06 ━━━ Subjugation.
━━━ ❛CLÍO VI❜ ━━━
S1E5: Subyugación.
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—Voluntariamente dejaste que se llevaran el cubo —espeta mi madre con voz dura y fría. Incluso aunque no estamos ni un poco cerca, el sonido de su voz retumba por toda la sala y hace que me den escalofríos. Ni siquiera la flameante llamarada dorada que está en medio de nosotras es capaz de otorgarme un poco de calor, pues cada vez que los ojos de Althea se encuentran con los míos la temperatura parece disminuir hasta volver esto un invierno punzante—. Lo que hiciste fue traición, Victoria.
Mi estómago se retuerce a la vez que su voz disminuye unos octavos. Puedo percibir la manera en la que sus palabras flaquean, pero sus grandes ojos topacios no dejan de observarme como si fuera un terrible accidente.
—Traición es una palabra muy grande —interviene mi padre con ademán tranquilizador.
Pero ella se mantiene estática, insondable e impertérrita.
—Es la palabra adecuada para describir las acciones de tu hija —replica sin más.
Tengo un nudo en el fondo de la garganta que también parece extenderse hasta la entrada de mis pulmones. No puedo hablar, no puedo respirar y tampoco moverme. Doy por hecho que mi rostro no deja entrever ningún tipo de reacción, pero es solo porque, estoy segura, de que si hago incluso el cambio más mínimo en mi postura todo se arruinara. Si me muevo incluso un milímetro a la izquierda todo lo que podré sopesar será la masacre de Tønsberg, y entonces la culpa acabará comiéndome viva.
Así que, por primera vez desde que tengo memoria, guardo silencio y espero con calma la avalancha de vitriolo que planea soltar Althea, sin quejarme.
—No voy a dejar que acuses a mi Victoria de traición —deja caer Giles con expresión glacial hacia la reina rubia. Ella vuelve los ojos hacia él tranquilamente.
—Los hechos no son acusaciones, Giles —contesta—. Victoria no tenía impedimentos o amenazas ni mucho menos fue agraviada. El verdadero cuestionamiento aquí sería si en verdad deberíamos sorprendernos de recibir la traición de una hija a la que nunca le hemos importado y que siempre se ha encargado de dejarnos claro lo poco que le interesa ser lo que se supone, lo que debió haberse preparado para ser. Es arrogante, prepotente, necia y petulante. Y esto... Esto es lo mínimo que tuvimos que haber esperado.
Esta vez no los miro a ellos. Miro la llamarada dorada del inmenso salón del trono real y lucho contra cualquier impulso.
—Quizás sea tiempo de que Victoria obtenga su añorada independencia y salga adelante sin nosotros.
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⠀⠀⠀⠀⠀En la entrada principal del museo científico de Stuttgart se leía: «Sólo un vaticinio es bueno: Combatir por la patria», y mientras interpretaba esa inoportuna combinación de palabras en mi cabeza, mis ojos fueron a parar encima del rubio de traje a rayas que permanecía de pie y en silencio cerca de la compuerta del quinjet. La única patria por la que yo había luchado, y aún luchaba, ni siquiera era mía.
Bajé la cabeza e inhalé. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que sentí aquella presión entre las costillas, esa punzada de dolor que apenas era perceptible pero nunca desaparecía. Era similar a un constante estado de alarma, de esos que te advierten que algo está pasando, con la única diferencia de que a mí no me advertía de nada, solo me recordaba algo que había pasado.
Se llamaba culpa.
Los científicos denominan como «el enfado no resuelto» a esa herida que cada cierto tiempo nos escuece, e incluso la tachan como la única responsable de la dificultad para entablar relaciones. Es la barrera o coraza que se arma cuando algo nos duele tanto que nos sentimos impotentes ante ello, por lo que tratamos de esconder el sentimiento. Un humano ordinario necesitaba de una cantidad considerable de terapia y ayuda emocional para siquiera comprender y exteriorizar este problema, y la mayoría de las veces ni siquiera concluía con éxito. Todo lo que dejaba era un camino mucho más enrevesado que al principio. La situación conmigo misma era un asunto de presunción más que de otra cosa; pese a que yo entendía e interpretaba perfectamente el enfado no resuelto, me era muy difícil ponerlo en práctica o siquiera admitir que estaba equivocada.
