Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟻𝟷. É𝙻

Hagler abrazó a Nona para, acto seguido, colocarla detrás de él. Dispuesto a sufrir los ataques que Holly pretendiera lanzarles.

—Antes de que perezcas, te daré lo que viniste a buscar, Nona. —La voz de Holly se había tornado espeluznante; más baja, más amenazadora. La abogada se abrazó a la espalda del detective, aunque la curiosidad era demasiado brutal como para ignorarla—. Siempre te preguntaste por qué pedí que te buscaran precisamente a ti de entre una centena de abogados. Y que fuera yo la única capaz de revelarte aquella verdad que tanto ansiabas conocer. Esa que solo en este maldito pueblo podrías descubrir.

—Holly, basta —advirtió Samuel.

Mientras hablaba, una sombra detrás de la mujer caníbal incrementaba su tamaño; lenta, aunque constantemente. Y todos la miraban, pasmados y atemorizados de lo que esa simple mancha oscura les hacía sentir en lo más profundo de sus almas. Hagler disparó el arma, no le importaban ni la ley ni las consecuencias de sus actos, pero a pesar de que descargó el cartucho entero sobre Holly, las balas terminaron clavadas en la pared sin que lograsen hacerle el menor daño.


La mujer amplificó la sonrisa.

—Yo te envié a buscar Hagler por una razón. Sabía que pretenderías seducirlo. Después de todo, tú no te hiciste de cierta reputación solo porque sí. De esa manera me aseguraba que nadie en el pueblo a quien intentases sonsacarle la información, te revelara nada.

Nona se separó un poco de Brent para mirar de frente a Holly. Finalmente estaba a punto de revelarle todo y por alguna razón, comenzaba a desear que la boca de esa mujer no dijera absolutamente nada más.

—Te sugerí que te acostaras con él y no dudaste en hacerlo. Aunque lo cierto es que jamás imaginé que él te correspondería, y mucho menos que nacería algo más de aquello. Pero eso solo hace que todo esto parezca mucho más gracioso.

—¿Qué? ¿De qué rayos hablas? —inquirió Hagler. Nona se llevó una mano a los labios mientras intentaba descifrar las palabras de Holly.

La sombra continuaba creciendo a sus espaldas, y con ella, crecía la confianza de la mujer caníbal.


—Voy a contarte una historia —comenzó—. Sobre un hombre y una mujer que se enamoraron perdidamente en un pueblo olvidado por Dios. La mujer dejó familia, estudios y empleo solo para complacer las necesidades del chico, pues lo cierto es que este, cuando soñaba, soñaba muy alto. Les costó sudor y lágrimas conseguir ese anhelado puesto en una comisaría pequeña, pero a la mujer no le importaba. Estaba acostumbrada a arreglar el problema, sin darse cuenta de que ella era el problema en la relación. Era ella quien le impedía al chico crecer como persona. Eso suele pasar, ¿saben? Porque ese chico tenía un trastorno severo, el cual ella prefería ignorar antes que ofrecerle una solución.


Poco a poco Hagler comenzó a bajar el arma, atónito.

—El chico no podía dejar de infringirse heridas en los brazos. Es un mal necesario en ocasiones. —Hagler miró confundido los vendajes que ocultaba debajo de la camisa. Esos vendajes que revelaban su trastorno de años. Holly prosiguió—: A veces la vida es una porquería y el dolor solo puede ser aplacado con más dolor. Este chico era un masoquista, pero la joven no pretendía cambiarlo. Ella lo amaba con toda su alma... o al menos así fue hasta que un tercero llegó. —La mujer sonrió de modo pérfido—. Pero no piensen mal, porque el tercero ni siquiera podía hablar. Era un bebé. Fue entonces cuando la mujer comprendió que no podía seguir viviendo de la misma manera. Ahora tenía a alguien a quien proteger, alguien que necesitaba de ella más que cualquiera otra persona en el mundo, incluido él. De modo que decidió abandonarlo para siempre y mudarse a la ciudad. Ahí cuidaría de su hija. —Nona contuvo el aliento—. Lo gracioso es que hasta se cambió el nombre con tal de que el padre de esa pequeña no lograse encontrarlas jamás. —La risa que Holly dejó escapar provocó que Nona sintiera escalofríos en todo el cuerpo. No lograba comprender sus palabras, pero entre más comenzaba a esclarecerse la verdad en su cabeza, ella deseaba no poder escuchar más—. La muy estúpida creyó que él intentaría buscarla algún día, pero él no lo hizo jamás, ¿no es así, Brent?


El detective se quedó mudo. ¿Por qué Holly contaba su vida con Michelle? ¿Y de qué hablaba al decir que estaba embarazada? ¿En verdad había sido ese el motivo que tuvo para abandonarlo hacia casi veintisiete años?

—No, no, no... esto no puede ser. ¡No! —gritó Nona al tiempo que se llevaba ambas manos a la cabeza—. ¿Cómo permitiste que esto pasara?

—Yo no hice nada, Nona. Fuiste tú quien decidió por voluntad propia dormir con tu propio padre.

—¡¿Qué?! —Hagler soltó el arma, movido por la sorpresa de lo que acababa de escuchar—. Tú... tú eres hija de Michelle. Eres...

La aboga comenzó a gritar de modo incontrolable. No podía estar pasando eso. ¿Cómo podía haberse enamorado del padre que tanta falta le había hecho? ¿Del hombre por el que había cometido todos aquellos delitos? ¿Del hombre que amaba con un amor perverso, de mujer?

—¡¿Por qué?! —gritó, y su garganta se desgarró—. ¿Por qué me hiciste esto? ¡¿Por qué lo hiciste, Holly?! ¡¿Por qué me trajiste hasta aquí con la promesa de ayudarme a buscar a mi padre?!

La mujer comenzó a reír sin mesurarse en nada. Samuel bajó la mirada. Si bien, no estaba seguro de aquella revelación, ya tenía sus sospechas al respecto. Después de todo, las habladurías en el pueblo no dejaban de taladrar por doquier, en busca de nuevos oídos que se prestasen al cotilleo. Eso no era un secreto para Oyster Bay salvo para Brent y Nona.

—Te busqué a tu padre. Ahí lo tienes. —Señaló a Brent—. He cumplido mi palabra.


Nona miró al detective. Este tenía unos ojos repletos de lágrimas. Pero, aunque había deseado abrazarlo con todas sus fuerzas, su único instinto fue el de correr, huir de aquella escena y dejar atrás todo lo que había acontecido en aquel lugar.

Holly intentó detenerla, pero algo haló de ella. No tenía permitido moverse de ahí, no aún; y ella lo aceptaba gustosa si con ello lograba tenerlo a ÉL de su lado.

—No te vayas, Brent, porque aún no termino contigo —murmuró, retando con la mirada al detective. Samuel apretó los puños. ¿Qué diablos se traía entre manos esa mujer? Desconocía las causas por las que había dejado ir a Nona, pero al menos eso le bastaba para permanecer un poco más tranquilo.

—¿Qué quieres conmigo, maldita? Después de lo que has hecho, no creo que puedas herirme de modo alguno.

Holly sonrió.

—Los cortes que te hacías en los brazos no fueron la única causa de que Michelle decidiera alejarse de ti para siempre, Brent. También lo hizo tu obsesión por el trabajo. Eres sin duda alguna el mejor detective que ha tenido Oyster Bay, pero incluso de eso te he despojado. No solo me encuentro en libertad, sino que has sido un completo desastre durante el juicio entero. Y, además, permitiste que un inocente quedase en manos suyas.

A la mente de Hagler volvió el recuerdo de las notas que supuestamente ÉL le había mandado, en las que confesaba que aún había una víctima más que ayudar.

—Él tiene un mensaje más para ti, ¿sabes? Quiere que te enteres de que tu inocente se encontraba frente a tus ojos todo este tiempo. De que fuiste demasiado estúpido como para no darte cuenta pese a que las pistas que se encontraban ante ti. Quiere que sepas que esa persona morirá hoy ante tu impotencia y estupidez.

—Nona —murmuró él, haciendo el gesto de salir despavorido del lugar y buscar a la abogada. No obstante, al igual que sucediera con Holly, resultó atrapado por un hilo invisible. De nada sirvieron los esfuerzos que hizo por escapar del abrazo, Hagler no logró hacerlo.

Samuel también parecía atrapado por aquella energía, como tentáculos de pulpo que se esparcían por toda la habitación y hacían de ellos lo que era su voluntad.

—No te irás —repuso la mujer—. Hasta que sus órdenes se cumplan al pie de la letra.


Una risa infantil comenzó a llenar la estancia, seguida por la macabra risa de la caníbal cuyos brazos temblaban debido a la exaltación y el gozo que sentía. Sus cabellos rojizos se movían al compás de su risa mientras sus ojos se le llenaban de lágrimas por el triunfo. No obstante, las sacudidas de satisfacción se hicieron cada vez más violentas, y cuando unos segundos atrás los labios de Holly no sabían expresar nada más que alegría, en esos momentos se tornaron turbios; denotando un dolor intenso que ni con gritos era capaz de enunciar.

Tanto Brent como Samuel se quedaron estáticos ante lo que sucedía. La mirada de Holly los perforó con una evidente súplica de auxilio, pero, aunque ambos intentaron aproximarse a ella, la energía que ahora los rodeaba les impedía gesticular un solo movimiento.


La sombra que unos momentos atrás se alzaba sin ninguna forma humana, elevó lo que parecían dos manos delgaduchas que terminaban en garras afiladas. Con un ágil y certero movimiento, estas se clavaron en la espalda de la mujer. Fue entonces cuando las garras fueron visibles en el estómago de Holly, y parecían pugnar por atravesar del todo la carne y los órganos.

Cuando las extremidades de ultratumba por fin lograron atravesar el cuerpo entero, Brent se dio cuenta de lo que pretendían hacer. No supo cómo demonios logró hacerlo, pero su deseo de protección fue mucho más poderoso que los tentáculos invisibles que lo sostenían, y por un momento fue capaz de correr hasta la caníbal quien, incluso a pesar de haber sido atravesada, se mantenía consciente, sin poder decir palabra alguna, con unos ojos llenos de lágrimas de sangre y mirando a Hagler de manera suplicante. Aquella mirada se clavaría en la mente de Brent para siempre.


Él extendió ambas manos hacia Holly, provocando que aquello lo arrojara con violencia al otro extremo de la estancia. El detective iba a ponerse de pie una vez más, a luchar todo lo que pudiera luchar con tal de salvar a su último inocente, pero las manos espectrales comenzaron a separarse con lentitud. Causando estas un ruido que a ambos hombres ahí presentes les pareció horroroso. Un sonido tan escalofriante que ni siquiera en sueños serían capaces de olvidar, aunado esto a la visión de la mujer caníbal mientras era separada, cual hoja de papel, de sus extremidades laterales. La sangre brotó a chorros por todos los rincones, salpicando incluso los rostros de Samuel y Brent, quienes aún con el horror de lo que sucedía ante ellos, eran incapaces de tornar la vista hacia otra parte.


Hagler intentó cubrirse la cabeza tras escuchar la explosión que se dio lugar a continuación, seguida por una llamarada intensa que lo encegueció por unos minutos. Cuando logró recobrar la visión, no cayó en seguida en la realidad de lo que veía, y por momentos creyó estar soñando: encima de él y esparcidos por toda la estancia, colgaban de cabeza cinco cuerpos; tres mujeres y dos hombres. Todos se balanceaban con lentitud y el estómago abierto desde la garganta; la lengua se desparramaba desde unos labios abiertos, tan blancos como la nieve, mientras que los brazos se sacudían de modo hipnótico; macilentos, cubiertos por un reguero de sangre reseca que había corrido desde la garganta, hasta la punta de los dedos.

El detective sintió nauseas. No pudo dejar de notar que la repugnante escena era idéntica a la que habían encontrado en la cochera de Holly Saemann, el día de su aprensión. Era exactamente igual; las tres mujeres, de edades distintas, colgaban todas con las tripas enredadas en el cuello a modo de collar. Sus rostros carecían de cualquier tipo de expresión, solo quizás la mayor, de cabellos blancos, que parecía observarlo fijamente, con su ceño fruncido y la lengua de fuera; ostentaba una sonrisa irónica.


Los dos hombres que se balanceaban a unos metros más lejos eran de complexión robusta. Su musculatura al rojo vivo era un espectáculo impresionante que Hagler deseó olvidar enseguida.

La cabeza del hombre más joven había sido decapitada a medias y caía de modo espeluznante a un costado. Los pliegues de piel se estiraban al máximo en su intento de contenerla y parecía que en cualquier instante se desprendería del resto del cuerpo.

Hagler se puso de pie y corrió hasta la cocina, buscando desesperado la salida, pero solo se encontró con más cuerpos flotando en el limitado espacio. Partes cercenadas de cuerpos humanos, ojos fuera de sus cuencas, lenguas apiladas en un contenedor de cocina.


La escena era macabra, demasiado para el frágil estómago de Brent Hagler, que no pudo evitar arrojar todo lo que había comido. Ahora su vómito chorreaba en su pecho, mezclado entre el tejido de su suéter oscuro. Buscó con la mirada a Samuel, pero ni siquiera parecía encontrarse en la misma casa.

De pronto, una silueta salió del lavabo lleno de agua roja.

Primero la cabeza, un par de ojos irisados de un color magenta y finalmente, el pequeño y delgado cuerpecito. Salió lentamente para dar un salto al suelo.

Se trataba de la niña que goteaba sangre, tenía la misma bata con que la había visto apenas unos momentos atrás. Sonreía al mismo tiempo que parecía derramar lágrimas carmín. Sus cabellos negros estaban manchados de un color rojizo, y el ojo que colgaba de su mejilla chorreaba igualmente de sangre coagulada.

— ¿¡Qué eres?! —exclamó el detective, cayendo sobre su trasero.

La niña rio de modo pérfido, su voz era demasiado gruesa para una pequeña de su edad.

—Lo que soy jamás podrías comprenderlo, tu mente humana no te lo permite —respondió ella.

— ¿Q...qué quieres?

—Quería a Holly.

—Ella era tu protegida, ¿no es así? ¿Tu aliada? —musitó el detective.

La niña carcajeó echando la cabeza hacia atrás. Hagler pudo notar que tenía el cuello rajado, y sobresalía una franja de músculos tan rojos como carbones al rojo vivo.

—No era más que una sirvienta fiel para mí, ha sido capaz de hacer cualquier cosa por el poder que le he dado. Es solo un humano inferior fácil de corromper, como tantos otros.

—Si es así entonces, ¿por qué no tomaste a alguien más y la dejaste pudriéndose en la cárcel, en donde estoy seguro de que no te servía de nada?

La niña comenzó a rodearlo con lentitud, Hagler ni siquiera quería mirarla a los ojos, se limitaba a dejarse inspeccionar, como un bicho raro ante la mirada expectante y curiosa de un niño inocente.

—No la necesitaba, solo la quería.

—Ya has logrado lo que pretendías. Ganaste.

—Lo sé.

— ¡¿Entonces qué demonios quieres de mí?!

La niña sonrió por lo bajo, se aproximó a su rostro de tal modo que sus labios casi se rozaban.

—Quiero tu alma, llevada al límite más oscuro...Te quiero en el Infierno...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro