9.- La Cueva del Tesoro (4/4)
El nivel del agua aumentó y aumentó, y cuando los bloques de hielo comenzaban a agotarse, la balsa dio un tirón.
—¡Llegó al límite! ¡Lo hiciste, Holly!— exclamó Priscilla.
—Ahora viene la parte más complicada— indicó este— que la balsa aguante.
Mikeas y Priscilla tragaron saliva. Con la idea de Holly, no se habían esperado ese contratiempo.
—¿Dices...— quiso asegurarse el Lampent— ¿Dices que puede romperse?
—Definitivamente. Esta madera es vieja y roñosa, no aguantará mucha fuerza. Solo espero que la fuerza superficial sea suficiente.
El nivel del agua comenzó a elevarse sobre las paredes de la balsa y comenzó a entrar de a poco al interior. Ellos estaban pegados a una altura fija gracias a la cadena, pero el agua continuaba subiendo. Pronto Mikeas y Snisy tuvieron que volver, puesto que el piso de hielo estaba tan delgado que no los aguantaba. Los últimos bloques de hielo cayeron al agua por sí solos. El agua subió aun más, los pokemon se vieron incapaces de mantener sacar más de la que entraba a la balsa, incluso comenzó a emerger desde los recovecos del suelo de la misma balsa. Sus tobillos se hundieron, seguidos de sus rodillas.
Holly se giró hacia Mikeas, preocupado. Este hacía lo posible por mantener su llama fuera, pero era difícil cuando era el más bajo del grupo y su llama estaba en su tronco.
—¡Pris!— exclamó.
La Haunter entendió de inmediato y lo levantó sobre su cabeza para mantenerlo fuera del agua. Esto alivió a Holly, pero solo un momento. Notó que Priscilla se mantenía fuera del alcance del agua y que Snisy no se inmutaba por la temperatura porque era tipo Hielo, pero Holly comenzaba a helarse, el agua estaba congelada. Poco a poco ascendió hasta su ingle. Holly miró hacia arriba, el cielo estaba cerca, demasiado cerca. Si se paraban uno sobre otro, podrían alcanzarlo.
—Calculé mal— pensó el Kirlia— no debimos derretir el hielo, debimos esperar una de esas salidas para huir de la cueva. Esta no era una prueba hecha para un pokemon de fuego, sino que uno de agua ¿Cómo fui tan tonto?
Pero justo cuando el agua amenazaba con entrar a su ombligo, Holly y Snisy sintieron algo chasqueando en la planta de sus pies, como un golpe lejano. Les tomó un segundo entender de qué se trataba, pero aun con la respuesta en sus mentes no se sentían seguros como para anunciarlo. Solo pudieron cruzar los dedos.
En eso, un ruido específico y conocido comenzó a sonar a través de toda la cueva; el sonido del agua corriendo, drenándose poco a poco. Esperanzados, miraron a sus lados y advirtieron corrientes de agua que se arremolinaban a su alrededor.
—¡Lo logramos!— exclamó Holly.
Pero de pronto su cara se puso pálida.
—¡No lo lograremos!— volvió a exclamar.
—¡¿Qué?!— saltaron Priscilla y Mikeas.
—¡El tapón volverá a caer sobre el hoyo de drenaje!— indicó el Kirlia— ¡Si eso pasa, ya no habrá agua suficiente para levantar la balsa de nuevo, y no podremos salir!
El Kirlia se llevó las manos a la cabeza, desesperado, pero entonces sintió una garra consoladora en su hombro. Al levantar la mirada, se encontró con Snisy, quien le guiñó un ojo. Acto seguido, se tiró un clavado sobre el agua.
—¡Snisy!— gritó Holly.
Pero era muy tarde, el Sneasel no lo podía oír.
Este nadó como pudo por el agua. La temperatura no le afectaba, pero aún necesitaba aire. Se apresuró a bucear por debajo de la balsa, donde se hallaba la cadena que conectaba al tapón. Desde ahí miró hacia abajo y advirtió, tal y como había dicho Holly, que el tapón amenazaba con caer directo hacia el agujero de drenaje y volver a tapar la salida. Si eso ocurría, no tendrían más hielo para derretir y no podrían continuar. Snisy se apresuró hacia la cadena y la tomó con una garra, pero de inmediato esta se soltó, producto de las fuertes corrientes alrededor. El Sneasel tuvo que usar ambas garras y toda su fuerza para evitar soltarse. Las cadenas eran gruesas y pesadas, difíciles de asir con sus garritas de pokemon. Hasta un marinero humano de manos grandes habría tenido problemas.