Habían alrededor de tres o cuatro estados del enfado, y yo estaba estancada en el tercero: ese momento clave en el que definitivamente te sientes culpable por algo que tú hiciste mal pero no sabes cómo soltar la cuerda a la que con tanta fuerza te aferras. Ya había pasado por la ira del momento, la realización de que las cosas quizás no tenían que haber sido para tanto, y había llegado al arrepentimiento.
Solo no estaba segura si ese estado de humor fluctuante era gracias a la discusión del Helicarrier o tenía algo más que ver con setenta años atrás. Quizás ambos.
Me acomodé el cabello detrás de la oreja y me volví completamente hacia la piloto del jet.
—Ya en posición, Clare —pronunció Romanoff con la vista fija en los controles—. Capitán, ¿está seguro sobre esto?
Steve Rogers levantó la cabeza y asintió de acuerdo.
—Una oportunidad de mantener a los civiles lejos del fuego cruzado es una que vale la pena tomar. Si Clare cree que puede tratar de disuadir a Loki mientras nosotros rondeamos el perímetro en busca del doctor y el Teseracto, entonces iremos por eso.
Mantuve mi expresión serena cuando el rubio viró la cabeza para buscar mi rostro.
—Va a estar bien —añadí en dirección a Romanoff.
La pelirroja alzó una ceja.
—Tu primo dejó un desastre tras su paso por Nuevo México, y tú eres como ellos. Ustedes vienen de leyendas y cuentos de hadas, ¿alguna posibilidad de que arregles el drama familiar sin usar los puños?
—No somos familia —me saqué el abrigo—, y no le tengo miedo a Loki.
—Entonces adelante —murmuró la aludida.
La compuerta del quinjet le hizo eco a sus palabras y se abrió, pero antes de que pudiera moverme para salir, Natasha Romanoff me entregó una identificación que aunque tenía mi foto en ella, estaba asegurada bajo el nombre de Halley Nova.
El pensamiento original de Fury para embarcar esta misión era que Rogers asistiera con Romanoff y Nova, pues la rubia y sus padres habían sido invitados a la gala del doctor Heinrich Schafer en Alemania, lugar en el que también se encontraba Loki. No obstante, después de que la pregunta de Halley hiciera volar chispas en el Helicarrier y después de que yo visualizara un rostro igual de conocido en las pantallas de búsqueda, todos estuvieron de acuerdo en que la rubia se saltara esta misión y en su lugar viniera yo.
Bueno, tampoco había dejado mucha opción al respecto. Pero era una de las pocas decisiones racionales que había tomado desde que me subí a la nave, y es que no le veía mucho sentido a encerrarme en el laboratorio mientras la parte involucrada y yo nos conocíamos. Por las Nornas, jugamos juntos, aprendimos juntos. Ya empezaba a preguntarme cuánto tiempo iba a pasar hasta que apareciera la otra pieza faltante de este rompecabezas.
Una magistral pieza de violines ambientaba la gala en el interior del museo de Stuttgart, donde las tenues voces y recatadas sonrisas se mezclaban bajo el olor de la fina champagne burbujeante de sus copas. Caminé sin echar un vistazo por encima de mi hombro y sonreí cortésmente a la persona que me recibió. Respondí con amabilidad los elogios de mi vestido e incluso evadí un par de preguntas sobre cómo se encontraba Harrison Nova. Repetí el mismo patrón por solo un par de minutos hasta que encontré a la razón de mi visita.
A la vez que una melodía de Franz Schubert resonaba dentro de las instalaciones del museo, atestigué la presencia de Loki por primera vez en mucho tiempo. Pero este no se parecía en nada a lo que yo recordaba, y no tenía solo que ver con la sonrisa torcida y la mueca tortuosa. Era algo más allá de eso.
Acabé con un pie en el último escalón y el otro un escalón más abajo cuando Loki me miró directo a la cara.
—Dorada Victoria, cuánto tiempo —su sonrisa se ensanchó—: Si estás buscando instrucciones sobre cómo regresar a casa, me temo que vas a tener que esperar un poco.
Las comisuras de mis labios tironearon hacia arriba, tratando de levantarse, pero no lo hicieron completamente.
—Por tentadora que suene la oferta, me temo que no es lo que estoy buscando. Yo soy la que puede explicarte cómo volver a casa, Loki.
