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51. El comienzo de una triste era

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capítulo cincuenta y uno

EL COMIENZO DE UNA TRISTE ERA

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HARRY HABÍA IDO A ALGUNA PARTE JUNTO CON DUMBLEDORE, no sin antes comentárselo a Ron, Hermione, Cassiopeia, Ginny y Olivia y decirles que tomaran un poco del Felix Felicis por si algo sucedía malo en su ausencia.

Pero existió un problema, Harry utilizó la poción más de una vez, por lo que solo Olivia y Cassiopeia estaban desprotegidas.

Ginny y Olivia se habían encargado de encarrar a los estudiantes en sus salas comunes mientras la guerra en el castillo empezaba. Blaise, Theo y Daphne se habían ofrecido para unirse a la guerra, Cassiopeia trató de convencerlos que se queden en sus cuartos, pero no pudo.

Los mortífagos invadieron Hogwarts casi al mismo tiempo que llegaron los integrantes de la Orden del Fénix.

—¡No maten a la novia de Potter! —escuchó de lejos la voz de un mortífago—. Bellatrix la quiere viva.

Era el mejor momento para los que algunas ves fueron estudiantes del ejército de Dumbledore demostrarán lo que habían aprendido. Era momento de dejar sus casas y su nombre en alto. Y lo estaban haciendo bien.

Theo y Blaise luchaban de espaldas contra mortífagos, entre ellos sus padres.

—¡No te separes de mí, Neville! —escuchó gritar Olivia mientras lanzaba un hechizo a un mortífago junto a su hermano.

A unos metros, Hermione y Ron también lanzaban hechizos y se cuidaban la espalda. Lo hacían increíble bien y lograban esquivar con mucha suerte los maleficios de los enemigos, tal vez por la suerte de Félix Felicis.

Y luego estaba Cassiopeia, juntó a Daphne. Que, al ver, la marca tenebrosa en el cielo sobre el castillo tragó con dificultad y continuo en la batalla.

¡Protego! —lanzó el hechizo—. ¿Dónde está Ginny? —preguntó Cassiopeia.

—Con Luna adentro —respondió Daphne—. ¡Impedimenta! —gritó—. También hay mortífagos en los pasillos.

Cassiopeia bufó—. Espero que este bien. Necesito encontrar a Harry.

—No te preocupes, estará bien, fue con Dumbledore.

¿Dónde mierda se metió Harry? Cassiopeia no podía dejar en pensar en él. ¿Estará bien? ¿Si no habría una próxima vez para verlo?

Visualizó de lejos a su madre, combatiendo con alguien.

¡Desmaio! —gritó Callie al acercarse a ella—. ¡Vete a tu habitación, Cassiopeia!

—Estás equivocada si piensas que me iré a dormir. ¡No voy a dejarte sola! —declaró ella viendo de lejos a su tía.

¡Crucio! —exclamó enojada Amabel—. Lárgate de aquí.

—Me quedaré aquí —declaró con firmeza—. No puedo dejar a Harry solo, ni a mis amigos.

—Es igual a ti —murmuró negando Amabel—, quédate cerca de tus amigos, los que tomaron la poción de la suerte

Ella asintió y aprovechó la oportunidad de irse. Corrió, pero no en busca de sus amigos, sino de Harry ¿Dónde está Harry? El hecho de que haya una marca tenebrosa en el cielo le causaba terror. Necesitaba encontrar a Harry ahora.

—Hola linda, ¿a dónde tan apurada? —dijo una voz áspera como un ladrido.

El olor a sangre, sudor y mugre llegó a las fosas nasales de Cassiopeia. Observó como el hombre delante de él tiene la piel blanca y peluda.

Fenrir Greyback, un hombre lobo conocido por su ferocidad y su preferencia por atacar a niños, el mismo que destruyó la vida de Lupin al morderlo cuando solo tenía cuatro años.

—Eres un hijo de puta —escupió, agarrando con fuerza su varita.

—¿Tu mamita no te enseñó modales? —gruñó él sonriendo y mostrando sus dientes—. Bellatrix te quiere viva, así que te pediré por las buenas que vengas con nosotros.

¡Crucio!

Pero Cassiopeia no estaba enojada como para emplear bien aquel maleficio, estaba asustada y aterrada. Claramente había escuchado hablar de él antes.

