Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10. Beauxbatons y Durmstrang

┌──────── ●✰● ────────┐

capitulo diez

BEAUXBATONS Y DURMSTRANG

└──────── ●✰● ────────┘

Editado


≻───── ⋆✩⋆ ─────≺



CUANDO CASSIOPEIA SE DESPERTÓ, soltó un gemido de frustración, se levantó con pesadez. Hoy, por alguna extraña razón tenía poca fuerza para levantarse.

Daphne seguía dormida, por lo que la castaña optó por agarrar su almohada y con eso, pegarle en la cara.

—¿Oye, que te pasa? —cuestionó enojada la rubia.

—Buenos días a ti también, Daphne —dijo sonriendo Cassiopeia, entrando al baño.

Ya arreglada, salió del cuarto y bajó a sala común de Slytherin, en la que no había nadie. ¡Que milagro! Allí agarró un trozo de pergamino y su pluma, y escribió lo siguiente.

Querido señor Pulgoso:

Me alegra recibir noticias de ti. Muchas gracias por la reliquia, no tenías que hacerlo.

Ya tuve clases con Ojoloco. No te mentiré, no me agrada, aunque en tu última carta dijiste que él es grandioso (y creo en tu palabra), yo no puedo decir lo mismo, la clase de ayer no fue lo mejor que digamos. Extraño a Lupin :(

En el colegio todo va normal, bueno, con la diferencia de que me duermo en clases de la Historia de la Magia. Con Harry nos hemos vuelto amigos desde el Mundial de Quidditch. Compartimos muchas clases, como Pociones, D.C.A.O. y Criaturas Mágicas y tenemos una cosa más en común: ¡Odiamos a Malfoy! 

Hace unos días, el muy idiota de Malfoy habló cosas feas de la señora Weasley. ¡Ojalá hubieras estado ahí! Estoy segura que te hubiera gustado ver como Harry lo mandaba al demonio jsjsjs. Creo que tenías razón: tu ahijado es un chico agradable, aunque un poco tímido, pero super buena onda. 

Habrá el Torneo de los Tres Magos, pero supongo que ya sabes de eso. Me hubiese gustado participar, pero no tengo la edad necesario. Vendrán estudiantes de otros colegios y competirán. Ojalá sea alguien bueno quién represente Hogwarts.

¿Cómo es eso de que estarás más cerca de mí? Espero que sepas bien lo que haces, ten mucho cuidado con los tontos del ministerio. Ojalá pueda verte pronto.

Atte.

La constelación más hermosa de todo el cielo nocturno.

Cassiopeia utilizaba el apodo de señor Pulgoso para referirse a Sirius. Sabía que interceptar lechuzas era algo fácil, y no deseaba que descubrieran que ella mantiene contacto con él.

Salió de la sala y subió por la escalera del castillo, que estaba sumido en el silencio, y finalmente llegó a la lechucería, que estaba situada en la parte superior de la torre oeste.

Al llegar, Cassiopeia vio a Harry junto a una lechuza blanca entregándole un pergamino

—Hola Harry —el nombrado se volvió asustado—. Perdón, no quise asustarte —musitó, tratando de no reír.

—No, tranquila —habló, con nerviosismo—. No esperaba que alguien llegará —escondió tras su espalda la carta que tenía en sus manos.

—¿Para quién es la carta? —preguntó alzando una ceja—. ¿Para Sirius?

Harry se tensó—. ¿Que? No-o sé... de qué hablas.

—Tranquilo, recuerda que soy una Black, somos parientes —le dijo, riendo.

—¿Eres su hija? —cuestionó Harry, rascándose la nuca.

—No, soy su sobrina —explicó Cassiopeia, soltando una risita ante el nerviosismo de Harry—. Él ya me explicó todo. Nos mensajeamos cada dos semanas y me ha hablado mucho de ti en las cartas, me contó que eres su ahijado.

