➳ segunda nota
Sus lágrimas se habían detenido hacia unos cuantos minutos, no por falta de ganas de llorar, si no más bien por tratar de guardar silencio, por respeto, mantenía sus manos juntas en un puño sobre su boca y no dejaba de moverse en la silla de la sala intentando conservar la mayor calma posible.
Sin tener mucho éxito, claro está.
Se daba ánimos a sí misma, diciéndose que Jennie saldría bien de allí, que si tardaban tanto seguramente era por algo bueno, que no había llegado demasiado tarde al apartamento. En verdad se estaba esforzando por creerlo.
— ¡Lalisa! — escuchó su nombre seguido de pasos acelerados, una rubia junto con una pelinegra llegaron a su lado con expresiones de preocupación pura — ¿Qué sucedió?, ¿por qué está aquí?
— No sé si pueda explicarlo ahora Rosé... — suspiró pesado — Es difícil de decir... — desvió la mirada intentando reprimir el recuerdo.
— No importa, sólo esperemos que salga bien. — añadió Jisoo.
Era lógico que en ese momento, Lisa no tenía cabeza para ponerse a explicar exactamente lo
que vió.
Más tarde podría decirlo, o tal vez el mismo médico se los diría.
La pareja se sentó a lado suyo, Rosé adoptando su misma posición y Jisoo mirando su teléfono. No intercambiaban palabra, pues las tres tenían la angustia al tope y realmente no querían ni
abrir la boca para emitir sonido. Era pesado el estar allí, el ambiente mismo del Hospital era difícil de soportar, y la situación no ayudaba para nada.
Media hora más pasó, y al fin, el médico que atendió a Jennie en la ambulancia salió por aquel enorme pasillo, mirando al frente con una expresión decaída y un semblante poco relajante.
— ¿Familiares de Kim Jennie? — preguntó en voz alta.
— Nosotras. — rápidamente se puso de pie Lisa — ¿Cómo está?...
— ¿Qué le ocurrió? — Rosé se levantó.
— La joven perdió demasiada sangre, fue mucho tiempo el que estuvo con la herida abierta. — explicó lo más sereno que le fue posible — Hicimos todo lo que pudimos...
— ¿Pero?... — habló Jisoo, mientras las otras dos comenzaban a hiper ventilar.
— Lamento su pérdida. ― bajó levemente la mirada.
Con tres simples y cortas palabras, Lisa sintió que una avalancha la estaba enterrando sin piedad.
Su mundo entero, su chica, acababan de llegar a
su fin, todo en un parpadeo.
— N-no me diga eso doctor... — habló entrecortado — Debe haber una... Manera...
— No la hay, lo siento señorita — suspiró pesado — Pueden pasar a verla antes de llevarla a la morgue, si gustan.
A pasos torpes, caminaron siguiendo los pasos del médico, Rosé iba llorando ya, mientras su novia la mantenía abrazada por la cintura en un intento de consolarla. Lisa trató de mantener un poco de fuerza durante ese corto trayecto hasta el quirófano.
Sin embargo, cuando desde adentro de la sala retiraron las cortinas, dejando ver las acciones del interior, acabó por desmoronarse. Sobre la camilla, yacía Jennie, con la herida suturada y el monitor marcando el sonido característico de cuando ya no existe pulso. Los médicos le retiraban la mascarilla y apagaban el equipo de RCP que anteriormente habían usado.
— Usen cubrebocas y bata si desean pasar quirófano —. Indicó el médico y Lisa inmediatamente se colocó dichas prendas y una instrumentista la dejó entrar. Parecía que jugaba con su resistencia, pero realmente, quería decir parte de las cosas que se habían quedado atoradas en su garganta, deseando que al menos se fueran con ella.
Al tenerla allí, sin moverse, sin respirar, sin poder escuchar los latidos de su corazón, no supo qué hacer o como actuar. Sólo reaccionó levemente, y colocó sus manos en ella, una sobre su pecho y otra la pasaba entre su cabello, derramando lágrima trás lágrima sin poder detenerse.
— Jen... — la miraba con un dolor indescriptible — Te amo... Por favor... Escúchame... Yo te amo Jen...
Lloró sin soltarlo, incluso entrelazó su mano con la de la menor, imaginando como sería si ella de pronto despertara y correspondiera el gesto. Realmente, estaba destrozada, y las palabras ya no salían del fondo de su garganta, la tristeza se había interpuesto entre ellas. No podía seguir allí viéndola sin vida, pero tampoco quería irse aún.
— Lisa... Vámonos... — entró Jisoo — Te lastimas más estando aquí...
— No quiero dejarla... — contestó con voz baja.
— Ella no volverá... No importa si pasas la noche aquí, Jen se ha ido, Lisa... — sus palabras eran tan duras y tan ciertas al mismo tiempo.
Con algunos esfuerzos más, la pálida logró hacer que Lisa saliera del quirófano.
Ellas firmaron su acta de defunción y el permiso para bajarla al área de morgue, ésto ya que Jennie no contaba con familiares en la ciudad, y sería perder el tiempo al llamar a los pocos que quedaban en las afueras de Seúl. Debían hacer el papeleo ya.
