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capítulo cuarenta y cinco

AMORTENTIA

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Editado

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LA PUERTA DE LA MAZMORRA Y LA BARRIGA DE SLUGHORN SALIÓ por ella precediéndolo. Mientras los alumnos entraban en fila en el aula, el enorme bigote de morsa de Slughorn se curvó hacia arriba debido a la radiante sonrisa del profesor, quien saludó con especial entusiasmo a Harry y Zabini.

Cassiopeia olfateó con interés al pasar por delante de unos grandes y burbujeantes calderos. Compartió mesa con Harry, Ron y Hermione. Eligieron la que estaba más cerca de un caldero dorado que rezumaba uno de los aromas más seductores que Cassiopeia había inhalado jamás: vainilla, palo de escoba y el olor de un champú que se le hacía muy familia.

Harry inhaló hondo, olió un perfume con aroma de violeta, también llegó a sus narices el aroma de pastel y pintura.

—Muy bien —dijo el profesor—. He preparado algunas pociones para que les echen un vistazo. Es de esas cosas que deberían poder hacer cuando hayan terminado el ÉXTASIS. Seguro que han oído hablar de ellas, aunque nunca las hayan preparado. ¿Alguien puede decirme cuál es ésta?

Señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin. Harry se levantó un poco del asiento y vio que en el cacharro hervía un líquido que parecía agua normal y corriente. La bien adiestrada mano de Hermione se alzó antes que ninguna otra; Slughorn la señaló.

—Es Veritaserum, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad —contestó Hermione.

—¡Estupendo, estupendo! —la felicitó el profesor, muy complacido—. Esta otra —continuó, y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe?

La mano de Cassiopeia volvió a ser la más rápida y Slughorn se vio feliz al ver que una Slytherin estaba atenta a su clase. Por un instante, a Harry le pareció que el profesor analizó a Cassiopeia antes de darle la palabra.

—Es poción multijugos, señor —dijo.

—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí —dijo Slughorn mirando sonriente a Cassiopeia, que volvía a tener la mano levantada.

—Es Amortentia.

—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn, impresionado—, pero supongo que sabes qué efecto produce, ¿verdad?

—Es el filtro de amor más potente que existe —respondió Cassiopeia.

—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?

—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales —agregó ella con entusiasmo—. Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga.

—¿Ejemplo?

—Eh... yo huelo vainilla y palo de escoba —se sonrojó dándole una rápida mirada a Harry.

—¿Puedes decirme tu nombre, querida? —le preguntó Slughorn.

—Cassiopeia Black, señor.

Los ojos del Slughorn se abrieron de más y su sonrisa se agrandó.

—Encantado de conocerla, señorita Black. Tuve el honor de estudiar con Regulus, era un excelente alumno, el mejor de su clase —dijo estrechando su mano—. Harry me comentó que usted es la mejor alumna, hasta aseguró que usted era mejor que su padre.

Cassiopeia sonrió contenta.

—Vaya, vaya. Veinte bien merecidos puntos para Slytherin, señorita Black —concedió afablemente Slughorn.

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—¡Hola, Cass!

—¡Liv! ¿Preparada para la prueba?

Cassiopeia se encontraba en las gradas viendo la prueba de Gryffindor. Había ido para apoyar a Harry como capitán, y Ron y Ginny que intentarían entrar.

—Más que lista —sonrió Olivia—. Hay mucha gente aquí para las pruebas, supongo que sabes por qué —comentó mirando el campo.

Cassiopeia asintió, estresada, había tenido que presenciar como algunas chicas se les quedaba viendo a su novio. A ella le parecía injusto eso. Ninguna de las que babean ahora por Harry ha estado con él como lo ha hecho ella. ¡Ella estado con él desde cuarto año!

—Tranquila, Ginny y yo nos encargaremos de dejarles en claro que Harry ya tiene dueña —aseguró Olivia.

—Gracias —musitó—. Hola, zanahoria.

Ginny, acababa de hacer presencia, sonrió y se sentó junto a Olivia. Llevaba puesto su uniforme de Quidditch y tenía su escoba en manos.

—Hola chicas.

—Le estaba comentando a Cass sobre nuestro plan —le comentó Olivia.

—Claro, amenazar con golpear a alguien si se acercaba a Harry —concordó la pelirroja.

—Exacto, y si ese plan no funciona, pondremos el plan B.

—¿Cuál es el plan B? —preguntó curiosa Cassiopeia.

—Pensaba en utilizar el maleficio que Ginny me ha enseñado, mocomuercielago, ¿te parece buena idea?

—Es una gran idea.

