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EXTRA 2: Navidad en Familia

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EXTRA DOS
NAVIDAD EN FAMILIA

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CASSIOPEIA BLACK

Los ventanales de vidrio estaban repletos de una gran capa de nieve blanca. Un suave aroma a mantequilla derretida y azúcar llenaba el aire y de fondo el suave sonido de música clásica convertía el ambiente aún más cálido.

La puerta de la cocina se abrió unos centímetros y de ella se asomó una cabellera castaña y unos ojos verdes que brillaban de alegría.

—Mami... ¿eso que huelo es galleta de chocolate? —preguntó con entusiasmo mi niña de seis años.

—Sí, Callie —respondí con ternura—. Estoy preparando. ¿Quieres ayudarme a preparar las galletas?

—¡Sí, sí!

—Te falta algo, Cassie —la detuve al ver que iba a subirse en el taburete de madera.

—¿Qué cosa, mami? —me miró confundida.

Cuando entendió que me refería a que le hacía falta lavarse las manos, salió de la cocina con demasiada rapidez.

Callie siempre ha sido una niña alegre y energética que le emocionaba pasar tiempo conmigo; desde pintar, dormir juntas, ver películas, cocinar o cualquier otra cosa.

Y yo también disfrutaba pasar tiempo con ella.

Callie es mi mejor compañía.

Desde hace seis años se ha vuelto mi razón de vivir. Ella llegó para darme fuerzas en momentos más duros, desde la ida de Harry en Horrocruxes hasta la muerte de Amabel, Remus y Tonks.

Luego de unos segundos llegó con las manos recién lavadas y con un delantal ya puesto que parecía demasiado grande para ella. Se subió sobre del taburete, consiguiendo llegar a la altura del mesón.

—Yo echo las chispas de chocolate.

Sus manos pequeñas sostenían una cuchara de madera con determinación, mezclando una masa espesa llena de pedacitos de chocolate.

Pasé la mayor parte del tiempo supervisaba lo que ella hacía. Mis manos guiaban las de Callie con paciencia mientras vertían cuidadosamente la harina en el tazón.

—¿Puedo probar un poquito? —preguntó la pequeña, señalando la masa cremosa.

—Solo un poquito, pero recuerda que hay huevos crudos —respondí fingiendo ser estricta, aunque no pude evitar reír cuando Callie probó y cerró los ojos como si fuera lo más delicioso que hubiera probado jamás.

Una vez que la masa estuvo lista, Callie comenzó a formar bolitas torpes con las manos, riendo cada vez que una de ellas salía más grande o pequeña de lo que debería. Cuando las bandejas estuvieron listas, las deslizó en el horno mientras Callie presionaba el temporizador con orgullo.

—Cuando crezca, haré galletas como tú, ma —murmuró Callie, tomando mi mano mientras observando las galletas a través del vidrio transparente del horno.

—Y serán aún mejores —repliqué acariciándole el cabello con cariño.

—¿Puedo hablar con mi hermano, mami? —pidió mirándome con esos ojos verdes que tanto me recordaban a su padre.

—Claro, chiquita. Vamos.

Ambas nos quitamos los delantales y salimos de la cocina, dejando las luces prendidas y la puerta abierta a unos cuantos centímetros.

Nos acostamos en el sofá más grande de la sala. Ella apoyo su cabeza en mi barriga abultada y dejó varios besitos.

—Hola James. Soy Callie, tu hermana mayor —habló, apegando su boquita a la piel de mi barriga—. Ya queremos que nazcas. Quiero jugar contigo y con Teddy un partido de Quidditch en el patio gigante.

De pronto, sentí dos pataditas.

—¡Mami! ¿Viste eso? ¡Es James! ¡Está despierto! —chilló de alegría Callie.

—Sí, chiquita —acaricié su cabello con ternura—. Síguele hablando que le encanta escucharte.

—Estamos en época navideña, mi favorita. ¡Estoy segura de que también te gustará! El tío Ron nos ha invitado a una cena navideña con ellos mañana, yo solo espero que me dé el regalo que me prometió...

—Callie, la navidad no solo se trata de regalos —intervine.

—No la escuches, James —arrugó sus cejas—. ¡Qué vivan los regalos!

—Eres todo un caso, Calliope —dije entre risas.

—El tío Ron me dijo que me daría mi regalo con la condición de que yo quede en Gryffindor cuando vaya a Hogwarts. Lo que él no sabe —bajó la voz como si no quisiera que nadie más la escuchara— es que mi color favorito es el verde.

Siguió contándole las cosas de su vida a James, a menudo solía bajar la voz como si le estuviera contando un secreto que quedaría siempre entre ellos.

Me llenaba el corazón cada que Cassie le hablaba con entusiasmo a su hermano. Todavía ni nace, pero sé que será la mejor hermana.

Harry y yo fuimos hijos únicos y siempre quisimos tener hermanos. Por lo tanto, para nosotros nunca fue problemas el llegar a un acuerdo a que yo me volviera embarazar. Sin embargo, ambos teníamos obligaciones.

Por empezar, Harry no quiso terminar Hogwarts (ni yo tampoco) y decidió dedicarse a ser auror. Fue una gran noticia cuando Kingsley llegó aquella tarde a contarnos que la admirable audacia de mi esposo para vencer a Voldemort era acto para aplaudir y le permitía toda la facilidad de trabajar en el ministerio. Lo mismo sucedió para Ron. Ninguno de los dos tuvo que hacer prácticas ni nada por el estilo.

Por mi parte, escuchando el consejo de Marie, me enfoqué en mejor mi técnica de pintura y me inscribí a una academia de arte. Pese a que ya tenía conocimientos, me ayudó mucho a refinar mis habilidades, aprender técnicas específicas en materiales, la teoría del color y muchas otras cosas más.

Luego llegaron las oportunidades de trabajo. Las galerías y exposiciones de la academia fueron espacios perfectos para mostrar mis trabajos. Empecé a relacionar con galeristas y críticos del arte, quienes tuvieron un buen ojo con mis obras. Poco a poco, tanto muggles como magos les empezó lo que yo hacía, la voz corrió por el mundo de Las Bellas Artes y los ingresos para el hogar incrementaba.

No teníamos problemas económicos, pero me gustaba saber que estaba ayudando en casa con mi arte y no dejarle ese trabajo solo a Harry.

Cuatro años después terminé mis clases en la academia con un título profesional. Y cuando menos me lo esperaba, con pocos meses de estar trabajando en una galería famosa, Harry me propone matrimonio.

—¡Mami, mami! —la voz de Callie se trajo a la actualidad—. ¿Cuándo va a nacer James? Ya quiero jugar con él.

—Paciencia, chiquita —en su boquita había un pequeño mohín de frustración—. Dentro de unos pocos meses nacerá. ¿Por qué no mejor pintamos?

—No, no quiero —se bajó del sofá—. ¿Cuándo viene papi? Quiero jugar Quidditch.

Callie no mostraba dotes de artistas. Le gustaba pintar, pero era por momentos. Lo que realmente le encanta es la adrenalina. Salta y corre de aquí para allá como si tuviera una pila que nunca se acabase.

Pero, sobre todo, si fuera por ella pasaría toda su vida encima de esa escoba volando por todo el patio gigante.

—Más tarde, chiquita —le acaricié el cabello—. ¿Y si jugamos a la cocinita?

—¡Sí, sí! ¡Kreacher!

¡Crac! El elfo doméstico apareció e hizo una reverencia. Callie se lanzó a él entre abrazos.

—Ama Callie, me ha mandado a llamar.

—Juguemos a la cocinita, Kreacher —chilló contenta Callie—. Tú serás el cliente y yo la cocinera.

Kreacher chasqueó los dedos y apareció el montón de juguetes de Callie que suelen estar guardados en su habitación.

A tan corta edad, Kreacher se había convertido en su mejor amigo, después de Teddy. El elfo siempre aparecía para estar a sus órdenes, los cuales solo eran juegos inocentes. Aunque a veces Callie, al ser muy chiquita, no medía el poder de sus palabras. Una vez, luego de preparar la cena, encontré un caballo blanco, dos cerdos chiquitos y una manada de pollitos en medio de la sala que había quedado destruida.

Desde ese día, Harry y yo tuvimos que explicarle a Kreacher que no podía cumplirle todo lo que Callie le pedía o nos destruiría la casa por completo.

—Toma tu taza, Kreacher —le tendió el recipiente e hizo el amago como si le estuviese sirviendo algo—. ¿Cómo está tu té?

—Exquisito —dijo causando una sonrisa en la pequeña.

—¡Bien! —sonrió mostrando sus dientes—. Te serviré pizza recién horneada. ¿Quieres una porción, mami?

Sacó de la cocina de juguete unas pizzas de plástico. Me senté con ellos dos en el suelo y estuvimos jugando un rato.

Durante la búsqueda de los Horrocruxes, Kreacher y Harry se había ganado el cariño del otro. Además, el cariño hacia los elfos cambió mucho para nosotros desde la muerte de Dobby. Por lo tanto, cuando nos mudamos a Grimmauld Place número 12 ambos estuvimos de acuerdo que el elfo se quedara con nosotros.

Y hablando de Grimmauld Place número 12, lucía totalmente diferente a como la primera vez puse un pie aquí. Ambos nos encargamos de hacerle mejorar al lugar. Y, aunque tomara mucho tiempo, logramos deshacernos de cosas como boggarts o el mismísimo retrato de Walburga Black con ayuda del personal que trabaja en el ministerio magia.

Queríamos darle el mejor hogar a Callie y creo que lo hemos conseguido.

—¡Hola!

Cuando menos me di cuenta, sentí un peso sobre mi espalda y luego observé unos bracitos alrededor de mi cuello que me abrazaban con dulzura.

—Mi vida, llegaste —dije al notar una cabellera azul. Me volteé para abrazarlo.

—¡Teddy! —chilló contenta Callie, levantándose y llegando a nosotros cuando nos separamos del abrazo—. ¡Llegaste justo al momento perfecto!

Se había hecho una costumbre que Teddy viniera a pasar viernes, sábado y domingo con nosotros. Harry solía pasar por él cuando salía del trabajo, otras veces yo iba y aprovechaba para saludar a Andrómeda. Sin embargo, con todo el tema del embarazo Harry se vuelve muy exagerado, poco más y no quiere que haga nada.

—¿Por qué? ¿Vamos a jugar Quidditch? —preguntó Teddy mirando con una sonrisa a la niña.

—Aparte de eso —replicó Callie—. ¡Mamá y yo hicimos galletas de chocolate!

—¿Ya están listas? Yo quiero galletas, madrina.

—Ya les sirvo —comenté mientras me sentaba en el mueble—. ¿Teddy, dónde está tu...?