—Sí, de hecho, es el único familiar que tengo.

—Oh...

Cassiopeia recordó que Harry no tiene una buena relación con sus tíos, dato que era conocido por todo el mundo mágico. Se acercó un poco más a él y colocó su mano en su hombro, dándole una suave acaricia. El chico se puso algo nervioso ante su cercanía.

—Si algo te hace sentir mejor, eres bienvenido a mi casa —le regaló una media sonrisa—. A mi mamá y a mi tía le agradas.

—¿En serio? —le devolvió el gesto.

La miró directamente a sus ojos cafés mantenían un pequeño brillo en sus pupilas.

—Sí, ellas estuvieron todo el verano insistiendo en que me haga amiga tuya —le dijo, haciendo que su ánimo subiera—. Creo que te quieren adoptar —añadió en susurró, como si fuese un secreto.

Harry sonrió más, y luego de dio cuenta de algo. Ella siempre nombrada a su madre y a su tía, pero no a su padre.

—¿Y tu padre? —preguntó Harry sin medir las consecuencias.

Vaya error que cometió. La sonrisa de Cassiopeia desapareció ante la mención de su padre.

—Lo siento —tartamudeo—, no quería...

—No, no pasa nada —murmuró Cassiopeia, sonriendo con nostalgia—. El falleció hace muchos años. Incluso antes de que yo naciera. Pero mamá siempre dice que las personas que nos aman siempre estarán con nosotros.




★════◈◈◈◈◈◈◈◈════★




Los jefes de las casas colocaban a sus alumnos en filas.

—Zabini, ponte bien el sombrero —le ordenó el profesor Snape a Blaise—. Greengrass, quítate esa cosa ridícula que tienes pelo, pareces un payaso.

Blaise carcajeo, burlándose de Daphne. Ésta frunció el entrecejo y le dio un fuerte golpe en el hombro al chico.

—Vuélvete a reír y el próximo golpe será en tu cara —amenazó Daphne mientras guardaba su diadema con mariposas.

—Síganme —dijo el profesor Snape—. Los de primero delante. Si no quieren ganarse un castigo, no empujen.

Bajaron en fila por la escalinata de la entrada y se alinearon delante del castillo. Era una noche fría y clara. Oscurecía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido.

—Son casi las seis —anunció Theo, consultando el reloj—. ¿Cómo llegarán?

—Tal vez en escobas...

—No creo —contestó Blaise—. Puede que en un traslador...

—Hum... nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts —les recordó Cassiopeia.

Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:

—¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

—¿Por dónde? —preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

—¡Por allí! —gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque.

Una cosa larga, mucho más larga que una escoba, se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado, pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.

Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad. Un segundo más tarde el carruaje se posó en tierra, rebotando sobre las enormes ruedas, mientras los caballos sacudían su enorme cabeza y movían unos grandes ojos rojos.

Antes de que la puerta del carruaje se abriera, Cassiopeia vio que llevaba un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces Cassiopeia vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Era un zapato del mismo tamaño que un trineo infantil. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, una mujer muy grande. Las dimensiones del carruaje y de los caballos quedaron inmediatamente explicadas. Algunos ahogaron un grito.

Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitando a su director, aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer.

Sonriendo graciosamente, ella avanzó hacia Dumbledore y extendió una mano reluciente. Aunque Dumbledore era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.

—Mi querida Madame Maxime —dijo—, bienvenida a Hogwarts.

—«Dumbledog» —repuso Madame Maxime, con una voz profunda—, «espego» que esté bien.

—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.

—Mis alumnos —dijo Madame Maxime, señalando tras ella con gesto lánguido.

Cassiopeia notó que unos doce alumnos, chicos, todos los cuales parecían hallarse cerca de los veinte años, habían salido del carruaje y se encontraban detrás de ella. Estaban tiritando, lo que no era nada extraño dado que las túnicas que llevaban parecían de seda fina, y ninguno de ellos tenía capa.

Luego de un tiempo, ya tiritaban de frío esperando la llegada de la representación de Durmstrang. La mayoría miraba al cielo esperando ver algo. Durante unos minutos, el silencio sólo fue roto por los bufidos y el piafar de los enormes caballos de Madame Maxime. Pero entonces...

—¿No oyen algo? —preguntó Theo repentinamente.

Cassiopeia escuchó. Un ruido misterioso, fuerte y extraño llegaba a ellos desde las tinieblas. Era un rumor amortiguado y un sonido de succión, como si una inmensa aspiradora pasara por el lecho de un río...

—¡El lago! —gritó Blaise, señalando hacia él—. ¡Miren el lago!

Desde su posición en lo alto de la ladera, desde la que se divisaban los terrenos del colegio, tenían una buena perspectiva de la lisa superficie negra del agua. Y en aquellos momentos esta superficie no era lisa en absoluto. Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas que iban a morir a las embarradas orillas. Por último, surgió en medio del lago un remolino, como si al fondo le hubieran quitado un tapón gigante...

Del centro del remolino comenzó a salir muy despacio lo que parecía una asta negra.

—¡Es un mástil! —exclamó.

Lenta, majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua, brillando a la luz de la luna. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado, y las pálidas luces que relucían en las portillas daban la impresión de ojos fantasmales. Finalmente, con un sonoro chapoteo, el barco emergió en su totalidad, balanceándose en las aguas turbulentas, y comenzó a surcar el lago hacia tierra. Un momento después oyeron la caída de un ancla arrojada al bajío y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla.

A la luz de las portillas del barco, vieron las siluetas de la gente que desembarcaba. Cuando se aproximaron más, subiendo por la explanada hacia la luz que provenía del vestíbulo, vio que su corpulencia se debía en realidad a que todos llevaban puestas unas capas de algún tipo de piel muy tupida. El que iba delante llevaba una piel de distinto tipo: lisa y plateada como su cabello.

—¡Dumbledore! —gritó efusivamente mientras subía la ladera—. ¿Cómo estás, mi viejo compañero, cómo estás?

—¡Estupendamente, gracias, profesor Karkarov! —respondió Dumbledore.




★════◈◈◈◈◈◈◈◈════★




Si Ron estuviera aquí, ya le hubiese pedido un autógrafo a Krum, pensó Cassiopeia, muy contenta al tener cerca de un jugador de Quidditch comiendo en la misma mesa que ella.

—Es muy guapo —murmuró Daphne.

Los alumnos de Durmstrang se habían quitado las pesadas pieles y miraban con expresión de interés el negro techo lleno de estrellas. Krum, al igual que sus compañeros, cogió el plato y la copa de oro y los examinaban, aparentemente muy impresionados.

A Cassiopeia le pareció muy gracioso, pero se mordió la lengua para no reírse.

—¿Qué tantas miras? —preguntó Theo.

—¿Están hechos de orro? —preguntó Krum.

Sip.

El búlgaro abrió los ojos, sorprendido.

La cena siguió con tranquilidad. Malfoy hablaba con Krum, tratando de impresionarlo. Daphne lo miraba con ojos de enamorada y Cassiopeia trataba de no pedirle su autógrafo para no incomodarlo.

—Ha llegado el momento —anunció Dumbledore, sonriendo a la multitud de rostros levantados hacia él—. El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre sólo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conocéis, permitidme que os presente al señor Bartemius Crouch, director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional —hubo un asomo de aplauso cortés—, y al señor Ludo Bagman, director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos...

Cassiopeia recostó su cabeza en el hombro de Daphne mientras soltaba un bostezo. Ya no le daba mucha importancia a lo que Dumbledore hablaba, en fin de cuentas, ella no podría entrar al torneo, ni tampoco sus amigos cercanos, por lo que podía estar tranquila.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro