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10

Jey.

Golpeó la puerta una vez más, aunque se aseguró de aumentar la fuerza de sus golpes para ser escuchado esa vez.

Mordió la uña de su pulgar, un hábito que había adquirido en su infancia y del cual jamás había logrado deshacerse. No cuando estaba nervioso o ansioso, mucho menos cuando el pánico lo invadía.

-¡Joder qué ya va!- gritó Mike desde el otro lado de la puerta.

Jey soltó un pequeño suspiro, agradecido de escuchar su voz.

Mike quitó el seguro de la puerta, abriéndola con una expresión que habría aterrado a cualquiera.

No obstante, su expresión se tornó más suave cuando observó a Jey tras ella.

-Lo siento- comentó Mike con suavidad- No pensé que eras tú, ¿dónde está tu llave?

Oh,mierda.
La llave.
Pensó Jey.

Se había olvidado por completo de la llave que siempre descansaba en su bolsillo, cuidadosamente enganchada en el mismo llavero que contenía la llave de su propio cuarto.

Mike se la había obsequiado por su aniversario. Ellos habían cumplido seis meses juntos y Mike, dándose cuenta de que Jey siempre buscaba cualquier tonta excusa para quedarse con él, decidió que sería un regalo perfecto.

-Abrázame- suplicó Jey, mordiendo su labio inferior y sintiendo sus ojos inundarse de lágrimas- Abrázame, por favor.

No tuvo que pedirlo una tercera vez. Mike tomó el brazo de Jey, retrocediendo lentamente, llevándose a Jey consigo dentro de la habitación.

Cerró la puerta, asegurándose de dejar el seguro puesto en ésta. Entonces, con la privacidad jugando de su parte, atrajo a Jey a sus brazos.

-¿Qué ha pasado, amor?- inquirió con suavidad, arrullándolo entre sus brazos.

-Creo que Efrén sabe lo nuestro- comentó Jey en un susurro- Él ha hecho un comentario y yo...- inevitablemente, se echó a llorar- Yo me he puesto muy nervioso y creo que sólo le he confirmado sus sospechas.

Mike inhaló profundamente, aguantando el oxígeno por un breve momento. Después, exhaló en un fuerte suspiro.

El alfa no estaba demasiado conmocionado porque sabía que algún día acabaría sucediendo.

Al fin y al cabo, las mentiras tenían las patas muy cortas.

-Él lleva el tatuaje del cazador en su brazo y...- Jey hizo una pequeña pausa- Yo le he visto hoy su cuchillo asomar por el bolsillo de su pantalón.

Mike tampoco pareció inmutarse ante aquella declaración.

-No pasa nada, amor- comentó con suavidad, besando su frente- Solucionaré el problema.

Lejos de quedarse un poco más tranquilo ante aquellas palabras, Jey comenzó a sollozar más fuerte.

Sabía que solucionar el problema para Mike significaba enfrentarse a él.

El alfa había ingresado en aquella universidad porque su padre así se lo había exigido.

Mike medía dos metros de altura y pesaba ciento treinta y dos kilos con setecientos gramos, lo que le convertía en el alfa perfecto para que nadie intentara molestarlo.

Además, su carácter altamente volátil le beneficiaba. Sus padres trabajan en un negocio bastante ilegal, cobrando de forma sucia el dinero que otros cuidadanos, legalmente, pedían prestado al banco.

Ya no servía embargar otros bienes por falta de pago, ahora lo único que se buscaba era conseguir el dinero que habían prestado de la forma que fuera.

Entonces, sus padres habían encontrado el arma perfecto para aquel trabajo.

Mike aceptó, aunque no compartía los mismos planes que sus padres. Él terminaría la carrera, que sus padres estaban costeando orgullosamente, y después desaparecería del planeta con su título y su chico en manos.

¿Sentía remordimiento alguno por utilizar a sus padres de esa forma?

No, porque ellos también estaban ansiosos por utilizarlo a él.

-No vayas a enfrentarte a él, por favor- suplicó Jey- ¡Hay muchísimos cazadores aquí, te matarán en cuánto vean que estás haciéndole daño a uno de los suyos!

-No me pasará nada, amor- refunfuñó Mike- Aquí todos me temen, lo sabes perfectamente.

Por supuesto que lo sabía. De hecho, lo sabía realmente bien.

Jey recordó aquel día en el que Mike y él habían cumplido su primer mes de novios.

Estaba tan eufórico por aquello, que simplemente lo llamó por su apodo cariñoso, Miki. Los compañeros de práctica de fútbol americano de Mike comenzaron a burlarse de aquel, según ellos, empalagoso nombre.

Mike no hizo nada al respecto, simplemente le dedicó una pequeña sonrisa a Jey para intentar tranquilizarlo.

Él se sentía muy mal por haberlo llamado Miki frente a sus compañeros. ¿Y si Mike se había molestado por ello?

Uno de sus compañeros se atrevió a utilizar el pequeño apodo que Jey le había proporcionado tan inocentemente, que no pudo evitarlo.

-Vamos, Miki- comentó su compañero con burla- Estoy deseando ver ese placaje.

Mike sonrió, asintiendo.

-Por esto amo los deportes de contacto- comentó Mike.

Su compañero no lo entendió a tiempo. No hasta que ya se encontraba en la enfermería de la universidad.

Desde entonces, nadie se atrevía a meterse con él o con su buen amigo Jey, mucho menos llamarlo Miki si no era a sus espaldas.

-Me ocuparé de todo, bebé- insistió Mike, dando por finalizada aquella conversación.

Jey introdujo la llave de su habitación, costándole dos intentos debido a lo nervioso que se encontraba.

Abrió la puerta lentamente, asomando brevemente la cabeza por entre la puerta.

-Están ahí- susurró Jey hacia Mike- Álvaro y Efrén están ahí dentro.

Mike asintió, colocando su mano en la puerta para empujarla y terminar de abrirla.

Álvaro apartó la mirada de su libro, dirigiéndola a la puerta. Sonrió ampliamente al ver a los dos alfas.

-Hola- comentó con alegría.

Efrén, quien se encontraba sentado frente al escritorio porque era su turno de hacer sus tareas, se giró para mirarlos también.

-Tú debes ser Mike, es un gusto poder conoce...- Álvaro se calló al ver como aquel alfa gigante avanzó a pasos agigantados hacia su alfa, tomándolo de la camiseta para levantarlo como si de una pequeña pluma se tratase- ¡Para, ¿qué crees que estás haciendo?!

Jey cerró la puerta tras ellos, dándole un poco de privacidad a su alfa para lo que iba a hacer a continuación.

Álvaro lo miró, suplicándole silenciosamente que parara a Mike. Éste sólo pudo proporcionarle una mirada apenada.

-Lo siento- susurró Jey.

-¿A cuántos de tus amiguitos cazadores le has contado lo nuestro?- inquirió Mike con brusquedad, gruñéndole muy cerca de su cara.

-A mí no me gruñas, estúpido Miki- comentó Efrén con desagrado- Te estás equivocando de alfa, en realidad.

Mike miró el tatuaje que residía en su brazo. Sonrió de una forma escalofriante, golpeándolo contra la pared.

-No, no me estoy equivocando de alfa- escupió con molestia- Ahora díme cuántos malditos más aparte de tí saben de esto.

Álvaro golpeó la espalda de Mike, gritándole miles de maldiciones.

-¡Suelta a mi alfa, maldito gigante!- gritó con histeria- ¡No tienes ningún derecho a abusar así de tu altura y tu peso, estúpido!

Mike soltó a Efrén, quien cayó al suelo con brusquedad. Se giró rápidamente para enfrentar a Álvaro.

-¿Tú acabas de decir tu alfa?- inquirió con confusión.

-¡Sí, maldito estúpido!- gritó con enfado- ¡Él es mi alfa, no va a delataros ante nadie!

-Yo maté al cazador de aquella dichosa fiesta- comentó Efrén, poniéndose de pie- Álvaro se emborrachó y acabó confesando su amor por mí a gritos.

Álvaro comenzó a sonrojarse.

-Cállate, el alcohol no es mi fuerte- comentó con enfado- ¡No estaba en mis cinco sentidos!

-¿Entonces no..- intervino Jey- no eres un cazador?

-Soy un cazador que caza a otros cazadores- comentó Efrén con emoción- ¿No suena eso divertido?

Sí, sí que lo hacía.

-¡Servicio de habitaciones!- gritaron, aporreando fuertemente la puerta- ¡Vamos a revisar vuestra habitación!

Oh, sí que sería muy divertido.

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