Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

27. La profesora Umbridge

┌──────── ●✰● ────────┐

capítulo veintisiete

LA PROFESORA UMBRIDGE

└──────── ●✰● ────────┘



≻───── ⋆✩⋆ ─────≺



LA PRIMERA CLASE QUE TUVO CASSIEOPEIA FUE POCIONES CON LOS GRYFFINDOR. Sentada junto a Harry, prestaba atención ante cualquier palabra que decía Snape.

—Hoy vamos a preparar una poción que suele salir en el examen de Título Indispensable de Magia Ordinaria: el Filtro de Paz, una poción para calmar la ansiedad y aliviar el nerviosismo. Pero os lo advierto: si no miden bien los ingredientes, pueden provocar un profundo y a veces irreversible sueño a la persona que la beba, de modo que tendréis que prestar mucha atención a lo que estáis haciendo.

Snape les dio a los chicos una hora y media para terminar la pocion, por lo que Cassiopeia centró toda su atención en su poción, que por cierto era muy difícil y complicada.

Harry, que sudaba mucho, echó un vistazo alrededor de la mazmorra, desesperado. Su caldero emitía grandes cantidades de vapor gris oscuro; el de Cassiopeia era una reluciente neblina de vapor plateado.

—Harry... creo que te faltó un ingrediente.

Snape acercó su ganchuda nariz al interior del caldero de Cassiopeia, sin hacer ningún comentario, lo cual significaba que no había encontrado nada que criticar.

Al llegar junto al caldero de Harry, sin embargo, Snape se detuvo y miró su contenido con una espantosa sonrisa burlona en los labios.

—¿Qué se supone que es esto, Potter?

—El Filtro de Paz —contestó el chico, muy tenso.

—Dime, Potter —repuso Snape con calma—, ¿sabes leer?

Draco Malfoy no pudo contener la risa y Cassiopeia tuvo ganas de golpearlo.

—Sí, sé leer —respondió Harry sujetando con fuerza su varita.

—Léeme la tercera línea de las instrucciones, Potter.

El muchacho miró la pizarra con los ojos entornados, pues no resultaba fácil descifrar las instrucciones a través de la niebla de vapor multicolor que en ese instante llenaba la mazmorra.

—Añadir polvo de ópalo, remover tres veces en sentido contrario a las agujas del reloj, dejar hervir a fuego lento durante siete minutos y luego añadir dos gotas de jarabe de eléboro.

No había añadido el jarabe de eléboro.

—¿Has hecho todo lo que se especifica en la tercera línea, Potter?

—No —contestó Harry—. Me he olvidado del eléboro.

—Ya lo sé, Potter, y eso significa que este brebaje no sirve para nada. ¡Evanesco!

La pócima de Harry desapareció y él se quedó plantado como un idiota junto a un caldero vacío

—Los que hayan conseguido leer las instrucciones, llenen una botella con una muestra de su poción, etiquetadla claramente con su nombre y déjenla en mi mesa para que yo la examine —indicó luego Snape—. Deberes: treinta centímetros de pergamino sobre las propiedades del ópalo y sus usos en la fabricación de pociones, para entregar el jueves.

—¡Qué injusto! —exclamó Hermione intentando consolar a Harry. Luego se sentó a su lado y empezó a servirse pudin de carne y patatas—. Tu poción era mucho mejor que la de Goyle; cuando la puso en la botella, el cristal estalló y le prendió fuego a la túnica.

—Ya, pero ¿desde cuándo Snape es justo conmigo? —dijo Harry sin apartar la vista de su plato.

—Yo creía que este año se comportaría un poco mejor —comentó Hermione con pesar—. Ya saben... —miró alrededor, vigilante, nadie pasaba—, ahora que ha entrado en la Orden y eso.

—Las manchas de los hongos venenosos nunca cambian —sentenció Ron sabiamente—. En fin, yo siempre he pensado que Dumbledore está loco por confiar en Snape. ¿Qué pruebas tiene de que dejara de trabajar en realidad para Quien-ustedes-saben?

—Supongo que Dumbledore debe de tener pruebas de sobra, aunque no las comparta contigo, Ron —le espetó Hermione.

—¿Quieren parar de una vez? —dijo Harry con fastidio al ver que Ron abría la boca para replicar.

