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42. Aceptar la realidad

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capítulo cuarenta y dos

ACEPTAR LA REALIDAD

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PARA CASSIOPEIA BLACK FUE MUY DOLOROSO TENER QUE ACEPTAR LA REALIDAD: Desde ahora, vivía en un mundo en donde Sirius Black estaba muerto. Odiaba el hecho de que no puedo despedirse de él, de que no pudo darle último abrazo. Ni siquiera tenía el cuerpo de Sirius para darle su merecido entierro.

Y por días, estuvo enojada con Kreacher, no solo porque le había mentido a la cara a Harry, sino que también, había tenido contacto con Narcisa Malfoy, quien, junto con su esposo Lucius, le había dicho a Kreacher que tenía que hallar la forma de mantener alejado a Sirius después de que Harry hubiese tenido la visión de que Voldemort estaba torturando a Sirius.

Odiaba a los Malfoy más que nunca.

Por otro lado, el ministerio de magia no tuvo más opción y aceptó la realidad que Lord Voldemort había regresado. Ya nadie pintaba a Harry como un lunático.

Lo que significaba algo más, el inicio de una etapa difícil.

Daphne, Theo y Blaise se enteraron por Hermione de la muerte de Sirius y de su inocencia. Trataron de subirle el animó a su querida amiga, y gran parte del tiempo lo hacían, pero también existía aquella parte en la que sentía un dolor inmenso por la muerte de su tío. No había hablado con Harry sobre Sirius y no estaba segura de si quería o no hablar de su tío.

Un día, mientras ella estaba sola leyendo en la sala común de Slytherin, apareció Malfoy, junto a Crabbe y Goyle.

—Estás muerta, Black.

Ella suspiró, colocando el separador en el capítulo en que se quedó y luego lo cerró. Sabía que Malfoy aparecería.

—Si vienes amenazarme o a echarme la culpa porque tu padre está en Azkaban, entonces, déjame decirte que eres más inmaduro e idiota de lo que pensé —replicó Cassiopeia, cruzándose de brazos—. No es mi culpa, él se lo buscó, ¿entiendes? Él ya es un adulto y sabía perfectamente que ese no era el camino correcto. Lo único que yo hice fue tratar de salvar mi vida y la de mis amigos. Ahora vete por donde viniste.

Pero Malfoy no se movió, la miró con más odio que antes.

—Me iré, pero solo porque no estoy de humor para estar tolerándote —se levantó y se dirigió a la salida, pero antes de seguir, paró en seco y se volvió hacia él—. De verdad te lo digo, Malfoy, es hora de que aceptes la realidad: tu padre está en Azkaban por sus propios actos.

La profesora Umbridge, que había estado recuperándose en la enfermería, se marchó de Hogwarts el día antes de que terminara el curso. Por lo visto, salió con todo sigilo de la enfermería a la hora de comer con la esperanza de que nadie la viera partir, pero se encontró a Peeves por el camino que aprovechó su última oportunidad de poner en práctica las instrucciones de Fred, y la persiguió riendo cuando salió del castillo, golpeándola con un bastón y con un calcetín lleno de tizas. Muchos estudiantes salieron al vestíbulo para verla correr por el camino, y los jefes de las casas no pusieron mucho empeño en contenerlos. De hecho, la profesora McGonagall se sentó en su butaca en la sala de profesores tras unas pocas y débiles protestas, y la oyeron lamentarse de no poder correr ella misma detrás de la profesora Umbridge para abuchearla porque Peeves le había cogido el bastón.

Llegó la última noche en el colegio; la mayoría de los estudiantes habían terminado de hacer el equipaje y comenzaban a bajar al Gran Comedor, donde se celebraría el banquete de fin de curso.

—¡Vamos, estoy muerto de hambre! —le dijo Daphne, que esperaba junto a la puerta del dormitorio.

—No tengo hambre.

Cassiopeia había dejado de comer mucho luego de la muerte de Sirius. Comía, pero no como antes, dejaba la mitad de la comida y se la daba a Theo.

—Cassie, tienes que comer... —musitó Daphne— tú misma lo has dicho, siempre, es importante alimentarse bien.

—Estoy bien.

—No, no lo estás —replicó Daphne—, pero sé que pronto estarás bien. Eres fuerte, te conozco —le regaló un abrazo y luego se alejó para mirarla—. Iré al gran comedor con las esperanzas de verte ahí.

Daphne salió, dejando completamente a Cassiopeia sola. Ella solo se sentó en el borde de la cama, viendo como un calamar gigante nadaba por el lago.

Varios minutos después, salió del cuarto y de la sala común de Slytherin, caminó por el vacío castillo, en un momento, divisó a alguien al fondo caminando con un cuaderno en su mano y una pluma muggles mientras en su boca se encontraba un cigarrillo. Se fijó y comprobó que era Olivia.

—Hola —la saludó Olivia al tiempo que anotaba algo en su cuaderno.

