39. Sirius en problemas
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capítulo treinta y nueve
SIRIUS EN PROBLEMAS
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MARATÓN 1/2
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—ASÍ QUE... TÚ Y LUNA... —inquirió Cassiopeia sonriendo.
—¡Shh! —la cayó Ginny—. No lo grites —murmuró señalando a Luna, que estaba caminando delante de ellas, mientras hablaba en voz baja.
—No nos escucha —dijo Cassiopeia riendo.
—Solo somos amigas —repuso en voz baja Ginny.
—Así empezamos todos.
—No es cierto, no te olvides de los que se odian y al final terminan enamorados —contradijo Ginny—. Un claro ejemplo: Hermione y Olivia.
—¿Qué con ellas? —preguntó Cassiopeia desconcertada.
—¿No te has enterado? ¡Ellas se gustan! —exclamó contenta—. Pero ninguna se atreve dar el siguiente paso —agregó con tristeza—. Y se suponen que ambas son de Gryffindor —murmuró.
—¿Cómo estás tan segura de eso?
—Porque amabas son tan obvias —objetó con una sonrisa—. Yo pensé que lo sabías; Harry siempre está molestando a Olivia con eso.
Cassiopeia arrugó sus cejas y su nariz. Harry nunca le había comentado que Olivia se siente atraído hacia las mujeres, si lo hubiese sabido no habría sentido celos y tal vez hubiese tratado de llevarse bien con ella.
Le contó a Ginny como había sentido celos hacia la amistad de Harry y Olivia. Al final, Ginny se burló de ella.
—¿En serio? ¿Harry y Olivia juntos? ¿Olivia hetero? —carcajeó la pelirroja—. ¿Oh, Cassie, en serio pensaste eso?
—Harry nunca me contó que Olivia se siente atraída por las mujeres, de haber sido así no habría estado tan celosa —gruñó cruzándose de brazos.
—Tal vez lo hizo porque le gusta verte enojada —dijo encogiéndose de hombros—. Que, por cierto, te vez linda cuando arrugas la nariz, como ahora.
—Ginny, no me coquetees —se burló Cassiopeia—. ¿Escuchaste eso?
Abrieron la puerta de un aula, en donde provenía bulla, y ahí adentro, se encontraron con Harry, Ron y Hermione que se volvieron rápidamente.
—¡Hola! —saludó Ginny, vacilante—. Hemos reconocido la voz de Harry. ¿Por qué gritabas?
—No es asunto tuyo —contestó Harry con aspereza.
Ginny arqueó las cejas.
—¡Harry! No seas así con Ginny —lo regañó Cassiopeia.
—No tienes por qué emplear ese tono conmigo, Potter —repuso Ginny fríamente—. Sólo quería saber si podía ayudar en algo.
—Pues no, no puedes —le espetó Harry.
—Eres bastante maleducado, ¿sabes? —comentó Luna con serenidad.
Harry soltó una palabrota y se dio la vuelta.
—Espera —saltó de pronto Hermione—. Espera... Harry, ellas pueden ayudarte —Harry y Ron miraron a Hermione—. Escuchen —dijo ella con urgencia—, Harry, tenemos que saber si es verdad que Sirius ha salido del cuartel general.
—Ya te lo he dicho, lo he visto...
—¿Qué sucedió con Sirius? —preguntó Cassiopeia.
—Larga historia —contestó Ron con una mueca.
—¡Por favor, Harry, te lo suplico! —exclamó Hermione, desesperada—. Déjanos comprobar si Sirius se ha marchado de su casa antes de salir en estampida hacia Londres. Si no está en Grimmauld Place, te juro que no haré nada para impedir que vayas. Iré contigo, haré... lo que sea para ayudarte a salvarlo.
—¡Voldemort está torturando a Sirius AHORA MISMO! —gritó Harry—. No podemos perder más tiempo.
—Pero todo esto podría ser una trampa de Voldemort, Harry, tenemos que comprobarlo.
—¿Cómo? —preguntó Harry—. ¿Cómo vamos a comprobarlo?