—¡Papi! —Callie corrió a los brazos de su padre.

Harry sonrió al escuchar el grito de alegría de su hija, un sonido que le llenaba el corazón de felicidad. Con ternura, la levantó entre sus brazos, rodeándola con un abrazo cálido y protector. Harry no pudo evitar acercar su rostro al de ella, cubriéndole la carita de besos, mientras Callie, entre risas y pequeños saltitos, lo miraba con una mezcla de amor.

Cuando Harry se separó de nuestra hija, sus ojos se enfocaron en mí. Yo le regalé una pequeña sonrisa.

—Ya estaba preguntando por ti a Teddy.

—Estaba guardando unas cosas en el garaje. ¿Cómo has estado, mi amor? —preguntó Harry sentándose también en el sofá y tocando mi vientre—. ¿Cómo está James?

—Estamos muy bien, Harry —le acarició el cabello—. Con Callie hemos preparado unas galletas de chocolate. ¿Te molesta si las sacas del horno para los niños?

—Claro que no —besó mi mejilla y luego miró a los niños—. Vengan, chicos —se levantó del sofá—. Vamos por esas galletas.

Cada uno se agarró de la mano a Harry y los tres desaparecieron al cruzar la puerta de la cocina.

Pronto, el olor a galletas recién horneadas llegó a mi olfato. Callie y Teddy llegaron con una galleta en sus manos. Ambos se sentaron al suelo a jugar.

Harry dejó un plato grande con las galletas en el medio de la mesa de centro y se sentó a mí lado.

—¿Cómo amaneciste, Cassie?

—Ya te dije que estoy bien, amor —no estaba con ánimos para agobiarme con sus preguntas.

—Ayer tuviste náuseas...

—Y es normal, Harry, te recuerdo que me volviste a embarazar —apoyé mi mentón sobre su hombro, abrazándolo—. ¿Cómo te fue a ti en el trabajo?

—Algo extraño. El departamento de Control ha encontrado un artefacto raro que podría contener magia negra.

—¿Crees que le haya pertenecido a Voldemort? —pregunté en susurró, mirando de reojo a Callie y Teddy, quiénes jugaban en el suelo con sus juguetes.

—Puede que sí, puede que no.

Después de casi seis años, Voldemort seguía siendo tema de conversación entre nosotros, sobre todo en el ministerio de magia.

El ministro trabaja para atrapar a los seguidores de Voldemort, ya que hay algunos que nunca fueron capturados y se han ocultado muy bien, otros, como los Malfoy, que fueron "perdonados" porque dieron información sobre supuestos aliados del mago más temible.

Y lo digo entre comillas porque, al menos yo, nunca podré perdonar a Lucius y Narcisa Malfoy. Nunca podré olvidar que ellos fueron aliados de quién fue el enemigo de la persona que más amo, nunca olvidaré que ellos fueron cómplices de la muerte de Sirius y del todo el daño que causaron.

Sobre todo, nunca me convencieron sus "disculpas" porque sé que ellos siguen teniendo en su mente enferma la ideología de la sangre pura e despreciar a los muggles.

Draco era un tema aparte. Sé que, muy en el fondo, ha cambiado para bien. Y, a pesar de que no somos cercanos, me alegro por las cosas buenas que le suceden en su vida. Por ejemplo, me he enterado de que está comprometido con Astoria Greengrass, hermana de Daphne.

No podría sentirme más feliz por él.

Y hablando de él...

—Por cierto, Draco nos ha invitado a una cena.

Harry pareció sorprendido. Tomó una galleta y se la llevó a los labios.

—¿Una cena?

—Él... quiere hablar contigo —repliqué con un tono suave de voz mientras le acariciaba el cuello—. Arreglar... algunas cosas.

—¿Cuándo?

—No lo sé, después de navidad.

No dijo nada por unos segundos, observó como Callie reía debido a que Teddy había transformado parte de su nariz y boca en las de un pato.

—Creo que... podríamos preparar mi plato favorito —musitó él sonriendo un poco—. Seguramente a Draco y su prometida le gusten.

—Sí... —sonreí— seguro que sí —musité—. Y hablando de cena... —miré el reloj— es tiempo de comer. Kreacher.

El elfo apareció ante mi llamado.

—Ama Cassiopeia, amo Harry.

—Kreacher, ¿podrías ayudarme a servir la comida mientras yo les avisó a los chicos que la cena ya está lista?

—Claro que sí, ama Cassiopeia.

Yo sonreí mientras veía a Kreacher chasquear los dedos y desaparecer.

Harry fue a cambiarse y yo les notifiqué a los niños que la cena ya está lista para que recogieran los juguetes.

Callie recogió todo mientras Teddy llevaba su maleta su cuarto, ya que la había dejado tirada en el suelo de la entrada por la emoción al vernos.

Yo tomé la bandeja con las galletas para llevarla al centro de la mesa del comedor. Cuando me acerqué este, observé como los platos rellenos de comida se colocaban por sí solas en puestos específicos. Solo ayudé a Kreacher a colocar los vasos y cubiertos.

La verdad es que siempre trato de no darle tantas tareas a Kreacher, aunque Harry me dice que no importa mucho ya que al elfo no le molesta ayudarnos.

Callie y Teddy llegaron al mismo tiempo que Harry. Los tres se sentaron en sus lugares respectivos.

—¿Se lavaron las manos? —los dos pequeños negaron con la cabeza ante la pregunta de Harry.