—¿Utilizas cuadernos y plumas muggles? —preguntó con curiosidad. Conocía a pocos magos de sangre pura que utilizaran objetos muggles.

—Sí, me gustan muchos los objetos muggles, son muy interesantes —respondió sonriendo al tiempo que cerraba su cuaderno—. ¿Por qué no estás en el banquete?

Cassiopeia se encogió de hombros.

—No me apetecía ir.

—Entiendo —tomó el cigarrillo entre sus dedos y la observó—. Lamento la muerte de Sirius. Hermione me contó de su inocencia y lo mucho que lo querías.

Cassiopeia se limitó a asentir con la cabeza, pero se dio cuenta de que por algún curioso motivo no le molestaba que Olivia hablara de Sirius. Observó el cigarrillo y tuvo la curiosidad de preguntarle desde cuando fumaba (cosa que ella desconocía de Olivia), pero decidió no hacerle esa pregunta.

—Tú puedes ver a los thestrals... —dijo recordando la clase de Hagrid— ¿Se te ha muerto alguien?

—Sí —contestó Olivia con naturalidad mientras el humo salía de su boca—, mi abuelo. Era una gran persona y un día falleció frente de nosotros. Neville y yo teníamos nueve cuando sucedió.

—Lo siento —murmuró Cassiopeia.

—Sí, no fue lindo tener que presenciar su muerte a esa edad—continuó Olivia—. Aceptar su muerte tampoco fue fácil, sabes, uno logra salir adelante.

—¿Cómo? ¿Cómo se supera una perdida? —preguntó con la voz rota.

—No se supera, Cassiopeia —contestó ella—. Una muerte jamás se supera. Aprendes a vivir con el dolor, aprender a aceptar que está muerto, pero también aprendes a aceptar que está en un mundo mejor, libre de la maldad de la gente y que está cuidando de ti.

Cassiopeia no dijo nada, escuchaba atentamente las palabras de la Gryffindor. Olivia masajeó suavemente el hombro de la castaña y continuó:

—Harry me contó que Sirius pasó su último año encerrado y malhumorado en la casa en donde toda su familia lo desprecio —con cada palabra que salía de los labios de Olivia, los ojos de Cassiopeia se cristalizaban más—, mírale el lado positivo, Cassiopeia, él ahora está en paz y es totalmente libre, y seguramente se reencontrará con las personas que lo quisieron.

Cassiopeia no pudo contenerse. Un sollozo se escapó ante sus palabras y Olivia no dudó en reconfortarla con un abrazo. Se quedaron así en lo que pareció toda una eternidad, en donde Cassiopeia soltaba las lágrimas y Olivia la tranquilizaba.

Cuando se alejó del abrazo, Cassiopeia se limpió las lagrimas de sus mejillas con su túnica.

—Perdón por eso...

—No te preocupes, sé que duele —respondió Olivia ligeramente—. Sé que pensar en tu tío duele, pero tienes que ser fuerte. Sé fuerte por tu madre y tu tía, a ellas también les dolió su muerte.

—¿Cuándo piensas en tu abuelo qué haces para ser fuerte?

—Neville es mi motor, tengo que ser fuerte por él porque lo amo con todas mis fuerzas y eso es lo único que importa.

—Y todavía tienes a tu abuela...

—Nah, yo no le importo a esa señora —contestó con serenidad—. Me odia por ser rara, por sentirme atraída hacia las mujeres.

—Lamento oír eso.

—No te preocupes —contestó con sinceridad y tiró el cigarrillo al suelo para luego pisarlo—. Son cosas con las que uno tiene que luchar en la vida. Y tú —la señaló— tienes que ser fuerte por Harry, porque él te necesita más que nunca.

Asintió en silencio.

—¿Y tú por qué no estás en el banquete? —preguntó Cassiopeia, y secándose las lágrimas intentando cambiar de tema.

—Aproveché el silencio y la paz de los pasillos de Hogwarts para escribir —respondió—, y fumar sin ser regañada por Minnie—agregó con una sonrisa traviesa.

—¿Escribes poemas? —preguntó alzando las cejas.

—Canciones —corrigió con una sonrisa de boca cerrada.

—Interesante. ¿Desde cuándo escribes?

—Desde que tengo diez años —respondió mirando su cuaderno—. Un día solo surgió escribir la felicidad que sentía, deberías intentarlo, es bueno para expresar tus sentimientos.

—Yo pinto —comentó Cassiopeia—. Cuando estoy inspirada, suelo pintar, me gusta mucho porque me relaja y puedo expresar mis emociones.

—Cool —musitó con una sonrisa—. Ojalá algún día puedas mostrarle al mundo tus pinturas —comentó con sinceridad—. Creo que iré comer un poco de pudín, mi barriga me pide comida para poder seguir escribiendo. Te veo luego.

—Adiós.

Olivia echó a andar por el pasillo (a ella le pareció que la pelinegra tarareaba una canción), y mientras la veía alejarse, Cassiopeia se dio cuenta de dos cosas: Olivia no era tan mala persona como ella creía y el terrible dolor en su corazón se había aligerado.

Por fin, Cassiopeia podía aceptar la realidad de que Sirius murió, pero eso no significaba que lo iba a olvidar, significa que ella lo recordaría con el cariño que el tuvo en vida mientras que Sirius pasa a la siguiente etapa de la vida; la muerte, en donde, tal vez, pueda descansar junto con su hermano menor.




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Al día siguiente, el viaje de vuelta a casa en el expreso de Hogwarts fue tranquilo para Cassiopeia.

Hermione estaba leyendo El Profeta otra vez, Ginny hacía un crucigrama de El Quisquilloso y Neville acariciaba su Mimbulus mimbletonia, que había crecido mucho en un año y emitía un extraño canturreo cuando la tocaban.

Cassiopeia se encontraba con la cabeza recostada en el hombro de Harry mientras que él y Ron jugaron casi todo el trayecto ajedrez mágico.

Harry y Ron se entretuvieron casi todo el trayecto jugando al ajedrez mágico mientras Hermione leía en voz alta fragmentos de El Profeta. El periódico estaba saturado de artículos sobre cómo repeler a los dementores y sobre los intentos del Ministerio de localizar a los mortífagos, y de cartas histéricas en las que los lectores aseguraban que habían visto a lord Voldemort pasar por delante de su casa aquella misma mañana.

—Esto todavía no ha empezado —comentó Hermione suspirando con pesimismo, y volvió a doblar el periódico—. Pero no tardará mucho...

—Hola —dijo alguien abriendo la puerta del compartimiento.

Todos saludaron a Olivia con una sonrisa. Ella tomó asiento entre Neville y Hermione.

—¡Por fin llega la Chica Problemática! —dijo Ron.

—No sé preocupen, no me sigan extrañando, ya llegué —dijo haciendo una reverencia.

Cuando el tren empezó a reducir la velocidad al aproximarse a la estación de King's Cross, Harry tomó la mano de Cassiopeia y salió del tren.

Harry se llevó una sorpresa: al otro lado había un grupo de gente esperándolo para recibirlo.

Allí estaba Ojoloco Moody, que ofrecía un aspecto siniestro; sostenía un largo bastón en las nudosas manos e iba envuelto en una capa de viaje. Tonks se encontraba detrás de Moody; llevaba una camiseta de color morado con la leyenda «Las Brujas de Macbeth», y el pelo de color rosa chicle. Detrás de Tonks estaba Callie con sus manos en sus bolsillos y una sonrisa triste. A su lado, Amabel miraba con curiosidad a todos los muggles pasar. Junto a Tonks estaba Lupin, con su habitual rostro pálido y su cabello entrecano, que llevaba un largo y raído abrigo sobre un jersey y unos pantalones andrajosos. Delante del grupo se hallaban el señor y la señora Weasley, y Fred y George.

—¡Cassie! —Callie corrió abrazar a su hija—. ¿Mi niña, cómo estás? ¿Ya se están curando las heridas de tu cara?

Cassiopeia llevaba pequeñas banditas en la cara por las heridas provocadas en el departamento de ministerio y por la pelea contra la brigada inquisidora.

—Sí, ya estoy mejor —musitó—. Hola, tía.

—Te extrañamos mucho —dijo Amabel—. Tú, Harry ¿Cómo estás?

—Bien —respondió él sin soltar la mano de su novia.

—¡Hola, Harry! —dijo Lupin acercándose—. ¡Hola, Cassiopeia!

—¡Hola! —contestó él—. No esperaba... ¿Qué hacen ustedes aquí?

—Bueno —respondió Lupin sonriendo—, hemos creído oportuno decirles un par de cosas a tus tíos antes de que te lleven a casa.

—No sé si será buena idea —comentó Harry de inmediato.

—Ya lo creo que lo es —dijo Callie—. Son ésos, ¿verdad?

La conversación se resume a que básicamente todos amenazaron a los tíos de Harry para que él recibiera un buen trato. Cassiopeia sonrió al ver el miedo en la cara del tío de Harry. Luego, tiró de él, alejándolo un poco de todos los demás para tener una conversación.

Cassiopeia abrazó con fuerza a Harry, escondiendo su cara en su cuello. Él la abrazó con las mismas emociones, sin querer separarse de ella.

—No estás solo, Harry —murmuró ella—. Sirius no era tu única familia, yo estoy aquí contigo, me tienes a mi y te prometo que haré lo posible para sacarte de ese infierno lo más pronto posible —tomó su cara con sus manos y dejó un beso—. Te quiero muchísimo, Harry.

Harry sonrió con una sonrisa de tonto enamorado.

—También te quiero —correspondió—. Estaré ansioso, contando los días para poder verte una vez más.

Cassiopeia volvió a abrazar una última vez a Harry.





Y recuerden...
Aceptar no es resignarse: es ver la realidad tal y como es para afrontarla mejor.





FIN DEL SEGUNDO ACTO

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