—Tendremos que utilizar la chimenea de la profesora Umbridge e intentar hablar con él —propuso Hermione, pese a que aquella idea la aterraba—. Volveremos a despistar a la profesora Umbridge, pero necesitaremos alguien que vigile, y ahí es donde pueden ayudarnos Ginny, Cassiopeia y Luna.
Pese a que todavía no había entendido del todo lo que estaba pasando, Cassiopeia dijo inmediatamente:
—Sí, cuenta con nosotras.
Y Luna inquirió:
—¿Cuándo dices «Sirius», te refieres a Stubby Boardman?
—Está bien... —le respondió Harry a Hermione—. Está bien, si se te ocurre una forma de hacerlo deprisa, estoy de acuerdo, pero si no, me voy ahora mismo al Departamento de Misterios.
—Muy bien —continuó Hermione mientras se retorcía las manos y se paseaba entre los pupitres—. Muy bien... Bueno, uno de nosotros tiene que ir a buscar a la profesora Umbridge y... y conseguir que vaya hacia otro lado, alejarla de su despacho. Podríamos decirle, no sé, que Peeves ha hecho alguna de las suyas...
—De eso ya me encargo yo —se ofreció Ron—. Le diré que Peeves está destrozando el departamento de Transformaciones o algo así; está muy lejos de su despacho. Ahora que lo pienso, si me lo encuentro por el camino podría convencer a Peeves de que lo haga.
—Muy bien —dijo con la frente fruncida mientras seguía paseándose arriba y abajo; el hecho de que Hermione no pusiera reparos a que se destrozara el departamento de Transformaciones indicaba la gravedad de la situación—. También tendremos que mantener a los estudiantes lejos de su despacho mientras forzamos la puerta, porque si no alguno de Slytherin iría a chivarse.
—Luna, Cassie y yo podemos montar guardia en cada uno de los extremos del pasillo —propuso Ginny—, y avisar a la gente de que no entre en él porque alguien ha soltado gas agarrotador. —A Hermione le sorprendió la rapidez con que a Ginny se le había ocurrido aquella mentira; Ginny se encogió de hombros y añadió—: Fred y George pensaban hacerlo antes de marcharse.
—Vale —dijo Hermione—. Entonces, Harry, tú y yo nos pondremos la capa invisible y entraremos en el despacho, y podrás hablar con Sirius...
Harry echó a correr y minutos después volvió para reunirse con los chicos, que estaban apiñados al final del pasillo de la profesora Umbridge.
—Ya lo tengo todo —dijo entrecortadamente—. ¿Están preparados?
—Ron, tú ve a distraer a la profesora Umbridge —le ordenó Hermione en un susurro, pues en ese momento pasaba a su lado un ruidoso grupo de alumnos de sexto—; Ginny, Luna, Cassiopeia, empiecen a alejar a la gente del pasillo... Harry y yo nos pondremos la capa y esperaremos hasta que todo esté despejado.
Ron se marchó con paso decidido y los demás pudieron ver su reluciente pelo rojo hasta que llegó al final del pasillo; entre tanto Ginny, Cassiopeia y Luna, se alejaron en dirección opuesta, asomando entre el tumulto de estudiantes que llenaban el pasillo.
—¡Por aquí no pueden pasar! —decía Cassiopeia a los alumnos, aprovechando que era prefecta—. Lo siento, tendrán que dar la vuelta por la escalera giratoria porque alguien ha soltado gas agarrotador en este pasillo.
Oyeron que algunos se quejaban, y una voz antipática dijo:
—Yo no veo gas por ninguna parte.
—Porque es incoloro —contestó Ginny con un convincente tono de exasperación—, pero si quieres pasar, adelante, así tendremos tu cuerpo como prueba para el siguiente idiota que no nos crea.
Poco a poco la multitud fue dispersándose. Por lo visto, la noticia del gas agarrotador se había difundido y la gente ya no intentaba pasar por aquel pasillo, pero una persona llegó al pasillo.
—¿Gas agarrotador? Esa era la excusa de los gemelos, Ginny —dijo Olivia mirando el pasillo vacío, a excepción de ellas—. ¿Qué están tramando?