—No eres precisamente la persona más indicada para darme una lectura acerca de valores familiares y sobre no hacer nuestra voluntad por encima del bien colectivo... ¿Lo eres? —cuestionó. Una enorme carga de hostilidad lastraba sus palabras.
—No tengo el tiempo ni tampoco estoy interesada en darte una lectura sobre nada —dejé en claro. Terminé de subir las escaleras y me detuve a unos treinta centímetros de distancia de él—. Solo no me gusta que vengan a mi casa sin avisarme.
—¿Pero es realmente una casa o un escondite?
Sentí el palpitar de mi sangre ir más deprisa bajo los ductos de mis venas. Había algo... extraño. Usualmente me daría tregua después de un rato, al menos lo hacía cuando éramos más jóvenes. Pero, sin duda, eso fue mucho antes de que yo siquiera llegara a poner un pie lejos de los Nueve Mundos o sus adyacencias, antes de que Loki tratara de hacer desaparecer a Thor.
No éramos ni de cerca la sombra de lo que vagamente estábamos familiarizados a tratar.
—Espero que no estés insinuando que somos iguales, Loki, porque no estamos ni un poco cerca de parecernos —contesté con voz carente de expresión.
Loki entonces me sonrió. El prominente bastón de color dorado se deslizó entre sus dedos en un movimiento distraído.
—Oh, no lo somos. Tus morales están muy por debajo de las mías.
—¿Es que tienes morales, acaso?
—Entiendo tu asombro y tu falta de familiaridad con el tema —me señaló sin dejar de sonreír—. Pero aún recuerdo cuando perdiste las tuyas. ¿Tønsberg, su pueblo masacrado? ¿La manera en la que atacaste a Eris, como entregaste el Teseracto? Tú sabes, tanto como yo, que nuestra gente no olvida.
Sabía que no olvidaban, pero yo tampoco lo hacía. Yo era la que menos iba a olvidar a la Victoria de hace casi un siglo; no por nada era la peor versión de mí misma.
Asentí.
—Y aún así no soy yo la que ha estado asesinando gente por deporte —bramé, enderezándome—. Muy bien, suficiente conversación. Le vas a poner un alto a tu acto ahora, vas a venir conmigo y vas a regresar el Teseracto. Me vas a hacer caso y solo así te prometo que no voy a patear tu malcriado trasero de vuelta con Odín.
El pelinegro alzó una ceja.
—¿Qué te parece si no?
De soslayo percibí la manera en la que su mano derecha, esa con la que sostenía la larga lanza, se movió rápidamente hacia mi pecho. Instintivamente me volví para atajar el ataque.
Solo me olvidé de una pequeña cosa, insustancial. Loki era el Dios del Engaño por algo.
Así que mientras yo me preparé para bloquear un ataque físico, siendo esa mi área de experticia, el pelinegro lo que hizo fue nublarme la vista con una ilusión, un engaño. Mis manos traspasaron el aire mismo cuando traté de agarrarlo, y en su lugar lo que sentí fue su mano izquierda, del otro lado, estamparse contra mi frente y la derecha contra mi pecho.
—Realmente espero que no le tengas miedo a las pesadillas —murmuró.
Esperé sentir un golpe, pero no sucedió. Al menos no de la manera convencional.
Lo vi todo de nuevo. El incendio, la sangre resbalando por las palmas de mis manos, los moretones en mis nudillos y la ira. Sentí la ira de nuevo, y con ella también vino su rostro. El ensangrentado rostro de Eris, crispado y hecho añicos bajo mis puños. Me hizo caer, como si me hubieran empujado hasta el fondo del mar y yo no pude salir a la superficie.
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La primera cosa de la que fui consciente fue la luz; una insoportable y cegadora luz nívea que me hizo abrir los ojos con dificultad. Pestañeé una y otra vez, tratando de enfocar otra cosa que no fuera el brillo que me encandilaba, pero aún me sentía desorientada. Experimenté una sensación similar al aturdimiento, pero no en su totalidad pues mis pensamientos se encontraban dolorosamente lúcidos. Estaba consciente de qué era lo que me había puesto a dormir, y también distinguía en mi cabeza lo que me había obligado a recordar justo antes de hacerlo.
Y lo tenía tan presente que me causaba dolor.
—¿Despertaste?
