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SIŇNƏR : TWØ

❝ HORA DE REZAR ❞

( ... )

SeokJin era el hijo del reverendo, el hombre más sagrado de nuestra comunidad. Sus palabras eran como verdades nunca antes dichas, como agua bendita para nuestros oídos, escucharlo era la mismísima purificación ante los recurrentes pecados que oíamos. O al menos, eso decía mamá siempre que le preguntaba porque era tan importante ir a misa todos los domingos, a veces quería quedarme recostada en la cama, sin molestar a nadie, sólo dormir un poco más. ¿Era mucho pedir? Pues al parecer, sí, lo era. Me encontraba sentada en los incómodos asientos de madera resistente, a mi lado mi hermana mayor asentía con falsedad a lo que el Padre Kim decía, era un hombre de edad avanzada, con cabello blanco y una barba bien afeitada, no sé si en su juventud llegó a ser atractivo, parecían ser tiempos muy lejanos.

El Padre Kim no me agrada, verlo me causa estremecimientos en el cuerpo.

En el pueblo, corría el rumor de que sus padres lo obligaron a casarse con Mery, la madre de SeokJin, para ese entonces él contaba con cuarenta años, y por más que ya fuera reverendo, malas lenguas aseguraban los rumores de su latente homosexualidad. Mamá dice que son blasfemias, que el Padre jamás podría ser un asqueroso pecador, que él ama la iglesia y al Señor, a nuestro divino Señor en los cielos. Quería ignorar el hecho de que yo no me siento parte de ésta comunidad cristiana y pretender –así como Leslie– que estaba escuchando el discurso aburrido del hombre arrugado, sin embargo, era obvia mi distracción cuando todos debíamos ponernos de rodillas para rezar y fui la única en quedar sentada aún.

Una risilla desde el fondo me hizo darme cuenta de mi error, y al instante, la vergüenza subió por mis mejillas.

Entonces lo vi, estaba de pie y cruzado de brazos, tenía la cesta de donaciones casi llena. Apoyada en una de las paredes era como si fuera ajeno al mundo cristiano que nos absorbe.

SeokJin tiene dos años más que yo, nos conocemos desde siempre, puede que sea porque vivimos en un pueblo pequeño de la gran América, o porque mi madre es una fanática abismal de la iglesia y nunca nos perdemos ningún evento de esta. Como sea, él es la única razón por la cual los domingos se vuelven más emocionantes. Pero, una dama no debe mostrar sus sentimientos tan abiertamente, es inmoral, y ajeno a lo que estoy acostumbrada, a lo que debo ser.

Carraspeando oculte la sonrisa que amenazaban con salir y me coloqué de rodillas, junté mis manos y fingí pedirle algo al todopoderoso Dios. '¡Amén!' gritaban al unísono.

En la hora de la salida, mis padres se acercan al reverendo y besa sus mejillas en un saludo emocionante, sus ojos amenazaban con llorar al contarle la tragedia de la tía abuela Jolie, que padece de una extraña enfermedad, la cual la llevó a estar postrada en la cama hasta su muerte hace una semana atrás. Mamá lloraba, y el hombre de cabello blanco la consolaba con sus palabras sacadas del libro más famoso. La biblia es enorme, tiene muchas letras que me aburren, oraciones para ser recitadas y moralejas que no entiendo. A los diez años en mis clases de cristianismo me obligaban a leerla como castigo por no rezar al final del día, en mi cama, pidiendo disculpas por ser una mala niña.

Yo era buena, en realidad.

—Maria. —oí su llamado, levanté la vista del suelo para fijarla en el Padre Kim— Querida, me preguntaba si podrías ayudar a SeokJin con la limpieza.

Maldije a mis padres por ser tan buenos cooperadores de la casa del Señor, esto me obligaba a siempre contribuir con cualquier tarea. Jodido… ¡No! No debo insultar. 

—Por supuesto. —asentí.

—Muchas gracias, eres una muy, muy buena niña.

Mamá sonreía con sus mejillas estiradas, tomando la mano de mi padre en un intento de reforzar la creencia de los demás de que nosotros somos una familia más que unida y feliz. Somos fieles creyentes de Dios. Cuando ellos se alejaron a la salida junto al resto, emití un suspiro silencioso, expresaba mi cansancio, odiaba tener que estar un Domingo nublado en un templo lleno de falsedad. Oh, no. Me estaba corrompiendo a mi misma con las falacias que Jason, mi amigo, expresaba al aire contra la religión.

Jason no viene de una familia creyente, en realidad, sus padres ni siquiera pertenecen a la parte moral de nuestro pueblo. Viajan constantemente con un grupo de personas en furgonetas, tienen cabellos largos y prendas de ropa de dudosa higiene. Muy al contrario de sus progenitores, mi amigo es un joven ordinario en la escuela, sin cabello con rastas u ojos desorientados. Me alegra saber que no me juzga por mi manera de ser en la iglesia, o por mi excesivo buen comportamiento.

Y debido a esta buena actitud frente a todos, se me fue imposible negar la petición. Ser de ayuda no es tan malo en realidad, me gusta contribuir.

Mi familia se fue, y el sacerdote también con la excusa de tener pendientes junto a los laicos encargados del mantenimiento de la capilla.

—Así que la buena niña decidió quedarse a limpiar. —la profunda voz de SeokJin hace que tiemble, se acerca a mí con una escoba en sus manos.

El Kim tiene veinte años, es el sucesor de su padre y estudia para serlo de la mejor manera posible. No tiene citas, nunca se la visto con una chica, no bebe ni levanta la voz, es callado la mayoría del tiempo y siempre está en la iglesia. Usa una polera negra y un pantalón sastrero beige, con zapatos de punta negros, su cabello está prolijamente echado hacía atrás con gel, e incluso huele a… paraíso, huele a una colonia que nunca antes pude oler, es magnífico. Inhalo, el aire amenaza con irse de mis pulmones.

—Ah, sí. —dije, tímida por esos penetrantes ojos negros— Yo… te ayudaré a limpiar.

—Lo sé. —asiente— Supongo que no te agrada, quisieras estar en casa o con tus amigas, no con un aburrido hombre como yo.

—¡No! N-No es aburrido.

—Eres muy buena como para admitirlo, una niña como tú nunca me llamaría aburrido.

—No soy una niña.

Si hay algo que honestamente me haga enfurecer, es ser tratada como una niña. Tengo diecisiete años, debido al tipo de crianza estricta que tengo, no he podido descubrir otras cosas de la vida como los demás adolescentes, Jason es mi único amigo, y mi única fuente de información sobre el mundo real, fuera de la iglesia. Sé que mi apariencia es como la de una niña buena, incapaz de romper un plato, ¿La verdad? Sólo tengo miedo de decepcionar a las personas a mi alrededor.

Me pregunto si a SeokJin le habrá pasado lo mismo, después de todo, ser hijo del reverendo debe ser una presión enorme.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —tomé la escoba que me extendía, él asintió— Tú… ¿Sientes que la iglesia te limita a hacer ciertas cosas?

—No. —negó— Las hago aunque esté prohibido.

—¿Y no tienes miedo a que te regañen?

—Nunca, porque los placeres de la vida fueron hechos para ser disfrutados.

Los 'placeres de la vida', así le llama él.

—Es un pecado.

—Pues entonces seré el más grande pecador, Maria.

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