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8. Un lindo hurón

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capitulo ocho

UN LINDO HURÓN

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HAGRID ESTABA ESPERANDO DE PIE, FUERA DE LA CABAÑA, CON UNA MANO PUESTA EN EL COLLAR DE FANG. En el suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos. Los Gryffindor ya habían llegado, solo faltaban los Slytherin.

—¡Hola, Cassiopeia! —saludó Hagrid, sonriendo a la castaña.

—Hola, Hagrid —le respondió el saludo Cassiopeia con una sonrisa.

Harry se volvió al escuchar su voz. Cassiopeia estaba con su insignia verde esmeralda y plateada adornado en su túnica escolar. De verdad era una Slytherin.

—Por tu cara, Hagrid, puedo asegurar que la clase de hoy será muy interesante —la castaña se acercó a las cajas—. ¿Esos son Escregutos de cola explosiva? —preguntó algo emocionada.

El azabache se sorprendió al ver como se llevaba bien con Hagrid. A diferencia de otros como Malfoy. Y no era culpa de Harry pensar así, por cosas del destino, él no tenía buena relación con los Slytherin.

La realidad es que a Cassiopeia solo le gusta la clase de Criaturas Mágicas porque Hagrid es muy amable, y trataba de hacer lo posible para que él no se sienta mal. Además, gracias a su tía, sabe mucho sobre criaturas mágicas.

—Recién nacidos —dijo con orgullo Hagrid—, para que puedan criarlos ustedes mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!

—¡Increíble! —musitó—. Hola Harry —lo saludó notando su presencia.

—Hola, Cassiopeia —le devolvió el saludo con una sonrisa—. Yo...

—¿Y por qué tenemos que criarlos? —preguntó una voz fría.

Acababan de llegar los de Slytherin. El que había hablado era Draco Malfoy. Crabbe y Goyle le reían la gracia. Harry quiso golpear al rubio por haberlo interrumpido.

Hagrid se quedó perplejo ante la pregunta.

—Sí, ¿qué hacen? —insistió Malfoy—. ¿Para qué sirven?

Hagrid abrió la boca, según parecía haciendo un considerable esfuerzo para pensar. Hubo una pausa que duró unos segundos, al cabo de la cual dijo bruscamente:

—Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy sólo tienes que darles de comer. Pero tendrán que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga, hígado de rana y trozos de culebra. Probad con un poco de cada.

Cassiopeia le tenía un afecto a Hagrid, por eso junto a Harry, Ron y Hermione (que incluso le tenían un afecto más grande) cogieron puñados de hígado despachurrado de rana y tratar de tentar con él a los escregutos de cola explosiva.

—¡Ay! —gritó Dean Thomas, unos diez minutos después—. ¡Me ha hecho daño!

Hagrid, nervioso, corrió hacia él.

—¡Le ha estallado la cola y me ha quemado! —explicó Dean enfadado, mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.

—¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! —dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.

—¡Ay! —exclamó Lavender Brown—. Hagrid, ¿para qué hacemos esto?

—Bueno, algunos tienen aguijón —repuso con entusiasmo Hagrid (Lavender se apresuró a retirar la mano de la caja)—. Probablemente son los machos... Las hembras tienen en la barriga una especie de cosa succionadora... creo que es para chupar sangre.

—Ahora ya comprendo por qué estamos intentando criarlos —dijo Malfoy sarcásticamente—. ¿Quién no querría tener una mascota capaz de quemarlo, aguijonearlo y chuparle la sangre al mismo tiempo?

—Lo quiero ahorcar —murmuró Cassiopeia para Harry.

—No eres la única —concordó en voz baja Harry.

—El que no sean muy agradables no quiere decir que no sean útiles —replicó Hermione con brusquedad—. La sangre de dragón es increíblemente útil por sus propiedades mágicas, aunque nadie querría tener un dragón como mascota, ¿no?

—Bueno, al menos los escregutos son pequeños —comentó Ron una hora más tarde, mientras regresaban al castillo para comer.

—Lo son, pero por ahora —repuso Cassiopeia.

—Cuando Hagrid haya averiguado lo que comen, me temo que pueden hacerse de dos metros —explicó Hermione.

—Bueno, no importará mucho si resulta que curan el mareo o algo, ¿no? —dijo Ron con una sonrisa pícara.