—Antes queríamos saber si podríamos jugar Quidditch después de comer —preguntó Teddy observando a Harry, pero fue yo fui quién respondió.

—Es muy tarde, cariño —le acarició su cabello, el cual se había transformado en marrón al escucharme—. Sería mejor mañana después del desayuno.

—¿Lo prometes mami? —Callie hizo un mohín con su boca.

—Por supuesto que sí, chiquita, yo siempre cumplo mis palabras.

—Bien, mañana me pondré la camisa de Chudley Cannons que me regalaron para mi cumpleaños —comentó él metamorfomago mirándonos a mí y a Harry con una gran sonrisa mientras su cabello cambiaba a un rubio.

—Las Arpías de Holyhead es mejor el mejor equipo de Inglaterra, Teddy —le reprochó Callie, cruzándose de brazos.

—Antes de que se les ocurra iniciar una discusión, vayan a lavarse las manos —intervino Harry cuando vio que Teddy estaba a nada de defender a su equipo.

Disfrutamos de una cena tranquila. Los niños contaban sus anécdotas, Harry y yo intercambiamos miradas cómplices, y el sonido de los cubiertos era apenas un susurro en el fondo.

Al día siguiente fue el verdadero caos. Los niños se levantaron contentos, abrieron los regalos debajo del árbol y en la tarde estuvieron jugando Quidditch con Harry la mayor parte del tiempo.

Marie, quién llegó esa a primera hora, logró sacarlos del patio con el olor a chocolate caliente.

—Cuidado, que está caliente —les advirtió Marie mientras le pasaba a cada uno su taza.

—¡Gracias, abuela! —dijo Callie, soplando con cuidado la superficie de su chocolate antes de dar el primer sorbo.

—Esto sabe a Navidad —exclamó Teddy con los ojos brillantes, dejando un bigote de chocolate sobre su labio superior.

—Claro que sabe a Navidad —respondió Marie, riendo al ver su expresión—. Es mi receta especial. Le pongo un toque de canela y mucho amor.

Callie sonrió mientras metía un malvavisco en su taza, viendo cómo se derretía lentamente.

—Abuela, cuéntanos otra historia de cuando eras niña en Navidad —pidió, abrazando su taza con las dos manos.

—Otro momento, cariño —dijo Marie, agitando su varita, logrando recoger los platos sucios—. Ahora tienen que tomarse rápido ese chocolate caliente y cambiarse de ropa para ya irnos.

El recordatorio de que nos iríamos los alegró más. Dos horas después, ya estábamos los cinco, muy abrigados, frente a la puerta de la Madriguera.

—¡Hola! ¡Pasen, pasen, que afuera hace demasiado frío! —dice la señora Weasley con una sonrisa.

—Que alegría verte, Molly —aseguró Marie mientras la abrazaba—. ¿Todo tranquilo por aquí?

—Todo normal, linda. ¿Y ustedes, mis niños? ¿Se han portado bien? —les preguntó la señora Weasley, colocando sus manos en ambas caderas.

—Muy bien —respondió riendo Harry mientras la abraza—. ¿Cómo están usted y el señor Weasley?

—No nos podemos quejar —contestó la señora Weasley mientras nos retirábamos los abrigos y los dejábamos colgados en el perchero—. Aunque Arthur está algo obsesionado con un nuevo invento muggle.

Iba a decirle algo a Callie, pero cuando me volteé, tanto ella como Teddy ya había corrido hacia el interior de la casa.

«Niños» pensé sonriendo.

—¿Y tú, Cassie? ¿Cómo vas con ese embarazo? —volteé a ver a la señora Weasley, quién me miraba con interés.

—De maravilla, aunque aquí el que no la pasa muy bien es Harry —respondí señalándolo, quien negó con la cabeza con una sonrisa nerviosa—. Tiene los nervios a punta, se preocupa por todo.

—Así son los hombres, querida —respondió Molly con una risita cómplice—. Eso es tan típico —se llevó una mano al pecho—. Arthur no era muy diferente. La primera vez que trató de calmar a uno de los gemelos, ¡les cantó un hechizo de desilusión porque no podía encontrar un chupón!

Las dos se echaron a reír, intercambiando más anécdotas de los tiempos en que sus propios hijos eran pequeños.

—Voy a la cocina. Tengo que terminar con la cena.

—Te acompaño, Molly —se ofreció Marie con una actitud positiva—. Además, quiero que me des tu receta de galletas de jengibre, ¡Callie siempre habla maravillas de ellas!

Ambas se dirigieron a la cocina, riendo y compartiendo historias mientras Harry y yo nos acomodábamos en la sala.

—¡Cassie!

—¿Cómo estás, Fleur? —preguntó contentísima de ver a la francesa—. Me alegra verte, pensé que pasarían las navidades en Francia con tus padres.

Ella me recibe en un cálido abrazo. Fleur y yo nos volvimos aún más unidas luego de la guerra. Nunca podré olvidarme la gran ayuda y compañía que fue para mí cuando yo estaba embarazada. Además, Fleur nos visita muy seguido ya que adora mucho a su ahijada.

—También estoy contenta de verlos —dijo dándole un rápido saludo a Harry—. Hubo cambio de planes a última hora, mis padres decidieron que lo mejor sería pasarlas aquí —replicó con una sonrisa—. Además, los niños querían pasar la navidad con su primita Callie.

Señaló justo al momento exacto en el que Victoire y Dominique a nosotros con emoción.