El sonido de la voz de Steve se escurrió por mis oídos lentamente. Le hubiera hecho un favor tremendo a mi cordura si mi cabeza no hubiera reconocido su voz tan rápido como lo hizo, me hubiera hecho sentir menos miserable si eso no hubiera sido una bofetada especial para decirme que algunas cosas no tenían intención de cambiar.
Analicé su pregunta por un segundo completo, antes de girar la cabeza hacia la derecha para buscar su rostro.
Cuando lo hice, me di cuenta de dos cosas. La primera tenía que ver con el sitio en el que me encontraba, que era una de las habitaciones compartidas en los laterales del Helicarrier. Mi cuerpo aún estaba envuelto en el sedoso vestido rojo que había usado para asistir a la gala del museo de Stuttgart, pero ahora estaba descalza y me sentía como si me hubieran dado un golpe muy fuerte en la cabeza —que probablemente haya sido así. La segunda estaba dirigida a Steve Rogers. Él estaba sentado en una silla junto a la cama, aún estaba usando su uniforme de capitán y se veía particularmente tenso; mandíbula apretada y ceño fruncido, sobretodo.
—Hola —grazné con voz pastosa.
El rubio se removió con aire avergonzado sobre la silla.
—¿Cómo te sientes? —preguntó después de un segundo.
—Como si me hubieran golpeado la cabeza.
Y como si me hubieran hecho mirar una película titulada «Los pecados de Victoria», principalmente, pero él no tenía que saber eso.
—No estamos seguros de eso —contestó Steve con la boca ligeramente fruncida—. Yo... El equipo —se aclaró la garganta—, estaba preocupado por ti. Estuviste fuera de combate por un par de horas.
¿En verdad sólo habían pasado un par de horas?, porque yo lo sentía como si hubiesen sido mil muertes completas, una y otra vez. Instintivamente me llevé las manos a la garganta al incorporarme sobre la cama, y por fortuna no sentí ningún tipo de aturdimiento al hacerlo.
El cabello me cayó sobre la cara cuando enfoqué su rostro.
—Lamento haber comprometido la misión —musité honestamente—. No debí haber subestimado a Loki. Las cosas no son las mismas a cuando abandoné mi hogar, el haberlas aguardado de esa manera fue mi error.
Steve sacudió la cabeza.
Sentí... No sé exactamente qué fue lo que sentí, pero se asemejó a un peso bruto en el fondo de mi estómago. Un dolor tan palpable que daba la impresión de que alguien me estuviera golpeando, cuando claramente no era así. Observé el rostro de Steve Rogers y sentí dolor. Una agonía genuina me recorrió la sangre a medida que él también me miraba.
—No lo hiciste. Stark apareció y capturamos a Loki. Luego también apareció Thor y trató de llevárselo, pero lo... controlamos. Están aquí, ambos —me avisó, aún con voz tensa.
—¿Por qué siento que ese «controlamos» no salió tan controlado como me dices?
El rubio apretó los labios para esconder el atisbo de una sonrisa.
Quise preguntarle en voz alta qué estaba haciendo ahí, pero rápidamente me obligué a guardar silencio. Yo sabía, en lo más profundo de mi pecho, que si él hubiera sido la persona en la camilla yo de igual manera estaría sentada en ese mismo lugar. Esa parecía ser una de tantas cosas entre nosotros que se negaban a cambiar... sin importar cuánto quisiéramos matarnos mutuamente.
—Necesito salir de aquí.
—Necesitas descansar un poco —me instó—. Yo quería preguntarte...
—¿Ya despertó?
Levanté la cabeza de sopetón ante la pregunta, y de repente una sonrisa surcó sin precedentes sobre mi rostro. La puerta de la habitación se deslizó hacia la derecha, abriéndose y revelando el gigantesco cuerpo de Thor Odinson.
—Estoy, tu hermano me revolvió la cabeza pero estoy —concedí aún con la garganta rasposa.
—Volveré más tarde —murmuró Steve con cuidado, levantándose para salir de ese lugar.
Tan pronto como lo hizo, el grandullón de Asgard cruzó a largas zancadas el espacio entre nosotros y me envolvió en un fuerte abrazo. Mi barbilla reposó sobre su hombro y cerré los ojos por unos segundos sintiéndolo abrazarme.
—Llegaste —alargué en un susurro.
