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02 ━━━ Red ledger.

━━━ ❛CLÍO II❜ ━━━

S1E2: Páginas rojas.

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—... Han transcurrido eones desde su creación —la solemne voz de Giles hace eco en toda la sala mientras que yo trato de seguirle el ritmo a su relato. Hoy se ve calmado, como es usual, pero hay algo en su mirada que no logro comprender—. El Teseracto representa el tejido del espacio, todo lo que está sobre nosotros. Es una gema —finaliza girándose en mi dirección.

Tengo que sonreír, porque así me siento mejor. Porque mi padre no me genera la misma sensación de ahogo en el fondo de la garganta, como me sucede tanto con Althea. Él no se dirige a mí con agendas o motivaciones ocultas. Con él no tengo que sospechar.

—Nunca me habías contado esa historia —murmuro en respuesta.

Giles sacude la cabeza y, por un breve instante, mis ojos le prestan atención a la profunda iluminación que recubre todo el reino. Desde aquí, desde esta terraza, todo se ve tranquilo.

—Yo no, tu madre lo hizo —aclara.

—Por eso no lo recuerdo.

—Eras una niña —contesta con un tono de falsa reprimenda, casi divertido en su totalidad—. Aún lo eres, es bueno recordarte las historias importantes de vez en cuando.

—O solo te estás quedando sin historias nuevas para contar —me encojo de hombros—. No me gustan las historias de guerra.

Giles desvía su mirada hacia el cielo.

—No te gusta la guerra en absoluto, Victoria.

—Eso no es algo malo.

El tono de mi voz capta su atención.

—Nadie jamás dijo que lo fuera. No tienes que ser como tu madre y definitivamente tampoco como yo. No somos objetos de tu devoción, eso lo has dejado claro desde que aprendiste a hablar por ti misma.

Allí está. La sombra que cubre toda su mirada, aquella que me desconcierta, la que no logro comprender. Un par de ideas, tal vez un poco dolorosas, se arremolinan en el interior de mi cabeza mientras observo fijamente el rostro de mi padre.

Inhalo.

—Se quedaron estancados —pronuncio lentamente. Giles vira la cabeza hacia mí, consciente por completo del sentido que están tomando mis palabras, pero no parece sorprendido por las mismas.

Él deja caer los hombros con aspecto agotado.

—Tú no nos estancaste, hija.

—Pudieron tener más —lo interrumpo—. Otro. Alguien que esté tan preparado para luchar como ustedes lo están. Quizás no ella... Pero tú.

—Te tenemos a ti —repone sin vacilar.

—Pero eso no es suficiente.

Entonces me doy cuenta que ese pensamiento lo acecha, y no necesariamente porque no me quiera a mí, sino porque yo no parezco tener la madera de todo este árbol. Porque todo lo que hago es empujar para alejarme, aunque no pueda hacerlo, aún lo intento.

Giles niega con la cabeza, se endereza de nuevo y acorta la distancia que hay entre nosotros. Cuando se encuentra delante de mí, se me queda mirando con ojos serenos.

—Eres buena. Eres más que suficiente, más de lo que imaginamos. Lo que me agobia no es lo que piensas, ni de cerca. Tú eres buena, y no debes tener miedo. Vas a ser lo que decidas, no como yo, y no como ella —dice en voz baja—. Pero ten cuidado, Victoria —agrega, y entonces sus palabras se tornan súbitamente filosas—: No es más sabio aquél que pide a gritos una verdad aunque le duela que el que miente para proteger.

Mi orgullo pide a gritos una explicación, pero mi cabeza me dice que tengo que empezar a retroceder. El camino de mis padres no es uno que esté dispuesta a recorrer.

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⠀⠀⠀⠀⠀«¡Cuán tedioso es un cuento contado de nuevo!», leí en algún lugar hace bastante tiempo, pero nunca me había llamado la atención de la manera en la que lo hizo en ese momento.

De niña, me gustaba bastante escuchar una y otra vez las mismas historias. A mi madre le parecía un hábito exasperante de mi parte, a mí solo me gustaba conocer el final de las cosas. Me gustaba saber cómo empezaba, qué sucedería y cómo iba a terminar todo. Me generaba una ansiedad genuina una historia nueva, el misterio que estas acarreaban y las infinitas posibilidades en las que pudiera desembocar. Para mí era sumamente fundamental estar enterada de todo.

Ahora solo me irritaba repetir una historia, por eso le encontraba un significado diferente y de lo más oportuno a la cita que había rememorado. Tal vez porque ya no era una niña, o porque simplemente dejó de gustarme saber.

Porque la sabiduría es bastante contraproducente, sobretodo. Algunas veces, tener una cabeza de distancia en ciertas situaciones resulta beneficioso, pero otras no tanto. Prever un resultado —especialmente si se trata de uno crucial—, puede acabar muy bien o muy mal. Y no había nada «bueno» en los desenlaces que podía recordar.

La sabiduría está comúnmente relacionada con la sensatez o el acierto, e incluso aunque se trata de una definición acertada, olvidan mencionar que es esa misma prudencia que envuelve el término la que acaba dictando tu comportamiento y tus decisiones. Quieres ser sabio, quieres adquirir experiencia o simplemente actuar de la manera en la que se supone que debes hacerlo, pero eso también significa detenerte. Significa recibir el golpe, retirarte aunque quisieras hacer más, asimilar la pérdida porque la ves venir desde muy lejos sin poder evitarlo. Porque eres lo suficientemente sabio como para aceptar las cosas como son y no como te gustaría que fueran.

Dicen que es lo que te mantiene cuerdo, pero suele parecer lo contrario.

Eché la cabeza hacia atrás.

Una de las pantallas del concurrido vestíbulo del Cuartel General de S.H.I.E.L.D. en Nueva York reflejó las noticias del mediodía. En ellas, una reportera rubia que respondía al nombre de Christine Everheart hablaba incesantemente de Tony Stark —para variar, si puedo ser un poco más irónica al respecto. La verdad es que no le estaba prestando nada de atención a lo que salía de sus labios, yo solo veía el familiar rostro desplazarse en las imágenes una y otra vez.

Apreté los labios cuando cambió la reportera y mostraron un vídeo del medio oriente.

—Son unos aburridos, si me lo pregunta. ¿Por qué no dejar que Stark le ponga «Badassium» a su elemento? Es suyo, ¿no? El lo descubrió —cuchicheó Leo Mercury a escasos centímetros de mí.

Entonces ese era el tema de conversación.

—No es legalmente aceptable, agente Mercury —contesté con calma—. Hay patentes que no se lo permiten.

—Pues es una lástima. Igual que eso —señaló los bombardeos en la pantalla.

—¿Bombardearon la Base Aérea Ali Al Salem? —fruncí—. ¿Este es que, el segundo? ¿Y S.H.I.E.L.D. no está haciendo nada con respecto al Mandarín?

Mercury hizo un mohín.

—Es un negocio político. El Consejo de Seguridad Mundial no quiere tomar partido con el Presidente Ellis, así que S.H.I.E.L.D. queda fuera de la ecuación.

Se me infló el pecho por un segundo, mientras continuaba viendo las noticias.

Este tipo de cosas solían ponerme los nervios de punta, y usualmente era Vera quién me ayudaba a sobrellevar el impulso, pero ahora la pelirroja de once años no estaba presente (porque yo misma la había enviado a un campamento para ver si el tejido la ayudaba a bajar los altos niveles de energía), así que me incliné hacia adelante y traté de decirme a mí misma que no tenía que prestarle atención.

Me giré brevemente hacia al alto muchacho de cabello y barba negra y lo observé.

—¿No deberías estar vigilando a Halley Nova? ¿Siendo responsable por ella? ¿Asegurándote que no se una al circo, o algo?

Eso debía servir para desviar mis ideas; sobretodo antes de que se me pasara por la cabeza irme dando saltos hasta el Medio Oriente.

—No, a Halley no le gustan los circos. Es más probable que la acepten en el zoológico —contestó naturalmente. Me dio la impresión de que no era la primera vez que respondía algo así. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, el aludido se giró hacia mí por completo—: Además, está en un lugar super secreto haciendo otra cosa más super secreta con Romanoff, el jefe lo aprobó, ¿y quién soy yo para quejarme? No sabe lo cansado que es pasar tiempo con Halley. Se mantiene rubia de succionarte la vida con su oscuridad —acabó con un visible escalofrío.

Halley Nova era una rubia chispeante que tenía varios asuntos pendientes con la agencia de inteligencia y sus miembros notables, lo que la tenía en el foco de varias miradas y principalmente bajo la compañía del agente que se encontraba hablando conmigo.

Le puse mala cara.

—Yo creo que Halley es una buena chica.

—Eso es porque no conoce a su hermana. Halley es como Ebenezer Scrooge junto a ella.

—Ni siquiera sabía que Nova tuviera una hermana —admití.

Leo Mercury se encogió de hombros.

—Media hermana, es una historia complicada —sonrió de lado—. Halley es la hermana podrida. Definitivamente nos quedamos con la Nova defectuosa. ¡Hermanos! Qué cosas son, ¿no lo cree? ¿Usted tiene hermanos, señorita?

Negué.

—Ni siquiera uno.

—Debería darle alguno a Vera, entonces —resolvió en tono bonancible. Estuve segura de que casi me daba un tic en el ojo izquierdo de solo imaginarlo.

De haber sido posible me hubiera atragantado con mi saliva y seguro que me hubiese puesto colorada. En su lugar, solo atiné a menear la cabeza y relajar los músculos un poco más.

Resoplé tras echarle un vistazo al reloj de mi muñeca.

—Vera regresa del campamento en un rato, será mejor que me vaya. Si Fury regresa, dile que no hice nada de lo que me pidió.

Mercury asintió.

—En serio pensó que iría a ver al Capitán, pero se fue hace bastante rato —dijo—. No viene aquí muy seguido. Desde que despertó en octubre pasado solo ha venido dos veces, lo hizo venir hoy especialmente para que la viera a usted. No tengo idea de por qué.

—¿Octubre pasado? —repetí bajo entre dientes, muy lentamente y con precisión.

De manera automática, la expresión de Leo Mercury viajó de la confusión al arrepentimiento y rápidamente se quedó en el pánico. Había hablado de más, y ahora lo sabía.

Hacían seis meses desde octubre, si acaso no poco más. Estaba segura de que era veintiocho de abril, pero Fury me acababa de asegurar que Steve Rogers tenía solo seis semanas despierto. Semanas, no meses.

¡Pero claro! ¿Cómo se me había ocurrido siquiera tomar su palabra por sentado? No valía nada. Eso me hizo enojar. Me hizo sentir furiosa e incluso podría decirse que un poco indignada. Porque Rogers llevaba mucho tiempo despierto, consciente, y nunca me buscó.

Pero yo tampoco quería buscarlo a él, me obligué a decirme a mí misma. No era bonito, pero era cierto. Obviamente nada había cambiado desde la última vez que lo había visto, todo seguía igual: todavía no podíamos vernos a la cara. ¿O acaso el empeoramiento era un cambio? No, ¿o sí?

Mercury tragó saliva.

—Señorita Clare, creo que...

—¡Yo no sé nada! —alcé las manos—. Tú no dijiste nada y yo no sé nada. Adiós, Mercury.

Tomé una bocanada de aire apresurada y eché a andar con rapidez para salir lo más rápido posible de las instalaciones.

Muy bien hecho, Victoria. Otra vez estás huyendo.

Desde lo más profundo de mi alma comencé a implorar para que el dichoso transporte del campamento ya estuviera estacionado frente a Central Park. Necesitaba ver a Vera, necesitaba sostenerla y escucharla hablar. Necesitaba algo que me recordara que no era una mala persona en su totalidad, que no estaba tan dañada y que mi corazón aún percibía algo más que solo vacío.

Necesitaba con urgencia sacarme de encima la aplastante sensación de asfixia que Steve Rogers había cavado en el fondo de mi pecho hace casi un siglo, y que ahora mismo acababa de despertar de una larga siesta.

Odié cada segundo que pasó y me odié a mí misma como reacción colateral. En algún momento tenía que enfrentarlo, ¿verdad? Pero todavía le huía, porque no creía estar lista para eso. Todavía dolía. Antes yo quería ser diferente, así que tomé decisiones basándome en lo que no quería ser; el problema vino con que nunca puse en consideración en lo que me convertiría a raíz de ello.

Y sólo podía asumir que ese era el motivo principal por el que los recuerdos me atormentaban tanto, por el que mi paso por los cuarenta solo me causaba dolor. La razón por la que no podía siquiera concebir estar frente a frente de nuevo con Steve Rogers sabiendo la manera en la que habían terminado las cosas para nosotros hace casi un siglo, sabiendo que yo la había librado sin complicaciones secundarias mientras que él quedó enterrado en un iceberg. No podía hacer eso sabiendo que no había ni un rastro de la Victoria que estuvo con él hace tanto tiempo.

No podía retirar el daño que había hecho.

Todo era muy críptico, pero supongo que eso es lo que obtienes cuando estás tan atormentado que no eres capaz de siquiera pensar en lo que pasó.

Lo vislumbré en la distancia. Central Park estaba extremadamente cerca, solo tenía que caminar un poco más —aunque no estaba muy segura de que estuviera avanzando a un ritmo tan regular como para no llamar ciertos tipos de atención innecesaria.

Inspiré profundamente y desaceleré el paso...

... y entonces, a causa de mi ansiedad, me golpeé de frente contra alguien. ¡Bor bendito!, lo último que necesitaba era haber golpeado con exagerada fuerza a una persona más distraída que yo.

¿Y desde cuándo yo era distraída?

—¡Lo lamento tanto! No estaba mirando, ¿se encuentra bien? —exclamé en medio de un bufido. Había quedado enredada alrededor de los brazos del peatón que casi mallugo accidentalmente, así que tuve que levantar la cabeza para hacer más verídica mi disculpa.

Se escuchó un suspiro roto.

—¿Victoria?

Me quedé helada y mi respiración se detuvo, pero solo yo lo hice. Todo lo demás siguió su curso de movimiento.

Hasta que mi cerebro hizo click, y me solté de su agarre con tal rapidez que Steve Rogers no vio venir mi reacción.

—Victoria —repitió con un poco más decisión. Sus rasgos parecían volver a estar vivos, con los ojos muy abiertos, miedo añadido y un pánico extra—; Sé que eres tú, Victoria —aseveró medio segundo después.

Alcé la barbilla.

—Yo sé que lo sabes —repuse, impasible.

No supe decir a ciencia cierta qué sentí, o si acaso llegué a sentir algo en absoluto. Probablemente lo hice, yo solo pretendía ser demasiado impertérrita como para admitirlo.

Era él, no cabía lugar a dudas. Eran sus ojos, su rostro, era él por completo. Era la viva imagen del pasado, el retrato hecho a mano de una vida ajena y una guerra devastadora. Steve era todo lo que tanto me había costado soltar, y ahora estaba de vuelta.

Aquello, por sí solo, era la cosa más aterradora a la que había tenido que enfrentarme en mi larga vida. No había arma, bestia, guerra o padres lo suficientemente terroríficos como para alcanzarlo a él.

Steve Rogers abrió la boca, de pie en la dirección opuesta a la que yo me dirigía y en medio de todo el bullicio de gente, pero nada salió de allí. Su mueca de estupefacción se mantuvo en alto por un largo segundo, y cuando finalmente pareció decidirse a decir algo, un grito mucho más eufórico y apremiante resonó en medio de todo lo demás:

—¡Mamá!

Vera también había llegado.

🤯🤯🤯

N O T E :

Saben, yo creo que ya podemos empezar a soltar las teorías de por qué la doña está tan renuente y qué pasó en los 40👀

Aunque bueno, ya conocemos muy bien que la doña es una mañosa, necia e insoportable 😂 esas cosas si no cambian KAKSKSJS

NUEVO PERSONAJE ALERT!

Démosle una cálida bienvenida a Giles, el mismísimo progenitor de nuestra ama y señora de la victoria 🚀💥🍻

Vamos avanzando mis queridos saltamontes, y ya va casi llegando el momento para regresar Bravado al ruedo 🦸‍♀️🎬🕷, por lo que ya les dejé una pequeña pista de todo lo nuevo que se viene por ahí uuuuuuuu

EN FIN EN FIN EN FIN

Nos estamos leyendo muy pronto my dear childs, les dejo un abrazote del tamaño de asgard ♥️

Steve virtuales para todos 🇺🇸
Ashly se despide, xx

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