Al hombre lobo no le afectó tanto el hechizo.

—No has aprendido mucho, linda.

Fenrir Greyback se lanzó contra Cassiopeia. Respiró su aroma y ella tuvo muchas ganas de vomitar. Pataleo para que la dejara, pero el era mil veces mas fuerte. No tenía su varita en mano. Estaba perdida.

El hombre lobo abrió la boca y en ese momento, un hechizo lo mandó lejos de Cassiopeia. Asustada, se levantó rápido del suelo. Miró al hombre lobo lejos de ella, retrocediéndose en el suelo y luego observó a la persona frente a ella.

—¡Mamá!

Corrió abrazar con fuerza a su madre, queriéndose aferrar a ella y no soltarla. Ella la recibió con el mismo amor. Acaricio su cabello y dejó un beso en su frente. Acarició la cara de su hija y la escaneó, buscando que este en buen estado.

—Oh, estás bien —murmuró Callie con tono de voz preocupada—. Cassiopeia...

¡Crucio!

Un hechizo le dio a la espalda de Cassiopeia, se retrocedió en el suelo de dolor. Perdió el conocimiento a su alrededor. Aquel dolor, que había sufrido antes, era más intenso que antes, tan devastador. Cerró sus ojos y dejó de escuchar la voz del hombre lobo.

Claramente escuchaba como a su alrededor batallaban, pero no escuchó la voz de Fenrir Greyback ni la de su madre. Con poca fuerza, abrió los ojos y deseo no haberlo hecho.

La imagen de Fenrir Greyback atacando a su madre, despedazando gran parte de su cuerpo como si fuese una carnada la destrozó.

Soltó un grito de dolor. Su respiración volvió a ser entrecortada. Trató de levantarse, pero tembló a causa del maleficio. Buscó con su mirada su varita, pero estaba realmente lejos y su madre ya no tenía mucho tiempo.

¡Sectumsempra!

Alguien más le hizo el favor a Cassiopeia. El hombre lobo dejó el cuerpo de Callie para caer a su lado con varias cortadas graves. Con otro hechizo, el hombre lobo salió volando lejos de ella.

Cassiopeia volteo a ver al responsable. Olivia le ofreció una mano para levantarse. Lo hizo, con poca fuerza se levantó.

—Llé-evame donde mi madre.

No lo tuvo que decirlo dos veces. Olivia pasó su brazo por su cintura y la ayudó a caminar hasta el cuerpo de Callie. Se derrumbó totalmente al verla.

—Mamá.

De sus ojos salieron varias lágrimas. El estado de Callie era muy grave. Las mordidas eran tan profundas que le dificultaba hablar, y la sangre no dejaba de salir.

—Mi chiquita —tomó su mano con la poca fuerza que le quedaba—. Solo tengo que... respirar.

—Aquí estoy... respira... respira —murmuró Cassiopeia entre lágrimas— estamos solas dos —acarició su frente.

—Te amo, mi chiquita —logró decir en lágrimas.

Perdóname, mamá —pidió en susurró, besando su frente—. En verdad perdóname.

Y entonces, Calliope Meacham dejó de apretar la mano de su hija.

Y Cassiopeia Black rompió en llanto.



















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El cuerpo de Cassiopeia reposaba en una camilla de la enfermería. Tenía los labios y los ojos hincado y enrojecidos por el llanto. A su lado, Amabel dormía en el asiento.

Ron, Hermione, Remus Lupin, Nymphadora Tonks, Bill Weasley y Fleur se sorprendieron al verla acostada en una camilla.

—Es un gusto volver a verlo, profesor Lupin —comentó Olivia, formando una pequeña sonrisa en sus labios. El profesor había sido su profesor favorito de todo el colegio, fue a la primera persona a quién le confesó que le gustaban las mujeres y Remus no hizo más que darle un abrazo y decirle que estaba orgullosa de ella.

—Igualmente, Olivia.

Estaba sentada en una silla, había llegado varios minutos antes a la enfermería en compañía de Neville, Blaise, Theo y Daphne.

—¿Estás bien? —le preguntó Hermione al ver una herida en su frente. Se sentó en la silla vacía a su lado y escaneó su cara.