—Vine tan pronto Heimdall nos advirtió del paradero de Loki —informó en voz baja—. Padre tuvo que usar energía oscura, el Bifrost sigue destruido. Le juré protección a este pueblo y la ira de mi hermano me ha seguido de vuelta, obligándolos a pagar el precio una vez más. Y tiene ahora el Teseracto.
Tragué saliva.
—Parece que nos estamos preparando para una guerra —repliqué, separándome de él. Eché un vistazo a la puerta a ver si podía encontrarme con el otro rubio.
—Esto es mi culpa.
Alcé la cabeza para mirar a Thor. Lo dijo con una voz tan diferente que dejé de buscar a Steve con la mirada automáticamente y me centré en él, pero se rehusó a mirarme. Su atención estaba puesta de manera muy distraída en los ventanales del Helicarrier. La noche, tan oscura como un hoyo, se extendía detrás de ellos al mismo tiempo que las estrellas titilaban una junto a otra sobre el cielo, más allá de las nubes.
—Eso no es cierto —saqué los brazos de mi pecho y los dejé caer a cada lado de mi cuerpo. Se me escapó un suspiro pesado—. Loki es... Loki es él. Es dueño de sus propias decisiones, lo que haya en su corazón no es tu culpa.
—No lo entiendes, Victoria.
No, realmente no lo hacía. ¿Cuándo fue la última vez en la que, de verdad, los había visto a ambos? Mi mente viajó al pasado de forma momentánea, pero se encargó de bloquear e ignorar ciertos recuerdos que me ocasionaban malestar. Asumí que el único encuentro real que había tenido con Thor y Loki fue mucho antes de que yo pusiera un pie en la tierra, incluso antes de que conociera a Steve. Y ahora que pensaba en eso, se sentía tan lejano.
Irremediablemente me sentí agotada, como si estuviera tratando de armar un rompecabezas con piezas rotas o perdidas.
—Si es culpa de alguien entonces es mía —le dije en voz baja—. Era mi trabajo mantener a salvo el Teseracto. No lo hice hace setenta años, tampoco lo hice ahora. ¿Cuántas vidas más deben perderse por las decisiones que tomo? Hay una razón por la que mi madre me llama desertora.
Thor suspiró.
—Pero a ti realmente no te importa lo que Althea, o Giles, o nadie tengan para decir o esperen de ti. Nunca le fuiste fiel a nadie que no fueras tú misma, entonces, ¿por qué siquiera te acongoja?
Para cuándo acabó su alegato, me puso una mano sobre el hombro y apretó con toda la suavidad que podía. Más le valía porque él era mucho más fuerte que yo.
—Sólo me pregunto si soy verdaderamente responsable de toda la devastación que deja el cubo a su paso. Desde el cuarenta y dos solo lo he dejado causar problemas —me encogí de hombros.
—Elegiste un camino hace mucho tiempo, incluso antes de que Loki o yo lo hiciéramos —respondió—. No podemos cambiar nuestras decisiones, Victoria, sólo podemos lidiar con el dolor que nos causan. Y esperar que aún podamos reparar nuestros errores.
Hice un mohín, pero a él una chispa de comprensión le iluminó el semblante.
—¿Acaso tienes miedo, Victoria? —preguntó pausadamente.
Entonces fui yo la que rehusó mirarle.
Al mismo tiempo que su rostro se volvía hacia mí y yo trataba de esconderme de su vista, me tomé de él para ponerme de pie. Se me escapó un suspiro que acabó sintiéndose doloroso.
—Siempre he culpado a mi madre por todas las cosas que me atormentan, aún cuando la que ha elegido en cada ocasión he sido yo. Conscientemente he tratado de arrancar de mí todo lo que pueda hacerme parecer a ella, incluso aunque sé que somos iguales en maneras en las que podría considerarse una desgracia —contesté con la voz estrangulada—. No he sido una buena persona, y lo sé, pero pensé... Pensé que podía ser diferente y que el pasado estaba atrás. Pensé que no tendría que poner a Vera a pasar por esto, pero también pensé que no tendría que encontrarme con Steve nuevamente y que el dolor se detendría. Me equivoqué.
—Si no quieres ser como tu madre, entonces sé honesta, Victoria. Ambos sabemos que no lo has sido.
Me embargó una tensión tan fuerte que temí me fuera a estallar el corazón de un momento a otro. Y lo peor fue lo que agregó después:
—Quizás necesites un poco de honestidad —dijo—, porque la que te encontró inconsciente fue Eris. Y te está esperando allá afuera.