Se les indicó que debían buscar un ataúd y organizar el funeral lo antes posible, para no mantener el cuerpo tanto tiempo en la instalación.
Entre todas cooperarían para costearlo.
La hora de muerte se estipuló a las 6:30 p.m. Jennie se fue junto con el sol del atardecer, sólo que sin la posibilidad de volver a brillar por la mañana.
— Sé que es duro para ambas... Pero por favor, intenten aceptarlo de la mejor forma... — Jisoo no había soltado a Rosé en todo ese rato — Ella no hubiera querido verlas llorar...
— Trataré... Pero no me dejes sola Jichu... — se aferró más a su pareja.
— Yo no puedo... Prometer mucho... Lo lamento... — limpió sus lágrimas y se adelantó a salir del lugar.
Una hora más pasó, y Lisa llegaba al departamento donde había sucedido todo, quería sentirla cerca, e ir a su propia casa solamente la alejaría más.
No iba a aceptar que Jennie ya no existía, mucho menos sabiendo que ella le había causado tanto dolor sin quererlo. Realmente, el peso de su muerte era difícil de siquiera imaginar, y al entrar nuevamente a aquel cuarto, sus sentimientos volvieron a desbordar.
Se dejó caer en la cama individual, ya sin poder contener su llanto.
Allí se habían quedado las rosas que tanto anhelaba entregarle y ver como su peculiar sonrisa aparecía, además, en un momento de lucidez, volvió a ver la libreta que rato atrás había pasado por alto, ésta vez tomándola con cuidado y abriéndola con el afán de leer su contenido.
Esperaba encontrar alguna especie de consuelo entre sus páginas, sin embargo, cada palabra que leía la rompía más y más, si es que eso era posible todavía.
Aunque, la escritura que la destruyó completamente, fue la carta entre escondida justo al final del cuaderno.
»——— ★ ———«
Cuando leas ésto, yo ya no estaré en el mismo mundo que tú. Eso lo sé porque así lo he decidido.
Espero hayas leído de principio a fin éste diario, claro, si es que lo llegaste a encontrar.
Quiero decirte, que te amo, y te seguiré amando aunque ya no esté contigo. Tú me diste la mayor felicidad que una persona puede sentir, y te lo
agradezco de todo corazón. Hubiera deseado que no la transformaras en dolor.
No pienses que te estoy culpando por lo que hice, nunca podría.
Tampoco la culparé a ella, no sería justo.
Solamente yo soy la culpable, yo me dejé romper, yo me destruí, yo acabé con mi vida. Yo fuí la imbécil que decidió enamorarse de alguien imposible.
Y yo fui quien no encontró más alternativa para frenar el sufrimiento, que cortar su propia muñeca.
Lisa no llores por mí, estoy bien. Ya no duele, tenlo por seguro.
Ya no estarás dándole tu tiempo a una persona que no lo merece. No volverás a preocuparte por alguien que nunca quiso mejorar. Sobre todo, ya no tendrás que aguantar mi enamoramiento hacia ti.
Perdóname por no despedirme de frente, sabes que la cobardía siempre fue mi mayor aliada. ¿Podrás perdonarme algún día?, ojalá sí, por
favor, hazlo.
Ve con Heather, ella te ama, tú la amas. Te cuidará y sé que estarás bien a su lado, te ruego que seas la misma chica feliz de siempre, no vale la pena que me des tu dolor.
También debo disculparme por mentirte, dije que te amaría hasta que mi corazón dejara de latir, pero no es verdad. Porque yo te amaré incluso después de eso, y lo seguiré haciendo en la próxima vida que se me otorgue.
Dejé de sentir, sin embargo, mi amor hacia ti jamás podrá extinguirse.
Lisa, te pido perdón. Perdón, porque a pesar de haberlo deseado con cada parte rota de mí alma, nunca pude ser como ella.
Jamás fui ni seré Heather.
Fuí Kim Jennie, y fuí la persona que dió su vida por ti.
»——— ★ ———«
— Jen... — la carta ahora era adornada con gotas de tristeza pura — Jen... ¡Jen vuelve!... Por favor... Yo... Yo te amo Jennie... Perdóname...
La chica se culpaba enormemente, le dolía hasta el alma que su Jennie se hubiera ido para siempre.
¿Cómo asimilarlo?, evidentemente no lo lograría, o al menos no así de fácil como cualquiera esperaría.
Ahora, sólo le quedaban dos cosas. Una libreta con palabras que deseaba escuchar desde la boca de la castaña, y un fantasma que la seguiría a donde fuera, y ambas opciones la lastimaban con sólo pensarlas.
Amó a Heather, no puede negarlo de ninguna forma, sería estúpido siquiera decir un "no". Pero, esa tarde, se arrepintió de jamás haber dicho que en realidad, amaba mucho más a Jennie.
Ella le pidió que fuera la misma de siempre, que mantuviera la imagen sonriente y feliz con la que se quedó antes de partir.
Lisa tuvo que disculparse mirando al cielo, le pidió perdón al ángel que allí la esperaba, pues bien sabía que jamás volvería a ser la misma chica alegre.
No sin Jennie ahí con ella
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