35. Reconciliación y Muérdago
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capítulo treinta y cinco
RECONCILIACIÓN Y MUÉRDAGO
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MARATÓN 2/2
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LLEGÓ DICIEMBRE, Y DEJÓ MÁS NIEVE Y UN VERDADERO ALAUD DE deberes para los alumnos de quinto año. Las obligaciones como prefecta de Cassiopeia también se hacían más pesadas a medida que se aproximaba la Navidad. La llamaron para que supervisaran la decoración del castillo.
Al final, alguien le fue con el chisme a Snape de que había convertido a Malfoy en hurón. Pero no solo él se enteró de aquel incidente, sino también Dolores Umbridge. Recibió un castigo con la profesora Umbridge y una amenaza de que podría perder una insignia de prefecta, pero a ella no le importó porque había recibido una carta de su tío.
«¡Dos castigos en una sola semana! —decía en su carta—. ¡Me siento verdaderamente orgulloso, estrellita! Y no hablemos en la forma que te defendiste, tu madre no está muy contenta con eso, ¡pero qué va! Les dejaste en claro que no se metan contigo...»
Cassiopeia se preguntó como él se había enterado de aquello.
El rumor de que Cassiopeia Black y Harry Potter terminaron empezó a sonar muy fuerte en el castillo cuando todos notaron que dejaron de convivir tiempo juntos. Ya no se los veía juntos en los salones o en el Gran Comedor. Cassiopeia no quiso confirmar el rumor, pero tampoco lo desmintió.
—Bueno —la voz de Harry sonó por toda la sala de menesteres—. He pensado que esta noche podríamos repasar lo que hemos hecho hasta ahora, porque ésta es la última reunión antes de las vacaciones, y no tiene sentido empezar nada nuevo antes de un descanso de tres semanas...
—¿No vamos a hacer nada nuevo? —preguntó Zacharias Smith en un contrariado susurro, aunque lo bastante alto para que lo oyeran todos—. Si lo llego a saber, no vengo.
—Pues mira, es una lástima que Harry no te lo haya dicho antes —respondió Cassiopeia con tono sarcástico, sin perder la compostura—. Pero los demás estamos dispuestos a repasar todo lo aprendido. Así que, si te quieres ir, nadie te va a detener.
Un murmullo de risitas se extendió entre los estudiantes, como una corriente que pasaba por todo el aula. Harry, que había estado observando en silencio, no pudo evitar sentir un leve alivio al ver cómo Cassiopeia lo defendía sin titubeos. La mirada de agradecimiento que le dirigió hizo que, por un instante, ella sintiera un nudo en el estómago y una calidez inexplicable en el pecho.
Era una sensación familiar, que la envolvía siempre que él la miraba de esa manera, pero nunca dejaba de sorprenderla. Por un momento, olvidó el bullicio alrededor, absorta en esa emoción fugaz que parecía tan efímera, pero que, de alguna forma, había conseguido instalarse en su corazón.
—Practicaremos por parejas —siguió Harry—. Empezaremos con el embrujo paralizante durante diez minutos; luego nos sentaremos en los cojines y volveremos a practicar los hechizos aturdidores.
Los alumnos, obedientes, se agruparon de dos en dos; Cassiopeia volvió a formar pareja con Blaise. La sala se llenó enseguida de gritos intermitentes de ¡Impedimenta! Uno de los integrantes de cada pareja se quedaba paralizado un minuto, y durante ese tiempo el compañero miraba alrededor para ver lo que hacían las otras parejas; luego recuperaban el movimiento y les tocaba a ellos practicar el embrujo.
Harry, después de recuperar la movilidad tres veces seguidas, le pidió a Neville que practicara con Ron y Hermione para que él pudiera pasearse por la sala y observar cómo lo hacían los demás.
Al pasar junto a Cassiopeia, ella le sonrió débilmente; Harry resistió la tentación de pasar por su lado más veces. Tras diez minutos de practicar el embrujo paralizante, esparcieron los cojines por el suelo y se dedicaron al hechizo aturdidor.
