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28. Celos en el aire

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capítulo veintiocho

CELOS EN EL AIRE

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EL DÍA SE HABÍA PUESTO FRÍO Y VENTOSO, Y MIENTRAS descendían por el empinado jardín hacia la cabaña de Hagrid, notaron que algunas gotas de lluvia les caían en la cara. La profesora Grubbly-Plank esperaba de pie a los alumnos a unos diez metros de la puerta de la cabaña de Hagrid, detrás de una larga mesa de caballete cubierta de ramitas.

—Hagrid sigue sin aparecer —murmuró Cassiopeia.

—No te preocupes por él, pronto aparecerá —respondió Blaise, siendo conocedor del cariño que la castaña tenía hacia Hagrid.

Draco Malfoy, rodeado como siempre de su cuadrilla de amigotes de Slytherin, acababa de decir algo divertidísimo que causó que Crabbe, Goyle, Pansy Parkinson rieran con ganas cuando rodearon la mesa de caballete.

—Solo ignóralos, Cassie —musitó Daphne.

La maestra dio la instrucción del trabajo del día y los alumnos se acercaron a la mesa de caballete. Cassiopeia la rodeó deliberadamente por detrás para colocarse al lado de la profesora Grubbly-Plank.

—¿Dónde está Hagrid? —Cassiopeia y Harry preguntaron al mismo tiempo, el chico también se había acercado para buscar información.

—Eso no es asunto suyo —contestó la profesora, tajante.

Draco Malfoy, con una amplia sonrisa de suficiencia en el anguloso rostro, se acercó a Harry y Cassiopeia y cogió el bowtruckle más grande que encontró.

—A lo mejor ese bruto zopenco ha tenido un accidente —sugirió en voz baja para que sólo pudieran oírlos los dos.

—El que va a tener un accidente eres tú como no te calles —replicó Harry sin levantar la voz.

—Quizá se haya metido en un lío con alguien más grande que él; no sé si me entiendes...

—Mejor vete sino quieres meterte en problemas, Malfoy —le espetó Cassiopeia.

—Como digas, querida Cassiopeia.

Malfoy se alejó, mirando hacia atrás y sonriendo. Cassiopeia puso los ojos en blanco y volvió a rodear la mesa y se dirigió hacia sus amigos Slytherin, que estaban de cuclillas en la hierba, un poco alejados, intentando convencer a un bowtruckle de que se estuviera quieto el tiempo necesario para que ellos pudieran dibujarlo.

Cuando la clase terminó, Cassiopeia se acercó a Harry, que tenía la mano sangrando por haber sujetado tan fuerte al que recibió un fuerte arañazo en la mano con los afilados dedos, dejándole dos largos y profundos cortes.

—Déjame ayudarte —murmuró Cassiopeia viendo que la mano de Harry seguía sangrando.

Para evitar tener que ir a la enfermería, los dos se detuvieron en una banca del patio. Era una suerte que Cassiopeia tuviera en su maleta su kit de primeros auxilios.

—Como vuelva a llamar tarado a Hagrid una sola vez... ¡Auch! —gruñó Harry cuando Cassiopeia pasó la pomada por su herida.

—No te mueva —demandó ella— y no pierdas tu tiempo peleando con Malfoy, ahora es prefecto, podría hacerte la vida imposible...

—Uf, no me imagino cómo debe de ser eso de que te hagan la vida imposible —replicó Harry con sarcasmo.

Cassiopeia sonrió mientras negaba los ojos y negaba con su cabeza. Ese era el chico que ella tanto ama, ciego, tonto y muy sarcástico.

Dejó un beso en su mejilla para luego seguir recorriendo juntos hasta el comedor y volver a tocar el tema.

—Solo digo que seas más listo —dijo ella, entrelazando su mano con la de él—. Discutir con Malfoy no hará que Hagrid regrese.

—Lo único que deseo es que Hagrid vuelva, nada más —comentó Harry en voz baja cuando estaban por los pasillos—. Y no se te ocurra decir que esa Grubbly-Plank es mejor profesora que él —añadió amenazadoramente.

—Ni si quiera lo pensé —repuso Cassiopeia.

—Porque no le llega ni a la suela de los zapatos —agregó Harry con firmeza. Era consciente de que acababa de presenciar una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas ejemplar y estaba muy molesto por ello.

La puerta más cercana a ellos se abrió y por ella desfilaron unos cuantos alumnos de cuarto curso, entre los que estaba Ginny. 

—¡Hola, chicos! —los saludó con alegría al pasar a su lado.

—¿Qué tal Ginny? —respondió de la misma forma Cassiopeia.