—Sabes bien que eso sólo lo dije para que Malfoy se callara —contestó Hermione—. Pero la verdad es que sospecho que tiene razón. Lo mejor que se podría hacer con ellos es pisarlos antes de que nos empiecen a atacar. ¡Me tengo que ir, nos vemos luego! —sin más, se fue, posiblemente a la biblioteca.

—Ella es rara —comentó Ron. Cassiopeia rio.

—Seguro ya están hartos de mi presencia, así que me voy —bromeó Cassiopeia. Se volteo y empezó a caminar hacia otro lado.

Ron codeo a su amigo y murmuró

—¿No vas a hacer algo?

—¿Hacer qué? —preguntó Harry.

Ron se golpeó la frente con su mano mientras ponía los ojos en blanco.

—¡Oye, Cassiopeia! —la llamó el pelirrojo—. ¿Te gustaría acompañarnos en el Gran Comedor?

La castaña se volvió y se acercó hacia ellos.

—Hum, no lo sé, si a Harry no le molesta mi presencia...

—No —dijo atropelladamente el nombrado—. No me molesta —agregó, sonriendo con un poco de nerviosismo.

—De acuerdo.

Se sentaron a la mesa de Gryffindor y se sirvieron patatas y chuletas de cordero. Ron y Harry le empezaron a contar cómo Hermione parecía querer hacer una campaña por los derechos de los Elfos domésticos.

—Pero tengo entendido que a los Elfos domésticos no soportan la idea de ser libres —opinó la castaña.

—Eso le dije yo —exclamó Ron—. Le expliqué que los Elfos domésticos no quieren ser ayudados, pero ella es terca...

—Y supongo que ustedes —los señaló con su dedo—, como sus mejores amigos, la van a apoyar.

Ambos intercambiaron miradas, y eso fue suficiente para que ella obtuviera una respuesta.

—¡Que malos amigos son! —bromeo Cassiopeia—. Pero ya hablando en serio, ella es su amiga, deberían apoyarla en todo.

—Ahora me siento mal amigo —musitó Harry.

—Tú hablas de apoyarla y a ti te cae mal —le dijo Ron a la chica.

Cassiopeia abrió la boca ofendida.

—Hermione no me cae mal —dijo y se quedó callada—. Bueno, tal vez sí —añadió, luego sacudió su cabeza—, pero ella es quién me odia y yo no le he hecho nada ¿Qué puedo hacer yo cuando siento que alguien me mira con odio?











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Cuando los tres salían del vestíbulo, oyeron una voz estridente a sus espaldas:

—¡Weasley! ¡Eh, Weasley!

Harry, Ron y Cassiopeia se volvieron. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban ante ellos, muy contentos por algún motivo. La castaña supo rápidamente de que algo tramaba Malfly en contra de Ron.

—¿Qué? —contestó Ron lacónicamente.

—¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! —anunció Malfoy, blandiendo un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos cuantos abarrotaban el vestíbulo pudieran oírlo—. ¡Escucha esto!

MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA

Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.

Malfoy levantó la vista.

—Ni siquiera aciertan con su nombre, Weasley, pero no es de extrañar tratándose de un don nadie, ¿verdad? —dijo exultante. Volvió a alzar el periódico y leyó:

Arnold Weasley, que hace dos años fue castigado por la posesión de un coche volador, se vio ayer envuelto en una pelea con varios guardadores de la ley muggles (llamados «policías») a propósito de ciertos contenedores de basura muy agresivos. Parece que el señor Weasley acudió raudo en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano ex auror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que, habiéndose personado en la muy protegida casa del señor Moody, el señor Weasley hallara que su dueño, una vez más, había hecho saltar una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar varias memorias antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.

—¡Y viene una foto, Weasley! —añadió Malfoy, dándole la vuelta al periódico y levantándolo—. Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?

Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba. Harry y Cassiopeia sujetaban a Ron por la túnica para impedir que se lanzara contra Malfoy.

—Vete a la mierda, Malfoy —exclamó Cassiopeia—. Eres un...

—Querida Cassiopeia, tú fuiste con ellos en el Mundial de Quidditch. ¿Cómo conseguiste las entradas? —hizo la pregunta como si fuese un chiste—. Dudo mucho que los Weasley te hayan invitado, seguramente tuviste que vender tu casa.

Cassiopeia soltó a Ron. Ella se hubiera acercado a plantarle un golpe en la cara de no ser porque Harry agarró su mano, deteniéndola. Lo odiaba. Odiaba a Malfoy y se odiaba por haber sido tan estúpida como para haber confiado antes en Malfoy.

