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44. Sustos

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capítulo cuarenta y cuatro

SUSTOS

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PARA CASSIOPEIA, LAS VACACIONES FUERON MUY RAPIDAS. Luego de una semana con Harry en su casa, los dos fueron a la Madriguera a pasar el resto del mes ahí junto con Ron, Hermione y Ginny. En donde todo fue casi alegría (¡Hasta habían conocido la tienda de los Weasley!).

Ahora, los Weasley, Harry, Hermione, Cassiopeia, Callie y Amabel se encontraban en la estación de King's Cross.

—Ten mucho cuidado, Cassie —le susurró dándole un beso en su mejilla.

—Lo haré —aseguró ella.

—Escríbenos a diario —pidió Amabel mientras la abrazaba.

—Solo les escribiré una vez a la semana —respondió ella—, no quiero agobiarlas.

Las tres se fundieron en un abrazo grupal una última vez mientras sentía que algunas personas se la quedaban viendo mal a las tres, y ella sabía por qué.

A pesar de que Callie y Amabel solo eran amigas (casi hermanas) a simplemente podría confundirse como una pareja homosexual. A Cassiopeia le molestaba, ellas no eran una pareja, pero y si realmente lo fueran, ¿cuál era la necesidad de criticar a dos personas que se aman y quieren ser felices? Amabel solo le pidió que los ignore.

Se despidió de los Weasley y subió junto con Harry, Ron, Hermione a tren, despidiéndose una última vez de los demás. Se acercó a Harry para despedirse, ya que tenía que irse directamente al vagón de prefectos.

—Espera, necesito hablar contigo —la detuvo Harry.

—Ya estás hablando —dijo con un tono obvio.

—Es algo serio —agarró su mano y la llevó a un compartimiento vació.

—¿Qué es tan importante como para que no me lo puedas decir en los pasillos? —pregunto sentándose frente a Harry y dejando su baúl.

—Cuando fuimos al callejón Diagon, Ron, Hermione, yo nos pusimos mi capa invisible y seguimos a Draco Malfoy.

—¿Tienes algún motivo para hacerlo o sólo fue un capricho?

—Me pareció que Malfoy se traía algo entre manos —contestó Harry—. Él fue a Borgin y Burkes y se puso a intimidar a Borgin, el dueño, para que lo ayudara a arreglar algo. Y también dijo que quería que le guardara algo. Una cosa que, al parecer, es igual a esa que exigía que le arreglara. Como si tuviera una pareja. Y... —respiró hondo— hay otra cosa: vimos a Malfoy sobresaltarse mucho cuando Madame Malkin intentó tocarle el brazo izquierdo. Creo que le han grabado la Marca Tenebrosa y que ha relevado a su padre como mortífago.

Cassiopeia se quedó atónita.

—Harry, dudo mucho que Voldemort permitiera que un chico de dieciséis años...

—¿Tan seguros están todos de lo que haría y de lo que no haría Quien-usted-sabe? ¿Acaso tu padre no se unió a Voldemort siendo menor de edad? —repuso el chico, enfadado.

Harry dijo esto último sin pensarlo, sin medir las consecuencias de sus palabras. Cassiopeia carraspeó y agachó la cabeza.

—Lo siento, Cassiopeia, no quise nombrar a tu padre...

—No... no te preocupes —repuso levantando su cabeza y tratando de borrar su cara de incomodidad—. Mira, no creo que Malfoy haya sido tan tonto como para convertirse en mortífago. Si realmente tienes duda sigue investigando, pero si es verdad lo que supones, entonces ten mucho cuidado, Harry.

Cassiopeia recordaba la última conversación que tuvo con Malfoy, en donde le había dejado en claro que su padre fue un imbécil en convertirse en mortífago (y por casi matarlos), así que no creía que Malfoy sería igual que su padre.

—Tengo que irme al vagón de prefectos, nos vemos luego.



















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Cassiopeia bajó del tren junto con Theo, Blaise y Daphne conversando. Para ningún fue sorpresa como aquel año había menor cantidad de estudiantes en el colegio.

