2.- El Camino a la Virilidad
Holly se encontraba en la sala de estar, leyendo un libro sobre evolución pokemon. La casa estaba callada, dado que no había nadie más. Lia se encontraba en la escuela, como la buena niña de 16 años que era, y sus padres trabajando. Esos momentos de soledad eran lo que Holly más apreciaba. Ya llevaba 4 años viviendo con ellos, y aunque se había adaptado a su forma de vivir, aún consideraba esos ratos de soledad como descansos.
Ya había memorizado el libro, un pequeño volumen sobre pokemon psíquicos, como parte de un juego de los 18 tipos. Le agradaba ese tomo en particular, dado que aparecían características de su especie y así podía imaginarse cómo sería en el futuro, o al menos cómo esperaba ser.
Según el libro, un Kirlia macho podía evolucionar a un Gardevoir si se hacía lo suficientemente fuerte, o a un Gallade, si entraba en contacto con una piedra Alba.
Por supuesto, Holly anhelaba entrar en contacto con esa codiciada piedra. Solo un toque de su dedo meñique y se convertiría en un apuesto y musculoso Gallade, a quien todos admiraban por su honor y fuerza. De esa forma, ni siquiera Lia podría negar su masculinidad.
—Tengo que conseguirla— se dijo Holly— de alguna forma.
Pero de pronto, un portazo interrumpió sus pensamientos, al mismo tiempo que el sentimiento de emoción ajeno invadió su mente como la luz atraviesa la oscuridad. No necesitó enfocarse para saber que ya había llegado.
Poco después, ella surgió desde el pasillo. Liatris corrió hacia su Kirlia, lo tomó en brazos y lo alzó en el aire con energía.
—¡Holly!— exclamaba ella, mientras lo zamarreaba con más violencia de la que creía— ¡Holly, Holly, Holly!
Cualquier desconocido que los viera en ese momento habría pensado que la muchacha intentaba matar a ese pobre pokemon de tanto que lo zamarreaba, pero Holly ya estaba acostumbrado.
—¿Qué sucede, Lia?
—¡Vamos de compras!— contestó ella, depositándolo en el sillón— ¿Qué te parece un nuevo vestido?
—¡No necesito un vestido!— Holly se cruzó de brazos, hastiado con el comportamiento de su ama— ¿Qué tal unos pantalones?
Lia suspiró, como si Holly fuese un tonto.
—Ay ¿Pero cómo te vas a poner pantalones cuando esa falda es parte de tu cuerpo?
—¡No es una falda! Es piel— alegó él— Solo digo que me gustaría algo más masculino, es todo.
Lia intentó ocultar una risita.
—¿Y qué es todo esto? ¿De repente te dieron ganas de ser un chico?
—¡Pero si soy un chico! ¡Te lo vengo diciendo desde hace cuatro años!
Pero como siempre, Lia contestó con una risita liviana, como si se tratara de una broma.
—Como sea, papá me dio dinero, así que iremos de compras al centro comercial.
Holly abrió mucho los ojos ¿El centro comercial? No estaba seguro, pero podía ser que ahí vendieran piedras evolutivas.
—Bien.
—¡Sí, iremos de compras!
Lia tomó a Holly de una mano, y sin preocuparse mucho por su bienestar, echó a correr a toda velocidad hacia la puerta, que volvió a cerrar de un portazo.
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En poco tiempo llegaron al centro comercial. Lia tomó su bicicleta y se la echó en el bolso, y sacó a Holly de su pokebola para que estirara las piernas. Si había algo que Holly le agradecía, era que no solía mantenerlo por mucho tiempo dentro de aquella incómoda cápsula reductora.
Al entrar al centro comercial se toparon con el mapa; un aparato atornillado al suelo con una voz y proyectores holográficos, que ayudaba a la gente a ubicarse.
—Muéstrame las tiendas de ropa— le pidió Lia.
La consola inmediatamente recreó un mapa holográfico, que le mostró dónde estaba, cuál era su destino y qué camino tenía que seguir para llegar ahí.
—¿Podríamos ir a ver piedras?— le pidió Holly, esperanzado.
—¿Piedras? ¿Para qué quieres ir a ver Piedras?— se extrañó Lia— Podrás jugar con piedras de camino a casa, ahora es tiempo de comprar.
Lia se puso en marcha, pero Holly no iba a dejar que su entrenadora ninguneara sus sueños así como así, por lo que se adelantó a ella y le bloqueó el paso con su menudo cuerpo.
—¡Por favor! Es muy importante para mí.
Lia se lo quedó mirando, con sus grandes ojos azules por un buen rato. Holly podía sentir su emoción de ir de compras y su confusión ante su comportamiento, pero para él, esa piedra era muy importante.
—De acuerdo— cedió al fin— cuando terminemos de comprar vestidos, iremos a ver tus piedras ¿Bien?
Holly esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Por fin, después de años de hablar con una pared, por fin veía un camino hacia la masculinidad.
Así que partieron a ver vestidos.
Nada más entrar en la primera tienda, Lia pescó un vestido rosado y se lo arrojó a su Kirlia a la cabeza.
—¡Póntelo!— exigió, con la emoción desbordándosele de los ojos.
Holly miró el vestido, una prenda de un rosa chillón con moños y símbolos que indicaban feminidad.
—Está bien, pero recuerda tu promesa.
Lia asintió con energía, por lo que pronto Holly se vio a sí mismo modelando para su ama, dando vueltas para hacer levantar el vestido y haciendo poses femeninas y sonrisas falsas que por poco le provocan un tic nervioso.
Después de un buen rato, Lia decidió que el vestido no le gustaba, por lo que tomó otro, uno verde musgo con cintas en los brazos, y se lo puso ella misma, y de nuevo a hacer todas las poses y vueltas y sonrisas. Holly sintió varias veces el deseo de hacer tiras las prendas de ropa, pero lo aguantó todo, todo por la tienda de piedras.
Así pasaron tres horas, tres malditas horas en que Holly no hizo más que pensar en aquella roca azul brillante que había visto en el libro, y en la forma regia y masculina que adquiriría al tocarla.
—No sé...— masculló Lia, luego de haber probado todos los vestidos de la tienda— ¿Crees que deberíamos ir a otro lugar?
—¡¿Otro lugar?!— exclamó Holly— ¿Cuántas tiendas de ropa hay en el centro comercial?
—No sé— Lia se encogió de hombros— ¿Unas treinta?
—Cincuenta y cuatro, señorita— le corrigió la empleada de la tienda, tras el mostrador.
—¿Tantas tiendas?— saltó la niña, alegre.
—¡¿Tantas tiendas?!— sollozó Holly, sin esperanza. Luego se dirigió a su ama— Lia, no hay forma de que podamos ir a todas ¿Por qué no elegimos uno de los vestidos de aquí y nos vamos?
—Pero yo quiero uno que te quede perfecto— alegó la niña.
En eso Holly reparó en un detalle de su plan que no encajaba del todo.
—Lia... ¿Qué harás con el vestido cuando evolucione?
—¿A qué te refieres? ¿Evolucionar?— se extrañó la niña.
Holly no pudo creer la mirada de incredulidad de su ama.
—Sabes que los Kirlias evolucionamos ¿Verdad?
De pronto la cara de Lia se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Es cierto! ¡Te convertirás en una linda... am...— se llevó un dedo al mentón, sin lograr recordar en qué evolucionaban los Kirlias
—Gallade— la ayudó Holly.
—¿Estás segura?— inquirió Lia— No me parece que ese era el nombre.
—¿Gardevoir?— la ayudó la empleada.
—¡Eso es, Gardevoir!— exclamó Lia— ¡Te convertirás en una linda Gardevoir! Tienes razón, Holly. Crecerás mucho de la noche a la mañana, pero yo te quiero ver linda ahora. Si estás lista para evolucionar, al menos podré sacarte una foto con un vestido para guardar el recuerdo ¿No crees?
Holly se detuvo un momento. Lo del recuerdo era válido, pero no que pensara que sería un Gardevoir en el futuro. No, de ninguna forma, él sería un Gallade y punto. Sin embargo, rápidamente se le ocurrió una forma de usar las ansias de Lia a su favor.
Holly abrió mucho los ojos, como si se sorprendiera de algo.
—¿Qué sucede?— preguntó la chica.
Holly acercó una de sus pequeñas manos al hombro de su ama, aprovechando que esta se encontraba inclinada hacia él.
—Creo que es la hora...— dijo con una voz sin aliento.
—¡No puede ser!— exclamó la empleada— ¿Vas a evolucionar?
—¡¿Qué?! ¡¿En serio?! ¡Pero si todavía no le he comprado un vestido!
Holly se llevó una mano al pecho y se encogió un poco, como si le doliera algo.
—¡No lo podré contener por mucho tiempo!— mintió— ¿Vas a tomar esa foto o no?
Lia se llevó las manos a la cara, alarmada.
—¡Pero no sé cuál ponerte! ¡Todos son tan lindos!
En ese momento la empleada le arrojó uno de los primeros vestidos que se habían probado.
—¡Este le quedará bien!— aseguró.
Lia lo atrapó en el aire, se lo puso a Holly y sacó su cámara para preparar la foto.
—¡Rápido, Holly! ¡Intenta sonreír!
Holly, entonces, dejó de actuar para dar su mejor reverencia de niña pura y esperó pacientemente a que Lia tomara la foto. Sintió el flash quemándole las retinas, oyó el pitido de la cámara, pero no se movió hasta que Lia quitó el lente de su ojo.
—¡Listo! ¡Ahora puedes evolucionar, Holly!
Pero Holly no pensaba hacerlo tan pronto. Rápidamente se quitó el vestido, tomó la mano de Lia y la arrastró consigo corriendo hacia el exterior de la tienda.
—¡Ah! ¡Esperen!— alegó la empleada— ¿No van a comprar nada?
Pero Lia y Holly se encontraban muy lejos para oírla. El Kirlia no podía pensar en nada más que en esa piedra. Las ansias lo carcomían por dentro.
Pronto llegaron a la tienda de piedras, que tenía poca clientela al momento. Holly soltó la mano de su ama para dirigirse directamente al mostrador.
—¡Deme la piedra alba!— exigió al empleado.
El hombre que atendía la caja bajó la vista para mirar al desesperado Kirlia que se había abalanzado sobre el mostrador, y luego se fijó en la muchachita que entraba detrás del pokemon, algo confundida con todo.
—¿Quieren comprar la piedra alba?— inquirió el vendedor.
—¡Sí, esa piedra! ¡Ahora!— exclamó Holly.
—Tranquila, Holly. No seas maleducada— le reprendió Lia, para luego dirigirse al empleado— Disculpe, ha estado rara últimamente. Dice que quiere una piedra malva o algo así.
—Ah, claro. No hay problema... solo que ya no hay— aclaró el vendedor.
—¡¿QUÉ?!— gritó Holly —¡¿QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?!
—¡Holly!— le llamó la atención Lia.
—Las piedras alba se nos agotaron. No llegarán más hasta el próximo mes.
—¡¿QUEEEEEE?!
—¡Holly, deja de gritar!— le ordenó Lia— ¿No hay otra piedra que quieras?
—¡¿De qué me serviría otra piedra?!— alegó él.
Luego cayó de rodillas, rendido. Lia suspiró y se agachó junto a él.
—¿Por qué estás tan apurado por esa piedra? ¿Quieres hacer algo con ella?
—Supongo que quiere evolucionar— intervino el vendedor.
—¿En serio? ¿Puede evolucionar con piedras?— se sorprendió Lia.
—Claro, un Kirlia macho evoluciona a un Gallade con una piedra alba.
Con eso Lia se echó a reír.
—Oh, Holly. Eres tan tontita— entonces la tomó en brazos— Tú no puedes usar esa piedra, porque eres niña.
—¡Soy macho! ¡Debajo de esta falda me cuelgan las bolas! ¡¿Cuándo lo vas a entender?!
Pero como siempre, Lia rio con sus comentarios y los pasó como bromas, lo poco que les puso atención.
—Bien, creo que es hora de irnos. Parece que no vas a evolucionar aún, así que podemos pasar por esa tienda de ropa para buscar el vestido con el que te tomé la foto. Creo que es el que más me gusta. Qué gran ojo de la vendedora ¿No?
Holly no pensaba rendirse, pero al menos ese día ya lo daba por perdido. Solo podía esperar tener más suerte la próxima vez, porque casi nunca lo llevaban al centro comercial.
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Momento de la entrevista
Liatris:
"¿Qué edad tienes?"
—16 años
"¿Tu altura?"
—1,64 m
"¿Peso?"
—¡¿Qué te crees?! ¡Soy una señorita!
"¿Apariencia?"
—Qué raras tus preguntas. Tengo el pelo negro, me gusta atarlo en una trenza. Mis ojos son azules, jiji ¡Ah! Y mi papi dice que soy la más bonita del Universo"
"¿Cuáles son tus aspiraciones en la vida?"
—No sé. Quiero ir a Kalos algún día, supongo... ¡Ah! Y que mi Kirlia evolucione en una linda Gardevoir y encuentre novio. Tengo un muy buen candidato en mente.
*Aparece Holly desde un lado
—¡Soy macho, maldición!
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