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20. El regreso

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capitulo veinte

EL REGRESO

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CUANDO DUMBLEDORE ABRIÓ LA PUERTA, HARRY VIO A LA señora Weasley, a Bill, Ron y Hermione rodeando a la señora Pomfrey, que parecía agobiada. Todos se abalanzaron sobre ellos cuando entraron, y la señora Weasley soltó una especie de grito amortiguado:

—¡Harry!, ¡ay, Harry!

Fue hacia él, pero Dumbledore se interpuso.

—Molly —le dijo levantando la mano—, por favor, escúchame un momento. Harry ha vivido esta noche una horrible experiencia. Y acaba de revivirla para mí. Lo que ahora necesita es paz y tranquilidad, y dormir. Si quieren estar con él —añadió, mirando también a Ron, Hermione y Bill—, pueden quedarse, pero no quiero que le pregunten nada hasta que esté preparado para responder, y desde luego no esta noche.

La señora Weasley mostró su conformidad con un gesto de la cabeza. Estaba muy pálida. Se volvió hacia Ron, Hermione y Bill con expresión severa, como si ellos estuvieran metiendo bulla, y les dijo muy bajo:

—¿Han oído? ¡Necesita tranquilidad!

—Dumbledore —dijo la señora Pomfrey, mirando fijamente el perro grande y negro en el que se había convertido Sirius—, ¿puedo preguntar qué...?

—Este perro se quedará un rato haciéndole compañía a Harry —dijo sencillamente Dumbledore—. Te aseguro que está extraordinariamente bien educado. Esperaremos a que te acuestes, Harry.

Harry sintió hacia Dumbledore una indecible gratitud por pedirles a los otros que no le hicieran preguntas. No era que no quisiera estar con ellos, pero la idea de explicarlo todo de nuevo, de revivirlo una vez más, era superior a sus fuerzas.

—Volveré en cuanto haya visto a Fudge, Harry —dijo Dumbledore—. Me gustaría que mañana te quedaras aquí hasta que me haya dirigido al colegio.

Salió. Mientras la señora Pomfrey lo llevaba a una cama próxima, Harry vislumbró al auténtico Moody acostado en una cama después de la de Cassiopeia, que dormía profundamente.

A su lado estaba su madre, Calliope, sentada en una silla mientras dormía.

—¿Cómo está? —preguntó Harry, sintiéndose culpable. Vio como Sirius se acostó en la cama de su sobrina, al tiempo que soltaba sonidos casi inaudibles que parecía que lloraba.

—Tranquilo —le dijo una voz nueva a Harry—. Se pondrá bien, ella es fuerte.

Amabel, con una sonrisa tranquilizadora, se acercó a Harry, colocó una mano en su hombro. Sus palabras no lo ayudaron, era su culpa. Cassiopeia lo había protegido y casi moría...

Dumbledore le había notificado que los gemelos Weasley encontraron a Cassiopeia desmayada en el suelo. Ellos llamarón a los profesores y la trajeron a tiempo a la enfermería para que se recuperara.

—No quería que la atacaran a ella —musitó—. Me quería matar a mí...

—Oye, no lo hicieron —lo interrumpió Amabel, abrazándolo—. Lo importante es que ahora los dos están bien ¿sí? —se alejó y acaricio su cabello—. Tómate toda la poción, servirá para que duermas sin soñar —le indicó amablemente mientras le pasaba una botellita con color púrpura—, lo necesitas, Harry.




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Un mes desde lo ocurrido, Cassiopeia por fin había podido salir de la enfermería. Su madre y su tía estuvieron con ella en su recuperación. Y estaba algo triste, Harry no se sentía capaz de hablar con ella. No sé enojó, entendía al chico, acababa de pasar por un momento trágico, ella esperaría a que él se sintiera listo, sin presiones.

La noche antes del retorno a su casa, Cassiopeia preparó su baúl, con ayuda exagerada de Daphne y Astoria Greengrass, según ellas, no tenía que hacer mucho esfuerzo. Ni hablar de Theo y Blaise, ellos le llevaban la maleta y los libros a todos lados. Cassiopeia ya se sentía bien, y a pesar de que les dijo a sus amigos de que podía hacerlo sola, solo insistió una vez, porque la verdad disfrutaba que alguien hiciera esas cosas por ella.

Cuando ella, Daphne, Theo y Blaise entraron en el Gran Comedor, vieron enseguida que faltaba la acostumbrada decoración: para el banquete de fin de curso solía lucir los colores de la casa ganadora. Aquella noche, sin embargo, había colgaduras negras en la pared de detrás de la mesa de los profesores, en honor a Cedric.

El profesor Dumbledore, que se levantó de su silla en la mesa de profesores. El Gran Comedor, que sin duda había estado mucho menos bullanguero de lo habitual en un banquete de fin de curso, quedó en completo silencio.

—El fin de otro curso —dijo Dumbledore, mirándolos a todos—. Son muchas las cosas que quisiera deciros esta noche, pero quiero antes que nada lamentar la pérdida de una gran persona que debería estar ahí sentada —señaló con un gesto hacia los de Hufflepuff—, disfrutando con nosotros este banquete. Ahora quiero pediros, por favor, a todos, que se levanten y alcen sus copas para brindar por Cedric Diggory.

Así lo hicieron. Hubo un estruendo de bancos arrastrados por el suelo cuando se pusieron en pie, levantaron las copas y repitieron, con voz potente, grave y sorda:

—Por Cedric Diggory.

—Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff —prosiguió Dumbledore—. Era un amigo bueno y leal, muy trabajador, y se comportaba con honradez. Su muerte os ha afligido a todos, lo conocierais bien o no. Creo, por eso, que tienen derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort.

