9.- La Cueva del Tesoro (2/4)
Al caminar por la oscuridad, Holly reconoció que no se habían preparado para explorar una cueva. Sin embargo advirtió rápidamente que al menos no necesitarían una linterna, dado que llevaban una con ellos; Mikeas, el Lampent, era literalmente una lámpara ambulante. Los demás se lo quedaron mirando, sorprendidos, mientras que el pokemon de fuego iluminaba el camino sin siquiera darse cuenta. Parecía muy distraído por la misteriosa cueva como para fijarse incluso que tenía la atención de todos los presentes. Así, su momento de fama transcurrió en silencio.
—Una pared— anunció al verla.
Se detuvieron y miraron al frente. Tal y como Mikeas decía, había una pared frente a ellos. Era una pared de roca, relativamente lisa, con marcas y dibujitos grabados en ella, pero una pared al fin y al cabo. Intentaron rodearla, pero por ambos lados solo se devolvían hacia la entrada. Ese era el último punto de la cueva.
—No puede ser— alegó Holly.
—¡No puede ser! ¡¿Esta era toda la cueva?!— exclamó Mikeas— ¡No había ningún tesoro! ¡Ni una mísera moneda! ¡No había nada!
—Calma— pidió Holly.
—Debe haber un error— musitó Snisy.
—No creen que haya sido todo una gran mentira ¿O sí?— sugirió Priscila, compungida.
Holly se la quedó mirando. Priscilla se pasó una garra por su pelaje fantasmal, mirando el suelo donde estarían sus pies, si los tuviera. Sintió culpa de parte de ella, y eso lo puso alerta. No le importaba perder un par de horas en una búsqueda inútil, pero verla sintiéndose mal lo alteró.
—Vaya, de verdad me gusta esta Haunter— se dijo, algo sorprendido.
Pero se sacudió la cabeza para pensar. No podía perderse en ella cuando esta lo necesitaba. Miró la pared. Había varios dibujos, muchos parecían garabatos. Se preguntó si tendrían sentido.
—Miki ¿Puedes acercarte un poco?— le pidió.
—¿Ah? Claro.
Con su luz consiguió ver más de los dibujos. Priscilla y Snisy contuvieron el aliento, unos metros atrás. Holly los examinó uno por uno; había algunas caricaturas hechas por malandrines, unas cuantas groserías, un par de mensajes de "te amo" dejadas por parejas, pero también, en ciertas zonas había marcas que la gente común no dejaría. Holly advirtió conjuntos de pequeños círculos en ciertas formas distintivas. Sus compañeros notaron también los círculos, pero no entendieron qué podrían significar. No eran dibujos, tampoco letras ni símbolos conocidos. Holly pasó examinándolos uno por uno, a lo largo de toda la pared y luego de vuelta. Murmuraba para sí constantemente, como calculando algo muy complejo. Por lo mismo, los demás no se atrevían a interrumpirlo, pero las ansias finalmente pudieron con Mikeas y lo hicieron hablar.
—¿Qué es? ¿Qué son esas cosas?— alegó.
Holly se giró a él, sorprendido. Luego miró a los tres, como si no entendiera por qué le preguntaban, hasta que comprendió que ellos no veían lo mismo que él.
—¿Estos? Pensé que...— pero le restó importancia con las manos— no importa. Son letras.
Los pokemon miraron el grupo de círculos que tenían enfrente, extrañados. Luego a Holly de vuelta como si se hubiera vuelto loco.
—Esa no es ninguna letra— alegó Mikeas.
—Es braile— indicó Holly.
Esto sorprendió a sus amigos.
—¡¿Qué?! ¡¿Braile?!— saltaron.
—Aunque son un poco grandes para ir tanteándolas con las manos, y no veo por qué vendría un ciego a esta cueva, me parece algo arriesgado, pero en fin. Es braile.
—¿Y qué dice?
—Bueno, es algo raro. Dice... bueno, dice...
—¡¿Qué dice?!— alegó Mikeas.
Holly se sonrojó.
—Dice que se puede abrir con un movimiento de canto— explicó— supongo que ninguno de ustedes conoce uno.
Los demás se miraron.
—¡¿Se puede abrir?!— exclamó Priscilla, emocionada.
Snisy negó con la cabeza. Mikeas puso cara de confuso.
—¿Por qué un movimiento de canto? No tiene sentido.
Holly se encogió de hombros.
—No podría decirte hasta que vea el mecanismo con que se hizo esta cueva, si de verdad tiene un mecanismo.
—¿Pero no podemos simplemente cantar?— inquirió Priscilla.
Entonces ella misma se puso a cantar una canción infantil para comprobarlo. No era especialmente privilegiada, pero Holly sintió una efervescencia en toda la piel al oírla. No era su voz, sino ella siendo ella, largándose a cantar como si nada cuando a él le avergonzaba. Pensó que le gustaría volver a oírla.
Sin embargo, por más que cantó, la pared no se movió ni un centímetro.
—Bueno, ya sabemos quién no se unirá al coro de pokemon— comentó Mikeas.
Priscilla no lo tomó muy bien, pero no dijo nada, solo se enojó en silencio. Holly dio gracias a los dioses pokemon porque Mikeas fuese tan cabezota. Ni siquiera se dio cuenta que la ofendió.
—Entonces sí debe ser un movimiento lo que mueve esta pared— indicó Snisy— pero como ninguno de nosotros conoce algo así...
—No— lo cortó Holly, sonrojado— yo conozco uno.
—Ah, verdad. Ese ataque que haces con la voz ¿No?— recordó Mikeas.
—¡Muy bien! Así podremos entrar— exclamó Priscilla, aliviada.
Snisy solo se quedó mirando a Holly. Este les dio la espalda para encarar la pared y tomó aire, pero luego se interrumpió.
—No... no se rían, por favor— les pidió.
—Descuida— dijo Snisy
—¿Por qué lo haríamos?— alegó Mikeas— ¡Solo hazlo!
Priscilla se llevó una garra a los labios, curiosa. Se preguntó por qué le costaba tanto a Holly, era solo un movimiento. Entre los tres usaban movimientos todo el tiempo.
—Muy bien, aquí voy— dijo Holly.
Volvió a tomar aire, abrió la boca grande y dejó escapar una melodía cautivadora, que resonó con fuerza en las paredes, pero con una dulzura tan grande que les dio escalofríos a los oyentes. Snisy tuvo que cubrirse los oídos, como si le doliera escucharlo, mientras Priscilla y Mikeas sonrieron con alivio.
Cuando Holly terminó, se produjo un largo y profundo silencio. Miró a sus amigos, confundido. Pero estos sabían tan poco como él.
Entonces, un golpe seco los sorprendió. Desde detrás de las paredes comenzaron a oírse el ruido de engranajes y maquinarias tirando y empujando, tuercas moviéndose y el aullido de piedra contra piedra. De un momento a otro, la pared frente a ellos se dividió por una línea tan fina que ninguno de los cuatro la había visto, y comenzó a abrirse de par en par, lentamente, hasta que ante ellos se descubrió un túnel oscuro.
—¡Jaja! ¡Qué gay!— exclamó Mikeas.
Pero recibió un golpe de Priscilla en el hombro antes de poder decir nada más. Snisy se masajeó las orejas.
—¡No sabía que podías hacer eso!— exclamó Priscilla, contenta.
Holly se sujetó un brazo, incómodo. Era el movimiento que menos le gustaba usar por lo afeminado que se sentía haciéndolo. Al menos Priscilla se veía contenta, eso era bueno.
Los pokemon se acercaron al túnel. Para ese entonces ya se habían acostumbrado a la oscuridad de la cueva, pero el túnel era aun más oscuro. Mikeas tuvo que ir por delante, no porque quisiera, sino porque no podían ver sin él. Bajaron una escalera de piedra fría, angosta y oscura. Luego terminó y continuaron por un pasillo. El aire era heladísimo; Holly y Priscilla tenían que apegarse a Mikeas para aguantar el frío, mientras que Snisy estaba de lo más bien.
No mucho después, llegaron a una segunda puerta. Era alta y ancha como la boca del túnel que habían pasado, pero esta no tenía ningún acertijo, solo una palanca.
—¿Tan fácil?— se extrañó Snisy.
Los pokemon se miraron, preguntándose si sería una trampa, mas solo había una forma de saber. Holly estiró la mano hacia la palanca y la accionó.
Inmediatamente la puerta se abrió, tan ruidosa y pesada como la anterior. Ante ellos se abrió una salón amplio y alto. El suelo y las paredes eran completamente lisos, el aire era helado y el eco presente en cada minúsculo paso. A diferencia del túnel, había cierta luz proveniente del cielo, suficiente para distinguirse las caras, mas no tanto como para ponerse a leer. Holly miró arriba, extrañado, y se encontró con cristales azulados que brillaban, pegados al cielo.
—¿Qué son esos?— inquirió Mikeas.
—Ni idea— contestó Priscilla. Todos pensaban lo mismo.
Tener tanto espacio para ellos solos era extraño. Al otro lado se veía el esqueleto de una gran lámpara de lágrimas, sin ni una vela, colgando de una cuerda vieja. Más allá se hallaba una salida, así que no perdieron tiempo y echaron a caminar. Sin embargo, apenas dieron un paso adentro del salón, un temblor los sacudió. No fue suficiente para botarlos al suelo, pero definitivamente algo andaba mal. De pronto un crujido a los lados los hizo mirar a las paredes. Estas comenzaron a moverse, lentas, pero visiblemente. Poco a poco fueron tomando el espacio del salón, volviéndolo más angosto. Los pokemon rápidamente se dieron cuenta que, si se quedaban ahí, morirían aplastados.
Su primera reacción fue darse la vuelta y dirigirse al túnel por donde habían llegado, pero antes de dar un paso, las puertas se cerraron de golpe y los dejaron atrapados.
—Está bien, nosotros podemos atravesar las paredes— indicó Mikeas.
Tranquilamente se dirigió a la puerta para atravesarla, pero en vez de ir a través de ella, chocó y se golpeó la nariz.
—¡Ay!— exclamó.
—¡No, tonto! ¡Solo podemos atravesar paredes delgadas!— le recordó Priscilla— Estas son demasiado gruesas para nosotros.
—¡¿Entonces qué vamos a hacer?!
Holly miró hacia el otro lado del salón. Era un buen trecho, pero creía ver una puerta abierta.
—¡Solo hay una opción!— exclamó— ¡Vamos, todos debemos correr!
—¡No lo lograremos!— alegó Mikeas.
—¡No con esa actitud!
Holly lo tomó de un brazo y lo obligó a pararse. Físicamente era más débil que el Lampent, pero su actitud fue todo lo que necesitó para que su amigo se levantara.
—¡Vamos!
Echaron a correr a toda prisa, a medida que las paredes alrededor se cerraban sobre ellos. Holly miró hacia arriba, buscando un lugar por donde al menos Priscilla pudiera huir, pero no había. Todos debían correr.
Luego miró a sus compañeros: Mikeas iba adelante, Priscilla a su lado y Snisy por atrás. Por un momento se concentró solo en correr, pero luego su mente perspicaz advirtió que Snisy no tomaba la delantera a pesar de ser el más rápido del grupo. Priscilla también le ganaba en las carreras, pero permanecía a su lado. Sus emociones no le decían mucho, solo que estaba preocupada de llegar a la meta, por ella y por los demás.
—¡Pris, Snisy! ¡Vayan! ¡¿Qué esperan?!
—¡No te dejaré aquí!— alegó Priscilla.
Entonces Holly entendió; lo estaban esperando. No querían abandonarlo, porque sabían que era el más lento del grupo. Pero a ese ritmo solo conseguirían morir con él. Debía haber otra forma.
—Tengo que buscar una manera de salvarnos a todos— pensó, desesperado.
Intentó buscar algo que los ayudara en sus alrededores, pero el esfuerzo de correr le impedía observar detenidamente. Antes que nada necesitaba detenerse, pero eso podría ser un error fatal. Si tan solo tuviera un skate o un carro que lo llevara.
Entonces se fijó en Priscilla, a su lado.
—¡Pris, te necesito!— le pidió.
—¿Eh?
—¡Levántame un momento!
La Haunter lo tomó con sus garras y lo sentó sobre su cabeza, como habían hecho la noche que se conocieron. Desaceleró un poco por el peso extra, pero desde ahí Holly pudo ver con mayor claridad su situación; las paredes habían tomado la mitad del ancho de la sala, ya apenas cabían dos pokemon al lado del otro, debían ir en fila para correr. Mikeas flotaba desesperadamente, pero se iba cansando, la salida aún se veía lejana. Con la velocidad que llevaban, calculó que morirían aplastados apenas unos metros antes de alcanzar el otro extremo.
Entonces se fijó en el cielo; más adelante había un hueco por donde Priscilla podría huir. Más importante, por ahí estaba el esqueleto de la lámpara de lágrimas, colgando sobre la altura de las paredes. Holly tuvo una idea.
—¡Snisy, adelántate!— le ordenó.
—¿Y entonces qué? ¿Me dejarán solo en esta cueva?— alegó el Sneasel.
Holly se extrañó de verlo tan preocupado por unos extraños, bien podría haberlos adelantado desde el principio y nadie lo habría retado por eso. Pero Holly no le pedía que se sacrificara.
—¿Ves esa lámpara?— le señaló— ¡Necesito que la bajes! ¡Solo tú puedes lograrlo!
Snisy pasó bajo Priscilla para adelantarla y mirar la lámpara.
—¿Crees que funcione?— inquirió.
—¡Tiene que funcionar!— exclamó Holly.
Snisy asintió. Luego aceleró rápidamente, saltó sobre Mikeas y corrió a toda velocidad hasta el final. Holly comprendió que nunca estuvo en riesgo, fácilmente podría haber huido en cualquier momento. Pero en vez de dejarlos, en medio de su carrera saltó hacia una de las paredes y se le pegó helando sus pies. De esa manera corrió en diagonal hacia arriba por la superficie lisa, se metió al hoyo con la lámpara de lágrimas, la escaló hasta la cima y de un tajo de sus garras cortó la cuerda que la sostenía. La lámpara cayó pesadamente, un par de metros delante de Mikeas.
—¡Aaaaah!— gritó el Lampent.
—¡Vamos! ¡Vamos! ¡No se detengan!— exclamó Holly.
Las paredes la alcanzaron pronto, tocaron sus extremos, luego la apretaron, pero por un momento se detuvieron. La resistencia de la lámpara contuvo las paredes mientras los pokemon pasaban encima. Los mecanismos chillaron, las paredes intentaban volver a moverse, pero la lámpara se los impedía. Los pokemon corrieron a toda prisa por el camino que les quedaba. Entonces la lámpara cedió, su estructura metálica se dobló bajo la presión. Las paredes continuaron, pero ya no importaba. Mikeas, Priscilla y Holly pasaron con varios segundos de ventaja.
Los tres se desplomaron sobre el suelo, agitados. Snisy los miró desde el frente, con su sonrisa de suficiencia marcada. Luego los cuatro se giraron hacia atrás, para ver cómo las paredes aplastaban a la lámpara por completo.
—¡Eso estuvo de locos!— alegó Mikeas— ¿De quién fue la idea de venir a esta cueva?
Priscilla bajó la mirada.
—Lo siento.
—Está bien, Pris. Nadie sabía que iba a ser tan peligroso— le espetó Holly.
—Fue divertido— comentó Snisy— pero parece que las paredes no van a abrirse pronto. Supongo que no queda de otra que seguir.
Los pokemon miraron hacia el túnel a sus espaldas, preguntándose qué peligros habría más adelante. Holly se puso de pie y comenzó a andar, los demás lo siguieron.
Atravesaron otro largo trecho a oscuras hasta la siguiente sala. Esta no tenía ninguna puerta que la precediera, solo continuaba desde el pasillo y se abría en un salón, no tan grande como el de las paredes que se cerraban, pero bastante grande. Había cristales por las paredes y el cielo, iluminando la habitación con una luz cálida, amarillenta, en contraste con el frío azul de la anterior. También les llamó la atención que había un montón de lianas colgando desde el cielo, como si de pronto se encontraran en una jungla.
Al final de la sala había una especie de altar. No era una puerta o una pared como habían visto antes, pero tenía una palanca de la que se podía jalar.
Los pokemon buscaron por todos lados de la estancia, pero no había otro lugar por donde pudieran continuar. Algo nerviosos, se miraron los unos a los otros.
—¿Creen que sea una trampa?— inquirió Mikeas.
—La otra nos engañó y nos dejó con las paredes que se cerraban— recordó Holly— esta podría ponernos en una situación similar.
—¡Entonces que nadie la jale!— alegó el Lampent.
Pero los demás lo miraron con pena.
—Miki...— le espetó Priscilla.
—No hay otra forma de salir— le hizo ver Snisy.
Mikeas miró hacia todos lados, frustrado.
—¡Debe haber una manera! ¡Vamos, busquemos!
Con eso, el Lampent se puso a recorrer todos los rincones de la sala. Palpó las paredes, sopló el polvo del suelo y tiró de las lianas, pero nada ocurrió, solo le cayeron algunas de las lianas más viejas sobre la cabeza.
—¡Esto es de locos!— exclamó al final.
Holly miró a los demás.
—No queda de otra que tirar de la palanca— les avisó, aunque solo por formalidad. En verdad los tres entendían perfectamente que debían hacerlo— prepárense para lo que sea.
Priscilla y Snisy asintieron.
—Miki, voy a hacerlo— le espetó.
—¡No, no lo hagas!
—Solo prepárate ¿Sí?
Mikeas echó a correr hacia él.
—¡No te atrevas!
Holly estiró la mano hacia la palanca y la tiró. Mikeas se detuvo a su lado, espantado. Por un segundo no ocurrió nada. El Kirlia miró a sus amigos, dejó escapar un suspiro nervioso, pero en ese momento el suelo se abrió y los dejó caer hacia un abismo oscuro.
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