Al tomar asiento en la mesa de Slytherin, buscó con la mirada a un chico con lentes, cabello azabache y ojos verdes, pero no lo encontró. Vio a Ginny, a Hermione, a Ron y a Neville, menos a su novio.

—Ya vengo —les murmuró Cassiopeia a sus amigos.

—¿A dónde vas? —preguntó Daphne—. El banquete empiece en unos segundos.

Pero ella ya había corrido hacia la mesa de Gryffindor. Antes de acercarse a Ron y Hermione, una chica con cabellera pelinegra y ojos azules se levantó de su asiento, chocando con ella.

—Perdóname, Cass. No te había visto.

Cassiopeia negó con la cabeza y le regalo una sonrisa. La rodeó con un abrazo y Olivia Longbottom aceptó aquel gesto con gusto.

—No te preocupes, Liv. Fue mi culpa.

—Qué gusto volver a verte —aseguró sonriendo al separarse del abrazo—. ¿Qué tal las vacaciones? Un parajito me contó que te la pasaste con Harry —alzó una ceja con mirada pícara.

—Si, y con Ron y Hermione —dijo borrando sus mejillas encendidas—. Por cierto, ¿has visto a Harry? No lo encuentro.

—Debe de estar con Ron y Hermio... —pero Olivia se interrumpió a sí misma al ver como los dos estaban sin Harry y miraban a su alrededor, como si estuviesen buscando a alguien—. Qué raro —murmuró para sí misma—. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—Cuando nos subimos al tren, antes de irme al vagón de perfectos —ante sus palabras Olivia frunció el ceño.

—Pero yo me encontré con él en El Club de las Eminencia (un club estúpido si pides mi opinión). Cuando terminó la reunión nos dijo a mí y a Neville que iría a buscarte y eso fue hace horas.

Cassiopeia también frunció el ceño.

—¿Entonces...?

—Black y Longbottom —dijo una voz detrás de ella—. Será mejor que se sienten en sus respectivos puestos —aconsejó—. Black, su mesa está por allá.

Ambas voltearon y se encontraron con la mirada semblante de Minerva McGonagall.

—Hola, Minnie —Olivia mostró una sonrisa con inocencia—. Estábamos hablando de algo importante.

—La ceremonia va a empezar, no hay nada más importante que eso —habló la profesora McGonagall.

—Harry no aparece —comentó Cassiopeia—. Nadie lo ha visto desde el tren.

—Le notificaré al director —dijo al recorrer con su mirada la mesa de los leones—. Ahora siéntense.

Cassiopeia se fue a sentar preocupada. Harry no aparecía, ni sus amigos ni los profesores conocían de su paradero. No prestó atención a la clasificación de los nuevos estudiantes ni a la canción del sombrero seleccionador.

Blaise y Daphne le dijeron una y otra vez que comiera, que pronto llegara. Suspirando, les hizo caso a sus amigos, Harry llegaría, tenía que llegar.

Comiendo, todavía con Harry en su mente. Sintió la mirada de alguien, la alzó y se encontró con Malfoy, sonriendo.

—No lo esperes, querida Cassiopeia —sonrió triunfante—. Él no vendrá. ¿Cómo estoy tan seguro? —se apresuró a formular la pregunta cuando vio que ella abrió la boca—. Me encargué de eso.

Theo y Blaise tuvieron que agarrar a Cassiopeia para que no se lanzara sobre la mesa para llegar a Malfoy y ahorcarlo.

—Eres un grandísimo idiota —murmuró enojada—. Te juro que voy a asesinarte.

Justo en ese momento, las puertas del Gran Comedor se abrieron, dejando ver a Harry, que interrumpía el banquete de bienvenida. Toda la atención se centró en él, preguntándose porque llevaba ropa muggle, pero Cassiopeia ignoró eso y solo se preguntó porque tenía sangre en su cara.

Harry la observó y movió sus labios diciendo: "No te preocupes, estoy bien". Pero ella no hizo más que preocuparse aún más.

