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29. Suma Inquisidora

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capítulo veintinueve

SUMA INQUISIDORA

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Editado


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EL LUNES POR LA MAÑANA, CASSIOPEIA DESAYUNABA EN LA MESA DE SLYHTERIN con sus compañeros mientras que leía tranquilamente el periódico, hasta que se atoró con su bebida.

—Come bien, Cassiopeia —la regañó Daphne— o te vas a... ¡Qué! —soltó un grito al momento que su amiga le mostró el periódico; una gran fotografía de Dolores Umbridge que lucía una amplia sonrisa en los labios y pestañeaba lentamente bajo el siguiente titular:

EL MINISTERIO EMPRENDE LA REFORMA EDUCATIVA Y NOMBRA A DOLORES UMBRIDGE PRIMERA SUMA INQUISIDORA

—¿La profesora Umbridge «Suma Inquisidora»? —repitió Theo, desconcertado.

—¡Ahora ya sabemos por qué nos han puesto a esa Umbridge! ¡Fudge aprobó el Decreto de Enseñanza y nos la ha impuesto! —Cassiopeia parecía más que molesta.

—Y ahora va y le da poderes para supervisar a los otros profesores —bufó Blaise, dejando a un lado su comida.

—No puedo creerlo —musitó Daphne.

—No vamos a aprender nada —suspiró Theo— y todo por culpa de ese maldito ministerio.

—No, aprenderemos —repuso Cassiopeia—. No sé cómo, pero buscaremos la forma.

—Cassie tiene razón, no nos quedaremos de brazos cruzados —apoyó Blaise.

—¿Cómo? —preguntó Daphne—. Umbridge tiene el poder del colegio el colegio.

—Algo se me ocurrirá —dijo Cassiopeia en voz baja.

Cuando llegaron para una clase de dos horas de Pociones, en la que Snape estaba devolviendo la redacción de los estudiantes sobre el ópalo.

—Les he puesto la nota que les habrían puesto si hubieran presentado este trabajo en su TIMO —explicó Snape con una sonrisita de suficiencia mientras se paseaba entre sus alumnos devolviéndoles los deberes corregidos—. Así les hará una idea de los resultados que pueden esperar de sus exámenes —Snape llegó a la parte delantera de la clase y se dio la vuelta para mirar a los alumnos—. En general, el nivel de la redacción ha sido pésimo. La mayoría de ustedes habrían suspendido si hubiera sido un examen. Espero que se esfuercen mucho más en la redacción de esta semana sobre las diferentes variedades de antídotos para veneno; si no, tendré que empezar a castigar a los burros que obtengan una D.

—¿A alguien le han puesto una D? ¡Ja! —dijo Malfoy en voz baja, y entonces Snape esbozó una sonrisa de complicidad.

Cassiopeia, que se encontraba sentada a unas cuantas mesas de Harry, vio como él guardaba su redacción sin ánimos. Soltó un suspiro.

—Bueno, no ha ido tan mal como la semana pasada, ¿verdad? —comentó Hermione cuando subían por la escalera de la mazmorra y cruzaban el vestíbulo hacia el Gran Comedor para ir a comer—. Y los deberes tampoco están tan mal, ¿no? —Como ninguno de sus amigos contestó, Hermione insistió—: Hombre, tampoco es que esperara la nota más alta, sobre todo si Snape los ha corregido como si fueran un examen de TIMO, pero un aprobado no está mal en esta etapa, ¿no les parece? —Harry hizo un ruidito evasivo con la garganta—. Evidentemente, pueden pasar muchas cosas desde ahora hasta el examen, y tenemos mucho tiempo para mejorar, pero las notas que obtenemos ahora son una especie de punto de referencia, ¿no? Algo sobre lo que podemos construir... —se sentaron juntos a la mesa de Gryffindor—. Evidentemente me habría encantado que me hubiera puesto una E...

—Hermione —dijo Ron con aspereza—, si quieres saber qué notas nos ha puesto, pregúntanoslo, ¿vale?

—No, si yo no... Bueno, si quieren decírmelo...

—A mí me ha puesto una I —confesó Ron mientras se servía sopa—. ¿Estás contenta?

—Bueno, no tienes por qué avergonzarte de eso —dijo Fred, que acababa de llegar a la mesa con George y se había sentado a la derecha de Harry—. Una buena I no tiene nada de malo.

—Pero ¿la I no significa...? —empezó Hermione.

—Sí, «Insatisfactorio» —contestó de pronto Cassiopeia—. Pero es mejor que una D de «Desastroso».

A los segundos, Cassiopeia se arrepintió de sus palabras porque notó como a Harry se le encendían las mejillas y fingía un acceso de tos mientras se comía el panecillo. Por debajo de la mesa, entrelazó su mano izquierda con la mano derecha de Harry, dándole un suave apretón y una leve acaricia.

Anteriormente ella había sentido celos, pero eso no impediría que ella estuviera con él para cualquier cosa que él necesite.

















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Lo último que Cassiopeia Black esperaba encontrar al entrar al Gran Comedor a primera hora era a Harry sentado tan cerca de Olivia. Ambos se miraban fijamente, con una expresión de preocupación en sus rostros, y, sorprendentemente, sus manos parecían estar entrelazadas, como si compartieran una complicidad que Cassiopeia no lograba comprender. 

Sintió un nudo en el estómago. El simple hecho de verlos juntos así la hizo hervir de celos.

—Hola —dijo, intentando mantener la calma mientras se sentaba frente a ellos.

Olivia saltó de su asiento, visiblemente asustada, y soltó rápidamente la mano de Harry. Se enderezó, adoptando una postura más rígida, mientras le lanzaba una mirada severa.

Por su parte, Harry no pareció demasiado alterado. Solo apoyó los brazos sobre la mesa y miró a Cassiopeia con una pequeña sonrisa, como si su presencia allí fuera suficiente para aligerar la carga de sus problemas.

—¿Qué estaban haciendo? —preguntó Cassiopeia, sin rodeos, mirando a ambos con una mezcla de curiosidad y molestia.

—¿Qué te importa? —replicó Olivia con desdén, cruzando los brazos.

Harry le dio un suave codazo, como un recordatorio de que debía controlar su actitud. No le dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Olivia, al ver la mirada de Harry, suspiró y, con algo de resignación, dijo:

—Lo siento... solo... no estábamos haciendo nada importante.

Cassiopeia no se creyó ni una palabra. La observó con desconfianza, pero lo que más le molestó fue darse cuenta de que no hacía falta que se dijeran nada. Había algo en ellos, un vínculo invisible que parecía entrelazarlos de una manera que ni Harry ni Olivia necesitaban verbalizar. 

Sus actitudes le causaban una punzada amarga. 

Harry soltó un suspiro, mirando a Cassiopeia con una ligera muestra de cansancio.

—Liv... Cassiopeia ya lo sabe.

Olivia soltó una risa incrédula, mirando al chico ligeramente enojada, mientras Cassiopeia los miraba sin entender. ¿Qué es lo que ella ya sabe?

—¿Dónde quedó el "no decirle a nadie"? —preguntó, cruzándose de brazos con aire de reproche.

—Se enteró por su cuenta —respondió Harry sin inmutarse. Luego, le dedicó una sonrisa a Cassiopeia—. Aparte, Cassiopeia es mi novia y yo confío plenamente en ella.

Harry tomó su mano con seguridad sobre la mesa, robándole una sonrisa a Cassiopeia, y también logrando que sintiera una ola de alivio al recalcar que eran, oficialmente, una pareja.

La idea que se había formado en su mente resultó ser errónea, pero seguía sin comprender que era lo que tanto se traían entre manos ellos dos. Y quedó aún más confundida cuando Harry agregó:

—No te vendría mal confiar en ella.

Cassiopeia no entendía de lo que hablaban hasta que Olivia extendió su brazo. Se dio cuenta de algo: en el dorso de su mano estaban grabadas unas letras. Al leerlas, un escalofrío recorrió su cuerpo.

"No debo ser descarada"

—Hija de... —murmuró Cassiopeia, golpeando la mesa con el puño, incapaz de contener su rabia. 

Entonces, el enfado que sentía por Olivia desapareció por un momento, reemplazado por una profunda sensación de lástima.

—¿Quién más lo sabe? —preguntó, su voz ahora más suave, pero tensa.

—Tú, Ron y Hermione —respondió Olivia, retirando lentamente su brazo—. Con Harry estamos de acuerdo en no queríamos decirles a nuestros amigos para evitar preocuparlos.

—Chicos...

—Antes de que digas algo, sé que eres inteligente, Black —interrumpió Olivia, mirando a Cassiopeia con un toque de franqueza—. Sabes perfectamente que esa cara de sapo tiene demasiada influencia, ella viene del Ministerio.

Cassiopeia no replicó. Sabía que Olivia tenía razón, y también sabía que Harry pensaba lo mismo. La decisión de no decirle nada a nadie parecía ser algo en lo que ambos estaban de acuerdo. Dos contra uno no era favorable.

—Le preguntaré a Neville si conoce alguna planta curativa, tal vez él pueda ayudarnos —dijo Olivia, pensativa.

—Gracias, Liv —Harry le dio una mirada agradecida.

—Bueno, los dejo. Debo buscar a mis amigas —Olivia se levantó con su maleta colgando sobre su hombro, despeinando a Harry con un gesto cariñoso, el cual él aceptó sin quejarse—. Rayito, ¿me guardas puesto en la clase de Transformaciones?

—Claro —Harry asintió.

—Adiós, Black —dijo Olivia, agitando la mano con una pequeña sonrisa que no mostraba sus dientes—. Cuida de él.

Cuando Olivia se alejó, Cassiopeia volvió a tomar la mano de Harry con firmeza. Lo miró con una mezcla de preocupación y determinación.

—Oye... te apoyaré en todo, lo sabes, ¿no? —dijo, mirando sus ojos con intensidad—. Pero quiero que sepas que, si esa maldita bruja se sobrepasa, yo misma iré a jalarle los pelos.

—No, Cassiopeia. Yo no... no permitiré que se acerque a ti —sus ojos se endurecieron un poco, como si ya estuviera anticipando lo que Umbridge podría hacer.

—Harry... —Cassiopeia le tomó las manos con más fuerza, sintiendo el peso de sus palabras—. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras esa... esa... mujer te hace esto.

Harry la miró fijamente, sin dejar de entrelazar sus dedos con los de ella.

—Lo sé... pero no puedo permitir que nadie te haga daño. Prometí que te protegería.

Cassiopeia asintió lentamente, pero en su interior, la rabia seguía ardiendo. Sabía que, juntos, podrían enfrentar cualquier cosa, pero la batalla con Umbridge parecía que apenas comenzaba.

A los pocos minutos se levantaron del Gran Comedor y se dirigieron a la biblioteca, la biblioteca se encontraba vacía (para su suerte). Tomaron asiento con Ron y Hermione, esta última que los había estado esperando con ansias. 

—Esa mujer es repugnante —afirmó Hermione con un susurro—. Repugnante. Cassie y yo hemos estado pensando y... estamos de acuerdo que tenemos que tomar cartas en el asunto.

—Yo le propuse a Hermione que la envenenemos —dijo Cassiopeia mientras sacaba su cuaderno y pinturas.

—Y ya te dije que esa idea no es válida... —dijo Hermione— Tendríamos que decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.

—Pero ¿qué quieres que hagamos? —le preguntó Ron con un bostezo—. Es demasiado tarde, ¿no? Ya le han dado el empleo, y ahora no se va a marchar. De eso se encargará Fudge.

—Bueno —aventuró Hermione—, se me ha ocurrido... —Miró con cierto nerviosismo a Cassiopeia y ella negó con la cabeza, pero de igual forma prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento... de que actuemos por nuestra cuenta.

—¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Harry.

—Me refiero a... aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos —aclaró Hermione.

Cassiopeia ya sabía hacia donde quería ir Hermione.

—¿Pretendes hacernos trabajar aún más? —preguntó Ron— ¿No te das cuenta de que Harry y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?

—Pero ¡esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.

Harry y Ron la miraron con los ojos desorbitados. Cassiopeia dejó de mirar su cuaderno para obsérvala sorprendida.

—¡No sabía que en el universo hubiera algo más importante que los deberes! —exclamó Ron.

—No seas tonto, claro que lo hay —replicó Hermione—. Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año...

—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo—. Sí, podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo...

—No, estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos aprender cosas en los libros —dijo Hermione—. Necesitamos un profesor, un profesor de verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.

—Si estás pensando en Lupin... —empezó a decir Harry.

—No, no, no estoy pensando en Lupin —dijo Hermione—. Él está demasiado ocupado con la Orden, y además sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y eso no sería suficiente.

—Entonces, ¿en quién? —preguntó Harry, mirándola con el entrecejo fruncido.

Hermione suspiró profundamente.

—¿No lo han captado? —se lamentó—. Podrías hacerlo tú, Harry.

Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hacía crujir los cristales de las ventanas y el fuego ardía con luz parpadeante.

—Podría hacer ¿qué? —se sorprendió él.

— Hermione dice que tal vez tú podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras porque con el sapo rosado no aprendemos nada.

Harry la miró fijamente. Luego dirigió la vista hacia Ron, dispuesto a cambiar con él una de aquellas miradas de exasperación que compartían cuando Hermione les salía con algún descabellado proyecto como la PEDDO. Sin embargo, para desesperación de Harry, Ron no parecía nada exasperado, y, después de reflexionar unos instantes con el entrecejo un poco fruncido, dijo:

—No es mala idea.

—¿Qué es lo que no es mala idea? —le preguntó Harry.

—Que nos enseñes tú.

—Pero si... —Harry sonrió, convencido de que sus amigos estaban tomándole el pelo—. Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo...

—Te dije que él no iba a estar de acuerdo —murmuró Cassiopeia.

—Pero Harry es el mejor de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione.

—¿Yo? —dijo Harry sonriendo más abiertamente—. Eso no es verdad, tú me has superado en todos los exámenes que...

—No, Harry —aseguró Hermione cortante—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Harry. ¡Piensa en todo lo que has hecho!

—¿Qué quieres decir?

—¿Sabes qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido —le insinuó Ron a Hermione con una sonrisita. Luego miró a Harry e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo—: Vamos a ver... En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes...

—Pero no gracias a mi habilidad —explicó Harry—, sino porque tuve suerte.

—En segundo —lo interrumpió Ron— mataste al basilisco y destruiste a Ryddle.

—Sí, pero si no llega a ser por Fawkes...

—En tercero —prosiguió Ron, subiendo el tono de voz— ahuyentaste a más de un centenar de dementores de una sola vez...

—Sabes perfectamente que eso fue por chiripa, si el giratiempo no hubiera...

—¿Giratiempo? —preguntó desconcertada Cassiopeia y levantado de nuevo su mirada del cuaderno hacia los jóvenes.

—El año pasado —continuó Ron ya casi a voz en voz alta— volviste a vencer a Quien-tú-sabes...

—¿Quieren hacer el favor de escucharme? —saltó Harry casi enfadado porque Ron, Hermione y Cassiopeia lo miraban sonriendo—. Escúchenme, ¿de acuerdo? Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda...

Ron, Hermione y Cassiopeia seguían sonriendo y Harry se puso aún más nervioso; ni siquiera sabía con exactitud por qué estaba tan enfadado.

—¡No se queden ahí sentados sonriendo como si ustedes supieran más que yo! Era yo el que estaba allí, ¿no? —dijo acaloradamente—. Yo sé lo que pasó. Y si salí bien parado de esas situaciones no fue porque supiera mucho de Defensa Contra las Artes Oscuras, sino porque..., porque recibí ayuda en el momento preciso, o porque acerté por casualidad... Pero me libré por los pelos, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo... ¡Dejen de reírse!

Harry se dio cuenta de que estaba de pie, aunque no recordaba haberse levantado. La sonrisa de Ron, Hermione y Cassiopeia desapareció.

—¡No tienen ni idea! ¡Ustedes nunca han tenido que enfrentarse a él! ¿Creen que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuvieran en clase? En esas circunstancias eres totalmente consciente de que no hay nada que te separe de la muerte salvo..., salvo tu propio cerebro o tus agallas o lo que sea, como si fuera posible pensar fríamente cuando sabes que estás a milésimas de segundo de que te maten, o de que te torturen, o de ver morir a tus amigos... Lo que se siente cuando uno se enfrenta a situaciones así... nunca nos lo han enseñado en las clases. Y ustedes me miran como si yo fuera muy listo porque estoy aquí de pie, vivo, y Diggory fuera un estúpido, como si él hubiera metido la pata... No lo entienden; pudo pasarme a mí, me habría pasado de no ser porque Voldemort me necesitaba para...

—Nosotros no queríamos decir eso, Harry —dijo Cassiopeia.

—No nos estábamos metiendo con Diggory, no pretendíamos... Nos has interpretado mal —añadió Ron mirando desesperado a Hermione, que estaba muy afligida.

—Harry —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso..., por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber... có-cómo es en realidad... enfrentarse a..., enfrentarse a Vo-Voldemort.

Era la primera vez que Hermione pronunciaba el nombre de Voldemort, y fue eso más que ninguna otra cosa lo que calmó a Harry. Se sentó de nuevo y Cassiopeia colocó su mano en su hombro, dándole una suave acaricia.

—Bueno, piénsatelo... —insinuó Hermione con voz queda—. Por favor. 

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