48. Una navidad rara
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capítulo cuarenta y ocho
UNA NAVIDAD RARA
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MARATÓN 2/2
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ESTABAN SOLOS JUNTO AL FREGADERO de la cocina de La Madriguera limpiando una montaña de coles de Bruselas para la señora Weasley. Tras la ventana que tenían delante caía una intensa nevada.
—¿Qué Snape le ofrecía ayuda? ¿Seguro que le ofrecía ayuda?
—¡Pues sí, Snape estaba ofreciéndole ayuda! —repitió Harry—. Le dijo que había prometido a su madre que lo protegería y que había prestado un Juramento Inquebrantable o algo...
—¿Un Juramento Inquebrantable? —se extrañó Cassiopeia—. No, eso es imposible. ¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy. ¿Por qué?
—Harry, esto es grave, un Juramento Inquebrantable no se puede romper.
—Aunque no lo creas, eso ya lo había deducido yo solo.
—No me causa ninguna gracia tu sarcasmo, Harry —declaró ella.
Cassiopeia dejó las cosas a un lado. Se acercó al mesón vacío de la cocina y, sin problemas, se sentó en él. Apoyó sus manos en sus rodillas y miró seriamente a Harry.
—Si alguien rompe el Juramento Inquebrantable se muere —contestó Cassiopeia llanamente—. Fred y George me comentaron que intentaron hacer que Ron hiciera el pacto con ellos cuando era pequeño, pero el señor Weasley los descubrió. Fred asegura que su nalga izquierda no ha vuelto a ser la misma desde aquel día.
—Ya, de acuerdo, dejando aparte la nalga izquierda de Fred...
—¿Qué estás diciendo de mi nalga izquierda? —preguntó Fred cruzándose de brazos. Los gemelos acababan de entrar en la cocina.
—Qué le prenderé fuego si sigues escuchando conversaciones ajenas —declaró Cassiopeia.
—Gruñona —bufó Fred.
—Chismoso.
La señora Weasley entró en la cocina justo cuando Fred le lanzaba un trapo sucio a Cassiopeia.
—¡Fred! —gritó ella—. No le estés lanzando los trapos sucios a Cassie y continúa trabajando.
—Sí, mamá —dijo Fred rodando los ojos cuando vio una sonrisa de victoria en la cara de Cassiopeia.
—Cassie, cariño, te ves cansada, puedes tomar tu descanso —le dijo con un tono dulce a la joven.
—Gracias, señora Weasley.
Fred hizo una cara de indignación y Cassiopeia sonrió victoriosa sacando la lengua
—Fred, George, lo siento, queridos, pero Remus llegará esta noche, así que Bill tendrá que dormir con ustedes.
—No importa —dijo George.
—Así pues, como Charlie no va a venir, sólo quedan Harry y Ron, que dormirán en el desván; y si Fleur comparte habitación con Cassiopeia y Ginny...
—Van a ser las Navidades más felices de Ginny —murmuró Fred.
—... creo que estarán cómodos. Bueno, al menos todos tendrán una cama —dijo la señora Weasley, que parecía un tanto nerviosa.
Sentada en un sillón, Cassiopeia vio a todos los Weasley salir de la cocina volviendo a sus oficios. Harry cayó a su lado, un poco cansado, y no tardó en atraer a Cassiopeia a su pecho. Ella se acorrucó en su pecho, sintiéndose muy relajada al escuchar los latidos y la respiración tranquila de Harry.
La mano de Harry se perdió en su cabello, en donde se dedicó a acariciar con ternura mientras pensaba en muchas cosas.
—¿Te arrepientes? —preguntó Harry en voz baja.
—¿Qué cosa?
—Lo qué sucedió hace unos días.
Cassiopeia levantó su cabeza del pecho de Harry para observarlo. Tomó su cara entre sus manos y dejó un beso en su mejilla.
—Claro que no —contestó ella con una sonrisa—. Con gusto lo volvería hacer.
Harry sintió como toda su cara se colocaba roja. En la relación, a Cassiopeia no le daba ni un poco de vergüenza hablar del sexo mientras que a Harry sí.
—Estás muy hormonal, mi amor —opinó Harry.
—Lo sé y es tu culpa —agregó mirándolo con los ojos chinados—. ¿Ya te has visto en el espejo? Eres jodidamente hermoso.
Harry soltó una pequeña risa.
—Tú también eres hermosa —Harry sonrió de vuelta—. Y... es una lástima que no podamos salir al pueblo a tener una cita —añadió en voz baja—. En verdad me gustaría salir, pero le prometí a Dumbledore que estaré aquí.
Cassiopeia escuchó a Harry soltar un suspiro. Ella también lamentaba que todos los planes que había hecho con Harry de salir a una cita en el mundo muggle se arruinaran, pero sabía que todo era por la seguridad de Harry.
—Amor, no te preocupes, lo entiendo —aseguró Cassiopeia volviendo a acortar la distancia y dejar otro beso en la mejilla—. Y... hablando de Dumbledore. ¿Piensas contarle al viejo lo que los oíste decir a Snape y Malfoy?
—Sí. Se lo contaré a cualquiera que pueda pararles los pies, y Dumbledore es la persona más indicada. Quizá hable también con el señor Weasley.
—Es una lástima que no te enterases del plan de Malfoy —dijo ella, acariciando el cabello azabache del chico.
Harry cerró los ojos disfrutando de las suaves acaricias que su novia le brindaba y contestó:
—¿Cómo iba a enterarme? Precisamente de eso se trataba: Malfoy se negaba a revelárselo a Snape.
Hubo un silencio, y luego Cassiopeia opinó:
—Aunque ya sabes qué dirán todos, ¿no? El señor Weasley, Dumbledore y los demás, incluso mi madre. Dirán que no es que Snape quiera ayudar a Malfoy de verdad, sino que sólo pretende averiguar qué se trae entre manos.
—Eso porque no los oyeron hablar —repuso Harry—. Nadie puede ser tan buen actor, ni siquiera Snape.
—Sí, claro... Yo sólo te lo comento.
Harry abrió los ojos y la miró con ceño.
—Pero tú crees que tengo razón, ¿verdad?
—Pues claro —afirmar Cassiopeia en un murmuro casi inaudible—. Quita esa cara, Harry, claro que te creo, pero todos dan por hecho que Snape está de parte de la Orden, ¿no?
Harry reflexionó. Ya había pensado que seguramente pondrían esa objeción a sus nuevas averiguaciones.
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Lo que más le gustaba a Cassiopeia Black de la navidad era poder estrenar su nuevo vestido azul marino que le quedaba perfectamente al cuerpo. Su cabello largo, castaño y ondulado suelto con una pequeña corona, casi diadema, de color gris.
Se observó al espejo mientras daba vueltas y veía como el vestido se alzaba ligeramente.
—¿Y qué tan agradable es Marie? —le preguntó Cassiopeia a su madre.
Cassiopeia Black y su madre Callie habían aceptado la amable invitación de Molly Weasley de quedarse en la Madriguera a pasar una linda navidad con ellos. Amabel también había sido invitada, y ella llegaría en veinte minutos junto a su pareja Marie.
Cassiopeia estaba algo nerviosa, conocería a la novia de su tía y debía de comportarse excelente o se ganaría de por vida a una tía que le hará la vida imposible (o eso es lo que ella pensaba luego de ver Cenicienta).
Además de que ella amaba a su tía, y ansiaba conocer a la persona que traía enamorada a su tía.
—Es muy agradable, créeme, te caerá muy bien
—Si tú lo dices...
Bajaron al piso de abajo en donde estaban. Los Weasley y sus invitados estaban sentados en el salón, que Ginny había decorado tan magníficamente que parecía una exposición de cadenetas de papel.
Fred, George, Harry, Ron y Cassiopeia eran los únicos que sabían que el ángel que había en lo alto del árbol navideño era en realidad un gnomo de jardín que había mordido a Fred en el tobillo. Lo habían colgado allí tras hacerle un encantamiento aturdidor, pintarlo de dorado, embutirlo en un diminuto tutú y pegarle unas pequeñas alas en la espalda; el pobre miraba a todos con rabia desde lo alto. Era el ángel más feo que Cassiopeia había visto y aquello le causaba más gracia.
—¡Tía Amabel!
Cassiopeia corrió a los brazos de su tía al verla, se veía totalmente hermosa con un vestido rojo y una gorra navideña. Ella la había extrañado demasiado, no era lo mismo conversar con ella en persona que por medios de cartas.
—Cassie, te extrañé mucho —se separó del abrazo y arregló un mechón del cabello de la joven—. Te presento a Marie, mi novia.
Una mujer alta, de cabello largo y rubio se acercó a ambas. Vestía de un vestido largo y morado junto con el abrigo de pelo sintético.
—Un gusto conocerte, Cassiopeia —estrechó su mano con el de la castaña—. Amabel y tu madre me han contado maravillas de ti.
—El gusto es mío —sonrió—. Ya estaba ansiosa por conocerte. ¿Es verdad que también eres parte de la Orden del Fénix? —cuestionó curiosa.
—Sí, ayudo a tu madre con algunas cosas.
—¿Con qué?
—Con misiones que no te debe de importar, Cassiopeia, porque son cosas de adultos —intervino su madre—. ¿Por qué vas a evitar que Bill se quede sin madre y sin esposa? —sugirió Callie.
Cassiopeia rodó los ojos. Se suponía que estaban escuchando un programa navideño interpretado por la cantante favorita de la señora Weasley, Celestina Warbeck, cuyos gorgoritos salían de la gran radio de madera. Fleur, que al parecer encontraba muy aburrida a Celestina, se hallaba en un rincón hablando en voz muy alta, y la señora Weasley, ceñuda, no paraba de subir el volumen con la varita, de modo que Celestina cada vez cantaba más fuerte.
... y ahora lo has destrozado.
¡Devuélveme mi corazón!
Celestina terminó su canción con una nota larguísima y aguda, y por la radio se oyeron fuertes aplausos a los que la señora Weasley se sumó con entusiasmo.
—¿Ya ha tegminado? —preguntó Fleur—. Menos mal, qué tema tan hogui...
—¿Señora Weasley, todavía tiene galletas de chocolate? —preguntó Cassiopeia evitando que el comentario de Fleur llegara a oídos de la señora Weasley.
—Claro cariño, sígueme.
La señora Weasley guío a Cassiopeia a la cocina. La verdad es que ella no le apetecía comer esas galletas, pero fue la primera cosa que se le ocurrió para evitar que La señora Weasley y Fleur discutieran por una tontería
—Invité a nuestra querida Tonks a que hoy comiese con nosotros —comentó la señora Weasley mientras dejaba una bandeja con galletas en la mesa—. Pero no ha querido venir. ¿Has hablado con ella últimamente?
—La última vez que hablé con ella fue hace dos días —respondió ella—. Me había prometido que pasaría por aquí.
—Ella me rechazó la invitación —dijo la señora Weasley
—¿En serio lo hizo? —Cassiopeia pareció confundida, no encontraba razón para que Tonks le haya mentido—. Bueno... tal vez, vaya a pasar navidad con sus padres.
—Me dio la impresión de que pensaba pasarla sola —agregó la señora Weasley.
Aquello conmovió a la joven porque recordó las pocas veces que había intercambiado con ella la había visto algo deprimida, por empezar que no sonreía, o que su cabello rosado cliché se había convertido en un deprimente castaño.
—Yo... trataré de hablar con ella.
La señora Weasley salió de la cocina para ofrecerle a todos las galletas de chocolate. Cassiopeia se quedó ahí, recostada en la pared de la cocina pensando en Tonks y en lo triste que estaba, recordó que había estado así después de la muerte de Sirius...
Sirius.
Una ola de tristeza la golpeó. Se suponía que ella compartiría varias navidades con Sirius, que él estaría con ella para todo.
Para dejar de sentir ese gran nudo de la garganta, Cassiopeia agarró un vaso y se sirvió Whisky de Fuego. Se supone que solo los magos mayores de edad pueden tomar aquella bebida, pero a ella no le importó. De igual forma, no es la primera vez que toma Whisky de Fuego.
De un solo sorbo la bebida pasó quemando su garganta. Sería una navidad rara, en donde tendría que ignorar las peleas entre la señora Weasley y Fleur, pero también tendrá que ahogar el dolor que siente en su pecho al recordar a su tío difunto.
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