Hombre algodón
En la oscuridad mientras caminaba, la lluvia mojaba mis pensamientos haciéndolos mas pequeños e imposibles de distinguir. Mis manos se enfriaban, mi alma se borraba y mi vista estaba ya casi nublada; no tenía ganas de seguir sobreviviendo ya que posiblemente, me quedaría peor que de lo que estaba. Mi nombre ya no pronunciaba puesto que alguien, me coció los labios mientras clavaba vidrio en mi corazon. Las noches se hacían largas y los días no existían por que, ya muchos estaban extintos en el vapor del fuego nocturno. Cada vez que me encontraba en mi carpa acolchonada por un cartón corrugado, un ladrillo por almohada y tapado por sábanas que parecían más trapos sucios y rotos, escondía mis pensamientos ya que sentía en la noche a noche, recuerdos de una sombra muerta horripilante, en mis sueños pasados.
En la nada solía velar, por cada segundo que perdía creando recuerdos falsos donde existía luz. Mientras caía al vacío de mis ojos, cada vez que despertaba con pedazos de un mundo negro, donde solo existían obscuridades y desconfianzas hacia el progimo. Siempre voy por todos lados sin rumbo fijo. De vez en cuando encuentro gente; pero no les hablo, ya que ni siquiera escuchan y mucho menos ven, por estar en sus pequeños mundos cuadrados de hambre. A pesar de ello continuo intentándolo, ¿será esto un sueño? Lo más posible es que así sea pero, aun así sigo atrapado con gente que vive en una soledad imparable. Me gustaría poder hablar con algo o mejor dicho alguien. Y cuando descubra de quién se trata, me alegraré sabiendo que no estoy solo mentalmente.
Siempre me he visto algo serio, así que intentaría de que mi mirada dé el mismo resultado. Su rostro quizás se llenaría de seriedad deforme, hasta que se pueda apreciar rabia, dolor, decepción y arrepentimiento en su mirada. Quizás sería yo el maestro de la destrucción con una sola mirada. Suelo recordar tiempos en donde el trabajo junto acero frío, rozaba mi piel creando una sensación desagradable. El aire era respirable, incluso llegaba a ser buena la vida. Hoy en la noche tengo pesadillas y nunca pensé en querer desaparecer por completo de la faz de la tierra, pero ya creo que mi salud ha llegado a su fin. Este infierno no se lo deseo a nadie, aunque solo a una persona, quien tengo enfrente.
La verdad es que nunca me imaginé un desastre de cabellos y sangre, en aquella pulida y aseada casa. Igual que un vino derramándose sobre la cama luego de una noche apasionante y candente. Justamente así se veía la escena. El hermoso cuerpo sangrante de aquella joven perdiéndose entre las sombras y la humedad de un frío ático. Cubierta por sábanas que solían ser blancas. Estaba fresca y comestible aún, solamente había sido profanada por un cuchillo que hasta hace unos momentos se encontraba en mis manos.
Ella fue un deseo que murió en una fiesta, era una serpiente de la deshonra que acechaba a mentes, que bien, se encontraban esperando las ganas de querer hacer algo. Ella me invitó y me impresionó de encima, era como un dorado medio día, su melancolía por no tener algo dentro suyo era objetivo, con visiones prácticamente imposibles de evitar notar. Su estado era algo blasfemo, a dioses en los que ni yo mismo creía. Ella queriendo sentir seguridad, queriendo vivir sin maldad y sin más culpa, se ofrecía a hombres en los callejones de la ciudad, por una miseria digna.
La luna en aquella vez, se veía limpia y llena de un amarillento esplendor, se veía perfecta, como para tener uno o dos disparos de relleno. La verdad es que la luna en realidad era ella, quien caminaba sola por los rincones, esperando su próximo cliente; muchas chicas tan bellas como ella, solían ser actrices o bailarinas en restaurantes y teatros. Era una pena verla tan sola en la noche oscura; ella siempre solía estar con muchos hombres, yo la seguía siempre para ver dónde estaba. Ella era una rutina, que cumplía sin falta.
Yo nunca me animé a hablarle, siempre fui algo distante con las demás personas, sobre todo con los desconocidos; antes de no ser nadie, fui un soldado que sirvió por su país, pero al termino de la guerra, fui de trabajo en trabajo buscando algo fijo. Yo siempre había atribuido todos mis males a una sola mujer; la que seguía todos los días era la maldad en persona. Yo estuve comprometido con ella, y cuando estaba en el servicio obligatorio, recibí un disparo del enemigo cerca del corazón; de milagro no mori, pero por desgracia, se adelantaron en poner en el registro que yo estaba muerto. Mi mujer tomo todo lo que le había dejado de herencia, así cuando volví de entre los no muertos, me encontré con ella que no me quería ver más.
Yo le expliqué todo pero ella no quiso entender y no amaba, todo era porque ella quería quedarse solamente con mi vida; pero esa nunca supo que ellas eran mi vida. Desde entonces la estuve siguiente hasta que su otro marido, la dejo a ella tirada y sin dinero al igual que yo. Todo era cristiano, corta que una noche en las calles de tango nostálgico, se apareció un hombre destrozado y sin corazón, que no creía más en el amor. Si ella no tenía nada y el tampoco, no había razón para que siguieran viéndose en la neblina; todo pareció terminar entre risas y uno que otro chiste, aunque no fuese nada divertido la situación.
Ella se resistió pero él imponentemente se apropio de ella, la tomo del cuello y la golpeó ferozmente; la noche relucía y él parecía convertirse en un lobizón sediento de amor pero lleno de odió. Todo parecía estar saliendo, esclavitud que su mente lo iluminó logrando ver la realización de que nunca estuvo casado y que en realidad, había estado diez años en un manicomio desde su servicio en el ejercito actuando como un águila esperando a cazar su presa; supo también que había aprendido mucho, a no confiar en el hombre adentrándose en la soledad solo con una libertad, sabiendo aún que la mujer podía darte un traspiés y hacerte enojar.
Fin
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