Al cabo de una hora, Harry les dijo que pararan.
—Lo están haciendo muy bien —comentó, sonriente—. Cuando volvamos de las vacaciones, empezaremos a hacer cosas más serias; quizá el encantamiento patronus.
Hubo un murmullo de emoción y luego la sala empezó a quedarse vacía; los estudiantes se marchaban en grupos de dos y de tres, como de costumbre, y al salir por la puerta deseaban a Harry feliz Navidad. Éste, muy animado, ayudó a Ron y a Hermione a recoger los cojines, que amontonaron en un rincón.
Cassiopeia se despidió de Daphne, Blaise y Theo y decidió ayudar a Harry, Ron y Hermione a recoger los cojines, sin hablar directamente con Harry.
Ron y Hermione se fueron, dejándolos solos.
—Eres un buen profesor, Harry —comentó Cassiopeia rompiendo el silencio entre ambos.
—Gracias, Cassiopeia.
Ella lo observó, con sus manos en los bolsillos de su pantalón. Tomó el valor para acercarse más a él y emplear una conversación.
—Yo... quería pedirte una disculpa oficial, mira, te prepararé esto —saco de su cartera una fundida decorativas— galletas navideñas sabor a chocolate —sonrió— en son de disculpa.
Harry tomó la funda con una sonrisa de ternura y amor.
—En serio lo lamento, Harry —ella soltó un suspiro.
—Agradezco el detalle.
—Prueba una galleta —insistió Cassiopeia—. Hagamos esto, si te enamoras de esa galleta me perdonas.
—¿Y si no?
—Hum... ¿haré tu tarea de Pociones? —sugirió y Harry estuvo de acuerdo—. Aunque no sé para qué pierdes tu tiempo, es obvio que te enamoraras de mis galletas.
Harry agarró una galleta y la mordió. Cassiopeia lo miró expectante y frunció el ceño al ver cómo hacia una mueca de asco.
—Mentira —Harry soltó una risa al ver su cara—, saben muy rico.
Cassiopeia lo fulminó con la mirada al ver, su broma no le hizo gracia, pero verlo sonreír y volver a hablar con él hizo que ni siquiera pudiera enojarse con él, en cambio, se sintió algo nerviosa.
—Eso quiere decir que no haré tu tarea de Pociones y... —dijo mirando sus zapatos, algo nerviosa— que me perdonas por haber sido una tonta.
Sin embargo, Harry no reparaba lo que ella hablaba porque no concentrado en las galletas.
—Wow, en serio saben muy ricos —declaró Harry—. Amo tus galletas, Cassie, los amo más que mi vida.
Ella se rio.
—Que te digo, tengo manos mágicas —canturreo bajando la mirada.
—¿Ah, sí? —Harry alzó una ceja.
Él le ofreció una galleta y ella aceptó.
—Me alegra que le haya gustado, profesor —bromeó mientras comía su galleta.
Harry soltó una risa.
—No me llames así, suena raro.
—Claro que no —replicó Cassiopeia—, suena lindo —susurró con una sonrisa divertida—, profesor Potter —musito mientras arreglaba la corbata de Harry.
Un cosquilleo se extendió por todo su cuerpo.
—Suena raro —repitió Harry sonriendo—. Será mejor que guarde estas galletas para más tarde —se separó de ella y guardó la funda de galletas en su maleta—. ¿Cómo lo hiciste?
—Hermione me comentó donde se encuentra las cocinas —explicó—. Me encontré con Dobby, es un lindo y amable elfo.
—Si, él hizo las decoraciones de navidad —dijo Harry—. Por cierto, ¿dónde pasaras las navidades?
—En Grimmauld Place, con Sirius —contestó ella—. Supongo que tú te la pasarás en la Madriguera.
—Sí —respondió acercándose a ella de nuevo—. Yo..., pensaba invitarte en navidad.
—¿Cómo una cita? —preguntó divertida Cassiopeia también acercándose.
—Cómo una cita —concordó Harry mientras la abrazaba por la cintura—. Te extrañe, Cassie —musito rozando sus narices—. Lamento haberme demorado demasiado en decidir, es solo...
—No te preocupes, te tomaste tu tiempo y, además, yo hice mal en ocultarte las cosas.
—No lo entiendes, Cassie, no dejaste de estar en mis pensamientos ni por un segundo.
—Hagamos algo —susurró ella, recostando su frente con la de él—, desde ahora, prometo no ocultarte nada.
—Nos contaremos todo —concordó Harry.
Cassiopeia sonrió y se perdió en los brillantes ojos verdes de Harry, que le trasmitían paz y amor.
—Mira.
Un muérdago encima de ellos.
—Sería un crimen no seguir con la tradición, Harry Potter.
—Estoy totalmente de acuerdo, Cassiopeia Black.
Cassiopeia tomó su cara en sus manos. Acarició sus suaves y rojas mejillas. Sus ojos fueron directo a sus labios rosados y entreabiertos, aquellos labios que no besaba desde hace semanas.
—Harry —susurró sobre boca—. Te quiero demasiado, más de lo que te imaginas.
El corazón de Harry empezó a latir tan rápido que retumbó sus oídos.
—Yo estoy completamente loco por ti, Cassie —dijo Harry
Ambos sonrieron con sus corazones enamorados latiendo con intensidad y se unieron en un beso lento y especial.
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Había pasado tanto en una sola noche. Harry vio al señor Weasley ser atacado por una serpiente, minutos después, Harry y los Weasley se fueron a Gimmauld Place.
¿Y Cassiopeia que había estado haciendo mientras pasó topo eso? Durmiendo.
Lamentablemente, ella tuvo que esperar que las vacaciones llegarán para ir a donde estaban los demás. Cuando llegó a Grimmauld Place, fue recibido por varios abrazos. Por los de los Weasley, que estaban más tranquilos ya que Arthur Weasley ya estaba fuera de peligro; por Sirius, que volvió a felicitarla por haberse metido en problemas ; por Tonks, que tropezó al acercarse a ella; por su madre y su tía, que, al escuchar a Sirius, la regañaron por andar metiéndose en duelos con sus compañeros.
Pero, a pesar de estar feliz de ver a todos, Cassiopeia esperó con ilusión con abrazo de Harry.
—¿Dónde está Harry? —preguntó.
—Está arriba, durmiendo —respondió Ginny.
—Oh... bueno iré a mi habitación.
—Espera —la detuvo Ron—, tenemos que contarte algo.
Ron y Ginny se encargaron de contarle Cassiopeia que ayer habían ido a visitar al señor Weasley y escucharon la conversación entre Moody, Tonks y los señores Weasley, se resume a que posiblemente Harry está siendo poseído por Voldemort. Al momento que ellos volvieron a Grimmauld Place, notaron que los ánimos de Harry decayeron.
Cassiopeia soltó un suspiro preocupante, pero nadie escuchó aquel suspiro porque en ese instante Sirius estaba cantando un villancico.
—Señora Weasley, ¿puedo llevarle yo la comida a Harry? —preguntó la chica al enterarse que ni siquiera había bajado a comer.
—Claro cariño, te la dejo en la mesa en cinco minutos, la calentaré porque ya se enfrió.
Cassiopeia aprovechó tener cinco minutos para subir y dejar todas sus cosas en su habitación.
—Ama Cassiopeia, un gusto en volver a verla —dijo una voz.
—¡Kreacher! —ella sonrió—. ¿Cómo has estado?
—Kreacher ha tenido que soportar al traidor de la sangre, aquel que rompió el corazón de su madre —Cassiopeia hizo una mueca, sin duda la enemistad de del elfo doméstico y Sirius es algo que nunca tendrá solución.
Cassiopeia no sabía que decir ante las palabras del elfo, sin embargo, Kreacher agregó:
—Pero Kreacher está feliz de ver a la ama Cassiopeia.
—A mí también me alegra verte, Kreacher, pero tengo que dejas mis cosas a mi cuarto —señaló su baúl, algo pesado.
—Kreacher puede llevar las cosas de la ama Cassiopeia a su cuarto —afirmó el elfo.
—Si no es molestia.
Kreacher agarró el baúl de Cassiopeia y desapareció. Ella bajó a la cocina a buscar la comida de Harry.
Cassiopeia golpeó dos veces la puerta, y nada, nadie respondía.
—Harry soy yo, ábreme la puerta —nadie respondió—. Voy a entrar, Harry —avisó, esperando no ver algo inapropiado.
Encontró a Harry acostado de lado en su cama. Le pareció tierna la forma en la que dormía. Dejó la bandeja de comida en el escritorio y se sentó a su lado, le dio leves acaricias en su pelo.
—Harry, despierta.
Harry no respondió, solo se movió hacia el otro lado, dándole la espalda a Cassiopeia.
—Harry, no has comido.
Harry soltó un bostezo y frenó sus ojos. Con el ceño fruncido, se sentó en la cama y tomó sus lentes.
—¿Qué haces aquí, Cassie? —la voz de Harry sonó ronca e hizo sonrojar a Cassiopeia.
—Ya estoy de vacaciones —dijo con tono obvio—. Y te traje la comida, come ahora.
—No tengo hambre —las tripas de Harry le rugieron en aquel preciso instante.
Cassiopeia se levantó y trajo la bandeja a la cama.
—No le digas que no a la comida —se sentó mientras lo miraba—. Me enteré lo que pasó en el Hospital San Mungos.
Harry bajó la cabeza, triste.
—Oye —tomó su barbilla y la levantó, obligándolo a mirarla a los ojos—. No estás siendo poseído por nadie, ¿sí?
—Pero...
—Solo son visiones... de alguna forma puedes ver cosas que Voldemort hace, no sé el porqué, pero lo averiguaremos, te lo prometo, pero después, ahora necesitas alimentarte.
Sin replicar, Harry empezó a comer en silencio mientras evitaba mirar a los ojos a su novia.
Luego de comer, Cassiopeia mandó la bandeja con Kreacher y se quedó en la habitación. Harry recostó su cabeza en su regazo y ella acarició el pelo azabache del chico.
—¿Cómo tú y Malfoy se hicieron amigos? —preguntó Harry.
—¿Quieres hablar de ello ahora? —cuestionó sin dejar de mimos en su cabello.
Harry asintió.
—Bueno, fue a la primera persona que conocí al llegar a Hogwarts. De inmediato supe quién era, mamá me había hablado de él y de su familia; Los Malfoy, aquella familia por la que yo estaba emparentada por parte de mi padre.
»Si te preguntas porque no te acuerdas de mí, seguramente es porque yo no me unía a las "bromitas" de Malfoy, nunca estuve de acuerdo, pero tampoco le dije nada, no tenía el valor para decirle las cosas en la cara, en ese entonces era una tonta.
»Él siempre fue un tarado, pero era mi amigo y supuse que de alguna forma debía de entender que él era así. En segundo año los hijos de muggles empezaron a ser petrificados, él se burlaba constantemente de ello y yo me sentía mal por no decirle nada y más porque conozco a un nacido de muggles que es una gran persona —dijo refiriéndose a Ted Tonks—. Fue a finales de ese año que no pude más, al parecer él dijo lo que pensaba de mí y... desde ese entonces no volvimos a hablar.
—¿Y tú enemistad entre Olivia? —cuestionó.
—Bueno, se puede resumir a que Olivia me odia porque era mejor amiga del chico que molestaba a su hermano y no hacía nada —soltó un suspiro—. No la culpo, yo también me habría guardado rencor —dijo haciendo mueca—. La verdad, es que ella no me caía mal, simplemente no me importaba , pero este año vi que eran tan cercanos me dieron celos.
—Te ves tan tierna celosa —admitió Harry.
—Yo siempre me veo tierna.
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