Capítulo 10
Lo primero que hizo Mikey cuando llegó al edificio fue recoger a su hija en casa de Mirai, aquello lo había descolocado por completo. Las cosas entre ambos estaban tensas, tanto que agradeció a Midori por estar allí.
Al llegar a casa trató de relajarse. Estaba cansado, así que se dirigió al sofá, tomó el mando de la televisión y pasó de canal aproximadamente unas veinte veces. Ni siquiera veía la pantalla. Aunque tuviera los ojos sobre los constantes cambios televisivos que provocaba, su mirada estaba vacía porque su mente se encontraba en otra parte.
Habían pasado tres días desde la última vez que habló con Mirai. Después de escuchar de los labios de la castaña sus sentimientos ya no hubieron más acercamientos entre ellos. Si bien es cierto que habían tenido que intercambiar escasas palabras por lo relacionado con Midori y la relación de "amistad" que habían formado, la cosa no había ido más allá de eso.
Mirai parecía recordar pese a estar borracha sus propias palabras. Manjirō no era tonto, él sabía que la chica estaba consciente de que se había confesado. Lo podía ver en sus nervios más excéntricos de lo normal cuando se encontraban, en sus sonrojos sin motivos, en sus bruscas retiradas que buscaban por todos los medios una excusa para no tener que hablar mucho con él. Mirai lo estaba evitando
Era más que evidente que no había sido una tontería dicha por un borracho, esas palabras eran verdaderas y tenían una gran peso.
Mikey comprendía el temor de Mirai. Él tenía la reputación del mayor hijo de puta de la historia, por supuesto ella estaría aterrorizada por escuchar una repuesta. Seguramente pensaría que se aprovecharía de ella, o que la rechazaría de forma burlesca o tosca.
Espera...
¿La rechazará?
¿Manjirō rechazará a Mirai?
Él ya sabía los sentimientos de la fémina con certeza, pero...
¿Qué sentía él?
Lo raro era que sentía. Años tratando el sexo opuesto lo habían llevado a tener cero empatía con ellas. Nunca le había importado nadie que no fuera él, y una mujer no era la excepción. Jamás le había preocupado el que pensaran de él, o lo angustiadas que estarían con su rechazo. ¿Qué hacía a Mirai diferente? ¿Por qué esa chica tan torpe y normal lo tenía sin sueño desde que no se hablaban?
Recordó su sonrisa, esa tierna sonrisa que ponía en todo momento. Recordó su pálido rostro rojo como una manzana cada vez que intercambian alguna palabra. Recordó también sus temblorosas manos que, cuando la situación lo requería, desbordaban firmeza.
Un ligero rubor adornó sus mejillas y negó son su cabeza. Soltó el mando y se revolvió el cabello incómodo. No le gustaba eso.
—Mikey-kun... —llamó Midori, apoyándose con una mano de los cogines del sofá para acercarse a su padre y con la otro lo jaló de la camisa. Hacía unos minutos se había sentado a su lado, pero él estaba tan perdido que ni cuenta se había dado.
Manjirō posó impresionado sus orbes sobre su hija. Lo abrumó el semblante preocupado de la pequeña; tenía las pupilas abiertas, con una expresión triste y curiosa.
—¿Estás bien? —inquiró Midori, regresando a su lugar.
Él abrió sus labios dispuesto a contestar que sí, que no había razones para pensar lo contrario. Lamentablemente los cerró, con esa intensión enterrada a tres metros bajo su garganta. En realidad no estaba bien y recién se daba cuenta.
Asintió, forzando una sonrisa. Revolvió los cabellos de su hija y trató de mostrarse natural.
Midori se mordió el labio inferior. Debía mantenerse callada, Honoka la había enseñado a nunca rebatir a los adultos. En más de una ocasión se buscó problemas por sisear las afirmaciones de sus progenitora, porque ella era demasiado impulsiva y no pensaba antes de hablar. Con el tiempo aprendió a guardar silencio y solo asentir, resignada a nunca tener razón. Solo debía utilizar las enseñanzas de su madre en ese momento.