Apreté la mandíbula con fuerza.
—¿Está dónde?
—Está afuera, en la mesa de reuniones en el... No, Victoria, espera, detente, ¿qué crees que vas a hacer? ¡Por el Padre de Todo, te orde...
Thor trató de tomarme el brazo para impedir que cruzara la puerta, pero le di tal empujón que lo único que se escuchó fue el golpe seco y bruto de su espalda contra la pared.
Rechiné los dientes mientras avanzaba con pasos duros hasta el sitio que me había descrito Thor. Mientras caminaba, el corazón empezó a palpitarme de tal manera que temí saliera volando de mi pecho. Me ardieron los ojos, mis puños se cerraron y la respiración se me aceleró.
Sólo con imaginarla, cuando la vi de pie, cerca de la mesa, rodeada de Steve, Fury y Tony... Allí sentí como si un latigazo de adrenalina colisionara contra mi columna vertebral y todo lo que pude sentir fue una ola descomunal de ira.
—No, no, no, no —saltó Steve tan pronto me vio atravesar el umbral—. Acabas de despertar, no sabemos qué te hizo Lo...
Lo ignoré.
—Yo sé lo que me hizo y estoy bien —resoplé y giré el rostro—: ¿Qué demonios crees que estás haciendo aquí? —demandé entre dientes.
Eris alzó la barbilla cuando le lancé una mirada iracunda. Todas las conversaciones del Helicarrier se detuvieron en seco, y las cabezas se giraron en mi dirección.
—No vine a pelear contigo —se apresuró a responder.
—Me importa un carajo a que viniste, te quiero fuera. Te vi en Nueva York hace días y pensé que habías sido lo suficientemente sensata como para irte.
—Victoria —dijo en tono solemne—. No-vine-a-pelear —repitió, separando las sílabas con cuidado de que yo las escuchara perfectamente.
Acorté más la distancia con unas zancadas profundas.
—Este es mi problema y no voy a dejar que te metas en él de la misma manera que lo hiciste hace setenta años —espeté de mala gana.
Eris alzó una ceja.
—Te ordeno que me escuches, Victoria. En nombre de tu madre y tu padre.
—Que levante la mano todo el que no entienda y quiera una explicación —intervino Tony con cara de confusión. Halley Nova alzó la mano detrás de él—. ¿Quién es la linda señorita que le dio cólera a nuestra ciudadana mayor?
—Victoria... —comenzó Steve con precaución. Dio dos pasos en mi dirección y levantó las manos en señal de paz.
—Es la némesis de Victoria —le comentó Thor a alguien, probablemente a Halley—. Se enemistaron cuando Victoria vino a Midgard por primera vez. Los humanos eran inútiles en ese momento, entonces...
—Cállate.
—Suficiente —Eris frunció los labios, empezando a perder la escasa paciencia que la caracterizaba—: ¿Realmente crees que vine por ti? ¿O que tu madre me envió a buscarte? Estás alucinando. Importas lo mismo que te importa tu gente —soltó—. Vine porque aparentemente Iris está limpiando un desastre de tu padre y no puede lidiar con la insoportable, arrogante y narcisista primogénita de Althea —escupió en mi dirección—: Vine a asegurarme de que recuperes el Teseracto, porque aparentemente no pudiste hacerlo en ninguna de las veces anteriores. Y tu madre se hartó de eso.
—Eris —inspiré con fuerza—, yo no te quiero aquí. Y difícilmente pienso hacer algo por mi madre, así que puedes dar media vuelta y partir de regreso a casa. El Teseracto es mi problema —recalqué.
—Señorita Clare —Fury alzó la voz—, dudo que dado al reciente ataque, se sienta predispuesta a prolongar esta discusión. Si Eris quiere ayud...
Ladeé la cabeza hacia él.
—Eris ya se está yendo.
—No me voy a ningún lado —decidió Eris con firmeza—. No hasta que tú cumplas con la labor que te impuso tu madre.
Me eché a reír sin gracia.
—Ya te dije que este es mi problema y no sigo órdenes de Althea.
—Pues vas a hacerlo ahora, Victoria. Si lo que te falta es un incentivo, si realmente requieres tanta motivación para cumplir con tu responsabilidad, entonces no me molestará pagarle una visita a tu hija. Ver si eso te pone en el modo para terminar tu trabajo.