—¿A cuántas personas tuvo que amenazar tu papito para conseguir las entradas, Malfoy? —cuestionó Cassiopeia. Ahora Ron sujetaba la túnica de la chica, para que no se lanzara a Malfoy—. Siempre hace eso, ¿no? ¡Suéltame, Ron! Jugar sucio porque sabe que no puede hacer las cosas sin maldades.

Al escuchar esto, hubo mucho murmullo por parte de las personas que estaban ahí, sin embargo, nadie se atrevía a entrometerse en la discusión de los dos Slytherin ¿Por qué? Porque ambos son los Slytherin más respetados.

Malfoy agarró su varita—. No hables de mi padre o...

—Métetelo por donde te quepa, Malfoy —dijo Harry—. Vámonos...

—Potter, tú has pasado el verano con ellos, ¿verdad? —dijo Malfoy con aire despectivo—. Dime, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es sólo la foto?

—¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? —preguntó Harry, ignorando a Cassiopeia que le pedía que la suelte—. Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o sólo cuando estás tú cerca?

El pálido rostro de Malfoy se puso sonrosado.

—No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.

—Pues mantén cerrada tu grasienta bocaza —Harry le contestó, todavía agarrado de la mano con Cassiopeia, para luego darse la vuelta.

¡BUM!

Hubo gritos. Harry notó que algo candente le arañaba un lado de la cara, y metió la mano en la túnica para coger la varita. Pero, antes de que hubiera llegado a tocarla, oyó un segundo ¡BUM! y un grito que retumbó en todo el vestíbulo.

—¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!

Cassiopeia se volvió completamente. El profesor Moody bajaba cojeando por la escalinata de mármol. Había sacado la varita y apuntaba con ella a un hurón blanco que tiritaba sobre el suelo de losas, en el mismo lugar en que había estado Malfoy.

Draco se había convertido en un lindo hurón.

Moody se acercó cojeando a Crabbe, Goyle y el hurón, que dio un chillido de terror y salió corriendo hacia las mazmorras.

—¡Me parece que no vas a ir a ningún lado! —le gritó Moody, volviendo a apuntar al hurón con la varita.

El hurón se elevó tres metros en el aire, cayó al suelo dando un golpe y rebotó.

—No me gusta la gente que ataca por la espalda —gruñó Moody, mientras el hurón botaba cada vez más alto, chillando de dolor—. Es algo innoble, cobarde, inmundo...

Al parecer Harry y Cassiopeia tenían algo en común, y era el odio que le tenían a Draco.

Agarrados de las manos. Los dos carcajearon al ver a Draco en forma de Hurón mientras chillaba de dolor y miedo. El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola...

—¡Profesor Moody! —exclamó una voz horrorizada.

Lamentablemente, la profesora McGonagall llegó para arruinar el momento. Obligó al profesor Ojoloco Moody a convertir a Draco en un humano de nuevo.

Malfoy, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la humillación, miró a Moody con odio y murmuró una frase de la que se pudieron entender claramente las palabras «mi padre».

Cassiopeia rodo los ojos, ¿que no defenderse por un solo segundo sin mencionar a su papito?

—¿Ah, sí? —dijo Moody en voz baja, acercándose con su cojera unos pocos pasos—. Bien, conozco a tu padre desde hace mucho, chaval. Dile que Moody vigilará a su hijo muy de cerca... Dile eso de mi parte... Bueno, supongo que el jefe de tu casa es Snape, ¿no?

—Sí —respondió Malfoy, con resentimiento.

—Otro viejo amigo -gruñó Moody—. Hace mucho que tengo ganas de charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante... —y agarró a Malfoy del brazo para conducirlo de camino a las mazmorras.

Harry se volvió hacia Cassiopeia riendo. Se sonrojo al darse cuenta de que todavía estaban agarrados de las manos.

—Eso fue muy divertido, y sin duda nunca lo olvidaré —comentó Cassiopeia, confundida al notar el nerviosismo de Harry.

La castaña bajó su mirada a sus manos y sonrió con dulzura.

—Yo tengo que irme a clases —dijo Cassiopeia, señalando con su otra mano hacia una dirección.

—Sí, yo igual —Harry soltó su mano y se rascó la nuca—. Nos... vemos en otro... momento.

—Claro, adiós.

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