Hermione y Ron se quedaron callados, con aire enfadado y ofendido. Cassiopeia solo veía la discusión en silencio, no sabía si entrometerse

—¿Tienen que estar siempre igual? No paran de molestarse el uno al otro, me están volviendo loco —añadió, y se colgó la mochila del hombro, y los dejó allí plantados.

Cassiopeia agarró su pudin de carne y patatas, se disculpó con los chicos, y corrió detrás de Harry. Subió de dos en dos los escalones de la escalinata de mármol para tratar de alcanzarlo, cruzándose con los alumnos.

—Les está bien empleado —Cassiopeia lo escuchó murmurar enojado—. Siempre están como el perro y el gato... No lo soporto.

Entonces llegó al rellano donde estaba colgado el retrato del caballero sir Cadogan.

—Harry...

—Dime —respondió, todavía enojado y perdido en sus pensamientos.

—Entiendo que estés de mal humor —comentó Cassiopeia mientras se acercaba a él sutilmente— porque no has tenido un buen día, pero no debes descargar todo tu enojo en ellos dos.

—Yo no he...

—Sí lo has hecho, Harry, y no me corrijas —le cortó, acariciando su hombro con suavidad—. Ron y Hermione son tus amigos, ellos siempre te han apoyado, y no tienen la culpa de como Snape o los demás te traten.

Harry soltó un suspiro al escucharla, Cassiopeia tenía razón, se había pasado de la raya. Ella acarició su mejilla ante de dejar un beso en él.

—Te traje comida.

Harry sintió un cosquilleo en su panza. ¿Cómo era posible que Cassiopeia causara tantas emociones en él? ¿Cómo era posible que ella fuera capaz de hacer que olvidara todo su enojo? Ambos pasaron el resto de la hora de la comida solos, sentados bajo la trampilla que había en lo alto de la torre norte.




★════◈◈◈◈◈◈◈◈════★




Cassiopeia estaba algo ansiosa por la clase de Defensa Contras las Artes Oscuras, tomó asiento con Harry.

—¡Buenas tardes a todos! —saludó a los alumnos cuando por fin éstos se sentaron. Unos cuantos respondieron con un tímido «Buenas tardes»—. ¡Ay, ay, ay! —exclamó—. ¿Así saludan a su profesora? Me gustaría oírlos decir: «Buenas tardes, profesora Umbridge.» Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos!

—Buenas tardes, profesora Umbridge —gritó la clase.

—Eso está mucho mejor —los felicitó con dulzura—. ¿A que no ha sido tan difícil? Guarden las varitas y saquen las plumas, por favor.

Cassiopeia frunció el ceño e intercambió miradas con Daphne, Theo y Blaise; hasta entonces la orden de guardar las varitas nunca había sido el preámbulo de una clase que hubieran considerado interesante.

La profesora Umbridge abrió su bolso, sacó su varita, que era inusitadamente corta, y dio unos golpecitos en la pizarra con ella; de inmediato, aparecieron las siguientes palabras:

Defensa Contra las Artes Oscuras:

regreso a los principios básicos

—Muy bien, hasta ahora su estudio de esta asignatura ha sido muy irregular y fragmentado, ¿verdad? —afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase con las manos entrelazadas frente al cuerpo—. Por desgracia, el constante cambio de profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio aprobado por el Ministerio, ha hecho que estén muy por debajo del nivel que nos gustaría que alcancen en el año del TIMO. Sin embargo, les complacerá saber que ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el Ministerio. Copien esto, por favor.

Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por los «Objetivos del curso».

1. Comprender los principios en que se basa la magia defensiva.

2. Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear legalmente la magia defensiva.

3. Analizar en qué contextos es oportuno el uso de la magia defensiva.

Durante un par de minutos en el aula sólo se oyó el rasgueo de las plumas sobre el pergamino. Cuando los alumnos copiaron los tres objetivos del curso de la profesora Umbridge, ésta preguntó:

—¿Tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard? —un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase—. Creo que tendremos que volver a intentarlo —dijo la profesora Umbridge—. Cuando les haga una pregunta, me gustaría que contesten «Sí, profesora Umbridge», o «No, profesora Umbridge». Veamos: ¿tienen todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard?

—Sí, profesora Umbridge —contestaron los alumnos al unísono.

—Estupendo. Quiero que abran el libro por la página cinco y lean el capítulo uno, que se titula «Conceptos elementales para principiantes». En silencio, por favor.

Harry miró hacia su derecha y notó como Cassiopeia leía la pizarra con las cejas arrugadas. Se llevó una sorpresa que lo sacó de su letargo. Hermione ni siquiera había abierto su ejemplar de Teoría de defensa mágica y estaba mirando fijamente a la profesora Umbridge con una mano levantada.

Pero pasados unos minutos más, Harry dejó de ser el único que observaba a Hermione, más de la mitad de la clase miraba a Hermione en vez de leer el libro.

—Me parece que Granger le quiere hacer una pregunta, profesora Umbridge —exclamó una voz sentada desde los últimos puestos.

—¡La mano, señorita...!

—Longbottom —contestó Olivia, la gemela de Neville—. Granger tiene la mano alzada desde hace varios minutos, así que no me pida alzar la mano si no nos va a dar la oportunidad de hablar.

—Disculpe —sonrió con falsedad—. No había notado a Granger, estaba ocupada —dijo con voz falsamente dulce.

—Claro, ocupada —soltó un murmuro que fue escuchado por algunos alumnos.

—Y para lo próxima vez Longbottom, sea más gentil —aconsejó de nuevo fingiendo un tono dulce—. ¿Quería hacer alguna pregunta sobre el capítulo, querida? —Umbridge se volvió hacia Hermione.

—No, no es sobre el capítulo.

—Ahora estamos leyendo —repuso la profesora Umbridge mostrando sus pequeños y puntiagudos dientes—. Si tiene usted alguna duda podemos solucionarla al final de la clase.

—Tengo una duda sobre los objetivos del curso —aclaró Hermione.

—Mire, señorita Granger, creo que los objetivos del curso están muy claros si los lee atentamente —dijo la profesora Umbridge con decisión y un deje de dulzura.

—Pues yo creo que no —soltó Hermione sin miramientos—. Ahí no dice nada sobre la práctica de los hechizos defensivos.

Se produjo un breve silencio durante el cual muchos miembros de la clase giraron la cabeza y se quedaron mirando con el entrecejo fruncido los objetivos del curso, que seguían escritos en la pizarra.

—¿La práctica de los hechizos defensivos? —repitió la profesora Umbridge con una risita—. Verá, señorita Granger, no me imagino que en mi aula pueda surgir ninguna situación que requiera la práctica de un hechizo defensivo por parte de los alumnos. Supongo que no espera usted ser atacada durante la clase, ¿verdad?

—¡¿Entonces no vamos a usar la magia?! —exclamó Ron en voz alta.

—Por favor, levante la mano si quiere hacer algún comentario durante mi clase, señor...

—Weasley —dijo Ron, y levantó una mano.

La profesora Umbridge, con una amplia sonrisa en los labios, le dio la espalda. Harry y Cassiopeia levantaron también las manos inmediatamente. La profesora Umbridge miró un momento a Harry con sus ojos saltones antes de dirigirse de nuevo a Cassiopeia.

—¿Su nombre, señorita?

—Cassiopeia Black.

—Black —repitió Umbridge en voz baja, alzando una ceja y escaneando con la mirada a la castaña.

—Es evidente que el único propósito de la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar los hechizos defensivos, ¿no es así?

—¿Acaso es usted una experta docente preparada en el Ministerio, señorita Black? —le preguntó la profesora Umbridge con aquella voz falsamente dulce.

—No, pero...

—Pues entonces me temo que no está cualificada para decidir cuál es el «único propósito» de la asignatura que imparto.

«¡Esta perra me interrumpió! ¿¡Cómo se atreve a hacerlo!?» pensó Cassiopeia.

—Pero el título es obvio —siguió Cassiopeia, fingiendo que ignoró el hecho de que la maestra la interrumpió—, esta clase es para aprender hechizos y...

—¡Levante la mano, Black! —enojada, Cassiopeia hizo un puño en su mano y alzó la mano—. Magos mucho mayores y más inteligentes que usted han diseñado nuestro nuevo programa de estudio —ni siquiera se molestó en fingir que no vio su mano alzada—. Aprenderán los hechizos defensivos de forma segura y libre de riesgos...

—¿De qué va a servirnos eso? —inquirió Harry en voz alta—. Si nos atacan, no va a ser de forma...

—¡La mano, señor Potter! —canturreó la profesora Umbridge.

Harry levantó un puño. Una vez más, la profesora Umbridge le dio rápidamente la espalda, pero otros alumnos también habían levantado la mano.

—¿Su nombre, por favor? —le preguntó la bruja a Theo.

—Theo Nott.

—¿Y bien, señor Nott?

—Bueno, creo que Harry tiene razón. Si nos atacan, no vamos a estar libres de riesgos.

—Repito —dijo la profesora Umbridge, que miraba a Theo sonriendo de una forma muy irritante—: ¿espera usted ser atacado durante mis clases?

—No, pero...

La profesora Umbridge no le dejó acabar:

—No es mi intención criticar el modo en que se han hecho hasta ahora las cosas en este colegio —explicó con una sonrisa poco convincente, estirando aún más su ancha boca—, pero en esta clase han estado ustedes dirigidos por algunos magos muy irresponsables, sumamente irresponsables; por no mencionar —soltó una desagradable risita— a algunos híbridos peligrosos en extremo...

—Si se refiere al profesor Lupin ha sido uno de los mejores —saltó Cassiopeia, enojada.

Al mismo tiempo, Olivia exclamó:—. ¡Lupin era el mejor profesor que hemos tenido!

—¡Black y Longbottom, no olviden levantar la mano! Como iba diciendo, los han iniciado en hechizos demasiado complejos e inapropiados para su edad, y letales en potencia. Los han asustado y les han hecho creer que podrían ser víctimas de ataques de las fuerzas oscuras en cualquier momento...

—Eso no es cierto —la interrumpió Hermione—. Sólo nos...

—¡No ha levantado la mano, señorita Granger!

Hermione la levantó y la profesora Umbridge le dio la espalda.

—Tengo entendido que mi predecesor no sólo realizó maldiciones ilegales delante de ustedes, sino que incluso las realizó con ustedes.

—Bueno, resultó que era un maniaco, ¿no? —terció Blaise acaloradamente—. Y, aun así, aprendimos muchísimo con él.

—¡No ha levantado la mano! —gorjeó la profesora Umbridge—. Bueno, el Ministerio opina que un conocimiento teórico será más que suficiente para que aprueben el examen; y al fin y al cabo para eso es para lo que vienen ustedes al colegio. ¿Su nombre? —añadió mirando a Parvati, que acababa de levantar la mano y se encontraba sentada junto a Olivia.

—Parvati Patil. Pero ¿no hay una parte práctica en el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que demostrar que sabemos hacer las contramaldiciones y esas cosas?

—Si han estudiado bien la teoría, no hay ninguna razón para que no puedan realizar los hechizos en el examen, en una situación controlada —explicó la profesora Umbridge quitándole importancia al asunto.

—¿Sin haberlos practicado de antemano? —preguntó Parvati con incredulidad—. ¿Significa eso que no vamos a hacer los hechizos hasta el día del examen?

—Repito, si han estudiado bien la teoría...

—Eso es muy estúpido —soltó Oliva—, necesitamos practicar.

—¿Y de qué nos va a servir la teoría en la vida real? —intervino de pronto Harry, que había vuelto a levantar el puño.

La profesora Umbridge miró severamente a Olivia y dijo:

—Cuide su lenguaje, señorita Longbottom o recibirá un castigo —luego miró a Harry—. Esto es el colegio, señor Potter, no la vida real.

—¿Acaso no se supone que estamos preparándonos para lo que nos espera fuera del colegio?

—No hay nada esperando fuera del colegio, señor Potter.

—¿Ah, no? —insistió Harry.

—¿Quién iba a querer atacar a unos niños como ustedes? —preguntó la profesora Umbridge con un exageradísimo tono meloso.

—Humm, no lo sé... —respondió Harry fingiendo reflexionar—. ¿Tal vez... lord Voldemort?

Ron contuvo la respiración, Lavender Brown soltó un grito y Neville resbaló hacia un lado del banco. La profesora Umbridge, sin embargo, ni siquiera se inmutó: simplemente miró a Harry con un gesto de rotunda satisfacción en la cara.