—Oh, yo no habría dicho eso —susurraron Romanoff y Halley Nova a mis espaldas.
Tan pronto como las palabras dejaron los labios de Eris, se me nubló la vista y me hirvió la sangre. Me molesté tanto que empecé a moverme por inercia.
No me di cuenta de mis movimientos hasta que tenía su cabeza estampada contra la mesa del medio y los presentes estallaron en exclamaciones de asombro. Sobretodo pidiéndome que la soltara.
—Si te veo, siquiera, respirando a un metro de distancia de Vera —siseé contra su oído—, te voy a matar, ¿me estás escuchando? Perdoné tu vida una vez, pero te juro por mi vida, que no voy a hacerlo dos veces si se te ocurre poner un pie en el mismo suelo que mi hija.
—¡Ya basta, Clare, suéltala ya! —exclamó Fury con acritud—: Todos retrocedan. Ahora. ¡Es una orden, maldita sea!
Dejé ir el agarre en el cuello de Eris a regañadientes, y no me molesté en mirar a nadie más cuando empecé a dar zancadas para dejar la estancia.
Se me llenaron los ojos de lágrimas de la impotencia tan grande que sentí. Mi cuerpo estaba temblando. Cuando salí de la sala, sentí como si me hubieran cortado las piernas. El corazón se me aceleró a tal punto que me faltó el aire y tuve que recargarme sobre una de las paredes para no trastabillar. Me llevé una mano al pecho cuando este comenzó a subir y bajar irregularmente a causa de lo que me estaba costando respirar. Calma, Victoria. Cálmate. Tómalo despacio, me dije a mí misma, pero realmente no sucedió nada. Intenté explicarme por qué mi corazón comenzaba a fallar, por qué las piernas me temblaban y por qué de pronto me dieron ganas de ponerme a gritar. Eso era un genuino sentimiento de culpa, y también algo de miedo. Podía hacer algo pero no quería hacerlo, ¿y en qué me convertía eso?
Habían un montón de cosas que odiaba de mí misma.
Odiaba la capacidad maligna que tenía para ignorar las cosas que no me convenía recordar. Odiaba como siempre pensaba en lo que me afectaba a mí una situación y acababa pasando por alto la necesidad colectiva. Tampoco soportaba la manera en la que, a veces, daba la impresión de que no estuviera sintiendo nada. ¡Maldita sea, claro que lo sentía!, y aún así me empecinaba en hacerme creer que no era así. Me decía a mí misma que mis errores no importaban, cuando claro que lo hacían. Me mentía a mí misma de tal manera que yo me creía el montón de mierda que decía para no enloquecer.
¿La forma en la que me cerré a mí misma por casi un siglo e ignoré cosas de gran importancia únicamente porque solo podía pensar en mi dolor? Egoísta. ¿Una absurda e innecesaria pelea con alguien que, aunque fuera un dolor de trasero tremendo, solo había venido a ayudar? Necia._
Estaba mal, yo estaba muy, pero muy mal. No pude evitar preguntarme hasta qué punto fue capaz de calarme la ausencia de Steve Rogers. Yo no era feliz antes de conocerlo, pero después... Era eso, después. _Se me hacía muy difícil concebir un despuésen el que él no acabara figurando, de una manera u otra.
Traté de rememorarlo de a poco, intenté explicarme a mí misma por qué mi vida entera se había vuelto un océano desbordante de atrocidades causadas por mí misma.
Eris estaba aquí y esa era otra situación con la que tenía que hacer las paces. Me gustara o no.
—Victoria —me llamó Steve, y yo resollé—, quiero hablar contigo. Si no hago esto ahora no será nunca.
Puse cara de que me dolía algo, y evidentemente era así.
—Steve, en serio no estoy de humor para discutir. No sé si es posible que tenga jaqueca pero la tengo.
—No vengo a discutir, créeme. Aunque no aplauda tu comportamiento entiendo tus razones, mejor que nadie. Lidiaremos con eso más tarde. Solo... Solo quiero saber si tú sabías lo que Fury estaba haciendo —dijo. Cambió la expresión dura por una más calmada, simulando soltar un suspiro que nunca llegó.
Me di cuenta que usó el plural de la palabra «lidiar».
Fruncí el ceño.
—¿Que estaba haciendo qué?
—Ha estado usando el teseracto para construir armas, ocultándolo a plena luz.