—Si, no te preocupes por mí —contestó Olivia acariciando su mejilla—. ¿Tú estás bien?

—Si —asintió—. ¿Qué le sucedió a Cassiopeia?

—Su madre falleció —anunció Olivia por lo bajo.

Todos en la sala se sorprendieron al escuchar aquello.

—¿Quién fue? —preguntó Tonks reteniendo las lágrimas.

—Fenrir Greyback —respondió Theo—. El idiota trató de atacar a Cassiopeia y al final mató a su madre.

—Yo traté de salvarla... —musitó Olivia.

—Hiciste lo mejor que pudiste, Olivia —dijo Daphne.

—Pomfrey dice que Cassie se podrá mejor —comentó Blaise—. Estaba muy alterada, no dejaba de llorar. Le dieron una poción para dormir sin soñar.
















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Decir que Cassiopeia Black estaba devastada era poco. Las clases habían sido suspendidas, por lo que, luego de salir de la enfermería, nadie durante los últimos días. Nadie la vio comer en el Gran Comedor, ni siquiera en la sala común de Slytherin. Se la pasaba llorando en su cama, con su cara pegada a almohada. Solo Daphne la había visto, que a veces la abrazaba mientras trataba de calmarla.

Kreacher era quien le traía la comida a su cuarto. Y hablando de él, el elfo se puso a llorar cuando le Cassiopeia le dio la noticia de que Callie, a quien él conocía desde antes, falleció.

Su tía Amabel también estuvo destrozada, había perdido a su hermana de otra sangre. Cassiopeia lloró mucho cuando tuvo que darle la lamentable noticia.

—Cassie —la llamó Daphne mientras se sentaba en su cama—. Sé que estás triste por la muerte de tu mamá, no te puedo decir que te entiendo, porque no lo hago, porque no sé lo jodido que es perder a una madre como la tuya, que te ha apoyado desde siempre, pero si te puedo decir que también la conocí.

Su corazón de estrujó al escuchar las palabras de su amiga.

—La extraño —murmuró

—Lo sé y está bien —dijo con el mismo tono de voz—. Siempre la extrañaras porque fue alguien importante en tu vida, pero también debes levantarte —limpió una lagrima—. A mí me duele verte todos los días llorando, rota, cuando a tu mamá no le hubiese gustado eso.

Cassiopeia no dijo nada, apretó sus ojos con fuerzas, queriendo detener en vano las lágrimas.

—Siempre me has dicho que, en los momentos más difíciles, ella supo levantarse, me contaste en el momento que estuvo totalmente rota, luchó para mantenerse de pie —relató con una sonrisa triste—. Tu madre fue una gran luchadora y estoy segura de que su hija también lo es.













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Levantarse de la cama no fue fácil. Pero no había otra opción, el mundo sigue continua y la guerra apenas empieza.

—Hola —saludó al chico que estaba en frente de él.

Harry, se mostró contento al verla. Ambos habían acordado para encontrarse en un pasillo en específico en medio de la noche

—Cassie, hola.

Harry se acercó a ella y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja. La abrazó con amor, pegándola a su pecho. Ella no resistió, realmente había extrañado sus abrazos y sentir aquel cosquilleo cada que está cerca de él.

Le dolía el pecho, su madre muerta y Harry en peligro por culpa de Voldemort.

—Cuando me dijeron que estabas en la enfermería me asusté demasiado —murmuró—, pensé en lo peor, Cassiopeia...

—Lo siento —susurró ella.

—¿Él te hizo algún daño? ¿Estás bien?

—No —respondió en susurró—. Estoy bien.

«Mi mamá se sacrificó por mí, Harry. No estoy bien» pensó Cassiopeia.

—No lo estás —ambos se separaron para mirarse. Harry limpió una lagrima que se le había escapado a ella—, yo tampoco lo estoy, pero pronto lo estaremos —aseguró acariciando su mejilla—. Te amo —besó su frente.

—También te amo —respondió ella—. ¿Quieres dar un paseo por todo el colegio?

—Podríamos ganarnos un castigo.

—¿Desde cuándo a Harry Potter le importa ganarse un castigo? —preguntó.

Con su cabeza apoyada en el hombro de Harry, y con sus manos entrelazadas, caminaron debajo de la capa invisible en total silencio.