—¡Tío Harry, al fin llegas!

Dominique, de tan solo tres años, corrió hacia Harry, quién no tardó en cargarla entre sus brazos.

—¡Te extrañé mucho!—exclamó Dominique, apoyando su cabeza en su hombro.

—Yo también, princesa —respondió él con voz suave, acariciándole el cabello—. ¿Te has portado bien este año?

Ella asintió rápidamente. Entonces, Harry sacó de su bolsillo una barra de chocolate envuelto en papel dorado y se lo entregó.

Por otro parte, Victoire me abrazó por la cintura, apoyando su cabeza en mi barriga abultada. Le acaricié con cariño su cabellera rubia y también le una sonrisa.

—Te ves guapísima, tía Cassie.

—Tú también te ves guapa, Victoire. ¿Quién te vistió así? Pareces toda una princesa —halagué, causando que sonriera.

A pesar de que no compartimos la misma sangre, los Weasley son nuestra familia.

Es la familia de Harry desde los once años, y se convirtió en mía al casarme con él. Entre todo lo bueno y malo, ellos siempre estuvieron ahí para apoyarnos.

Cuando Victoire se alejó de mí para buscar a su abuela, yo miré a mi esposo, el cual estaba a unos metros hablando animadamente con su mejor amigo aun sosteniendo a Dominique en brazos, pero no había rastro de Callie, ni mucho menos de Teddy.

Ambos se acercan a mí, Ron para saludarme y Harry para preguntarme donde está nuestra hija y ahijado.

—Yo me pregunto lo mismo.

Se escucharon risas desde las escaleras y pronto aparecieron los responsables del ruido. Callie estaba sobre la espalda de George, quién la llevaba a caballito, causándole risas a mi hija.

—¡George! No des tantas vueltas o Callie terminará vomitando como la última vez —le advertí al tiempo que me acercaba a ellos.

—¡Otra vez, tío Georgie! —chilló Callie de alegría.

—Claro que...

—No —le interrumpí a George—. Tú y Teddy vinieron comiendo, Callie. Podrían vomitar. ¿Y dónde está Teddy?

—Arriba con Fred, le está enseñando a cómo funciona los zapatos saltarines —explicó George con tranquilidad.

—¿No le estarán enseñando hacer travesuras en lugar de darles buenos ejemplos?

George se encogió de hombros en señal de inocencia.

—El tío Freddie solo nos estaba enseñando el verdadero espíritu navideño... con un poco de magia.

Puse los ojos en blancos mientras ayudaba a Callie a bajar de la espalda de George. Estoy segura de que cuando mi hija se junta con los gemelos, el mismísimo diablo les tiene temor...

—Hazme un favor, George —musité colocando mi mano en su hombro—. Trae a Teddy, por favor, debe tomar sus medicamentos.

Cuando George se desvaneció, Callie notó quién acompañaba a su padre.

—¡Tío Ron!

—¡Eh, pequeña monstruito! ¿Me extrañaste o solo viniste por los regalos? —bromeó Ron, arrodillándose para quedar a su altura.

—¡Por los dos! —respondió ella con una carcajada, dándole un abrazo apretado.

Ron se levantó, fingiendo un suspiro.

—Vaya, qué sincera eres. Bueno, ¿y qué has estado haciendo últimamente? ¿Algún plan para dominar el mundo?

Callie se cruzó de brazos, imitando un gesto de adulta.

—No, todavía no, pero hice una tarjeta de Navidad para ti.

Ella sacó de su bolsillo un pedazo de cartulina decorada con purpurina y dibujos de estrellas. Ron lo tomó con cuidado, como si fuera el regalo más valioso del mundo.

—¡Esto es increíble! —dijo con exageración, llevándose la mano al corazón—. ¿Puedo presumirlo con todos de la familia?

Callie asintió, pero luego le agarró del brazo con una mirada seria.

—Pero no lo pierdas. Me tardé mucho en hacerlo.

—Te lo prometo —le guiñó un ojo y luego señaló hacia la mesa de postres—. Ahora ven conmigo. He escuchado que los buñuelos necesitan ser probados, y solo confían en expertos como nosotros.

Callie rio y tomó su mano. Juntos caminaron hacia la mesa.

En eso llegaron Fred y George con Teddy caminando en medio de ambos, los tres tan sumergidos en su conversación. Mi ahijado tenía ahora el cabello rojo, parecía uno más de la familia.

—Eso es un secreto... pero si prometes no decírselo a tus padrinos, te enseñaremos la mejor manera de hacer que la comida desaparezca en la mesa.

—¿Qué fue lo que dijiste, Fred? —dijo Harry, con una mezcla de diversión y desaprobación en la voz.

Fred y George levantaron las manos en señal de inocencia, pero Teddy ya se estaba echando a reír.

Darle el medicamento a Teddy hubiera sido demasiado complicado de no ser porque Callie nos ayudó. Se acercó a nosotros e hizo el amago de que también tomó lo mismo que él cuando en realidad solo era agua lo que contenía su vaso. Todo eso solo para motivarlo a que se tomara su medicamento.

Callie y Teddy son como uña y mugre. Suelen compartir una relación llena de confianza y complicidad. Se cuidan mutuamente, como cuando uno ayuda al otro si se cae. Comparten secretos, disfrutan de las mismas actividades y cuando se pelean, resuelven rápidamente sus conflictos.