Sin embargo, así como estaba no podía nadar de vuelta hacia arriba, puesto que necesitaba ambos brazos para asirse de la cadena. Intentó sujetarse con sus piernas, pero al dar brazadas hacia arriba, apenas consiguió moverse. No podía nadar bien con tanto peso extra y en medio de esas aguas turbias, más encima el tapón se acercaba cada vez más al punto de drenaje.
Snisy se dio cuenta que no tenía ninguna manera de salvar la situación. Se iban a quedar atrapados ahí.
—¡No! ¡Los demás dependen de mí!— se dijo —¡Tengo que pensar en una manera de salvarlos!
Pensó en Holly ¿Qué hacía cuando no sabía cómo avanzar? Snisy no estaba seguro, pero varias veces lo había visto examinar sus alrededores, atento a pistas y cosas que lo ayudaran a resolver problemas. Eso era, podía buscar algo que lo ayudara. Miró hacia todos lados, había mucha agua, una cadena, un tapón, una balsa, un Kirlia...
Se fijó mejor; Holly estaba sobre él, parecía querer decirle algo. Hacía un gesto con la mano: un puño.
—¿Un puño? ¿Quiere romper algo?— se extrañó.
Pero Holly hizo otro gesto: lo apuntó a él. Luego volvió a hacer un puño.
—¿Me quiere dar una paliza?— pensó, extrañado— No, la cadena. Dice que yo... le dé un puño ¿Quiere que golpee la cadena? ¿Pero para qué hacer eso?... a menos que...
Snisy formó un puño con su garra y lo cubrió de hielo, formando cristales de hielo alrededor, los cuales pronto se dispersaron hacia arriba.
—El hielo flota— pensó.
Eso era. Sin pensar más, Snisy golpeó la cadena con su Puño Hielo. Esta se congeló, y alrededor de la zona del impacto, se formó un grueso bloque de hielo. De inmediato dio más golpes a otras partes de la cadena, formando varios bloques de hielo, los cuales juntos comenzaron a tirar hacia arriba. No eran suficientes para levantarla a nivel de superficie, pero bastaban para mantener el tapón alejado. Entonces, con sus pulmones contrayéndose por la falta de aire, Snisy se elevó y nadó lo más rápido que pudo. La balsa, antes pequeña y maltrecha, se veía en ese momento como una pared titánica e impenetrable que necesitaba rodear, y no sabía si tenía el tiempo o la energía para hacerlo. Sus brazos se entumecían por la falta de oxígeno, él no era un pokemon de agua, apenas podía aguantar sin respirar.
—¿Moriré tan cerca?— pensó.
Sus ojos se cerraron un momento.
Solo iba a parpadear, pero cuando volvió a abrirlos, estaba respirando. Miraba hacia el cielo oscuro de la cueva en forma de huevo. Podía oír el ruido del agua corriendo, drenándose. A su lado, alguien jadeaba. Ambos estaban empapados. Lo miró, confundido, y se encontró a Holly. Parecía muy cansado por algo.
Él mismo también estaba agotado, respiraba agitadamente a pesar de haberse despertado y sus brazos y piernas le dolían y le temblaban por el esfuerzo hecho recientemente.
La Haunter y el Lampent se encontraban a sus lados, mirándolos con ojos de preocupación.
—¿Qué...— quiso preguntar Snisy, pero de inmediato se puso a toser. Tuvo que sentarse y botar un chorro de agua que se había metido en su tráquea.
—Tranquilo, viejo— le espetó Priscilla— Primero te repones, luego preguntas.
—¡Eso fue de locos!— exclamó Mikeas— Ya no me importa que nos hayas ganado en el parque de diversiones, eres fenomenal, Snisy.
A Snisy le agradó recibir los elogios de Mikeas, pero no pudo mostrarlo en ese momento porque aún había unas cuantas gotas en su tracto respiratorio que le molestaban. Holly, a su lado, se hincó y lo miró, preocupado. Temblaba de frío y se abrazaba a sí mismo. Snisy también lo miró, sorprendido.
—¿Tú...— tosió un poco más— ¿Tú me salvaste?
—¡Cla—cla—claro que te salvé!— alegó Holly, tiritando— ¡N—n—nnno te iba a dejar allá, s—s—solo!
—Oye ¿Estás bien? Me puedo quedar a tu lado, si quieres— le espetó Mikeas.
Holly no contestó, pero se giró hacia él y alzó las palmas para calentarse los dedos. Snisy dedujo que debía tener mucho frío. Priscilla, preocupada, posó sus grandes garras sobre los hombros del Kirlia para intentar calentarlo por la espalda.
