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17.- Doble vía (1/3)


Priscilla no había dejado de pensar en Holly en toda la noche. Incluso cuando se levantó y tomaba desayuno, pensaba en lo que harían juntos ese día. No se veían todos los días, pero de todas formas lo hacían con frecuencia. Se sorprendió de lo mucho que se había acostumbrado a su presencia, a ponerse contenta cuando lo encontraba y a extrañarlo en cuanto se separaban. Se dio cuenta que lo quería.

Se sonrojó, desconcertada.

—Pero...— se dijo— pero yo lo rechacé ¿Él aún me querrá?

Pasó el resto del día algo nerviosa, pensando en esa posibilidad. Pensó que lo mejor, de momento, sería actuar de forma casual. Había pasado mucho tiempo, incluso había escuchado rumores de que una Gardevoir había aparecido en el bosque cerca. Seguro Holly habría conocido a alguien más en esos meses. Alguien que le correspondiera, que fuera feliz con él, que lo alejara de Priscilla...

Pensar eso la puso triste.

No estaba segura de cómo manejar esos sentimientos. No estaba segura de si podría encarar a Holly. Había hablado con él miles de veces, pero la sola idea ponía su pelo de puntas.

Pero quería verlo, quería verlo de verdad. Lo había extrañado por una noche entera. Además, al menos Holly no la odiaba. Eran amigos ¿Qué podría salir mal?

Priscilla fue a la playa a la hora habitual. A lo lejos notó a Holly discutiendo con unos Tentacool, en la orilla con el mar. Parecía que los pokemon de agua habían intentado botar su basura ahí mismo.

—Quizás no es el mejor momento— pensó Priscilla.

Se dio la vuelta para regresar, pero se obligó a detenerse.

—¡No! ¡Holly está ahí, quizás está en problemas! ¡Podría necesitar apoyo! ¡Soy su amiga, es mi deber estar ahí para él!

Se giró de nuevo hacia la playa, pero al ver a Holly de nuevo, se paralizó. Quería estar con él, pero su presencia lo ponía muy nerviosa. Se giró para regresar otra vez, pero otra vez se obligó a parar y a girarse hacia Holly. Los nervios la mataban, pero sabía que no conseguiría nada alejándose de él.

—¡Aquí voy, Holly!— exclamó en su mente.

—¡Pris!— escuchó una voz familiar.

Se giró, sorprendida, y se encontró con Mikeas, quien aparecía por un caminito desde la playa.

—¿Miki?

—¡Pris, qué... qué bueno verte!

Priscilla lo miró desde la base hasta la punta de la llama. Aunque llevaba un buen tiempo así, seguía sin acostumbrarse a su nueva forma como Chandelure.

—Ah, claro

Priscilla se giró hacia Holly, lista para partir hacia él, pero Mikeas continuó hablando.

—Oye, hoy es particularmente bueno, porque ¿Sabes? He estado pensando un montón últimamente.

Priscilla se giró hacia él.

—¿Eh?

Mikeas parecía tenso por algo, pero intentaba actuar como si no le importara.

—¿Tienes unos minutos? Me gustaría hablar de algo contigo, algo más o menos importante.

—Ah...— Priscilla volvió a mirar a Holly. Este le dio una mano al Tentacool. Parecía que ya habían solucionado sus diferencias. Por alguna razón que no entendía, Priscilla se desilusionó de esto— ¿Puede ser más tarde?

Mikeas se sorprendió unos segundos, pero se recompuso de inmediato.

—¡Claro, claro! ¿Cuándo puedes?

Se fijaron para el siguiente día. Priscilla no se imaginaba qué era eso importante que querría hablar Mikeas, nada de lo que hacía parecía importante en absoluto ¿Quizás tendría relación con una piedra alba? Seguro era eso.

—Miki es un buen amigo— pensó ella, mientras se dirigía hacia la playa— yo le prometí a Holly buscar una piedra alba juntos. Ya he investigado un poco, pero tengo que esforzarme más.

En eso, el Kirlia se dio la vuelta y la vio aproximándose. Priscilla no pudo evitar sonreír un poco al verlo. A su lado se sentía cómoda, a su lado no tenía que hacer de niñera de nadie, como con Marcial, ni tenía que conservar las apariencias, como con otros pokemon. Podía ser ella misma.

—Prís, qué bueno verte— la saludó Holly.

La sonrisa de Priscilla se ensanchó. Sus nervios se esfumaron de momento.

—Hola, Holly.

—/—/—/—/—/—

Pasaron juntos un buen rato. Jugaron en la playa, comieron unas bayas, pasearon por el pueblo y finalmente fueron al escondite secreto para descansar.

En ese momento, al verlo relajado sobre el sillón viejo, Priscilla se preguntó si estaría bien decirle lo que había estado escondiendo todo el día, pero no fue capaz.

—Así no, no puedo decírselo en este lugar feo— pensó.

Le gustaba su escondite secreto, pero no quería que ese fuera el lugar de su confesión. Quería algo que reflejara la importancia de lo que iba a decir, preparar a Holly para el momento sin que se diera cuenta. Tenía que hacerlo bien, solo tendría una oportunidad.

Entonces, para su sorpresa, el Kirlia se giró hacia ella. Priscilla saltó de la sorpresa.

—¿Querías decirme algo?— adivinó Holly.

Priscilla se puso roja.

—¡No! ¡¿Cómo lo supiste?!— dijo, pero de inmediato se tapó la boca.

—¡Soy una tonta! ¡¿Cómo pude decir eso?! ¡Ahora lo sabe!

Pero Holly sonrió con calma.

—Puedo percibir las emociones de los demás ¿Recuerdas?

Priscilla se tapó la cara, avergonzada. Holly advirtió su repentino cambio de emociones, así que se abstuvo de insistir, pero le daba curiosidad por qué se había puesto así.

—¡No! ¡Digo, sí! ¡Digo... ¡No sé, no me mires!— exclamó.

—Ah... claro.

Holly se dio la vuelta, confundido. Priscilla notó que le hacía caso, y esto la hizo sentirse peor.

—Es... no es que... — musitó, pero ni siquiera estaba segura de qué intentaba decir, hasta que se sacudió la cabeza y tomó una decisión— ¡Volvamos a juntarnos mañana! ¡Aquí mismo! ¡Tengo algo importante que hablar contigo! ¿Bien?

Holly se volteó hacia ella, extrañado, pero no pudo ver su cara. Priscilla flotó a toda velocidad hacia la puerta y la atravesó, dejándolo solo. Holly se puso de pie y salió tras ella.

—¡¿Pris?! ¿Estás bien?— le preguntó, pero en cuanto abrió la puerta para salir, ya no la veía. Había huido.

Holly miró el escondite secreto de Priscilla una última vez, completamente confundido.

—¿Dije algo que le cayó mal?— se preguntó.

Aún confundido, apagó las luces y cerró la puerta tras de sí.

—/—/—/—/—/—

—¡Soy una tonta! ¡Soy una tonta!— exclamaba para sí, mientras flotaba a toda velocidad hacia la casa de su entrenador.

Atravesó la puerta y el pasillo. Iba a subir las escaleras a la pieza de Marcial, cuando este la detuvo.

—¿Pris?— la llamó desde la base de las escaleras.

La Haunter no tenía ganas de hablar con nadie en ese momento, pero su entrenador era su entrenador. Comiéndose sus ansias, Priscilla se giró. Marcial no pareció notar su frustración.

—Pris, ven, quiero presentarte a una persona— le espetó Marcial.

Priscilla lo siguió hasta la sala de estar, donde un desconocido estaba sentado, tomando té.

—Esta es mi Haunter, Priscilla— la presentó Marcial al desconocido.

Priscilla lo miró de pies a cabeza. Se trataba de un tipo flaco y pálido, de aspecto tenebroso, ojeras grandes y marcadas, y un collar con una calavera humana, pero del tamaño de una pelota de golf. Sin embargo, por muy tenebrosa que fuera su imagen, su cara se iluminó cuando la vio.

—¡Oh, es una Haunter preciosa! Hola, Priscilla. Es un gusto conocerte. Me llamo Geranio. Soy un entrenador pokemon especializado en tipo fantasma.

—Ah... hola— lo saludó Priscilla

—Geranio tiene a sus pokemon en el patio ¿No quieres ir a jugar con ellos?

Priscilla miró al suelo.

—Eh... en verdad me la pasé jugando todo el día. Estoy un poco cansada.

—Oh, vamos, Priscilla. Al menos anda a saludarlos. Ellos han estado esperando todo este tiempo para conocerte.

Priscilla no pudo discutirle, así que fue al patio. Ahí estaban los pokemon de Geranio; un Drifblim, de gordo cuerpo de globo, que flotaba alegremente, un Trevenant, alto y con cuerpo de madera, y un Haunter como ella. Los tres la miraron y la saludaron cordialmente, aunque no mostraron mucho interés en ella. Priscilla escuchó que conversaban algo de una máquina y de una despedida para el Haunter. Pero ella estaba tan nerviosa que apenas podía prestarles atención. Todos sus pensamientos iban hacia lo que le había dicho a Holly.

—¿Querrá verme después de la manera en que lo traté?— se preguntó— ¡Soy una bruta! ¡Ahora estará molesto conmigo y no podré decirle... decirle...

Pero la sola idea la puso roja de nuevo. Marcial no la supervisaba en ese momento, y ya se había presentado, así que supuso que podía regresar a su habitación. Ahí se quedó pensando largo y tendido sobre el siguiente día.

Cuando Marcial subió, parecía extrañamente más cariñoso que de costumbre. Le llevó un pastelito y recordó en voz alta algunas de las experiencias que habían vivido juntos. Priscilla le siguió el juego, un tanto sorprendida de verlo así, pero continuaba distraída por Holly.

—Sí, hemos pasado muchas aventuras juntos— recordó Marcial, mientras ponía una mano sobre la cabeza de la Haunter— te voy a extrañar, Priscilla.

Esto la confundió un poco.

—¿Eh?

Marcial pareció extrañado de su reacción, hasta que reparó en algo.

—Ah, claro. Creo que no te lo hemos dicho a ti— le espetó— Geranio y yo vamos a intercambiar pokemon.

Priscilla se lo quedó mirando, desconcertada.

—/—/—/—/—/—

Mikeas se sentía bien. Ese día era perfecto, Laura estaba contenta, nadie le había echado la lata y había ganado todos sus combates en el colegio, los tres combates en todo el día. Era un nuevo récord. Nada podía salir mejor.

Desde que evolucionó, tenía ganas de hablar con Priscilla y decirle que la quería. Sin duda, después de demostrar su poder en el colegio, ella lo habría visto venciendo a un pokemon o habría sabido de él. Estaba seguro que ya tendría sentimientos por él, seguro estaba esperando que él diera el primer paso.

—No puedo esperar a encontrarla— se dijo.

Pero no se toparon en todo el día. No importaba, siempre había tiempo. Pronto las clases terminaron, y Mikeas volvió junto a Laura hacia su casa, cuando advirtió a Priscilla, que flotaba junto a su entrenador.

—¡Ah, excelente!— se giró a su ama— Laura ¿Te puedes adelantar? Tengo algo que conversar con esa Haunter de allá. Ya sabes, cosas de pokemon fantasma.

—Ah, está bien— Laura de todas maneras miró escéptica a la Haunter— de todas formas ten cuidado ¿Sí?

—¡Claro, claro! Tú descuida.

Laura se marchó, instada por el resto de sus amigas. Holly no había ido al colegio ese día, una lata. Mikeas había esperado que su amigo lo felicitaría en cuanto tuviera una novia, pero no importaba, ya le contarían. Emocionado, y algo nervioso, Mikeas se acercó a Priscilla. Notó que su entrenador, Marcial, conversaba con un tipo horrible, pálido y con ojeras marcadas. Esperó no estar interrumpiendo algo.

—¡Pris! ¡¿Cómo te va?!— exclamó Mikeas.

La Haunter se dio la vuelta y lo encontró aproximándose. Mikeas la miró, emocionado, pero se dio cuenta que su enorme sonrisa se había ido. Quizás estaba cansada.

—Oye, Pris ¿Tienes un tiempo ahora? En verdad me gustaría hablar de algo contigo.

—Ah, claro...— contestó, no tan concentrada en la situación como Mikeas habría esperado.

Se alejaron un momento de los entrenadores, a hablar entre los árboles afuera del colegio.

—Oye, Pris, me he estado guardando esto, pero nunca te pregunté qué te parece mi nueva forma. A que es espectacular ¿Eh? Te gusta ¿Eh?

Priscilla lo miró de pies a cabeza, como si recién se hubiera dado cuenta de que había evolucionado.

—Está... está bien, Miki. Es una buena forma.

—¡Lo sabía! En fin— su llama interior poco a poco fue enrojeciendo— Pris, tú también eres una pokemon genial, y me preguntaba si... si, bueno, si tú algún día quisieras... quisieras...— iba muy emocionado al principio, pero mientras más se acercaba a decirlo, más tímido se ponía— ¿Te gustaría salir conmigo?

Levantó la mirada. No sabía qué se había esperado, pero no se esperó su expresión de completa sorpresa. Sin embargo, no era una sorpresa alegre. Priscilla parecía lamentarse por algo. Incluso el cabezota de Mikeas podía darse cuenta.

—Miki...— musitó ella. Lo tomó de los brazos con sus grandes garras— Miki, lo siento tanto. Deberías olvidarte de mí.

El Chandelure se quedó un momento paralizado, sin poder reaccionar. Luego saltó de la sorpresa.

—¡Espera, espera, espera! ¡¿Qué significa eso?! Pris... ¿Me estás rechazando?

Priscilla miró al suelo. Nunca había esperado que alguien se le confesara.

Luego recordó a Holly. Él había sido el primero.

—Claro, alguien ya se me había confesado antes— recordó.

Miró a Mikeas.

—No es eso— le dijo— Eres divertido y confío en ti, pero eres un poco egocéntrico, y eso te hace perder perspectiva de los que te rodean.

Mikeas sintió eso como un flechazo en el corazón, y estuvo a punto de doblegarse del dolor.

—Además... ya no nos volveremos a ver— le indicó Priscilla.

Mikeas la miró, contrariado.

—¿Eh?

Priscilla apretó los labios, angustiada.

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