—Diez puntos menos para Gryffindor, señor Potter —dijo, y los alumnos se quedaron callados e inmóviles observando tanto a la profesora Umbridge como a Harry—. Y ahora, permítanme aclarar algunas cosas —la profesora Umbridge se puso en pie y se inclinó hacia ellos con las manos de dedos regordetes abiertas y apoyadas en la mesa—. Les han contado que cierto mago tenebroso ha resucitado...

—¡No estaba muerto —la corrigió un Harry furioso—, pero sí, ha regresado!

—Señor-Potter-ya-ha-hecho-perder-diez-puntos-a-su-casa-no-lo-estropee-más —recitó la profesora de un tirón y sin mirar a Harry—. Como iba diciendo, les han informado de que cierto mago tenebroso vuelve a estar suelto. Pues bien, eso es mentira.

—¡No es mentira! —la contradijo Harry—. ¡Yo lo vi con mis propios ojos! ¡Luché contra él!

—¡Castigado, señor Potter! —exclamó entonces la profesora Umbridge, triunfante—. Mañana por la tarde. A las cinco. En mi despacho. Repito, eso es mentira. El Ministerio de Magia garantiza que no están ustedes bajo la amenaza de ningún mago tenebroso. Si alguno todavía está preocupado, puede ir a verme fuera de las horas de clase. Si alguien está asustándolos con mentiras sobre magos tenebrosos resucitados, me gustaría que me lo contara. Estoy aquí para ayudar. Soy su amiga. Y ahora, ¿serán tan amables de continuar con la lectura? Página cinco, «Conceptos elementales para principiantes».

Y tras pronunciar esas palabras la profesora Umbridge se sentó. Harry, en cambio, se levantó. Todos lo miraban expectantes, y Seamus parecía sentirse entre aterrado y fascinado.

—Entonces, según usted, Cedric Diggory se cayó muerto porque sí, ¿verdad? —dijo Harry con voz temblorosa.

Todo el mundo contuvo la respiración, pues ningún alumno salvo Ron, Hermione y Cassiopeia había oído hablar a Harry sobre lo sucedido la noche en que murió Cedric. Ávidos de noticias, miraron a Harry y luego a la profesora Umbridge, que había arqueado las cejas y observaba al muchacho muy atenta, sin rastro de una sonrisa forzada en los labios.

—La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente —afirmó con tono cortante.

—Trágico accidente su nacimiento, profesora Umbridge —replicó Olivia levantándose y mirando directamente a la profesora—. ¡Un alumno murió a manos de quién-usted-sabe y todos ustedes del ministerio tratan de tapar con un dedo que fue un simple accidente! Yo no conocí a Cedric, pero estoy segura de que él estaría enojado al ver que actúan como si nada pasó, cuando deberíamos de estar buscando justicia por su muerte.

El rostro de la profesora Umbridge no denotaba expresión alguna. Durante un momento Cassiopeia creyó que iba a gritarles, pero ella, con la más suave y dulce voz infantil, dijo:

—Vengan aquí, señor Potter y señorita Longbottom.

Harry apartó su silla de una patada, dio unas cuantas zancadas, pasando al lado de Ron y de Hermione, y se acercó a la mesa de la profesora. Era consciente de que el resto de la clase seguía conteniendo la respiración, pero estaba tan furioso que no le importaba lo que pudiera ocurrir.

La profesora Umbridge sacó de su bolso dos pequeños rollos de pergamino rosa, lo extendió sobre la mesa, mojó la pluma en un tintero y empezó a escribir encorvada sobre ellos para que ambos no vieran lo que ponía.

Aproximadamente después de un minuto, la profesora enrolló los pergaminos, que, al recibir un golpe de su varita mágica, quedaron sellados a la perfección para que ninguno pudiera abrirlo.

—Llévenle esto a la profesora McGonagall, háganme el favor —le ordenó la profesora Umbridge tendiéndoles la nota.

Olivia fue la primera en agarrar. Sin decir nada, salió del aula. Harry copió su acción y sin mirar siquiera a Hermione, Ron y Cassiopeia, también salió del aula y cerró de un portazo la puerta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro