PARTE I
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Nadie que mirara atentamente cuestionaría jamás el amor que el maknae profesaba por sus mayores, era solo cosa de fijarse en las miradas brillantes que dirigía a todos sin excepción. Era un amor que nacía de la gratitud y la admiración.
Jeon Jungkook adoraba estar en una banda, y adoraba a sus hyungs por igual; bueno, casi por igual. A cada uno le tenía una estima diferente, pues cada uno había dado algo diferente de sí para guiarlo mientras crecía, pero como nunca puede faltar una piedra de tope; ahí estaba Park Jimin.
Tan solo le llevaba dos años a Jungkook, mas su mayor insistía en que lo tratara como alguien adulto, cuando en realidad, no era más que un inmaduro que le gustaba incomodar a Kook con proposiciones comprometedoras en frente de quien quisiese.
Sabiendo lo tímido que el maknae era con su imagen frente a las camaras, Jimin no había encontrado nada mejor que insistir en una relación entre ellos cuando no eran más que unos adolescentes recién estrenados como idols. Parecía ser que no había nada más divertido para Park que ver sus mejillas decaer con la idea de lo que podían llegar a pensar los medios con sus insinuaciones absurdas. Si no hubiese sido porque Jungkook adoraba las sonrisas de Jimin, él hubiese hecho algo al respecto.
Sin embargo, lo peor de toda la situación no era eso. No era el hecho de lo que Jimin hacía, ni cómo lo hacía. Lo complejo era cuando comenzaba a pedirle besos.
Jungkook tenía un escaso historial de dos chicas en su repertorio a quienes había besado con anterioridad. No más que un par de besos aquí y allá, y de los más inocentes por lo demás.
Pero con Jimin, cuando tan solo le miraba los labios, todo tipo de ideas se metían en la cabeza del menor y no había nada que lo ayudase. No eran pensamientos puros para nada y eso lo hacía sentir culpable como menos. Así que no había modo de que él le hubiese respondido un beso ni siquiera en broma. Eso habría sido su muerte.
Aunque tras un par de años transcurridos y un poco de compañerismo de por medio, había ocurrido magia y Jimin ya no lo usaba como blanco de sus bromas amorosas. Ahora, ellos eran un dúo inseparable y Jungkook pensaba que lo llevaban de lo más bien. Así, él podría ahogar sus deseos con meras fantasías que quedaban en secreto.
O eso pensaba...
Hasta que la transmisión navideña de esa mañana fue anunciada.
Estaban en un hotel, pues estaban de gira, cuál de todas ellas no era importante una vez que pasaban los días de manera similar; ensayo, preparación, presentación. Para dormir un par de horas y tomar un vuelo hacia otra localidad.
Jungkook se levantó aún con cansancio en él, y en su persona eso no significaba estar lento, por el contrario, se encontraba con una inquietud por dentro que hacía aletear a su estómago. Mientras tomaba un batido de proteinas, tomó asiento en una de las sillas que las maquilladoras habían predispuesto para ellos en la sala de reunión.
—Estamos a dos días de la navidad, de modo que haremos un pequeño live para los fans —Uno de los managers estaba informando a medida que los demás miembros de la banda se acomodaban. —Pongan sus mejores rostros y a trabajar. Como extra, si todo sale bien, pueden tomarse toda la mañana para ustedes.
Las exclamaciones agradecidas de los chicos no se hicieron esperar. Con renovado animo, Jungkook terminó su bebida de un trago y se quedó lo más quieto posible para ser arreglado. Se vistió con la ropa de colores que le pidieron y se puso las orejas de conejo que el staff le entregó encima de su cabello peinado.
—Conejito, conejito —Jimin llegó para molestárselo, tocando sus orejas blancas por encima de su cabeza.
Jungkook solo negó.
—Tú tienes un gorro de Santa, hyung, no estás mejor que yo. —Le señaló.
Jimin se rio, haciendo a sus mejillas abultarse y sus ojos desaparecer en unas líneas.
—Me veo encantador.
Kook no iba a negar eso, pero se contuvo de cualquier comentario. Si algún día cometía el error de alagar a Jimin, sabía que no podría detener su lengua. Así que se mantenía al margen, aunque era difícil, pues su mayor estaba cada día más lindo. Y con la ropa que le habían puesto en ese momento, un overol grande y una polera a rayas, Jungkook sentía sus rodillas débiles. Un Jimin sexy era algo digno de admirar, Jungkook tenía muchos videos en su teléfono de tomas donde Jimin hacía alarde de su sensualidad, mas su debilidad siempre había sido ver a su hyung vestido de manera más infantil, como si fuese su menor.
Le hacía sentir a cargo, como si él pudiese proteger a su hyung de todo el mundo.
Sus manos picaban por apartar parte del flequillo rubio que sobresalia del gorro de Santa y tapaba los ojos de Jimin. Movió sus dedos para aliviar la sensación, pero no sirvió de nada. Así que solo lo hizo. Alargó una de sus manos y lo hizo al lado para no perderse de los pequeños ojos de su hyung.
Jimin se quedó viéndolo en silencio con una sonrisa de suficiencia en sus labios.
—Dime algo —presionó Jungkook— no solo te quedes ahí. Aún me pongo nervioso cuando me ves.
—Se me hace tan difícil mirarte y no sentir nada. —dijo con un suspiro. —Está más allá de mí.
El corazón de Jungkook dio un vuelco.
—¿Qué quieres decir?
El personal de staff comenzó a llamar su atención.
—Está todo listo, chicos, vamos a grabar.
Jimin se alejó de inmediato, aprovechando la distracción para ir a tomar asiento en el sofa que habían preparado para la grabación. Los demás miembros llegaron también con atuendos coloridos.
—¿Estás bien, Kookie-ah? —Taehyung preguntó poniendo una mano en su cuello y jalándolo cerca. —Te ves distraído.
Jungkook alejó su mirada de Jimin para mirar a Tae en su lugar.
—Todo bien —Le ofreció una sonrisa mostrando sus dientes de conejo que hizo a Tae sonreír de manera cuadrada justo cuando la luz roja de la cámara señalaba que estaban en vivo.
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