Cassiopeia observó como Harry se sentó en la mesa de Gryffindor, en medio de Olivia y Hermione. Olivia le hablaba, enojada y preocupada, mientras que Hermione movía la varita enfrente de su cara y todo rastro de sangre en su rostro desapareció.

Miró a Malfoy, que antes sonreía por la ausencia de Harry, ahora solo parecía molesto.

—¿Qué decías, Malfoy? —preguntó alzando y subiendo sus cejas mientras sonreía triunfantemente.

—El idiota tuvo suerte —bufó—. Para la próxima vez dile que no meta su nariz en donde no lo llaman.

—Para la próxima vez te romperé la nariz si te metes con mi novio.

—Tranquilízate, Cassie —musitó Daphne— o terminarás lanzándole el jugo de calabaza en su cabello bien cuidado.

—Para la próxima vez deberías elegir un mejor novio —gruñó Malfoy ignorando a Daphne.

—Y tú deberías de elegir mejor tus decisiones y no seguir los pasos de... otros que están encerrados.

Pero eso solo causó que los dos se vieran con más odio.






















★════◈◈◈◈◈◈◈◈════★



















Al día siguiente, Harry y Ron se encontraron con Cassiopeia en el Gran Comedor. Con la esperanza de ganar apoyo para su teoría, Harry se apresuró a contarle lo que Malfoy había dicho en el expreso de Hogwarts.

—Es evidente que presumía delante de Parkinson, ¿no? —terció Ron antes de que ella pudiera opinar.

—Bueno —vaciló Cassiopeia—, no sé... Es muy propio de Malfoy aparentar más de lo que es. Pero eso es una mentira muy gorda...

—Exacto —convino Harry, aunque no insistió porque había demasiada gente que intentaba escuchar su conversación o simplemente lo observaba y cuchicheaba con los demás.

—¿Nunca te han dicho que señalar con el dedo es de mala educación? —le espetó Ron a un alumno bajito de quinto que caminaban cerca de donde ellos estaban sentados. El chico, que estaba murmurándole algo a un amigo, se ruborizó y, con el susto, tropezó.

Cassiopeia y Ron rieron por lo bajo.

—Me encanta ser alumno de sexto. Además, este año tendremos un montón de tiempo libre, horas enteras sin clases que podremos pasar aquí sentados, descansando.

—Sinceramente, nunca pensé que llegaría con vida a sexto grado —admitió Cassiopeia en voz alta.

—Necesitaremos ese tiempo para estudiar, Ron —le recordó Hermione.

—Ya, pero hoy no. Lo de hoy va a ser pan comido.

—¡Espera! —saltó Hermione, y le interceptó el paso a un alumno de cuarto que llevaba un disco verde lima en la mano—. Los discos voladores con colmillos están prohibidos, dámelo ahora mismo — le ordenó con autoridad.

El chico puso mala cara pero le entregó el disco, que no paraba de gruñir. Luego se coló por debajo del brazo estirado de Hermione y echó a correr detrás de sus amigos. Una vez se hubo perdido de vista, Ron le arrebató el disco a Hermione y dijo:

—¡Qué bien! Siempre quise tener uno de éstos.

—Préstamelo, yo también he querido uno —agregó una persona más arrebatándole el disco de las manos a Ron.

—¡Róbate el tuyo, Liv! —exclamó Ron. Hermione sonrió viéndolos discutir como dos niños pequeños.

—¿Hay algo más interesante que haya dicho Malfoy? —preguntó curiosa Cassiopeia en su oído mientras veía como los Gryffindor discutían.

Harry recordó el enojo que sintió por todo su cuerpo al escuchar como Malfoy admitía frente a sus compañeros que veía a Cassiopeia atractiva. «Cassiopeia es muy linda, no sé qué le ve a Potter».

—No —contestó atrayéndola hacia su cuerpo para abrazarla y besar su frente.

