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18


Álvaro se paseaba por la habitación, maldiciendo a cada cosa que se le ocurría mientras recogía su ropa.

El celo de Efrén había remitido en el mismo instante en el que Álvaro lo marcó, aún cuando no había pasado ni veinticuatro horas de su llegada.

Llamó a su padre, rogando por su ayuda para sacar al alfa del campus sin ser descubierto.

Estaba asustado, muy asustado.

-Efrén, cariño- comentó con suavidad, arrodillándose frente a él- Tienes que vestirte, ¿si?- demandó con dulzura- Mi padre está por llegar.

Efrén no le respondió.
Ni siquiera un pequeño gruñido o un parpardeo. Absolutamente nada.

Sólo se había quedado mirándolo fíjamente con sus hermosos ojos dorados.

Álvaro recuerda perder el control de su cuerpo porque su lobo se lo había arrebatado.

Además, recuerda cómo el lobo de Efrén tomó el control para dejarse marcar.

Álvaro sí había conseguido volver a tomar el control, pero Efrén parecía no ser capaz de hacerlo.

El lobo de Efrén pareció quedarse de forma permanente, mirándolo con ojos cada vez más apagados y tristes a cada minuto que parecía pasar, mostrándole su marca de forma desinteresada.

-Maldita sea- gruñó Álvaro, asustándolo un poco- No, no cariño. No pasa nada- murmuró con suavidad- ¿Puedes vestirte, por favor?

De nuevo, nada.

Se odiaba por no atender a las clases donde se suponía que le explicaban estas cosas.

Sin embargo, pocos segundos después recordaba que se trataba de una marca hacia un alfa hecha por otro alfa y que ese tipo de contenido no era apto para ser explicado.

Déjame a mí.
Gruñó su lobo con impaciencia.

-No, no vas a causar más revuelo- gruñó Álvaro- Mi padre está por llegar.

No tienes ni puta idea de cómo hacer esto, pero yo sí. Déjame, joder.
Insistió su lobo.

Había ganado un punto a su favor, ambos lo sabían. Su lobo le había dejado tomar el control porque pensaba que, quizás, sí sabía lo que debía hacer.

Sin embargo, se había equivocado.

Álvaro se lo cedió porque su lobo tenía un poco de razón. Él no tenía ni idea de lo que se supone debía hacer y el estado ánimo de Efrén parecía empeorar cada vez más.

-Mmm mi niño...- comentó el lobo, soltando un pequeño gruñido- Álvaro es un tonto por no saber qué hacer contigo, ¿verdad que sí?

Ese gruñido se había sentido como una pequeña llamada para el lobo de Efrén, respondiendo tan rápido como pudo.

Inclinó más su cabeza, si es que realmente podía llegar a hacerlo, para exponer de forma desinteresada su marca.

Adam, el lobo de Álvaro, cedió ante el capricho de su lobo, besando la mordida.

Poco tiempo después comenzó a lamerla, aliviando el ardor y picazón en ésta.

-Tienes que vestirte, ¿si?- demandó Adam con suavidad- Tenemos que marcharnos de aquí, nuestro hogar nos está esperando, ¿recuerdas?

Tomó la camisa del alfa, ayudándolo a colocársela mientras lo mimaba con dulces palabras.

-¿Álvaro?- inquirió su padre, golpeando la puerta varias veces- Cuando quieras, ¿necesitas ayuda con algo?

-Espera un segundo- respondió Adam, acomodando los pantalones de Efrén- ¿Puedes entrar y coger las maletas, por favor?

Su padre obedeció.

Entró en la habitación de forma despreocupada, aunque se quedó parado en la entrada al ver a los dos chicos con sus ojos dorados.

-¿Qué está pasando aquí, Adam?- inquirió con preocupación.

-Lo he marcado- comentó él a regañadientes- ¿Puedes coger las dichosas maletas?- insistió- Tenemos que salir de aquí cuanto antes.

-¿Y cómo piensas sacarlo de aquí?- insistió su padre- ¡Está completamente dócil!

-¡No lo sé, ya se me ocurrirá algo!- gritó con rabia- Ahora dejemos de gritar, lo estamos asustando.

El padre de Álvaro tomó las maletas, indicándole que los esperaría en el coche, listo para la huida si es que los acababan pillando.

-Muy buena despedida hemos tenido de mi habitación, sí- comentó Adam con burla, cerrándola tras de sí cuando ambos la abandonaron- Venga, mi niño...- comentó con suavidad- Tenemos que caminar separados, ¿si?