Era la última noche que estarían en Hogwarts. Querían tener un momento a solas, a pesar de estar rompiendo las reglas y teniendo en cuenta que hace días los mortífagos invadieron en colegio.

—¿Para qué saliste con...? —dudó un segundo en nombrar al director difunto de Hogwarts, se había enterado de que la muerte de Dumbledore también afectó a Harry.

—Para buscar un Horrocrux.

—¿Lo encontraron?

—No, alguien se lo llevó y dejó en su lugar uno falso —soltó un suspiro—. Dejaron esto —sacó de su bolsillo un guardapelo.

—R. A. B —leyó ella en voz baja.

«¿Dónde he leído esas iniciales antes?» pensó ella.














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—Ha llegado el momento —anunció la profesora—. Por favor, sigan a sus jefes de casa a los jardines. Los alumnos de Gryffindor esperen a que salga yo.

Habían colocado cientos de sillas en hileras a ambos lados de un pasillo y encaradas hacia una mesa de mármol que presidía la escena. La mitad de las sillas ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas: elegantes y harapientas, jóvenes y viejas. También estaban presentes los fantasmas del castillo, que sólo eran visibles cuando se movían, pues la luz del sol hacía brillar sus intangibles y etéreas figuras.

Cassiopeia se sentó junto a Harry, Ron y Hermione se sentaron al final de una hilera, junto al lago. El continuo susurro de la concurrencia sonaba como la brisa al acariciar la hierba, pero el canto de los pájaros era mucho más intenso. Seguía llegando gente.

En ese momento oyó una melodía, una melodía extraña que parecía de otro mundo, de modo que se olvidó del desprecio que le inspiraba el ministerio y miró en busca del origen del sonido. Sin embargo, no fue el único, pues otras personas también volvieron la cabeza con cierta alarma.

—Allí —le susurró Hermione.

Entonces el muchacho vio un coro de gente del agua que cantaba en una lengua extraña; las pálidas caras se mecían a escasa distancia de la superficie y sus violáceas cabelleras ondeaban alrededor. La melodía le puso carne de gallina. Sin duda hablaba de la pérdida de un ser querido y de la desesperación que provoca.

Hagrid caminaba despacio por el pasillo. Sollozaba en silencio y tenía el rostro surcado de lágrimas; en los brazos, envuelto en terciopelo morado salpicado de estrellas doradas, llevaba el cadáver de Dumbledore. Al verlo, a Cassiopeia se le hizo un nudo en la garganta y gruesas lágrimas volvieron a salir de sus ojos.

Entonces varias personas chillaron. Unas llamas relucientes y blancas habían prendido alrededor del cadáver de Dumbledore y de la mesa sobre la que reposaba, y se alzaron cada vez más, hasta ocultar por completo el cadáver. Un humo blanco ascendió en espiral y moldeó extrañas formas.

Volvieron a oírse gritos de asombro cuando cayó del cielo una lluvia de flechas que fueron a parar lejos de la gente. Y Cassiopeia comprendió que era el homenaje de los centauros; a continuación vio cómo éstos daban media vuelta y desaparecían de nuevo en el umbrío bosque. La gente del agua también se hundió despacio en las verdes aguas y se perdió de vista.

La mayoría de la gente empezó a retirarse y Harry sintió que fue el mejor momento para hablar con Cassiopeia.

—Cassie.

Harry entrelazó su mano y caminaron por la orilla del lago. El corazón de Cassiopeia empezó a latir rápidamente, temiendo de lo que su novio le dijera.

—No lo hagas, Harry —murmuró ella.

—Lo siento —dijo con la voz entrecortada—. No podemos seguir siendo novios.

—¿Por qué dices eso?

—Tu sabes bien porque —respondió—. Voldemort utiliza a los seres queridos de sus enemigos.

—Sabes perfectamente lo que pienso de eso. Me importa un comino.

—Pero a mi si me importa —repuso Harry—. ¿Cómo crees que me sentiría si éste fuera tu funeral y si yo tuviera la culpa?

Cassiopeia no aguantó y lo abrazó fuertemente.

—¿No hay forma de que pueda convencerte? —susurró.

—No, porque me importa mucho tu bienestar. Eres la persona que más aprecio en este mundo y no me perdonaría si te llega a suceder algo.

Se separaron y se miraron a los ojos una última vez.

—He oído hablar de un amor que viene una vez en la vida y estoy segura de que eres ese amor mío —murmuró con una sonrisa—. Te amo, Cassie.

—También te amo, Harry —aseguró dejando un beso en su mejilla—, y te extrañaré durante todas las estaciones, mi querido muñeco de nieve.




FIN DEL TERCER ACTO


























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post-créditos

CORAZÓN ROTO

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MI LABIO INFERIOR TEMBLÓ POR EL DOLOR Y LA PENA. Carraspeé, tratando de eliminar el gran nudo que se formaba en mi garganta. Volví a sentir aquel dolor en mi pecho cuando mis ojos recorrieron la lápida.

CALLIOPE MEACHAM

1961 – 1997

"Aunque ya no estés con nosotros, tu recuerdo permanecerá siempre en nuestros corazones"

—Hola mamá —murmuré—. Las cosas están algo raras... luego de que... luego de que tú te fueras, la tía Amabel y yo despejamos el departamento, la Orden dijo que no era seguro. Iremos a vivir con Andy y Ted... cómo antes, como en los viejos tiempos, cuando tú estabas en tus veintes y yo estaba muy chiquita... ¿te acuerdas? —su voz se apagó de poco—. Solías regañarme por pintar las paredes, decías que no debía de hacer travesura en casa ajena, pero Ted siempre decía que no importaba y luego me compró mi primer cuaderno de dibujos.

Hice una pausa para respirar.

—En unos días Harry viajará a la Madriguera, para eso tendremos que utilizar poción multijugos, para parecernos a él... sí, yo también iré —agregué con una sonrisa—. Sé que si tú... estuvieras aquí... me pedirías que no hiciera eso, pero debo hacer mamá, yo... lo amo demasiado, debo ayudarlo...

Pero a medida que hablaba de Harry, mi voz se apagó y cerré mis ojos con fuerzas. Miles de momentos con Harry llegaron a mi mente... momentos que ahora eran tristes recuerdos, porque él había terminado conmigo.

—¿Por qué te tuviste qué ir? —mi voz tembló y una lágrima se escapó de mi ojo—. Se supone que deberíamos estar las tres juntas, ¿lo recuerdas? Tú me lo prometiste...

Mi voz se interrumpió mientras ahogué un sollozo.

—Tía Amabel ha llorado todas las noches desde que te fuiste... yo también lloro todas las noches.

Recuerdos de mi madre llegaron a mi mente. Mi corazón duele como el infierno porque sabía que ella ya no estaba, porque aún seguía sin superar su muerte y porque no quería hacerlo.

Unos pasos se acercaron.

—Cariño, tenemos que irnos —la voz rota de Amabel hizo que abriera mis ojos—. Ya... ya es tarde.

—Solo... unos segundos más, por favor.

—De acuerdo, cariño.

Me quedé callada, esperando que mi tía Amabel estuviera lo posiblemente alejada para volver a sollozar sola.

—Te extraño, mamá —murmuré—. Te amo y siempre lo haré. Gracias por ser mi mejor amiga durante toda mi vida.





. . . . .


Párate. Respira. Llora si es necesario.
Pero sigue adelante.

DEJÉ MI BAÚL EN EL SUELO PARA TOMAR UNA RESPIRACIÓN PROFUNDA, antes de darle un golpe a la puerta. El primer golpe fue silencioso, tan delicado que apenas yo lo pude oír. El segundo fue igual. Sin embargo, la tercera vez golpee con algo de enojo, liberando algo furia en mí, e ignoré el susurro de mi tía Amabel pidiéndome que me tranquilizara.

Pude oír unos pasos caminando y unos segundos después, la puerta se abrió.

—Cassie.

—Andy.

Lo vi en sus ojos, me observó con tristeza, lástima y dolor. No era noticia nueva, ya casi todos sabían que había perdido a mi madre.

Apreté mis labios y, bajo ese cielo triste y nublado, con mi alma rota y mi corazón partido en varios pedazos, corrí a los brazos de mi madrina, esperando sanar las heridas profundas como si se tratase de un cuento de hadas.

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