras los hombres estaban sentados en las butacas que quedaban frente con frente.

Tal y como había advertido Takemichi, Celeste había caído con facilidad ante los efectos del alcohol y ahora estaba bastante rica, divertida y risueña.

La pelirrosa soltó par de carcajadas—. Así que este hijo de puta comenzó a hablarte solo porque quería que cuidaras a su hija

—No he dicho eso —siseó Mirai, encogiéndose de hombros. Había sido el propio Mikey quien había hecho el resúmen cuando Celeste lo había solicitado, pero fue ella quien dijo las palabras finales. No querían que pensaran eso de Manjirō, aunque era bastante cierto.

—Pero es la verdad —refutó el rubio, dándose un sorbo de cerveza. Se había cansado del vino hacía bastante.

—Mira, no te rompo la cabeza ahora mismo porque no sabría con exactitud a cual de los tres Manjis hacérselo —añadió, tambaleando el rostro. Achinó los ojos a ver si podía convertir las tres figuras de Manjirō en una sola. Estaba mareada.

—¿Estás bien, Cele? —cuestionó preocupada la castaña, poniendo una mano sobre su hombro.

—Perfectamente —soltó entre risas la aludida.

—Bueno, si tan maravillosa es tu historia de amor con Takemichi, suéltala. A ver si es mejor que la mía —exigió Manjirō, alzando una ceja. Colocó la botella de cerveza sobre la mesita y le sonrió a la pelirrosa.

No sabía por qué, pero tenía una cierta rivalidad con esa mujer.

Celeste se mordió la lengua y Takemichi rio nervioso. No sabían si era que ese chico tenía un increíble poder de observación o solo si había sido casualidad, pero estaba claro, la historia de ellos no era mucho mejor que la de Mikey y Mirai.

—Cierto, Mi-chan, nunca me contaste cómo se conocieron tú y Cele —comentó emocionada Mirai, dando pequeñas palmas de alegría. Estaba ansiosa.

—La verdad es que Cele y yo nos conocimos de una forma un poco rara —sinceró el Hanagaki, rascándose el cuello—. Ella me dio una paliza.

—¡Pido perdón! —exclamó la Hangaki, llorando como una niña pequeña. Aleteó sus manos y cerró sus ojos bruscamente. Se veía que estaba arrepentida.

Manjirō dibujó una sonrisa satisfecho, ya no se sentía tan mal. Mirai vislumbró a Celeste con un atisbo de incredulidad en sus orbes.

—¿Por qué? —inquirió la castaña, curiosa.

—Chocamos... —susurró Takemichi, literalmente sonrojado—. Un día iba por el pasillo del instituto y choqué con ella. No tenía ni idea de quién era ni de lo peligrosa que podía ser. Así que la cagué no disculpándome.

—Perdóname, Chi-chan —pidió en agonía Celeste, todavía llorando cascadas de lágrimas. Se inclinó y estiró su mano para poder tocar el brazo de su marido.

—Ya te perdoné hace años —le dijo él, sonriendo. Sabía que aquello eran efectos secundarios de la gran borrachera que tenía su mujer.

—¿Y como se enamoraron? —preguntaron a la vez desesperados Mirai y Manjirō.

—Bueno... —comenzó Takemichi, pero fue cortado inmediatamente por Celeste.

—La verdad es que no era alguien de quién estar orgullosa en preparatoria —confesó la joven, recargándose contra el posamanos del sofá. Comenzó a darle vueltas a la copa que tenía en su mano. Esbozó una sincera y hermosa sonrisa, en sus ojos asomó un peculiar brillo—. Disfrutaba sentirme mejor que los demás, fuerte. Nadie nunca pudo derrotarme y por eso me creí la reina de la escuela, pero aunque todos me respetaban y temían, estaba sola. Chi-chan fue el único que nunca me tuvo miedo, aún a pesar de que lo llené de moretones en nuestro primer encuentro me sonreía siempre que nos veíamos. Sin darme cuenta comencé a querer encontrarme con él, esperaba que me dedicara esa sonrisa que nadie más tenía el valor para darme. Chi-chan me habló como si nada, sin importarle quien era, me perdonó sin tan siquiera pedírselo. Yo sinceramente no sé porque él se enamoró de una loca inservible como yo —soltó una risita, luego miró a su pareja con una semblante cargado de dulzura; Takemichi le devolvió el gesto—. Pero yo me enamoré de él porque es más amable que nadie.

El pelinegro sintió sus mejillas arder. Fue incapaz de apartar la vista de Celeste aún cuando ella ya lo había hecho para acomodarse nuevamente.

—Fui yo quién me declaré, nunca esperé que aceptara, pero la vida a pesar de todo me quería y Chi-chan se hizo mi novio —prosiguió. Colocó la copa de cristal en el piso y llevó una mano a su estómago, lo frotó con dulzura recordando cuando tenía la panza gigante—. Me quedé embarazada muy joven. Me entró el pánico, apenas había cumplido dieciocho y tener un niño me arruinaría la vida; no sabía que dirían mis padres, no tenía economía para mantener al niño, no podría terminar mis estudios tan siquiera. Pero Chi-chan me dijo que él sería el padre del niño, y que no permitiría que fuera una desgracia para nosotros. El Chi-chan que siempre parecía tan débil y dócil se mostró fuerte ante mí. Creo que ese día me enamoré más.