Pegué los ojos al techo.
—Hijo de... ¿Cómo te enteraste? —de no haber estado Steve allí, probablemente hubiera terminado de llamar a Fury por unos nombres nada placenteros. Me pareció que el rubio estuvo a punto de reprocharme mi elección de palabras pero decidió ignorarlas luego de un rato.
—Tuve que investigar por mi cuenta. Encontré una sala aquí, en el Helicarrier, llena de armamento.
—Genial —dejé caer los brazos con molestia—. Como si no tuviera suficiente contigo queriendo lanzarme un puente, Loki, el Teseracto y Eris, ahora también está esto.
Steve alzó las cejas, un poco desconcertado.
—No quiero lanzarte ningún puente, Vi. Preferiría encontrar una paz entre ambos, aunque sea hasta que todo esto se resuelva.
Me le quedé mirando en silencio por unos momentos.
—¿De verdad crees que puede haber un poco de paz entre nosotros? —pregunté al final, y realmente deseé que él no se hubiera dado cuenta de la manera en la que se me quebró la voz al final de la oración—; Sé que tú no confías en mí, Steve.
—Tienes razón, pero una vez lo hice y lo haré de nuevo si es necesario. Las cosas se están complicando y estar en mitad de esta guerra personal no nos va a ayudar —convino sin vacilar.
Allí, en el preciso momento en el que sus ojos azules se encontraron con los míos, me dio la sensación de que alguien me hubiera golpeado en el pecho. No fue solo dolor, tampoco pude respirar.
Allí fue donde comprendí que aún me detenía a mirarle los ojos y todo mi cuerpo respondía de la misma manera que antes; me paralizaba. Aún sentía que el corazón iba a salir disparado de mi pecho, y que cualquier aire que mis pulmones pudieran inhalar simplemente no eran suficientes para compensar todo el aliento que Steve me robaba.
Y cuando yo me sentía de esa manera, cuando él me miraba de la forma en la que lo estaba haciendo en ese momento, todos mis muros se derrumbaban. Yo quedaba expuesta, como si fuera un nervio sin cubierta, sensible a cualquier contacto.
—No quiero seguir peleando —bisbiseé con voz queda, totalmente agotada.
A Steve se le cayeron los hombros y guardó silencio por unos segundos, como si estuviera pensando en qué responder. Cuando por fin se decidió, relajó la expresión y dijo:
—Solo quise protegerte, Vi. Aún quiero hacerlo.
Lo sé, quise decirle, pero se me hizo un nudo en la garganta. Había pasado tanto tiempo y esto era tan difícil, que esperar el alce de una bandera blanca de tregua entre nosotros lo vi muy lejos. Ni siquiera pude decir que lo esperé, menos después de la tremenda discusión que habíamos tenido la noche anterior. Yo solo...
... Yo solo pude abrazarlo, sorpresiva y lentamente. Pasé mis brazos por encima de sus hombros y lo acerqué hasta a mí.
—Sé que no lo parece pero me alegra, de todo corazón, que estés vivo —murmuré en su oído, y entonces lo sentí abrazarme de vuelta.
🧐🧐🧐
Primero, antes de comenzar con ustedes, quiero agradecer a mi Ana Banana wxlflove no solo por haber creado ese precioso crackship gif que ven aquí arribita para las notas de los capitulos, sino que nuevamente me fue gran ayuda para desarrollar a Steve en la última escena de la tregua 💕 gracias princesa mía, te amo
AHORA BIEEEEEEEEENNNNNN MIS QUERUBINES, ¿cómo están? Muchas cosas para procesar en este capituloooo 🥵 pero vayamos por partes
1. La situación Eris/Victoria será explicada a detalle en el próximo capítulo.
2. Steve y Victoria empezaron a ceder, aw un aplauso para los abuelos.
3. Si se quedaron omg what happened con loki, recuerden la escena de loki vs valkyrie en ragnarok porque pasó lo mismo 😉 that little snake hizo que Victoria viera su recuerdo más doloroso y la sacó de combate inmediato
4. Partes de la película que no se vieron en este capítulo serán cubiertas exitosamente en Bravado 🧚♀️
5. Espero que hayan disfrutado el capítulo y que no cundan las dudas, las respuestas están llegando 💕💕💕💕
Gracias eternas!
Steve virtuales para todos 🤎
Ashly se despide xx
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