—No tengo tiempo para explicártelo, Liv, solo ayúdame a hacer que nadie venga —anunció Ginny—. Si se acerca la cara de sapo, ponte a cantar "A Weasley vamos a coronar"
—De acuerdo —asintió—. ¡Por aquí no se puede pasar! —gritó Olivia hacia otra dirección en donde estaban algunos estudiantes.
Cassiopeia notó de lejos que los estudiantes eran de Slytherin y al verlos avanzar hacia ellas soltó una maldición.
—¿Y por qué no? —preguntó Malfoy.
—Alguien ha soltado gas agarrotador en este pasillo —declaró Cassiopeia mirando con odio a Malfoy—. ¡Lárguense o se asfixiaran!
—¿Y se supone que tenemos que creerles a dos chicas inútiles de Gryffindor, a una lunática de Ravenclaw y a la traidora de Slytherin? —preguntó con burla Pansy.
—Nos hace falta tener una amiga de Hufflepuff —murmuró Ginny.
—Metete tus palabras por donde te quepan, Parkinson —espetó Olivia.
—¡No lo volveré a decir, lárguense de aquí! —exclamó Cassiopeia.
—Lástima que Umbridge nos dio la orden de atraparlos, Cassie —dijo Malfoy con tono dulce.
Todo pasó muy rápido. Malfoy y Black sacaron sus varias al mismo tiempo y lanzaron hechizos que los mandó lejos. Cassiopeia cayó de espaldas tres metros de lejos. Soltó un gemido de dolor y trató de buscar su varita, pero alguien más la rodeó del cuello y la apuntó con la varita en la frente.
Buscó con la mirada a su varita, y la encontró en los bolsillos.
—¿Buscas esto? —se burló el chico, que tenía su varita guardada en sus bolsillos.
Vio como Neville y Crabbe estaba en una pelea (¿En qué momento apareció Neville?) y a unos metros Olivia estaba en el suelo. Ginny pretendía pegar patadas en la espinilla a la robusta alumna de Slytherin que la sujetaba. Luna procuraba en vano apartar a Millicent Bulstrode.
—¡Hey, Warrington! —lo llamó Malfoy—. Déjame a Black a mí.
—¡Aléjate de ella! —escupió Ginny.
—No la toques, Malfoy —forcejó ahora Olivia entre los brazos de un chico de sexto grado.
Malfoy solo rio y dijo:
—Al chico Longbottom.
Crabbe le dio un fuerte golpe a Neville que lo dejó en el suelo. Luna se tapó los ojos con sus manos. Ginny ahogó un grito y Olivia empezó a insultar a los Slytherin de todas las formas que conocía mientras forcejeaba el agarre del chico y trataba de acercarse a su hermano, pero era en vano.
—¡Déjalo a él fuera de esto, idiota! —exclamó Olivia.
—¡Silencio! —exclamó Malfoy—. Es hora de ir a visitar a la directora...
—Querrás decir a la Cara de Sapo del colegio —gruñó Olivia, ganándose una cachetada por parte de Pansy.
Cuando Warrington liberó a Cassiopeia, trató de huir, pero Malfoy la sujetó del cuello sin ahorcarla.
—Te lo dije, Cassiopeia —susurró él en su oído—. Elige bien tu bando.
Los alumnos de Slytherin arrastraron a los demás a la oficina de Umbridge. Harry sintió tanta rabia y odio al ver como Malfoy apuntaba a Cassiopeia con su varita en la cabeza, amenazándola con que se quedara quieta.
—Los tenemos a todos —anunció Warrington, y empujó bruscamente a Ron hacia el centro del despacho—. Éste —dijo hincándole un grueso dedo a Neville en el pecho— ha intentado impedir que agarrara a ésa —señaló a Olivia, que pretendía pegar patadas en la espinilla al alumno de Slytherin que la sujetaba—, así que lo hemos cogido también.
—Estupendo —dijo la profesora Umbridge mientras contemplaba los forcejeos de Ginny y Olivia—. Muy bien, veo que dentro de poco ya no quedará ningún Weasley y Longbottom en el colegio.
Malfoy, adulador, rio con ganas. Umbridge dibujó su ancha y displicente sonrisa y se sentó en una butaca de chintz; miraba a sus prisioneros pestañeando, como un sapo sobre un parterre de flores.
—Muy bien, Potter —comenzó—. Has colocado vigilantes alrededor de mi despacho y has enviado a ese payaso —señaló con la cabeza a Ron, y Malfoy rio aún más fuerte— para que me dijera que el poltergeist estaba provocando el caos en el departamento de Transformaciones cuando yo sabía perfectamente que estaba manchando de tinta las miras de todos los telescopios del colegio, porque el señor Filch acababa de informarme de ello. Es evidente que te interesaba mucho hablar con alguien. ¿Con quién? ¿Con Albus Dumbledore? ¿O con ese híbrido, Hagrid? No creo que se tratara de la profesora McGonagall porque tengo entendido que todavía está demasiado enferma para hablar con nadie.
—No es asunto suyo. Yo puedo hablar con quién me dé la gana —gruñó.
El blandengue rostro de la profesora Umbridge se tensó un poco.
—Muy bien —continuó con su dulce voz, más falsa y peligrosa que nunca—. Muy bien, señor Potter... Le he ofrecido la posibilidad de contármelo voluntariamente y la ha rechazado. No tengo otra alternativa que obligarlo. Draco, ve a buscar al profesor Snape.
Malfoy se guardó la varita de Harry en el bolsillo de la túnica y salió del despacho con la sonrisa en los labios.
Acababa de darse cuenta de aún había un miembro de la Orden del Fénix en Hogwarts: Snape.
—¿Quería verme, directora? —preguntó Snape, y miró a las parejas de forcejeantes alumnos con un gesto de absoluta indiferencia.
—¡Ah, profesor Snape! —exclamó la profesora Umbridge sonriendo de oreja a oreja y poniéndose de nuevo en pie—. Sí, necesito otra botella de Veritaserum. Cuanto antes, por favor.
—Le di la última botella que tenía para que interrogara a Potter —contestó Snape—. No la gastaría toda, ¿verdad? Ya le indiqué que bastaba con tres gotas.
—Supongo que podrá preparar más, ¿no? —dijo la directora, y su voz se volvió aún más infantil y dulce.
—Desde luego —contestó Snape haciendo una mueca con los labios—. Tarda todo un ciclo lunar en madurar, así que la tendrá dentro de un mes.
—¿Un mes? —chilló la profesora Umbridge inflándose como un sapo—. ¿Un mes, ha dicho? ¡La necesito esta noche, Snape! ¡Acabo de encontrar a Potter utilizando mi chimenea para comunicarse con alguien!
—¿Ah, sí? —dijo Snape, y por primera vez mostró interés y giró la cabeza para mirar a Harry—. Bueno, no me sorprende. Potter nunca se ha mostrado inclinado a obedecer las normas del colegio.
—¡Quiero interrogarlo! —gritó la profesora Umbridge fuera de sí, y Snape dirigió la vista al enfurecido y tembloroso rostro de la directora—. ¡Quiero que me proporcione una poción que lo obligue a decirme la verdad!
—Ya se lo he dicho —repuso Snape con toda tranquilidad—. No me queda ni una gota de Veritaserum. A menos que quiera envenenar a Potter, y le aseguro que si lo hiciera yo lo comprendería, no puedo ayudarla. El único problema es que la mayoría de los venenos actúan tan deprisa que la víctima no tiene mucho tiempo para confesar.
—¡Tiene a Canuto! —gritó de repente Harry—. ¡Tiene a Canuto en el sitio donde la guardan!
Snape se paró con una mano sobre el picaporte de la puerta.
—¿Canuto? —chilló la profesora Umbridge mirando ávidamente a Harry y luego a Snape—. ¿Quién es Canuto? ¿Dónde guardan qué? ¿Qué ha querido decir, Snape?
Snape se volvió y miró a Harry con expresión inescrutable.
—No tengo ni idea —respondió Snape sin inmutarse—. Potter, cuando quiera que me grites disparates como ése, te daré un brebaje bocazas—. Cerró la puerta tras él haciendo un ruidito seco.
—No me gusta nada tener que hacer esto, Potter, pero me has obligado —afirmó la profesora Umbridge, que no paraba de moverse—. A veces las circunstancias justifican el empleo de... Estoy segura de que el ministro comprenderá que no tuve otro remedio... —Malfoy la observaba con avidez— Seguro hablarás si observas con tus propios ojos como utilizo la maldición cruciatus en tu novia.
Cassiopeia intentó moverse al tiempo que Umbridge la apuntó con su varita, pero Malfoy fue más rápido y la sujetó con fuerza.
—¡No! —gritó Harry—. ¡No la toque!
—¡Es ilegal, profesora Umbridge! —exclamó Hermione—. ¡El ministro no aprobará que viole la ley, profesora Umbridge!
—No se atrevería hacerlo —gritó Olivia—. ¡Está prohibido, vieja loca!
—Si Cornelius no se entera, no pasará nada —repuso la profesora jadeando ligeramente mientras apuntaba con la varita a distintas partes del cuerpo de Cassiopeia intentando decidir, al parecer, dónde le dolería más—. Cornelius nunca llegó a saber que fui yo quien envió a los dementores contra Potter el verano pasado, pero de todos modos le encantó tener una excusa para expulsarlo del colegio.
—¿Fue usted? —preguntó Harry enojado—. ¿Usted me envió a los dementores?
—¡Vieja arpía! —exclamó Cassiopeia.
—Alguien tenía que actuar —respondió la profesora Umbridge, y su varita apuntó directamente a la frente de Cassiopeia—. Todos decían que había que hacerte callar como fuera, que había que desacreditarte, pero yo fui la única que hizo algo... Sólo que tú te las ingeniaste para librarte, ¿verdad, Potter? Pero hoy no va a ocurrir lo mismo, ya lo verás.
Cassiopeia evitó mirar a Harry. Sabía que él estaba preocupado por ella. Sabía que aquella escena, de Umbridge amenazándolo con torturar a Cassiopeia le recordaba el día de la prueba final de los Tres Magos, en donde Barty Crouch Jr. la roturó con el maleficio Cruciatus.
—Suéltela a Cass...
—¡No! —Cassiopeia interrumpió a Harry—. Si va a tener que torturar a alguien, que sea a mí —declaró en voz alta—. Aunque las dos sabemos perfectamente que —susurró en voz baja para la profesora—, ni matándome conseguirá lo que busca.
—Ya lo veremos —dijo la profesora Umbridge.
Cassiopeia alzó una ceja y sonrió.
—¿No le importa asesinar a una chica de dieciséis años inocente? —preguntó mientras inclinaba levemente su cabeza hacia un lado. Su cara no reflejaba miedo, sino frialdad. No permitiría mostrarse débil ante su enemigo, a pesar de que fuera su último momento—. Entonces nos veremos en el infierno, hija de puta, porque de mi boca no saldrá nada que sea de su interés.
—Me alegra ver que pensemos igual —dijo con una sonrisa falsa— ¡Cru...!
—¡NO! —chilló entonces Hermione—. ¡No! ¡Harry, tendremos que contárselo!
—¡Nada de eso! —bramó él fulminando con la mirada a lo poco del cuerpo de Hermione que alcanzaba a ver.
—¡Tendremos que hacerlo, Harry! ¡No podemos dejar que torture de esa forma a Cassiopeia!
Y Hermione se puso a llorar débilmente sobre la parte de atrás de la túnica de Millicent Bulstrode. Ésta dejó de aplastarla contra la pared de inmediato y se apartó de ella con asco.
Pero Cassiopeia se dio cuenta de algo. Pese a que Hermione sollozaba desesperadamente y se tapaba la cara con las manos, no había derramado ni una sola lágrima. Intercambio miradas con todos sus amigos, pero solo Harry y Olivia se habían dado cuenta que sus lágrimas eran falsa.
NOTA DE AUTORA
Hola gente :D
Es lindo volver aquí después de varias semanas desaparecida, como recompensa por estar tanto tiempo ausente hoy habrá maratón. El próximo Miércoles también habrá actualización.
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