4. La Fiesta
12 de agosto de 1966
Hoy iríamos a una fiesta que no era de mi agrado, pero como lo había organizado el Ministerio de Magia para todos los magos y magas, mis padres no desaprovecharon la oportunidad para asistir con mis hermanos y conmigo. Debía mencionar que odiaba tremendamente las fiestas y toda mi familia lo sabía.
—Leah —mamá llamo a la puerta y entro con una pequeña sonrisa—. No estás lista cielo.
—Mamá, no quiero ir —ella soltó una pequeña risa mientras caminaba hacia el armario para buscarme que ponerme.
—Leah, debemos ir todos. Además, no puedes quedarte sola, aún eres demasiado pequeña para quedarte sola sin ninguna supervisión. Y tampoco buscaré a alguien para que te cuide... Siento que harás amigas ahí Leah, hay niños de tu edad en esa fiesta, podrías practicar.
—No me gusta mamá y tú muy bien sabes que soy muy mala socializando, así que no entiendo tu necesidad de que lo haga ahora —me levante de la cama.
—Debes practicar para cuando vayas a Hogwarts.
—Pero mamá, para eso faltan seis años, además ni sabemos si entrare o no, la vida da muchas vueltas. ¿Y si no entro? ¿Entonces de que me abría servido socializar? —ella negó divertida agarrando un vestido azul con lunares blancos.
—Si entraras y si no lo haces, puedes también ir a un colegio Muggle, seguro que también es muy bueno. Ahora Leah, por favor no intentes debatir conmigo sobre si es mejor socializar o no, porque las dos sabemos que yo tengo razón —negué—. Leah...
—Bien —asentí a regañadientes. Era injusto que mi madre hiciera eso, no me gustaba socializar y ella lo sabía bastante bien. Ella me ayudo a prepararme y una vez lista sin dejar mi expresión de angustia bajamos las escaleras para encontrarnos a mis hermanos y a mi padre esperándonos.
—Estás preciosa Leah —me dijo mi padre con una sonrisa.
—Papá, ¿puedo quedarme en casa? —él se acerco a mí con una sonrisa.
—Cariño, sabes que de ser por mí nos hubiéramos quedado, pero será divertido y hace tiempo que tu madre y yo no vamos a una fiesta, además seguro que conoces a niños. Te prometo que estos días te lo compensaré cielo —asentí a regañadientes.
—Vamos hermanita, alegra esa cara, ni que fuera un pecado socializar —le di un golpe en el brazo logrando que él riera y camine al lado de mi padre.
Los cinco nos subimos al coche y papá empezó a conducir hasta el lugar donde transcurriría la fiesta aburrida, estaba convencida de que mis padres me habían mentido para que no le pusiera más pegas. ¿Quién en su sano juicio llevaría a sus hijos a una fiesta tan aburrida? Estaba convencida de que me aburriría demasiado, así que menos mal que me prepare una mochila con dos libros y un cuaderno para anotar algunas cosas, podría tener cinco años, pero según mis padres parecía una niña de catorce o más. Era inteligente según mis padres y yo al ser yo siempre quería dar lo mejor de mí, así que bueno desde temprano empece a escribir y a leer. Además de que era una niña que solía aprender bastante rápido lo que era un punto a mi favor. Al llegar entramos todos juntos, Marlene y Anthony se alejaron para merodear por toda la fiesta, mientras que yo no me separe de mis padres.
Ver a mis padres hablando con otras personas me aburría demasiado así que decidí que lo mejor sería separarme de la multitud, obviamente con el permiso de mis padres. Me alejé un poco donde no había tanta gente y saque de mi pequeña mochila un libro muggle.
Estaba tan inmersa en mi lectura que no me di cuenta cuando dos niñas seguramente de mi edad se sentaron a mi lado.
—Hola rubita —miré a la chica de ojos marrones y de pelo castaño oscuro. Era muy linda y tenía una elegancia en su rostro y en sus movimientos, como si fuera natural en ella.
La otra tenía el pelo rosa, no podía creer que la dejaran tenerlo de ese color con esa edad, a mí no me dejaban, según mi madre para que no se me estropeara el pelo.
—Hola —susurré tímida.
—Aww cosita linda, te prometo que no mordemos. Yo soy Mérope Black y mi querida rosita es Madelaine Cott —Madelaine me regalo una pequeña sonrisa a la que le correspondí— Y la pequeña es Mackenzie Black, mi prima —señalando a la pequeña de ojos grises y de pelo castaño. Ella debía tener mi edad, Mack me regalo una pequeña sonrisa.
—Encantada de conoceros, yo soy Leah McKinnon —les dije con una sonrisa.
—Siento que nos llevaremos muy bien —hablo Mérope con una gran sonrisa.
—Seguro que si —le conteste con una sonrisa. Las tres se sentaron cerca de mí, cosa que me sorprendió un poco, no sabía como socializar de alguna manera, ya que era una persona demasiado tímida.
—Y cuéntanos Leah, ¿cuántos años tienes? —pregunto Mérope, ella se veía demasiado segura de sí misma, algo que me agradaba. Se parecía un poco a mi hermana, por el hecho de que también era demasiado segura de sí misma y no le importaba para nada la opinión de los demás.
—Tengo cinco años, los cumplí hace dos meses —Mérope sonrió.
—Tienes la misma edad que Mack y Maddie, yo tengo seis años, pero este año cumpliré siete —asentí—¿Sabéis una cosa? Odio estas fiestas demasiado, no sé... Tal vez sean divertidas, pero mi madre me hizo odiarlas con sus ideales —la mire, olvide que los Black pertenecían a los Sagrados 28, eran una de las familias muy importantes del Mundo Mágico. Ellos eran demasiado estrictos con varios temas, sabía que eran supremacistas de la sangre y odiaban demasiado a los hijos de muggles.
No entendía del porqué ese tremendo odio, eran magos igual que nosotros y estaba muy segura de que había grandes magos que fueron hijos de muggles o lo son. Pero nadie nunca los haría cambiar de opinión, ojalá algunos abrieran los ojos, aunque creo que Mérope lo había hecho.
—Estoy segura de que seremos un gran grupo —todas miramos a Mérope con una sonrisa mientras asentíamos, tal vez sería la última vez que nos viéramos o tal vez no, pero gracias a ellas había pasado un día increíble. Estuvimos hablando de cualquier cosa, Mérope nos contó de sus hermanos que tanto amaba, Mackenzie también nos hablo de sus hermanas y de como Andrómeda para ella era como una madre, porque gracias a ella Mackenzie era como era. Madelaine nos hablo también un poco sobre ella, obviamente diciendo que amaba ser hija única aunque a veces le hubiera gustado tener un hermano o una hermana para jugar.
Con ellas el tiempo se pasaba volando, estuvimos divirtiéndonos a nuestra manera y eso era algo increíble, no pensé que sería buena socializando. Pero ahí me encontraba yo, hablando con tres chicas que ya no eran tan desconocidas. Sinceramente, me había sentido demasiado bien, era algo lindo socializar y ellas sin duda eran unas increíbles personas, que me habían escuchado hablar de lo que me gustaba sin hacer muecas o callándome para que no siguiera.
Ojalá las volviera a ver.
NOTA DE LA AUTORA
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