17. El Baile de Navidad
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capitulo diecisiete
EL BAILE DE NAVIDAD
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EL DÍA DE NAVIDAD, CASSIOPEIA TUVO UN DESPERTAR MUY SOBRESALATADO. Daphne parecía loca, pues se encontraba saltando en su cama y soltando gritos.
—Eres una demente —le dijo Cassiopeia, al tiempo que tapaba su cara con su almohada.
—¿Podrías cerrar la boca, Daphne? —cuestionó Pansy, irritada por los gritos de la rubia—. Trato de dormir.
—¡Feliz Navidad a ti también, Pansy! —chilló con mucha alegría y energía.
Daphne y Pansy no se llevaban bien, pero como hoy era navidad la rubia ignoraba el hecho de que le estaba dirigiendo la palabra.
—¡Ah... los regalos! —dijo Tracey Davis, viendo el montón de paquetes que tenía a los pies de la cama.
Treinta minutos después, cuando Cassiopeia abrió todos los regalos bajó a la sala común de Slytherin. La mañana fue muy linda; primero Theo y Daphne se habían encargado contar historias embarazosas de su infancia, luego empezaron a recordar momentos especiales entre los cuatro mientras tomaban cerveza de mantequilla que había conseguido Blaise (él moreno se había negado de revelar como consiguió las bebidas)
—Ya hablamos mucho de mi —dijo Blaise, que acaba de contar emocionado quien es su pareja—. ¿Con quién irás, Cassie? —preguntó.
—Ella irá con el campeón de Hogwarts —canturreo Daphne.
—¿Con Potter? —alzó las cejas Theo—. ¡Pero si has ido por el premio mayor, Cassie! —la molestó mientras aplaudía.
—Nuestra niña ya está grande —se burló Blaise, mientras la abrazaba.
—Idiotas...
Por la tarde salió del castillo: la nieve se hallaba tal cual había caído, salvo por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus moradas al castillo. Encontró a los Weasley y a Harry en plena batalla de bolas de nieves.
—¿Te unes, Cassie? —la invitó Ginny.
—Claro —respondió—. Oigan, ese de ahí no es Snape con una túnica rosada —todos voltearon a ver, por lo que Cassiopeia aprovechó, agarró un puñado de nieve y se los lanzó a los gemelos y a Ron.
Y así comenzó nuevamente la pelea. Mayormente Cassiopeia y Ginny se cuidaban la espalda de los demás. Hermione prefirió contemplarla y apoyar a las chicas. Y a las cinco les anunció que volvía al castillo para prepararse para el baile.
—¡Ginny, Cassiopeia! ¿Vamos? —habló Hermione.
Las tres habían quedado en de acuerdo en cambiarse con Daphne.
—Pero ¿falta tres horas? Ni que las tres estuvieran tan feas —se extrañó Ron, mirándola sin comprender. En respuesta, Ginny alzó solo su dedo del medio. El chico pagó su distracción recibiendo un bolazo de nieve arrojado por George que le pegó con fuerza en un lado de la cabeza.
—¡Dame un segundo! —le contestó Cassiopeia a Hermione.
Con la bola de nieve que tenía en su malo se deshizo tirándosela a Harry en la cara
—¿Nos vemos en el vestíbulo? —le preguntó riendo.
—Claro —musitó, sonrojado.
Cassiopeia las acompañó a las chicas a su sala común de Gryffindor, y esperó afuera para que recogieran todas las cosas necesarias. Luego, las tres se apresuraron a llegar a un baño solitario del castillo, ahí encontraron a Daphne.
—¡Por fin llegan! —exclamó—. Cassie, aquí está tu vestido.
—Gracias.
—Hoy tenemos que vernos más hermosas que nunca —habló Ginny—. Manos a la obra.
Cassiopeia se dirigió a tomar una ducha con agua caliente mientras cantaba a todo volumen un villancico navideño. Al salir, se sorprendió de encontrar diferentes tipos pociones para cabello. Daphne, quien los había conseguido, solo sonrió. Se colocó su vestido, aquel que le había regalado su madrina Andrómeda.
Eligió la poción que eligió solo ondulaba su cabello, o eso creía ella, como resultado, obtuvo un cabello más ondulado y brilloso.
—¡Te ves increíble! —le dijo Ginny, terminando de acomodar su cabello—. Lo digo en serio, Cassie —dijo admirando la belleza de su amiga—. Estas muy hermosa.
—Lo sé, zanahoria —Cassiopeia le guiñó un ojo, y siguió alisando su largo vestido rojo—. Ni se diga de ti, estas más guapa de lo normal, creo que me enamoraste —halagó.
—Pareces lesbiana, Cassie —se burló Daphne.
—Culpa de mi tía y de mi madre, ellas parecen las lesbianas —se encogió de hombros—. ¿Hermione, ya estás lista?
—Sí, ya salgo —Hermione se volvió hacia ella—. ¿Cómo estoy?