Pero Mikey había sido tan cálido y amable desde que llegó. Siempre dedicándole sonrisas, siempre complaciéndola. Simplemente no podía dejarlo así, ella sentía que él la necesitaba.
—¿Estás seguro? —cuestionó, tras unos segundos. Con cuidado se puso en pie.
Manjirō se encontraba abrumado por toda la empatía que desbordaba aquel pequeño ser que ni siquiera cumplía sus ocho años.
—Mi-chin, estoy perfectamente —contestó, recobrando su sincera sonrisa. Por alguna razón dos simples frases de su hija habían sido suficientes para ponerlo de buen humor—. No te preocupes por mí. ¿Qué te parece si vamos a por unos helados?
Midori abrió sus ojos de par en par y esbozó la más grande y felíz sonrisa que tenía. Sus ojitos brillaron cuales luceros, sus mejillas adquiriron un color rojizo. Asintió frenética. Ella adoraba el helado y todo lo que tuviera que ver con dulces, en eso se parecía a su padre.
Dos segundos después estaba correteando por el apartamento. Fue a su habitación a colocarse una ropa más adecuada para salir. Fue tan veloz que cuando regresó Manjirō recién se estaba levantando del sofá. Lo esperó en la puerta, lugar donde se colocó sus sandalias —unas que Mirai le había comprado—. Al ponerse en pie sintió a su padre detrás.
—Hey, Mi-chin, me he dado cuenta de que toda tu ropa te la ha regalado MiMi —comentó el pelinegro, poniéndose sus grandes zapatos—. Tenemos que ir algún día a comprarte algo. No puedes vivir poniéndote los mismos tres vestidos una y otra vez.
Ella se encogió de hombros, tomó los extremos de la falda del vestido que portaba y miró al suelo—. Tres vestidos son más que suficientes para mí.
—Para mí no —dijo Mikey, volviendo a revólver los cabellos de su hija.
Midori vislumbró otra vez impresionada a su padre. Él abría la puerta dispuesto a iniciar su marcha rumbo al súper que había a dos cuadras del edificio. Ella en cambio parecía bastante sentimental con lo último que había pronunciado el mayor, estaba asombrada y a la vez contenta.
Ya recompuesta, la pequeña dio dos golpesitos en el suelo con la punta de sus dedos —imitando algo que hacía Manjirō cada vez que iba a salir de casa— y caminó hasta llegar al pasillo. El aire fresco de la tarde le despeinó los cabellos.
Mikey terminó de pasar llave a la puerta y se volteó dispuesto a ponerse en marcha. Algo lo detuvo. Se quedó parado, junto a Midori, vislumbrando como una atolondrada y distraída Mirai cargaba las bolsas de la compra hasta su hogar. Quiso acercarse para ayudarla con la tarea, pero algo no le permitió moverse. Tan solo la observaba, sin apartar la vista, completamente embobado con ella.
Lo que había logrado Midori hacía unos minutos había sido increíble, había logrado sacar de la cabeza de Manjirō a Mirai, mas el destino caprichoso la ponía en su camino evitando que esto fuera por mucho tiempo.
—Ven conmigo, Mi-chin —solicitó a su hija, tomándola de la mano mientras caminaba con dirección a la castaña—. ¿Necesitas ayuda? —preguntó el pelinegro al fin, acercándose a Mirai. Le sacó una risita verla dar un respingo en el lugar asustada.
Cuando la joven se volteó sonrojada con un semblante gracioso, Manjirō supo que no podía permitir que las cosas entre ellos siguieran así.
—No, para nada —negó la Hoshizora, buscando sus llaves en el bolso lo más rápido que pudo. Soltaba pequeñas carcajada nerviosas y ni siquiera se percató de la presencia de Midori.
—¿Estás segura?
—Completamente. —Le mostró sus llaves con una sonrisa de lado. Se giró y abrió la puerta, luego se llevó el llavero a la boca y cargó con ambas manos las bolsas de la compra hacia su departamento.
Sin una despedida la puerta se cerró casi que en sus narices.
—Mirai-chan y Mikey-kun se parecen —susurró Midori, alzando la vista para ver a su padre. Cuando sus oscuros orbes chocaron con los de Manjirō, prosiguió—. Ambos dicen que están bien cuando no lo están.
Él soltó un suspiro cansado. No pudo responderle nada a su perceptiva hija, ella tenía toda la razón del mundo.
Padre e hija caminaron hasta llegar al supermercado. Tener uno cerca era de gran ayuda. Manjirō quería aprovechar para comprar algunas cosas y surtir su nevera, gracias a Mirai tenía una casa decente, ahora quería poder brindarle algo a Midori cuando tuviera hambre.
Al llegar él tomó un carrito. Miró con un atisbo de diversión en sus ojos a la pequeña y, sin tan siquiera preguntar si sería de su agrado, tomó a la niña y la sentó sobre su carrito de la compra.
Ella no se quejó, tan solo se vio a si misma y luego a su padre.
—Será divertido —dijo él, comenzando a empujar el dichoso carrito. Volvió a reír por enésima vez esa tarde cuando la vio aferrarse temerosa al metal—. Tranquila, no vas a caerte.
¿Estaba Midori bastante mayor para eso? Si, pero a Mikey le hacía ilusión poder llevarla así por todo el súper. Nunca le había importado lo que pensaran los demás de él, en eso tampoco habría excepción.
Viajó por los distintos sectores y sesiones del lugar. No era gigante, pero tampoco era chiquito, así que tenía bastante que ofrecer.
Decidió tomar unos cereales y algunas botellas de leche para el desayuno. Compró también unos paquetes de huevos, una botella de ketchup y algunas especies para hacer tortillas u omelettes. El arroz y el pan no podían faltar en su carrito. Ya por último tomó algunos dulces y paquetes de galletas.
Se sentía como empezar de cero. Debía aprender a cocinar. Era la primera vez que una responsabilidad como esa se le hacía divertida y bonita.
A Midori le costó tener que despedirse del carrito, había descubierto una nueva pasión. Pero cuando marcharon a pagar las compras no le quedó más remedio que bajarse resignada. Entonces Manjirō supo que parte de su sangre cedienta de adrenalina se escondía en aquel semblante tranquilo y aquellas acciones pausadas, hasta la imaginó montando su moto en un futuro bastante lejano.
Pasaron tanto tiempo dentro, hablando de cualquier tontería, que cuando salieron ya se había hecho completamente de noche.
Caminaban uno al lado del otro. Manjirō llevaba las compras de casi todo en general, mientras Midori cargaba la bolsa de los dulces.
—Mikey-kun, yo, he decidido que ya quiero ir a la escuela —soltó de la nada la menor, balanceando de alante hacia atrás su bolsa de plástico.
—¿Estás segura? Puedes tomarte el tiempo que quieras.
—Ya me tomé el tiempo —siseó la pequeña, sonriendo avergonzada—. Mirai-chan y Mikey-kun me han permitido pasar unos días increíbles. Estoy lista para ser una chica normal.
—Es la primera vez que vas a una escuela. ¿No tienes miedo? —Él mismo se mordió la lengua tras aquello. Era obvio que hablaba respeto a sus cicatrices y el evidente maltrato que sufrió una vez en su vida. No quería que ella se sintiera presionada con eso debido al consejo de Mirai, mas a veces le salía el lado protector que tenía oculto dentro.
—Noup —respondió sincera, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor—. Porque sé que si algo malo me pasa, Mikey-kun y Mirai-chan van a defenderme. Por eso no tengo miedo.
Manjirō sonrió—. Estás en lo cierto, nadie va a hacerte nada mientras estés conmigo.
Al adentrarse nuevamente en el edificio y caminar rumbo a su hogar, Mikey no pudo evitar recordar aquel día, el día en que su vida comenzó a cambiar. Había regresado hastido del trabajo dispuesto a matar a alguien. Ahora regresaba del trabajo y se le dibujaba una sonrisa al ver a su hija.
Tener esa nueva responsabilidad le había quitado tiempo para fiestas, bares, mujeres, aventuras. Ciertamente tener un hijo consumía tiempo y energías, pero allí estaba, disfrutando de la difícil tarea que consistía ser un buen padre. Había madurado lo suficiente para aceptar esa labor con la debida seriedad que llevaba. Ahora era amigo de Midori, compartían tiempo juntos, ella comenzaba a abrirse con él, a mostrarse más confiada, comenzaban a encajar tan bien como un puzzle. Era satisfactorio.
Y todo eso no hubiera sido posible sin Mirai. Aquel día había sido borde con ella, la había ignorado a pesar de que Mirai siempre tenía una sonrisa para él. Por puro interés le dirigió la palabra sin saber el daño que le hacía y la tristeza que provocaba en ella, porque esa chica estaba enamorada del idiota de Mikey.
Terminaron de subir las escaleras y llegaron al departamento. Manjirō se prohibió pensar más en el asunto mientras abría la puerta de su casa y permitía a su pequeña pasar. Él iba a hacer lo mismo hasta que, por obra y gracia del destino volvió a encontrarla saliendo de su departamento.
La castaña portaba un vestido amarillo claro, por encima traía su bata de pediatra y tenía colgada su identificación en un bolsillo de esta. Su largo cabello estaba recogido en una trenza y traía unos zapatos ligermante altos.
Al voltearse con el objetivo de ir a trabajar, Mirai encontró a Manjirō observándola fijamente. Se sonrojó y alzó su mano en forma de saludo. Apresuró su paso e intentó escapar, pero esta vez él no la dejaría.
—¡MiMi! —exclamó el chico. Colocó veloz las bolsas de la compra sobre el suelo y miró a su hija, quien aguardaba dentro del departamento a que su padre se diganara a entrar—. Espérame aquí.
Modori asintió comprensiva y se dirigió al sofá.
Mikey cerró la puerta y sonrió buscando con la vista a Mirai, mas la chica había desaparecido. Bufó, porque odiaba las persecusiones, pero ella no le había dejado opción.
Apresuró su paso para hallarla antes de que ya no pudiera hacerlo. Por suerte la encontró en el recibidor del edificio, casi que saliendo. Tomó la mano de la joven entre la suya y afianzó los pies al suelo, impidiendo que aquella mujer diera un paso más.
—Mirai, ¿quieres dejar de evitarme? —inquirió, deseoso porque la aludida se volteara a verlo.
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Palabras del autor:
Ando en pruebas, ¿vale? Si me demoro es por eso. No tengo tiempo ni para existir. Aún así estoy tratando de actualizar (aunque sea poquito) mis historias, porque ya tengo un atraso horrible :(
En fin, les quería comentar, ya que yo me hago autospam.
¿Qué pensarían de un fanfic de Chifuyu, uno de Draken y uno de Takemichi?
En de Takemichi ya anda publicado, no más espero a actualizarlo cuando tenga tiempo ;-;
Pero los demás están en proceso :3
También tengo pensado un shot para Kazutora y un mini finc para Baji.
¿Ustedes qué dicen?
Eso sin contar los millones de ideas que tengo para Mikey.
En fin. Nadie confío en Mikey el capítulo pasado y miren, está dando el paso él, nuestro niño ha crecido :D
Recuerden seguirme en mi Twitter: Mio_Uzumaki, donde estaré publicando cositas de mis historias, adelantos, dibujos, etc.
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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
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