—Sus padres eran muy exigentes y le exigieron que abortara el bebé. Celeste siempre ha sido muy terca y se negó rotundamente. Al final se fue de casa porque ya no aguantaba más estar allí con toda la presión que ejercían sobre ella. Recuerdo el día en que llegó a mi casa empapada por la lluvia como si fuera ayer. Mi madre habló con ella a solas. No sé que se dijeron, pero las vi llorar... a ambas—susurró la última parte. Las escenas de aquel día hacía casi ocho años eran muy turbias—. Al rato mamá me dijo que Celeste se quedaría en casa y que ella ayudaría con el bebé. Gracias a ella pudimos salir adelante. Con esfuerzo Cele pudo terminar sus estudios universitarios, ella quería ser diseñadora. Yo en cambio comencé a trabajar en una tienda de discos para ayudar en la economía de la casa. Logramos criar al bebé entre todos, y hoy en día Haruto es nuestro mayor tesoro. Eso sí te lo conté, Mirai-chan.

La referida asintió consecutivas veces con una mano en su pecho, completamente emocionada con aquella historia. Un cálido sentimiento se acurrucó junto a su corazón. Por un segundo se preguntó qué se sentiría tener hijos.

Takemichi sonrió y luego miró a su esposa. Se le escapó una pequeña risa al vislumbrarla dormida en el sofá. Su lenta respiración le trajo mucha paz. Con cuidado se puso en pie y colocó la copa de vino medio llena en la misma mesita que estaba la cerveza de Manjirō.

—Creo que ya es hora de irnos. Es muy tarde —razonó el de orbes azules. Hizo una mini reverencia—. Muchas gracias por su amabilidad, cuando nuestro departamento sea una casa los invitaremos nosostros.

—Puedes volver cuando quieras, Takemicchi —dijo Mikey, ensanchando su sonrisa.

—¿Takemicchi?

—A Jiro-kun le gusta poner apodos como a mí —explicó Mirai, rápidamente.

—Oh, ya veo. Nuevamente muchas gracias, Mikey-kun, Mirai-chan —concretó, dando dos pasos hasta llegar donde Celeste. Con mucho cuidado y delicadeza, siempre vigilando no despertarla, tomó a su mujer entre sus brazos y la acurrucó contra sí mismo. Le sacó una sonrisa de labios cerrados verla como una bebé abrazándose a su pecho.

Manjirō elevó las comisuras de sus labios a su máximo explendor, recordando el día en que Mirai se había emborrachado. La situación era muy parecida.

Todos se pusieron en pie para acompañar a Takemichi a la puerta, fue Mirai quien le abrió para ayudarlo.  Takemichi agradeció una última vez antes de tomar rumbo a su departamento, juró que no necesitaba ayuda.

—Bueno, es tarde. Debería irme yo también —murmuró la castaña, todavía con la puerta abierta. Intentó caminar fuera, mas el brazo de Mikey se lo impidió.

—MiMi... —llamó el rubio. No soltó a la joven, pero con su mano libre se revolvió el cabello nervioso—. Espera...

La aludida comprendió lo que le pasaba a su pareja. Soltó la puerta y dejó que esta se cerrara. Dio dos pasos hasta colocarse cerca de Manjirō y respiró. Completamente seria.

—Jiro-kun, has estado con infinidad de mujeres, todas tan distintas a mí —soltó sincerándose, mirándolo a los ojos, sin vacilación alguna—. Eso a veces me vuelve loca. Me pone insegura, tensa. No sé muy bien qué hacer ni cómo hacerlo.

Manjirō la soltó, chasqueando la lengua. Odiaba que Mirai conociera quién había sido antes de que Midori llegara a su vida. Sabía que su reputación podía asustar a la chica, sobre todo cuando ella era más virgen que María.

—Pero está bien —añadió ella, esbozando una sonrisa de oreja a oreja—. Porque de todas esas mujeres, tú me escogiste a mí. Por lo qué... —Mirai tomó la mano de Mikey entre las suyas y la obligó a depositarla sobre su mejilla—. Tócame, Jiro-kun.

El hombre abrió sus ojos como platos ante esa petición. Balbuceó montón de cosas sin sentidos antes de hubicarse por completo en la tierra. Jamás esperó que fuera la misma Mirai quien le pidiera eso. Estaba sorprendido, pero como quien dice sorprendido para bien.

Midori estaba con Chifuyu y según el mismo chico podría dejarla a su cuidado toda la noche. Tenían el departamento para ellos solos. Eran las putas nueve de la noche, por lo que nadie interrumpiría.

Ahora sí era la ocasión perfecta.

—Mirai... —La abrazó de la cintura y colocó su frente contra la de ella.

—¿Qué sucede, Jiro-kun? —cuestionó ella, cerrando sus ojos. Había sido embriagada nuevamente por su olor.

Manjirō empujó el cabello de la chica hacía atrás y se metió en su cuello, incapaz de poder detenerse. Inhaló su aroma a jazmín, ese que lo volvía loco. La abrazó con más fuerza. Escaló hasta llegar a su oreja y confesó, confesó el más dulce de los pecados, la cruz de todo ser humano, lo inevitable.

Manjirō confesó la deleitable trampa en la que había caído.

—Creo que estoy enamorado.


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Palabras del autor:

Se acabó la calma que viene antes de la tormenta. Espero que hayan disfrutado estos caps tranquilos, porque lo que está a punto de venir es un sube y baja de emociones.

Pido perdón por no poderles dar lemon de Mirai y Mikey, pero si voy a escribir eso, será definitivamente en Wabi Sabi, no lo sé, quiero que la primera vez sea allí.

Chifuyu defendiendo territorio.

Celeste toda pendeja.

Takemichi tan lindo.

Mikey inseguro es un amor.

Todos merecemos una Mirai.

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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