A veces me preocupo de más por sus futuros, específicamente cuando vayan a Hogwarts. Es obvio que ellos no irán a las mismas casas y temo de solo pensar en cuánto se les podría dificultar estar separados.

Aunque también considero que sería una buena oportunidad para que hagan más amistades y no solo dependan del otro.

Sacudí mi cabeza, todavía faltaba demasiado tiempo como para estar pensando en eso.

—¡Vamos, Callie! —escuché de lejos la voz de Victoire, sacándome de mis pensamientos—. Te quiero enseñar mi nuevo regalo.

—Espera... ¿Teddy puede venir con nosotras? —señaló al metamorfomago, el cual estaba un poco apartado de ella, pero viendo todo.

Cuando digo que estos dos son peor que uña y mugre, no exagero.

—Bueno —musitó Victoire, echándole un vistazo al pelirrojo—. Vamos.

Me gustaba saber que Callie, a diferencia de nosotros, tiene una familia inmensa. En el caso de Teddy, me llena el alma verlo rodeado de tanta felicidad. Harry y yo nos hemos esforzado para darle la familia que merece, después de todo, perdió a la suya cuando apenas era un bebé.

—Él está bien —susurró Harry en mi oído.

—Quiero lo mejor para Teddy... es lo que se merece.

Harry besó mi sien, apegándome a él. Su mano bajó a mi vientre.

James Sirius, nuestro futuro desastre que pronto estará corriendo por toda la casa.

—Teddy tendrá la mejor familia del mundo, te lo aseguro.

Apoyé mi cabeza en su pecho disfrutando de sus suaves acaricias, estando pensativa. Otra vez volvíamos a ser padres. ¿Cómo será James? ¿Igual a mí? ¿A Harry? ¿Una mezcla de los dos?

—Ahí viene la celebridad del momento —comentó Harry, sacándome de mis pensamientos.

Levanté mi cabeza de su pecho y me separé un poco de él al momento que vi a Ginny acercándose a nosotros, de la mano de Luna.

—Me alegra verlas, chicas —las abrazo a ambas en forma de saludo—. ¿Cómo te va en el Quidditch, Ginny? Vimos que ganaste la semana pasada el último partido del año.

—No podría irme mejor, voy a renovar el contrato con Las Arpías de Hollyhead.

Después de la Guerra, Ginny persiguió sus sueños se convirtió en una figura destacada en el Quidditch profesional y actualmente juega como cazadora en el equipo Las Arpías de Holyhead.

—¡Eso es increíble, Ginny!

—Gracias, chicos —sonrió ella, radiante de felicidad—. Ya saben que ustedes tienen entradas gratis, sobre todo mi pequeña fan.

—Me gusta como suena eso, dame esos cinco —ambas reímos y chocamos los cinco.

—¿Y tú como vas, Luna? —preguntó Harry de forma gentil.

—Bien, actualmente estoy enfocándome en las investigaciones sobre criaturas mágicas. Me gustaría abrir una sección donde se explote criaturas mágicas y fenómenos misteriosos.

Luna recién llevaba un año como periodista en el Profeta, trabajando como reportera para la sección de noticias mágicas. Se destacaba por escribir sobre temas poco convencionales, explorando criaturas mágicas raras y fenómenos misteriosos, siempre con su perspectiva única y abierta.

—Estoy seguro de que te irá increíble —dijo con seguridad Harry—. A ambas, en realidad, son muy talentosas.

—Esperemos eso —Ginny cruzó los dedos, mirando hacia arriba.

—No veo a Hermione. ¿Y ya llegaron todos? —preguntó Luna mirando alrededor.

—No sé si todos, pero lo importante acaba de llegar.

Los cuatro sonreímos al mismo tiempo al escuchar la voz de Olivia. Sentí sus brazos rodeándome los hombros, y luego un pequeño beso en mi mejilla.

—Al fin llegas, mujer —le reprochó Ginny cuando se acercó a ella.

—Lo mejor se hace esperar —se defendió mientras quedaba en medio de Luna y Ginny.

—¿Dónde está Hermione? —preguntó Harry.

—Afuera, está hablando con sus padres con un aparato medio extraño que utilizan los muggles —explicó luciendo un poco confundida—. Y creo está esperando a que lleguen...

—¡Ya llegamos, familia! —exclamó una voz a nuestras espaldas.

Me reí reconocer su voz. Blaise siempre se emociona cuando llega a la Madriguera, supongo que es porque en su casa nunca sintió un calor tan acogedor como este hogar.

Los Weasley tienen algo único, te brindan amor y cariño, sin importar de donde vengas.

—Cassie, pareces que vas a explotar —soltó Blaise, haciendo que yo rodara los ojos.

—Voy al séptimo mes, exageras.

—Es un bobo, no lo escuches —agregó Theo al pasar por la puerta—. ¿Todo bien, Cassie? ¿Nada malo durante en el embarazo?

—Todo perfecto, doc —respondí sonriendo—. He seguido al pie de la letra sus recomendaciones.

—Me parece perfecto —palmeó mi hombro—. Porque alguien no me ha escuchado y está de mal humor con esa gripe.

—Es una tonta gripe, no voy a dejar que me arruine la vida —reprochó Daphne mientras entraba a la casa y dejaba la puerta abierta, seguramente porque faltaba Hermione—. Hola guapa, ¿te llegaron las cosas que te mandé la semana pasada?

—Sí, no tenías que molestarte por comprarle una cuna nueva a James —respondí abrazándola con fuerza—. Gracias, Daphne.

—Es lo de menos. No iba a permitir que mi sobrino durmiera en una cuna utilizada —se expresó ella ofendida—. Mientras yo viva, James tendrá a su tía Daphne que lo consentirá en la más mínima estupidez.

—Siento que James será un peligro al tenerte como tía.

—¿Qué dijiste? ¿Qué James va a querer muchísimo a su tía que lo consciente mucho? —se tocó el pecho, sonriendo—. Sí, me parece.

Puse los ojos en blanco sin borrar su sonrisa y, con un grito, llamó a Callie y Teddy para que saludaran a los recién llegados.

Los primeros en llegar fueron Callie y Teddy, como siempre, corriendo como si el primer en llegar fuera a recibir un premio. Le seguían Victoire y Dominique, bajando con delicadeza porque la menor todavía seguía practicando al bajar las escaleras.

Blaise alzó a Callie en el aire como si fuera un avión mientras Theo, con su característica risa, sacaba de su bolsillo una bolsa de caramelos para Teddy. Ginny abrazó con fuerzas a Victoire y Daphne cargó a Dominique haciendo cara, causando que la pequeña riera.

Hermione, la más seria, pero sin dejar de ser cariñosa, llegó una caja de juguetes que sabía que los chicos iban a amar

—¿Te has portado bien con tus padres? —le preguntó Hermione a Callie, separándose de ella luego del abrazo que se habían dado para mirarla a los ojos—. ¿No le has dado coraje a tu madre?

Hermione quería a cada uno de los niños, todos eran como sus sobrinos sin importar que no exista un vínculo familiar biológico, pero tenía cierto favoritismo en Callie al ser la hija de Harry.

—Claro que no, tía Hermione —respondió con seguridad mi hija—. Me he portado tal y como te lo prometí.

—Esa es mi chica —chocaron los cinco entre risas.

—¡Vengan todos a la mesa! —dijo la señora Weasley, señalando la gran mesa llena del comedor llena de platos y bandejas.

Entre risas y charlas la familia se dirigió al comedor. La mesa gigante estaba decorada con un mantel rojo bordado en oro, velas encendidas, y un centro de mesa hecho de pino, piñas y pequeños adornos brillantes.

El aroma del pavo asado, las papas al horno y el pan recién hecho impregnaba el aire, haciendo que la boca se hiciera agua.

—¡Tío Ginny, quiero sentarme contigo y con la tía Luna! —dijo Callie, corriendo rápidamente para ocupar el asiento junto a ella antes de que alguien más pudiera reclamarlo.

Ginny rio con dulzura mientras le acariciaba el cabello.

—Claro que sí, Callie.

—¿Crees que hay nargles cerca ahora, tía? –preguntó, casi en un susurro a Luna, quién sonrió suavemente.

—Todo se ve delicioso, señora Weasley —comentó Daphne, acercándose a ella para brindarle un abrazo, ya que no había tenido la oportunidad de saludarla al momento que llegó.

—Gracias, querida —musitó con una sonrisa—. Me alegra que hayas venido, no te veía desde el cumpleaños de Hermione.

—Entonces, ¿cómo va el negocio? —preguntó Harry, tomando un sorbo de su bebida mientras observaba a Fred y George, quienes se habían servido dos grandes porciones de pastel de calabaza.

Fred sonrió de oreja a oreja, mientras George comenzaba a contar con las manos, como si estuviera recitando un informe:

—Lanzamos una nueva línea de chicles que hacen rebotar a la gente —dijo Fred con tono triunfante.

—¡Y no es solo eso! —añadió George, con una sonrisa picaresca—. Ahora también tenemos "Confetis invisibles", que puedes lanzar sobre alguien y ellos no sabrán que los están cubriendo hasta que vean el desorden. ¡Perfecto para una buena broma navideña!

—Eso suena peligrosamente divertido —dije, riendo mientras tomaba un poco de pavo.

—Lo sé, ¿verdad? —respondió Fred, mirando a su hermano con orgullo—. Y el negocio está funcionando mejor que nunca. Incluso hemos tenido más pedidos de lo que esperábamos en Navidad.

Callie, que había estado hablando con Luna, llamó la atención.

—Voy a ir a ver si hay nargles en el jardín —exclamó, con una gran sonrisa—. La tía Luna me dijo que siempre salen cuando las estrellas están brillando.

Teddy, que estaba hablando con Marie sobre comer chocolate después de la cena, se inclinó hacia ella.

—¿Nargles? ¡Yo también quiero ir!

—¡No, Teddy! —dije entre risas—. La última vez que fueron al jardín, terminaron cubiertos de nieve por un par de gnomos traviesos.

—Además, ya es muy tarde —dijo Harry, antes de que los dos se levantaran.

—Yo los puedo acompañar luego de la cena —comentó Olivia, guiñándole el ojo a los dos—. Pero recuerden que los nargles no son tan fáciles de encontrar.

La calidez de la Navidad nos envuelve a todos los presentes en la habitación, recordándonos lo afortunados que somos de tenernos los unos a los otros.

La noche continuó llena de historias, risas y juegos. Bill, con Dominique en brazos, contaba como le estaba yendo en su trabajo mientras Theo le daba unas recomendaciones al señor Weasley sobre el problema de espaldas que había sentido recientemente cuando la puerta se abrió.

—Disculpen la demora —se escuchó una voz grave, muy ancha y densa que reconocería en cualquier lugar—. Fang me estaba dando problemas, no quería colocarse su disfraz.

—¡HAGRID!

Callie y Teddy se levantaron de sus sillas de un solo salto.

—¡Pequeños mocosos! ¿Cómo están? ¿Cómo se están portando? —escuchó la alegre voz de Hagrid.

Para cuando me levanté de la mesa a saludar al recién llegado, lo encontré con Teddy y Callie subidos a sus brazos.

—¡Callie! ¡Teddy! ¿Qué les he dicho de colgarse sobre Hagrid?

Me crucé de brazos mientras me acercaba a ellos. Ellos tenían la manía de treparse al semigigante como si fuera un juego.

—Es divertido, madrina.

—No los regañes, Cassie. No me molesta que lo hagan —intervino Hagrid riendo.

—A Hagrid no le molesta, mami —Callie con la cara roja debido a que estaba boca abajo agarrándose con sus pies de los brazos del semigigante.

—Pues a mí si —tomé a Callie en mis brazos y la bajé en seguida. Ella tocó el suelo y se abrazó a Fang—. Cariño, debes tener más cuidado cuando juegues. Pareces monito colgándote por ahí de esa forma.

—No te preocupes mami, que a mí no me va a pasar nada... ¡Fang, que asco!

Callie había estado demasiado distraída que no había estado atenta al momento que el perro gigante, el cual tenía un disfraz navideño rojo, le lamió toda la cara.

—¡Fang, ya hemos hablado de eso! —lo regañó Hagrid—. ¡Perro malo, perro malo!

Fang le ladró en respuesta a su amo.

—¡Hagrid! Ven a comer, se te enfría la comida —habló la señora Weasley.

Callie y yo nos dirigimos a la cocina para limpiarle la cara. Senté a mi hija en el lavabo mientras mojaba un pequeño trapo, con algo de jabón, y se lo pasé con delicadeza por toda su cara.

Sentí una mano sobre mi cintura y no tuve que voltearme para saber quién era. Conocía perfectamente su aroma, la forma en la que abraza o el sonido de su respiración.

—¿Qué pasó?

—Fang me babeo, papi —bufó Callie con una mueca.

Harry soltó una pequeña risa, pero no dejó de acariciar la cabeza de Callie, como si ya estuviera acostumbrado a las travesuras del perro.

—Bueno, al menos es amor, ¿verdad? —dijo Harry, sonriendo.

Me giré para mirar a mi pequeña, que todavía ponía cara de disgusto.

—¿Tu papá es guapo, Callie? —le pregunté, bromeando mientras la miraba.

Callie levantó la vista hacia Harry con una expresión llena de admiración y sonrió ampliamente.

—¡Mi papi es el hombre más guapo de todo el mundo! —exclamó, abriendo sus brazos para recibir uno de los cálidos abrazos de Harry.

Harry la rodeó con sus brazos y la levantó un poco del suelo mientras la abrazaba con ternura.

—Y tú eres la niña más hermosa de todo el universo, princesa —le respondió, besando su mejilla suavemente.

Sonreí con ternura, observando cómo mi hija adoraba a su padre. La relación de Harry y Callie era para morirse de amor. Ella adoraba a su papá con todo su corazón. No había mejor hombre para ella que su superhéroe, el que siempre jugaba con ella, le leía cuentos, veía películas juntos y la llenaba de besos de buenas noches.

No pude evitar pensar en lo afortunada que era Callie al tener un padre tan increíble. Y sin lugar a duda, Harry era el mejor padre del mundo.

—Me siento olvidada, eh —dije en broma, cruzándome de brazos mientras observaba la escena.

Harry levantó la vista, fingiendo sorpresa.

—¡Mami, tú eres la reina de todo! —dijo Callie sin separarse completamente de su padre. Con su brazo izquierdo, alzó su mano para que yo me acercara y me uniera al abrazo.

No pude evitar sonreír al escucharla. Me acerqué y me uní al abrazo, colocándome junto a ellos.

Harry pasó su brazo por mi cintura mientras Callie nos abrazaba a los dos, quedando ella en el medio.

—Somos afortunados de tenerte, cariño —replicó Harry, con la voz suave y sincera. —No podríamos vivir sin mamá, ¿verdad, Callie?

Callie asintió, con su carita aún de felicidad mientras se acomodaba entre nosotros.

—Claro que no, la casa ya se hubiera quemado si tú no estuvieras, mami.

—¡Oye! —exclamó, un poco sorprendido por su sinceridad.

—Es la verdad, papá —añadió Callie, mirando a Harry como si no hubiera nada raro en lo que acababa de decir.

La risa que siguió hizo que el calor de la Navidad se sintiera aún más fuerte en ese momento.





























Nota de autora

HOLA!!!
CUANTO TIEMPO SIN PASARME POR AQUÍ SJSJSJ

Home ha llegado a los 900k de visualizaciones.
Sigo sin asimilar que hace más de tres años publiqué está historia con toda la ilusión del mundo y ahora casi un millón de personas la hayan leído. Les traigo este especial como forma de compensar todo el apoyo brindado (y también como especial de Navidad jsjs).
Espero que les guste mucho como yo lo disfrute escribiendo 💝

Pero también, siendo sincera, desde hace tiempo había tenido las ganas de escribir un extra en donde aparezcan los personajes secundarios, ya que en los dos anteriores solo se enfocan en la familia Potter. 

FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO
Les deseo lo mejor del mundo ❤️

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