Ya sería demasiado extraño pasearse por allí con sus ojos dorados sin mostrar ninguna señal de pelea hacia el otro alfa como para añadir una cosa más a la lista de cosas para nada sospechosas.

-No, así no mi niño- refunfuñó Adam, soltándose del agarre que el lobo de Efrén mantenía en su brazo- Separados, cariño.

Daniel, el lobo de Efrén, asintió.
Avanzaron su camino hasta quedar a mitad del recorrido.

Adam supo que no tardaría mucho más en agarrarse nuevamente a él porque, cada paso que avanzaban, Daniel parecía apegarse a él de forma disimulada.

Ahí está.
Pensó Adam.

Daniel se había enganchado a su brazo otra vez, dejándole claro a su alfa que no se rendiría tan fácilmente.

-Esto es estúpido, así no vamos a ningún lado- gruñó Álvaro- Ven aquí, mi niño.

Tomó a Daniel entre sus brazos, echando a correr por los pasillos restantes.

Corrió con más esmero por el campus, hasta que por fin pudo respirar de alivio al ver el coche de su padre.

Se acomodó lo mejor que pudo en los asientos traseros, con la pequeña garrapata entre sus brazos.

-Vámonos ya- comentó con rapidez- Tuve que esquivar a un par de alfas de seguridad que piensan que he secuestrado a un omega.

O eso le habían gritado cuando comenzaron a perseguirlo, ordenándole que soltara a ese pequeño omega entre sus brazos.

Ciertamente, Daniel mantenía su rostro oculto en el cuello del alfa y no pudieron ver sus ojos color miel.

¿Pero pequeño omega?
Debían revisar su vista.

-Definitivamente esos idiotas necesitan gafas- comentó entre risas cuando salieron del edificio entre gritos, intentando alcanzar el coche que ya se había puesto en marcha.

...

-¿Cómo está?- inquirió su padre con suavidad, mirando de vez en cuando por el espejo retrovisor.

-Bien, o eso creo- respondió Álvaro, haciendo una pequeña mueca- No lo sé, en realidad.

Adam le había cedido el control poco después de comenzar el animado viaje en coche hacia la manada.

Sin embargo, Daniel se negaba a cederle el control a Efrén.

-Gracias por ayudarme, papá- comentó con completa sinceridad- Estaba muy asustado. No sabía cómo sacar a Efrén de la habitación-

Su padre negó con una pequeña sonrisa, manteniendo la mirada en la carretera.

-Descansa un poco- comentó su padre con suavidad- Tardaremos un par de horas en llegar.

Álvaro asintió, intentando acomodarse un poco mejor en aquel reducido espacio.

Daniel emitió un pequeño gruñido ante la mínima pérdida de contacto con su alfa.

-Lo siento, lo siento bebé- comentó con suavidad- Tranquilo.

Dos horas después tuvieron que parar en una gasolinera para repostar.

Además, los tres parecían estar sincronizados en sus ganas de ir al baño.

-Iré a pagar la gasolina y entraré en el servicio- comentó el padre de Álvaro- No salgáis de este maldito coche.

Álvaro asintió, suspirando de frustración cuando ambos quedaron solos en el coche.

-Necesito ir al baño también- susurró Daniel, soltando un pequeño bostezo.

-¿No puedes aguantar un poco más, cariño?- inquirió Álvaro- Es demasiado peligroso para nosotros.

-No lo sé- susurró Daniel- ¿Tardaremos mucho en llegar a la manada?

Álvaro quiso responderle, pero la puerta del conductor siendo abierta lo interrumpió.

-¿Qué os pasa?- inquirió su padre.

-Daniel necesita ir al baño- respondió Álvaro- ¿Falta mucho para llegar?

-Imposible- comentó su padre- Hay un beta en la caja, pero he visto a un alfa que intentaba ocultar un tatuaje de los cazadores en su cuello esperar su turno.

Daniel se tensó por completo, emitiendo un bajo gruñido.

-Tenemos que irnos de aquí ya- comentó con rapidez.

El padre de Álvaro asintió, abrochando su cinturón de seguridad. Giró la llave, enciendo el motor en cuestión de segundos.

Unos golpes en una de las ventanillas traseras le hizo soltar una maldición.

-¿Efrén?-

-Oh, mierda...- refunfuñó Daniel.

-¿Qué haces por aquí?-

Álvaro suspiró, quitando su cinturón de seguridad de forma perezosa, dejándole tomar el control a su lobo.

-Estoy hasta las narices de los malditos estos, de verdad- gruñó con molestia- Yo me ocupo de esto, mi niño- refunfuñó, besando castamente sus labios- No se te ocurra salir del coche.

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