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Jennie... Anoche soñé contigo... Aunque quisiera decir que fue un sueño precioso por el simple hecho de incluirte a ti, temo decir que no.

Fue una auténtica pesadilla, que me hizo despertar de golpe al menos cinco veces a lo largo de la madrugada.

Puede ser que se repitiera porque me quedé a pasar la noche en tu cama, pero aún así, no podía parar de soñar lo mismo, una y otra vez.

En ese sueño te veía a ti, cortando tu muñeca y gritando de dolor. Me llamabas, decías mi nombre con odio, para finalmente cerrar tus hermosos ojos entre sollozos y sangre corriendo por tu mano.

Yo te gritaba que por favor no lo hicieras, que estaba contigo, que no iba a volver a dejarte solo, te rogaba perdón. Limitado a verte partir, sin poder detenerte, por más que llorara o implorara, nada cambiaba.

¿Sabes cuánto me dolió la escena?, a pesar de que yo no ví cuando lo hiciste, mí cabeza logró imaginarlo, cosa que no agradezco.

Jennie... Lo siento tanto.

Tú jamás sabrás cuánta culpa cargo desde ayer
que te encontré en tu baño, y estoy muy segura de que esa sensación no me dejará nunca. Es un sentimiento demasiado sofocante, tanto que el pecho se me comprime cada que regresa aquella imagen a mi mente.

No quería hallarte así.

No quería perderte.

Deseaba pedirte, de rodillas si era necesario, que me perdonaras, y que me permitieras estar a tu lado.

Sólo te quiero de vuelta...

Jen, eres un ángel que aún no debía regresar al cielo...

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