Cassiopeia recibió autorización para continuar estudiando Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Transformaciones, Arte, Alquimia y Pociones. Cassiopeia no le hacía honor a su nombre, ya que irónicamente se llamaba como una constelación, pero no le gustaba mucho la clase de Astronomía como para seguir recibiendo.

Una hora más tarde, Cassiopeia, Theo y Blaise salieron de la soleada sala común y se encaminaron hacia el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, situada cuatro pisos más abajo.

Como siempre, dos cortinas de grasiento cabello negro enmarcaban el amarillento rostro del profesor. De inmediato se produjo silencio en la cola.

—Adentro —ordenó.

Los alumnos se sentaron en silencio, contemplando aquellos misteriosos y truculentos cuadros. Snape dio un discurso de cómo serían sus clases.

Mostró cuadros enseñándoles a un mago gritar de dolor por culpa de la maldición cruciatus, otro en donde recibía el beso del dementor y el último en donde alguien era atacado por un inferius.

—Entonces, ¿es verdad que han visto un inferius? —preguntó Parvati Patil con voz chillona—. ¿Es verdad que los está utilizando?

—El Señor Tenebroso utilizó inferi en el pasado —respondió Snape—, y eso significa que deberían deducir que puede volver a servirse de ellos. Veamos... —echó a andar por el otro lado del aula hacia su mesa, y una vez más la clase entera lo observó desplazarse con su negra túnica ondeando.

Minutos después, Snape los puso a trabajar en parejas, poniendo en practicar hechizos no verbales.

Aunque Snape no lo sabía, el curso anterior Harry había enseñado a realizar el encantamiento escudo al menos a la mitad de sus compañeros (a todos los que se habían apuntado al ED). Sin embargo, ninguno de ellos había lanzado el encantamiento sin hablar. Así pues, los alumnos pusieron manos a la obra.

Muchos optaron por hacer trampas y pronunciaban el conjuro quedamente en lugar de a viva voz. Como era de esperar, al cabo de diez minutos Cassiopeia consiguió repeler en completo silencio el embrujo piernas de gelatina que Theo había pronunciado en voz baja.

—Excelente, señorita Black —dijo Snape sin mostrar ninguna emoción en su rostro—. Diez puntos para Slytherin.

Algo similar pasó con Hermione, que logró repelar un embrujo de Neville, pero Snape lo ignoró olímpicamente.

—Patético, Weasley —sentenció Snape al ver el dúo de Potter y Weasley—. Aparta, deja que te enseñe...

El profesor sacudió su varita en dirección a Harry tan deprisa que el muchacho reaccionó de manera instintiva y, olvidando que estaban practicando hechizos no verbales, gritó:

¡Protego!

Su encantamiento escudo fue tan fuerte que Snape perdió el equilibrio y se golpeó contra un pupitre. La clase en pleno se había dado la vuelta y vio cómo Snape se incorporaba, con el entrecejo fruncido.

—¿Te suena por casualidad que les haya mandado practicar hechizos no verbales, Potter?

—Sí —contestó fríamente.

—Sí, «señor» —lo corrigió Snape.

—No hace falta que me llame «señor», profesor —replicó Harry impulsivamente.

Varios alumnos soltaron grititos de asombro, entre ellos Hermione. Sin embargo, Cassiopeia, que estaba detrás de Snape, le sonrió en señal de apreciación.

—Castigado. Te espero en mi despacho el sábado después de cenar —dictaminó Snape—. No acepto insolencias de nadie, Potter. Ni siquiera del «Elegido».

—¡Ha sido genial, Harry! —lo felicitó Ron poco después, cuando ya estaban a salvo y camino del recreo.

—Cassiopeia casi se hizo pipi de alegría al ver que te defendiste —comentó Theo. Cassiopeia le golpeó el hombro y Harry la miró sonriendo.

—No debiste decirlo —discrepó Hermione mirando a Ron con la frente fruncida—. ¿Qué te ha pasado?

—¡Intentó embrujar a tu mejor amigo! Él solo se defendió —exclamó Cassiopeia al darse cuenta de que ella se colocaba de lado de Snape.


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