Un murmullo de terror recorrió el Gran Comedor. Los alumnos miraban a Dumbledore horrorizados, sin atreverse a creerle. Él estaba tranquilo, viéndolos farfullar en voz baja.

—El Ministerio de Magia —continuó Dumbledore— no quería que os lo dijera. Es posible que algunos de vuestros padres se horroricen de que lo haya hecho, ya sea porque no crean que Voldemort haya regresado realmente, o porque opinen que no se debe contar estas cosas a gente tan joven. Pero yo opino que la verdad es siempre preferible a las mentiras, y que cualquier intento de hacer pasar la muerte de Cedric por un accidente, o por el resultado de un grave error suyo, constituye un insulto a su memoria.

—Hay alguien más a quien debo mencionar en relación con la muerte de Cedric —siguió Dumbledore—. Me refiero, claro está, a Harry Potter.

Un murmullo recorrió el Gran Comedor al tiempo que algunos volvían la cabeza en dirección a Harry antes de mirar otra vez a Dumbledore.

—Harry Potter logró escapar de Voldemort —dijo Dumbledore—. Arriesgó su vida para traer a Hogwarts el cuerpo de Cedric. Mostró, en todo punto, el tipo de valor que muy pocos magos han demostrado al encararse con lord Voldemort, y por eso quiero alzar la copa por él.

Dumbledore se volvió hacia Harry con aire solemne, y volvió a levantar la copa. Casi todos los presentes siguieron su ejemplo, murmurando su nombre como habían murmurado el de Cedric, y bebieron a su salud.

—Todos nuestros invitados —continuó, y sus ojos se demoraron en los alumnos de Durmstrang— han de saber que serán bienvenidos en cualquier momento en que quieran volver. Os repito a todos que, ante el retorno de lord Voldemort, seremos más fuertes cuanto más unidos estemos, y más débiles cuanto más divididos.

»La fuerza de lord Voldemort para extender la discordia y la enemistad entre nosotros es muy grande. Sólo podemos luchar contra ella presentando unos lazos de amistad y mutua confianza igualmente fuertes. Las diferencias de costumbres y lengua no son nada en absoluto si nuestros propósitos son los mismos y nos mostramos abiertos.

»Estoy convencido (y nunca he tenido tantos deseos de estar equivocado) de que nos esperan tiempos difíciles y oscuros. Algunos de vosotros, en este salón, habéis sufrido ya directamente a manos de lord Voldemort. Muchas de vuestras familias quedaron deshechas por él. Hace una semana, un compañero vuestro fue aniquilado.

» Recuerden a Cedric. Recordadlo si en algún momento de vuestra vida tenéis que optar entre lo que está bien y lo que es cómodo, recordad lo que le ocurrió a un muchacho que era bueno, amable y valiente, sólo porque se cruzó en el camino de lord Voldemort. Recuerden a Cedric Diggory.




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El baúl de Cassiopeia estaba listo. Con el resto de los alumnos de cuarto, ella, Daphne, Theo y Blaise aguardaban en el abarrotado vestíbulo los carruajes que los llevarían de vuelta a la estación de Hogsmeade. Era otro hermoso día de verano.

—¡Ya vengo! —avisó Cassiopeia. Sus amigos asintieron.

Se alejó de los Slytherin y se acercó a tres estudiantes de Gryffindor. Sonrió al ver que ellos notaron de su presencia.

Hermione fue la primera en darle un fuerte abrazo.

—Nos vemos el próximo año —dijo—. ¡Los extrañaré a los tres!

—Nosotros igual, Cassiopeia —concordó la Gryffindor.

—Cuídate, Ron —dijo, regalándole un abrazó.

—Y tú no te olvides de nosotros.

—Obvio —aseguró riendo.

Se separó de Ron y fijó su mirada en la última persona que faltaba despedirse. Harry sonrió después de mucho tiempo, le alegraba verla, bien, sana y salva.

—Nosotros nos iremos a... allá —afirmó Hermione, mientras arrastraba a Ron.

Cuando estuvieron solos, Harry fue el primera en romper el silencio en ambos.

—Lamento lo sucedido —susurro, mirando sus zapatos—. Yo...

—No fue tu culpa, Harry —entrelazó su mano con la del chico—. Nada de lo que pasó fue tu culpa.

Harry alzó su mirada para encontrarse con una Cassiopeia regañándolo.

—Pero...

—Pero nada. No vuelvas a pedir disculpas —lo interrumpió Cassiopeia—. Todo está bien, Harry, y si vuelves a decir que es tu culpa, te golpeare con tu escoba, ¿de acuerdo?

Harry asintió, sin saber que decir.

—Nos vemos el próximo año —comentó, soltando su mano.

Ladeo su cabeza y se empezó a alejarse de ahí.

—¡Cassiopeia, espera!

La nombrada se volvió hacia Harry, y caminó unos pasos.

—Te ves... muy... muy linda hoy —musitó, sonrojado.

A ella le pareció tierno la forma en como el chico estaba sonrojado.

—Ya lo sabía, Harry — Cassiopeia mostró una sonrisa mezclada de arrogancia y ternura, seguido de esto, guiñó su ojo—. De todas formas, gracias.

Y se alejó. Sonrió como tonta al pensar en Harry, y entonces, se tapó la cara con la mano, soltando una maldición en voz baja. Se había dado cuenta de algo, que algunas personas, como sus amigos cercanos, ya sabían.

Cassiopeia Black se había enamorado de Harry Potter.


FIN DEL PRIMER ACTO.

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