De pronto, Harry llamó a las personas que querían postularse para los puestos de cazadoras.

—Nos tenemos que ir —Ginny hizo una mueca.

—¡Nos vemos luego, Cass!

—¡Suerte a ambas!

—¡Gracias! —respondieron al mismo tiempo.

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Las pruebas habían acabado, y Cassiopeia, con ayuda de la capa de invisibilidad, había subido al dormitorio de los chicos de Gryffindor junto a Harry.

—Estas algo estresado —comentó ella.

—Fueron las pruebas —aseguró él. Había sido estresante tener a muchas chicas de Hogwarts metidas en el campo de solo para verlo a él. Pero lo peor fue la elección de los jugadores, tuvo que tolerar los gritos de los estudiantes que eran rechazados y la preocupación de que Ron estuvo a punto de ser rechazados

—¿Quieres que te dé un masaje? —sugirió Cassiopeia dándole una mirada compasiva.

Harry no puedo evitar mirarla con amor, ella estuvo las tres horas viendo las pruebas solo para que al final ella fuera la primera persona en abrazarlo y felicitarlo.

—Sí no es molestia...

—Claro que no.

Cassiopeia se subió en la cama, detrás de Harry, quedando de rodillas. Sus manos van directamente al espacio que existe entre sus hombros y su cuello. Harry cerró los ojos cuando Cassiopeia aprieta ese punto, disfrutando del masaje.

—Estas tenso.

Harry ahogó un quejido de relajación.

—Sí, las pruebas fueron... muy estresantes.

Las manos de Cassiopeia bajaron a su espalda. Harry soltó un débil gemido cuando sus dedos presionaron puntos claves que lo hacen sentirse relajado.

Harry se sonrojó violentamente.

—Perdón, se sintió muy relajante —admitió apenado.

Ella soltó una risa suave, se inclinó hacia él y dejó un beso en su mejilla.

—No importa, es normal.

A pesar de eso, un ambiente se crea entre ellos. La espalda de Harry roza con el pecho de Cassiopeia. Sus manos suben desde lo bajo de su espalda para detenerse en medio.

—Solo relájate —susurra en su oído.

Trata de respirar con normalidad mientras las manos de su novia recorren por toda su espalda. Esto y más era lo que Cassiopeia causaba en ella, un sólo toque y ocasionaba que su corazón latiera con rapidez o que sintiera dragones contentos en barriga.

Para suerte de Harry, porque sentía que no se podría controlar más, el masaje acabó más rápido de lo que pensó.

—Bien, me tengo que ir —dejo un beso en un frente—. Hasta...

Harry no dejo que terminará de despedirse porque la atrajo hacia él, obligándola a sentarse ahorcadas de encima de él.

—¿Qué haces? —preguntó burlona Cassiopeia.

—Quiero besar a mi novia.

Harry besó con lentitud los labios de Cassiopeia, disfrutando de su sabor. Ella se permitió disfrutar de la sensación mientras lo abrazaba por el cuello. Miles de fuegos artificiales se sintieron en su estómago.

Harry mordió y besó su labio, pidiendo permiso para entrar. Ella se lo concedió y entró a su boca, jugueteando con su lengua. Las manos del Harry sintieron la necesidad de acariciar su cintura.

La piel de Cassiopeia ardió cuando las manos frías de Harry recorrieron su piel debajo del uniforme. Ninguno de los dos estaba tan seguro de lo que hacían, pero sabían que se deseaban demasiado.

Cortaron el beso para mirarse a los ojos. La dulce mirada de Harry se encuentra con la de Cassiopeia, llena de ternura y amor. Él soltó un pequeño suspiro y Cassiopeia pudo jurar que vio un brillo en él.

—Estoy totalmente enamorado de ti, Cassiopeia —susurró acariciando su mejilla—. Eres demasiado perfecta.

Cassiopeia sentía que su corazón se saldría de su pecho con la intensidad que latía. Tomó la mano de Harry y dejó un beso en él.

—Me encantas, Harry —susurró ella—. También estoy enamorada de ti.

Sonrío y regresó a sus labios, besándolo de una forma más feroz. Un jadeo se escapó de sus labios cuando Harry la presionó contra él. Cassiopeia sentía tanto placer.

La puerta se abrió y de ella apareció Neville, que, al ver la escena, se sonrojó violentamente y se tapó los ojos con sus manos. Alguien, detrás de él, preguntó qué había pasado, y cuando los vio, cerró la puerta llevándose con ella a Neville.

—¡Pónganle seguro a la puerta, par de hormonales! —exclamó Olivia desde el otro lado—. ¿No ven que trauman a mi hermanito?