Finalmente el agua se detuvo, dejó de drenarse. No fue de golpe, sino muy lentamente, por lo que a los pokemon les tomó un par de minutos darse cuenta. Al final terminaron en una poza no más profunda que sus tobillos. La sala estaba casi vacía de agua, solo quedaban el hoyo por donde habían caído y el túnel a un lado; la salida.
Cuando Holly y Snisy se sintieron mejor, los pokemon salieron de la balsa y se dirigieron al túnel. No avanzaron mucho hasta que dieron con unas escaleras de piedra, que los condujeron hacia arriba.
Subieron un buen tramo, listos para lo que fuera.
La cueva poco a poco cambió a medida que avanzaban. Las paredes de roca bruta se alisaron para dar paso a ladrillos, el cielo se volvió un arco, incluso notaron cristales refinados y labrados en formas de estrellas, iluminando el camino. El túnel de las escaleras se volvió más grande y espacioso. Era como si hubieran aparecido en un castillo antiguo.
Finalmente llegaron a un portón, no de piedra, sino que uno de madera, con remaches y terminaciones, un portón bien hecho y bonito. Tampoco tenía un acertijo, solo dos manillas. Los pokemon tiraron para abrirlo, avanzaron y se hallaron en una amplia sala.
Era un enorme salón, con pilares, asientos y una gran plataforma con un altar al centro. Era tan espacioso como una catedral. Por los lados y arriba se notaban pasillos y puertas, seguramente había sido usado por personas en su momento, pero ya no quedaba más que polvo y madera podrida.
Los pokemon se pararon en la plataforma del medio para mirar el resto de las secciones del salón. Confirmaron que no había nadie. Holly miró el altar, notó que encima había un pequeño cofre.
—Oigan...— les espetó.
Sus amigos se giraron hacia el altar y notaron lo mismo que él. Rápidamente los cuatro se acercaron y lo bajaron, estupefactos.
—¡No puede ser!— exclamó Mikeas, mientras lo miraba— ¿O sea que llegamos al final?
—Más nos vale— comentó Holly.
No sabía cuántas pruebas más podría realizar. Priscilla y Snisy rompieron el candado que sellaba el cofre con sus garras, lo abrieron y todos los pokemon se apretaron para ver su interior.
Por un momento su brillo los cegó, luego se acostumbraron a la luz y se dieron cuenta de lo que tenían adelante.
—¡Son piedras evolutivas!— exclamó Holly.
Los demás abrieron las bocas de la sorpresa.
—¡No puede ser!— saltó Mikeas.
Holly miró por todo el cofre: había piedras trueno, piedras noche, piedras sol, piedras fuego, piedras agua, piedras lunares, piedras solares. Había más que piedras; garras, escamas, revestimientos metálicos.
—¿Dónde...
Priscilla tomó el cofre y lo dio vuelta para esparcir las piedras por el suelo. Así consiguieron distinguirlas mejor unas de otras. De verdad había de todo tipo, sin embargo Holly no veía la que quería.
—¿Dónde hay una piedra alba?— alegó.
Entonces Snisy tomó una con su garra y la levantó en el aire. Los demás también la miraron, mudos. Era una piedra bonita, azul, pero tenía algo raro. A diferencia de las demás, no brillaba.
—Esa... no...— musitó Holly.
La tomó de la garra de Snisy para verla de cerca. La dio vuelta, la sacudió, pero nada ocurría.
—¿Qué pasa con la piedra, Holly?— quiso saber Priscilla, confundida por su actitud.
—Esta piedra— Holly apretó los labios, frustrado— esta es la piedra alba, pero ya está usada.
Los demás se quedaron mirando la piedra. Comprendieron la frustración del Kirlia. Este la apretó entre sus dedos, como si pudiera romperla. No podía creer que había estado tan cerca de evolucionar otra vez, solo para volver a fracasar. Sus ojos se humedecieron. Volvió a buscar entre las otras piedras, pero no había ninguna que se le asemejara y él lo sabía bien. Revisó tres o cuatro veces cada piedra por sí sola, sin querer dejar ir la esperanza. Apretó los dientes, agachó la cabeza, ya no podía aguantar las lágrimas.
—¿Por... ¿Por qué?— consiguió musitar, antes de echarse a llorar plenamente.
Se cubrió la cara mientras sollozaba. Sus pulmones se contraían y sus gritos salían involuntariamente. No quería llorar, pero la rabia y la pena eran demasiado grandes.
Los demás se miraron, atónitos. Mikeas y Snisy estiraron sus manos hacia la espalda de Holly, inseguros, pero sin saber qué hacer. Priscilla los miró, sabía que no bastaba. Nada bastaba, solo una piedra alba conseguiría calmarlo, pero no soportaba verlo así. Rápidamente flotó sobre las piedras, se agachó sobre el pequeño Kirlia y lo envolvió en un abrazo. No se atrevió a decir nada, pero se prometió a sí misma que eso no terminaría ahí. Holly estaba profundamente afectado, más de lo que había pensado hasta ese momento, y se prometió que haría todo lo posible por sacarlo de ahí.
—Tú y yo...— le espetó, al final— tú y yo vamos a encontrar una piedra alba, ya lo verás— dijo, con la voz quebrada. No se había dado cuenta, pero ella también estaba afectada. La alteraba ver a Holly así, se preguntó cuándo había pasado a preocuparse tanto por él.
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Para fortuna de los pokemon, al final del salón grandote había una puerta que los condujo directamente a la entrada a la cueva. Sin darse cuenta, habían caminado en un círculo. Desde ahí caminaron hasta el pueblo. Cada uno podría haberse marchado por separado a sus casas, pero, sin decir nada, decidieron que lo mejor sería dirigirse a la casa de Holly antes que nada.
El Kirlia no había dicho casi nada desde que salieron de la cueva, solo caminaba con la cabeza gacha, meditabundo y deprimido. Los demás no habían querido mencionar el tema, pero no les agradaba verlo así. Finalmente, cuando Holly se vio frente al patio de la casa de su entrenadora, Priscilla se armó de valor. Tenía que decirle algo, levantarle el ánimo de alguna manera.
—Holly— lo llamó.
El Kirlia se giró, las marcas de lágrimas en sus ojos. Ni siquiera tenía energía para mirar hacia arriba, así que Priscilla se acercó al suelo.
—Oye...— pensó rápido, nerviosa— oye, estuviste muy bien allá en la cueva.
Esto pareció sorprenderlo un poco. Holly abrió más sus ojos y la miró bien.
—¿Eso crees?
—Estuviste genial— aseguró Snisy, apoyándose en Priscilla para ganar más confianza— No habríamos podido hacer nada sin ti.
Holly esbozó media sonrisa, pero negó con la cabeza.
—Yo no hice nada. Fueron ustedes tres los que superaron las pruebas.
—¡¿Estás loco?!— exclamó Mikeas— ¡¿No te viste a ti mismo?! Porque en serio, hasta yo lo noté.
—¿Eh?
—Cuando las paredes se cerraban, fue tu idea hacer caer la lámpara para que los demás pasaran— le recordó Snisy— sin eso, me habría quedado solo y tus amigos habrían muerto.
—Y en las cámaras con las lianas, yo solo hice lo que me dijiste— le aseguró Priscilla— si no hubieras estado ahí, nos habríamos quedado estancados y llenos de baba.
—Y ni me recuerdes esa sala con forma de huevo ¡¿A quién se le habría ocurrido derretir el hielo para que el agua bajara?! Solo a ti.
—Además de levantar la cadena con hielo para que el tapón no volviera al hoyo— apuntó Snisy— eso fue tuyo.
—Más encima ni siquiera habríamos podido entrar a la estúpida cueva de no ser porque tú usaste ese canto— le recordó Mikeas.
—Y aunque alguno de nosotros pudiera cantar, no habríamos sabido que teníamos que hacerlo, porque solo tú descubriste lo que decía en la pared de la entrada— le espetó Priscilla— estuviste genial, Holly. Eres genial. A pesar de algunos momentos de pena, hoy fue increíblemente divertido.
—Eres un excelente líder, pequeño entrenador— le espetó Snisy— no saldré a otra aventura si no es bajo tu mando.
—¡Sí, salgamos otra vez!— se alegró Mikeas— Pero la próxima que sea algo relajado ¿Sí? Nada de tesoros ni cuevas con trampas.
Holly estaba triste, pero los ánimos de sus amigos lo hicieron sonreír más y más hasta que tenía una mueca de oreja a oreja.
—Chicos...— musitó.
Avanzó hacia ellos, estiró las manos lo más que pudo y se dejó caer sobre el mentón pecho de Priscilla, quien estaba al medio. Sus brazos pequeñitos apenas alcanzaban a Mikeas y a Snisy, pero comprendieron que intentaba abrazarlos y le correspondieron.
—Gracias. Tienen razón, hoy fue divertido. Salgamos otra vez a pasarla bien.
—¡Sí!— contestaron los tres a coro.
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