Ninguna dijo nada, todas estaban boquiabiertas.
—¡Wow! —Ginny susurró—. ¡Estas irreconocible!
—Pero irreconocible en buena forma, Hermione —se apresuró a decir Daphne, al ver la cara de asustada de la castaña—. Sin duda, tú y Cassie serán el centro de atención.
—¿Y cómo no? Si ambas serán pareja de dos campeones —chilló Ginny de alegría.
—Bueno, tenemos que irnos ya Cassiopeia o llegaremos tarde.
Abrió la puerta del baño y salieron las cuatro caminando hacia al Gran Comedor, en algún punto se separaron para que cada una buscara a su pareja. Cassiopeia estaba bajando las escaleras cuando su mirada se encontró con la de Harry.
Harry no encontraba la palabra exacta para definir lo hermosa que se veía Cassiopeia. El vestido y labial rojo le quedaba a ella. Tenía el cabello recogido alto e informal con algunos pelos sueltos ondulados. La chica se acercó a él con una sonrisa.
—Hola —saludó Cassiopeia, sonriendo—. Te ves muy bien, Harry.
—Cassie, estás absolutamente hermosa —soltó un suspiro. La chica se sonrojo a más no poder.
En ese momento los llamó la voz de la profesora McGonagall:
—¡Los campeones por aquí, por favor!
Sonriendo, Cassiopeia entrelazó su brazo con el de Harry y avanzaron. Sin dejar de hablar, la multitud se apartó para dejarlos pasar. La profesora McGonagall, les pidió que esperaran a un lado de la puerta mientras pasaban todos los demás: ellos entrarían en procesión en el Gran Comedor cuando el resto de los alumnos estuviera sentado. Fleur Delacour y Roger Davies se pusieron al lado de las puertas. Cedric y Cho estaban también. Igualmente, Hermione y Viktor Krum.
Cuando todos se hubieron acomodado en el Gran Comedor, la profesora McGonagall les dijo que entraran detrás de ella, una pareja tras otra. Lo hicieron así, y todos cuantos estaban en el Gran Comedor los aplaudieron mientras cruzaban la entrada y se dirigían a una amplia mesa redonda situada en un extremo del salón, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal.
Habían recubierto los muros del Gran Comedor de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas. En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas.
Cassiopeia notó como Harry estaba un poco nervioso, tratando de no tropezar. Ella rio y agarró su mano.
—No tienes por qué tener miedo, Harry —musitó—. Solo ignóralos.
Cuando los campeones y sus parejas llegaron a la mesa, Percy retiró un poco la silla vacía que había a su lado, mirando a Harry. Éste entendió la indirecta.
—Cassiopeia —llamó la atención de la castaña—. Percy me quiere decir algo, y espero que no te moleste que yo...
—Tranquilo. Ve a hablar con él, te esperaré aquí.
Harry se sentó junto a Percy, que llevaba una reluciente túnica de gala de color azul marino, y lucía una expresión de gran suficiencia.
—Eres Cassiopeia Black, ¿verdad? — preguntó una chica morena con rasgos asiáticos a su lado—. ¿Eres de Slytherin?
Al parecer Cho Chang, una chica de Ravenclaw, le acababa de hablar.
—Sí, pero solo llámame Cassiopeia.
—Mucho gusto, Cassiopeia, soy Cho —se presentó, estrechando su mano—. ¿Tú y Harry están saliendo?
—No, solo somos amigos —respondió, un poco sonrojada por la confusión.
—Bueno, todos empezamos siendo amigos —dijo riendo.
—Lo sé... espera ¿empezamos?, ¿acaso estás saliendo con Cedric? —la morena asintió realmente feliz—. Me alegro mucho, se ve que él es un buen chico.
—Si que lo es —aseguró—. Por cierto, me gusta mucho tu vestido.
—Gracias —cuestionó mirando a su alrededor—. ¿Escuchaste el rumor de que Las Brujas de Macbeth se presentaran hoy?
—Sí, espero que realmente toquen —dijo Cho con mucha ilusión—. Amo esa banda.
—Igual yo.
Cassiopeia y Cho siguieron conversando. En algún punto, Cedric se unió a la conversación siendo muy amable con la castaña.
Harry se acercó luego de un rato. Aún no había comida en los brillantes platos de oro; sólo unas pequeñas minutas delante de cada uno de ellos. Dumbledore leyó su menú con detenimiento y luego le decía muy claramente a su plato:
—¡Chuletas de cerdo!
Y las chuletas de cerdo aparecieron sobre él. Captando la idea, los restantes comensales también pidieron a sus respectivos platos lo que deseaban.
Harry y Cassiopeia mantuvieron una conversación entretenida mientras cenaban. Realmente estaban disfrutando de la fiesta. A la castaña le pareció escuchar a Fleur Delacour quejarse de la decoración de Hogwarts, pero sinceramente no estaba segura, ya que su atención estaba en Harry.
Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y pidió a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, a un movimiento suyo de varita, las mesas se retiraron y alinearon junto a los muros, dejando el suelo despejado, y luego hizo aparecer por encantamiento a lo largo del muro derecho un tablado. Sobre él aparecieron una batería, varias guitarras, un laúd, un violonchelo y algunas gaitas.
Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas. Eran todas melenudas, e iban vestidas muy modernas, con túnicas negras llenas de desgarrones y aberturas. Cogieron sus instrumentos, y Harry, que las miraba con tanto interés que no advertía lo que se avecinaba, comprendió de repente que los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado y que los campeones y sus parejas estaban de pie.
—¡Vamos! —le susurró Cassiopeia. El azabache negó la cabeza con terror—. ¿Por qué?
—No sé bailar —musitó apenado.
—Lo sé —le contestó.
Harry no entendía como ella lo sabía hasta que se acordó cuando fueron al mundial de Quidditch, en donde Ginny los había obligado a bailar a los dos, seguramente ahí se había dado cuenta.
—Oye, no es necesario que sepas bailar como un profesional —le aseguró Cassiopeia—. Lo importante es divertirte con tu pareja.
Al levantarse, Harry tropezó con la túnica. Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta, triste. Cassiopeia le agarró las manos, le colocó una en su cintura y le agarró la otra.
El chico se dejó guiar por la chica. Balanceándose de un lugar a otro. En algún momento de la canción, Harry hizo que Cassiopeia diera un giro, elevando un poco su vestido. El corazón de Harry latió más rápido de lo normal cuando la castaña colocó sus brazos alrededor de su cuello, manteniendo poca distancia.
—Tienes lindos ojos, Harry —murmuró Cassiopeia con una media sonrisa.
Al estar tan cerca, podía apreciar más sus ojos esmeraldas, a pesar de llevar lentes. Estos mantenían un brillo que ella nunca había notado.
—Tú tienes una linda sonrisa.
Cassiopeia bajó la cabeza sonrojada, y recostó su cabeza en el hombro de Harry.
La música terminó y los aplausos por parte del público no se hicieron esperar. Cassiopeia se separó de Harry aplaudiendo también.
Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una nueva pieza, mucho más rápida que la anterior. La castaña chilló de emoción.
—¡Adoro esta canción!
La nueva canción era más rápida, y como Harry no estaba acostumbrado a este ritmo, no se movía por su cuenta. Cassiopeia era la de daba vueltas y hacía que Harry dé vueltas. El chico realmente la estaba pasando muy bien, a pesar de no bailar increíble, ambos reían y bailando.
—¿Vamos por unas bebidas? —ella preguntó a través de la música—. Tengo mucha sed.
—Vamos —él ofreció su mano y ella lo aceptó con una sonrisa. Salieron de la multitud de estudiante que seguía bailando y se acercaron a la mesa. Abrió una botella de cerveza de mantequilla y sirvió la bebida en dos vasos diferentes—. Ten —le ofreció un vaso a Cassiopeia.
—¡Salud! —ambos chocaron sus vasos y dieron un sorbo—. ¿Te estás divirtiendo? —le preguntó a Harry.
—Sí —musitó sonriendo—. Contigo todo es divertido.
Cassiopeia bebió de su bebida, ignorando la sensación de sentir sus mejillas calientes y algo en su estómago.
La chica frunció el ceño—. ¿Ese es Ron?
Harry miró a donde su pareja señalaba. Su amigo estaba sentado al lado de Padma, sin ninguna felicidad en su rostro.
—¿Quieres ir a ver que tiene? —le preguntó Cassiopeia, arrugando las cejas
—No —respondió.
La verdad es que quería seguir estando solo con Cassiopeia.
—Pero no crees...
—Esa canción se oye muy buena —la interrumpió—. ¿Bailamos?
—No me interrumpas cuando yo esté hablando, tonto —lo regañó con una sonrisa, dándole un suave golpe en el brazo—. Pero si, bailemos.
Agarró nuevamente la mano de Harry y fueron a la pista de Baile.
La nueva canción también era más rápida. Esta vez, Harry ya estaba familiarizado con el ritmo y se sentía algo cómodo, por lo que la mayor parte del baile él le daba vueltas a su pareja.
Siguieron bailando todas las canciones que restaban hasta que Dumbledore anunció que la fiesta ya había acabado. La pareja salió del lugar y se quedaron en el vestíbulo.
—Gracias por esta noche —Harry agarró sus manos y la miró a los ojos—. Feliz Navidad, Cassie Black.
—Feliz Navidad, Harry Potter —dijo dándole un beso en la mejilla.
Sin esperar alguna respuesta, se fue del lugar, queriendo dar saltos de la emoción, pero se contuvo. Y Harry se quedó ahí, perplejo, acarició la zona del beso. Deseando poder repetirlo.
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