Unos segundos más tarde salió Luna Lovegood, un tanto rezagada del resto de la clase, con la nariz manchada de tierra y el cabello recogido en un moño en lo alto de la cabeza. Al ver a Harry, los saltones ojos de Luna se desorbitaron aún más por la emoción y fue derechita hacia él. Muchos compañeros de Harry giraron la cabeza con curiosidad. Luna respiró hondo y, sin saludarlo siquiera con un «Hola», dijo:

—Yo sí creo que El-que-no-debe-ser-nombrado ha regresado y que tú peleaste con él y lograste escapar.

—Va-vale —balbuceó Harry.

Luna llevaba unos pendientes que parecían rábanos de color naranja, un detalle en el que también se habían fijado Parvati Patil y Lavender Brown (quienes estaban ahí cercas), pues ambas se reían por lo bajo y le señalaban las orejas. Y Olivia Longbottom, que estaba en medio de ambas, las codeo a ambas con seriedad.

Luna le lanzó una mirada fulminante y se alejó, mientras los rabanitos oscilaban con energía en sus orejas. La mayoría que estaban ahí se desternillaban de risa.

Olivia se acercó a Harry.

—Yo también creo en ti, Harry —dijo con voz fuerte y decidida Olivia—. No importa cuantas veces quiera el ministerio esconderlo, te creo y mi familia también lo hace.

—Gracias, Liv.

Harry supo apreciar el voto de confianza de alguien que no llevaba rabanitos colgando de las orejas. Las palabras de Olivia le habían borrado la sonrisa de la cara a Lavender, vio la expresión de Seamus, que era una mezcla de desconcierto y desafío.

Al principio, Olivia no había reparado de la presencia de Cassiopeia. Alzó una ceja y la miró escaneándola de arriba hacia abajo.

—No sabía que eras amiga de Black, rayito —dijo Olivia con una sonrisa notablemente falsa mientras jugaba con su cabello.

—Tu siempre vives en las nubes, Liv —le respondió—. Cassiopeia es mi amiga desde cuarto grado.

Dicho esto, Cassiopeia le devolvió la sonrisa, de igual forma, falsa.

—Gryffindor y Slytherin... quien lo diría —comentó con ironía—. Bueno, nos vemos luego por ahí —se acercó a darle un beso en la mejilla a Harry y luego se fue.

Cassiopeia formó un puño con su mano libre. ¿Quién se atrevía Olivia para acercarse con tanta confianza a Harry y darle un beso en la mejilla? ¿Y por qué Harry no le dijo nada? «Calmante, Cassiopeia, seguro solo son amigos».

—No sabía que eras tan amigo de Longbottom —dijo con una ceja arqueada.

—Somos amigos desde primer grado —respondió Harry sin notar los celos de Cassiopeia.

Cassiopeia rodó los ojos. «Que ciego eres, Harry», pensó la castaña.

—Sabes, yo creo que no le agrado a tu amiguita —comentó Cassiopeia mientras sacaba su botella con agua.

—¿Por qué lo dices? Ella es muy simpática —al escuchar aquello rodó los ojos.

«Contigo»

—Lo noté en su mirada, Harry —le dio sorbo de agua antes de volver a hablar—. Era muy obvio.

—Bueno, creo que es porque eres de Slytherin —respondió Harry—. No lo tomes personal, pero desde que la conozco se ha ganado varios castigos por defender a Neville de Draco y su pandilla. Ella odia a Malfoy.

Cassiopeia se atragantó con el agua por culpa de las palabras de Harry. Él golpeó suavemente su espalda—. ¿Estás bien?

—Si... —murmuró—. Sabes, te puedo esperar hasta que termines tu castigo con Dolores —sugirió ella.

—No es necesario.

—Harry, estarás atrapado con Umbridge durante horas, ¿seguro que no quieres que te espere?




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Era como medianoche y Cassiopeia caminaba por los pasillos con elegancia. Aprovechaba su poder de prefecta para poder pasearse por el colegio, (aunque caminaba con cuidado sin querer encontrarse con Filch).

—Harry —lo saludó Cassiopeia sobresaltándolo—. Perdón.... No quería asustarte... ¡Harry! ¿Qué es eso que tienes en la mano?

Harry, que se había llevado su mano a su pecho del susto, intentó esconderla.

—Sólo es un corte...

Pero Cassiopeia había agarrado a Harry por el antebrazo y se había acercado el dorso de su mano a los ojos y leyó: No debo decir mentiras. Hubo una pausa durante la cual Cassiopeia miró fijamente las palabras grabadas en la piel; luego, muerta de rabia, soltó a Harry:

—¡Esa arpía! ¿Cómo se atreve?

—No es nada.

Una tercera voz sonó por el pasillo.

—¿¡Quién anda ahí!?

Cassiopeia escuchó como Filch, el conserje, se acercaba junto a los aullidos de su tonta gata. La castaña entró en pánico, conociendo al gruñón, buscaría alguna forma de castigarlos a ambos.

—¡Vámonos!

Tomó su mano derecha haciéndolo soltar un quejido de dolor.

—Lo siento —musitó y luego agarró su otra mano.

Tiró de Harry, corriendo por los pasillos. Llegó a la estatua de Boris el Desconcertado, y la puerta de abrió cuando Cassiopeia pronunció la contraseña correcta.

—Aquí nadie nos encontrará —afirmó y luego miró a Harry y recordó su mano—. Debes ir a la enfermería y avisarle a McGonagall.

—No quiero darle la satisfacción de descubrir que me ha afectado —respondió tajante Harry.

—¡No puedes dejar que se salga con la suya!

—No sé hasta qué punto la profesora McGonagall tiene poder sobre ella.

—¡Pues a Dumbledore! ¡Díselo a Dumbledore!

—No —dijo Harry por toda respuesta.

—¿Por qué no?

—Él ya tiene bastantes preocupaciones —contestó, pero ella sabía que ese no ése no era el verdadero motivo.

Cassiopeia soltó un suspiro y se recostó en la pared. Sabía que Harry era muy terco en algunas (muchas) ocasiones.

—Por lo menos deja que te cure esa herida.

No tenía nada en mano, así que solo pudo agarrar un pañuelo que llevaba con ella y mojarlo con agua y limpiar su herida. Cuando dejó el pañuelo a un lado, se encontró con sus ojos verdes, claros y brillantes.

—Siempre me han gustado tus ojos —murmuró Cassiopeia— son muy lindos.

Sonrió levemente, y con mucha curiosidad, le retiró los lentes y se los colocó.

—Tienes lindos ojos, pero muy mala vista, Harry —bromeó soltando una risa mientras miraba alrededor y no veía con claridad.

Harry se rio, pero no dijo nada. Cassiopeia le devolvió los lentes antes de dejarle un beso en su mejilla. Se sonrojó hasta las orejas. Un cosquilleo se extendió por todo su cuerpo.

—Sabes, hoy..., en la mañana, me quedé pensando sobre nosotros y yo... —empezó a decir mientras se trababa con sus propias palabras— no sé si es muy pronto para decir esto, pero... —Harry tragó con dificultar y sintió como sus piernas temblaban por los nervios—. Estoy enamorado de ti, Cassiopeia.

Ella sonrió abiertamente y miró sus labios, que soltaban un pequeño suspiro. Colocó su mano en la mejilla del chico y la acaricio con suavidad.

—También estoy enamorada de ti, Harry.

Harry le devolvió la sonrisa y acortó la poca cercanía con un beso.




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La semana había pasado lentamente para el disgusto de Cassiopeia. Era el mismo ciclo de siempre, Harry salía de su castigo con Umbridge y buscaba a Cassiopeia en el baño de prefectos. Ella limpiaba y desinfectaba su herida mientras trataba de convencerlo para contarle al director.

Al mismo tiempo, el rumor de que Cassiopeia Black y Harry Potter estaban saliendo corrió por todo Hogwarts. Ellos no tuvieron que confirmar nada, ya que no se molestaron que ocultar sus muestras de amor en público, como las veces que caminaban tomados de las manos por los pasillos o cuando ella se acercaba a la mesa de los leones a comer junto con Ron y Hermione.

El sábado por la mañana, Harry se quedó contemplando la vista hacia la cabaña de Hagrid mientras se deleitaba con el fresco aire que le azotaba la cara... y entonces vio algo. Un enorme caballo alado con aspecto de reptil igual que los que había observado tirando de los carruajes de Hogwarts, desplegó unas curtidas y negras alas que parecían de pterodáctilo y se irguió entre los árboles como un gigantesco y grotesco pájaro. Voló describiendo un amplio círculo, luego volvió a descender en picado y desapareció entre los árboles. Todo había sido tan rápido que Harry no podía creer lo que había visto.

Y estaba tan distraído que no escuchó cuando Cassiopeia entró a la lechucería.

Ella lo abrazó por detrás, recostando su pecho y cabeza en su espalda. Este se sobresaltó, pero al notar quien era se relajó y se permitió a disfrutar del abrazo y acarició los brazos de la chica. Cassiopeia escuchó como el corazón del chico latía con tanta intensidad.

—No pensé que habría alguien aquí tan temprano —musitó ella—. ¿A quién le escribiste?

—A Pulgoso —Harry dudó en contarle sobre que le dolió su cicatriz justo cuando Umbridge lo tocó, pero prefirió no arruinar aquel momento lindo que ambos estaban compartiendo—. Qué día tan perfecto —murmuró.

—Sí —respondió Cassiopeia con suavidad, mientras miraba el cielo, pensando en lo lindo que sería pintar—. Excelentes condiciones para poder pintar afuera y también jugar quidditch. ¿Ya has pedido jugar?

—Todavía no.

—Oye, ¿Gryffindor ya tiene nuevo guardián y cazador? —preguntó.

—Sí —contestó Harry—. Ron fue elegido como guardián y Liv como cazadora.

—¿Olivia Longbottom? —preguntó Cassiopeia con frialdad. Toda la felicidad en ella desapareció—. ¿Y es buena jugadora?

—Excelente, Angelina le dio otra oportunidad para hacer la prueba porque ella también estaba castigada.

—Bien —dijo alejándose y dando suaves golpecitos en su hombro. Miró a su alrededor en busca de una lechuza adecuada—, me alegro por ustedes.

Cassiopeia eligió una de las lechuzas del colegio. Hizo que bajara y se le posara en el brazo, y el pájaro, obediente, extendió una pata para que Cassiopeia pudiera atarle la carta que iba dirigida a Andrómeda y Ted Tonks.

—¿Estás bien? —preguntó Harry notando el cambio tan repentino de su novia.

—Si, nos vemos luego.

Harry esperó un abrazo, un beso en la mejilla o algo, pero nada, no recibió ninguna muestra de cariño para despedirse, algo totalmente raro en ella. Sabía que estaba enojada, pero no sabía por qué.

Al llegar al Gran Comedor, la vio desde lejos sentada en la mesa de las serpientes. Él se dirigió a la mesa de Gryffindor y se encontró con Hermione. Le contó lo que había pasado en la lechucería y luego Hermione le pidió que le contara algún otro encuentro entre Olivia y Cassiopeia.

—...y entonces —concluyó varios minutos más tarde, cuando desaparecieron las últimas migas de pastel— noté como su expresión cambio totalmente, luego solo se despidió con un: «Nos vemos luego» y —Dejó la cuchara sobre la mesa y miró a Hermione—. ¿Tú entiendes algo?

Hermione lanzó una mirada a la nuca de Cassiopeia y suspiró.

—¡Ay, Harry! —exclamó con tristeza—. Lo siento, pero tienes muy poco tacto.

—¿Poco tacto? ¿Yo? —dijo Harry, indignado—. Pero si estábamos bien.

—Verás —dijo Hermione adoptando un aire de paciencia infinita, como si estuviera explicándole a un niño pequeño e hipersensible que uno más uno son dos—, no debiste de mencionar a Olivia, menos debiste de dejar que ella te diera un beso en la mejilla cuando ella estaba a tu lado.

—Pero..., pero —balbuceó Harry—, solo somos amigos. Conozco a Olivia desde que perdió a Trevol en el tren camino a Hogawrts, solo somos amigos —agregó desconcertado.

—Lo sé, pero recuerda que Cassiopeia desconocía de tu amistad con Olivia —aclaró Hermione sin abandonar aquel exasperante aire de superioridad—, se molestó cuando te dio un beso en la mejilla, ahora imagina como se ha de haber sentido cuando ambos estaban hablando y tu mencionas que Olivia, no solo diciendo que tú y ella compartirán más tiempo juntos en las prácticas de Quidditch, sino que también dijiste que es una excelente jugadora, debiste de limitarte a decir que solo es tu compañera —añadió Hermione en el último momento.

—Pero si ella es una excelente jugadora —dijo Harry, desconcertado.

Su amiga se rio.

—Eres peor que Ron, Harry. Bueno, peor no —suspiró, y en ese momento Ron entró en el comedor—. Mira, a Cassiopeia le disgustó que el beso en la mejilla, pero no te dijo nada porque no tenía derecho a reclamarte nada, solo era amigos. Ahora que son novios, a ella le molesta tu cercanía con Olivia. Te lanzó varias indirectas para que captaras que le molestaba eso.

—¿Estás segura? —inquirió Harry—. ¿Y no habría sido más sencillo que ella me dijera directamente que estaba celosa?

—Las chicas no solemos hacer eso —le respondió Hermione.

—¡Pues deberían hacerlo! —exclamó Harry con vehemencia—. No tengo la capacidad de leer mentes para saber lo que Cassiopeia le molesta.

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