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v e i n t i s i e t e

Jimin y yo nos despertamos con una irritante melodía de fondo. Retiramos todas las almohadas y cojines que formaban una pared entre nosotros, nos miramos perplejos durante un buen rato, atamos cabos y llegamos a la conclusión de que Yoongi estaba tocando el piano. Otra vez. A las seis de la mañana. Un puñetero fin de semana. Sólo para joderme.

Ahogué un grito desesperado. Me levanté de la cama con Jimin, nos arrastramos hasta la sala de estar entre bostezos y nos quedamos observando a Yoongi desde las escaleras. Entorné los ojos. Unas partituras reposaban sobre el atril del piano, junto a un lápiz y una goma de borrar. Me resultó extraño. Yoongi solía tocar de memoria, porque según él, podía interpretar las obras a su manera. Dio la vuelta a una de las hojas sin retirar la mano izquierda del teclado.

Me acerqué a él. Me crucé de brazos y esperé a que reparara en mi presencia. Yoongi estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que yo estaba ahí hasta que escuchó el dramático bostezo de Jimin, que pasó del tema y se fue hacia la cocina. Seguramente iba a prepararse unas palomitas con la idea de que Yoongi y yo íbamos a tener una discusión bastante larga.

El susodicho se giró despacio, mirándome de soslayo. Enarqué las cejas cuando Yoongi me dedicó una sonrisilla apenas visible, con aire inocente.

— Buenos días.

— Son las seis de la mañana de un puto sábado. ¿Qué coño te pasa? — espeté, a punto de darle un golpe en el hombro. Me contuve.

— Pensé que quien se irritaba por las mañanas era yo. — replicó. — Sólo estoy estudiando.

— ¿No podrías "estudiar" — hice un exagerado gesto de comillas con los dedos — a una hora decente? ¿Diez horas más tarde, por ejemplo?

Yoongi suspiró, cansado, pasó las yemas de los dedos por las teclas blancas del piano sin llegar a emitir sonido y se encogió de hombros. — La práctica hace la perfección.

— Ya, bueno, lo que tú digas... — bostecé. Después señalé con algo de desgana la banqueta donde Yoongi se había sentado. — ¿Me dejas un sitio?

En Londres solíamos sentarnos juntos y tocar el piano entre los dos, aunque acababa siendo un desastre porque yo era una pianista nula. Yoongi se acostumbró a decir que yo tenía de pianista lo que Jimin de alto, cosa que le hacía muchísima gracia.

Creí que Yoongi no se echaría a un lado para que pudiera sentarme; estaba segura de él había visto en mis ojos esa chispa de determonación que le daba tan mala espina, la 'miradita del juego sucio'. Sin embargo, Yoongi me dejó un hueco en la banqueta. Me senté a su lado, recta, con las piernas juntas. Le había dicho que no iba a tocarme, así que ni siquiera dejé que nuestras rodillas se rozaran.

— ¿Qué planeas? — me preguntó, suspicaz, pero bastante neutro.

— Nada. — respondí yo al instante. Le miré con una sonrisa de niña buena y ojos brillantes. — Sólo quiero escuchar y ver de cerca. ¿No puedo?

Yoongi volvió a suspirar y dejó de prestarme atención. Pestañeó varias veces antes de comenzar de nuevo a leer la partitura y a interpretarla. Yo no entendía de corcheas, pentagramas y todas esas cosas, por eso me limité a ver cómo Yoongi movía las manos por el teclado, con esa elegancia y tranquilidad tan suyas. Al cabo de un par de minutos, o segundos, u horas, fingí estornudar muy fuerte. Él dejó de tocar y me miró con las palmas de las manos hacia el techo, aparentemente ofendido, y yo me levanté de la banqueta.

— Ups, vaya, lo siento. — dije, refiriéndome a las partituras que mi falso estornudo habían tirado al suelo. — Te haré un café... Pareces cansado.

Oí a Yoongi protestar, pero le ignoré. Mientras él recogía las partituras y las colocaba por cierto orden específico, yo me acerqué a la cocina y empecé a preparar café para los tres. Jimin nos había estado observando desde los taburetes, riéndose por lo bajini. Debía de parecerle muy divertido.

— ¿Vais a pelearos? — me preguntó, ocultando su evidente sonrisa detrás de su pequeña mano.

Negué con la cabeza. — No. ¿Por qué deberíamos pelearnos?

— No sé. Parecéis cabreados...

Agité la cabeza con más insistencia. Hice una mueca. — Qué va. Estamos bien.

Agarré la cafetera de cristal cuando aún quemaba y repartí el café recién hecho en tres tazas. Cargué un poco menos la de Yoongi. Jimin pareció asustarse cuando me vio agarrar el bote de sal. — ¿Seguro que no estáis enfadados...?

Cogí un buen puñado de sal blanca y lo eché al café. A la taza para Yoongi concretamente. Escupí dentro. — No, estamos bien. —conseguí fingir una de mis mejores sonrisas mientras removía el café con una cucharilla. — Yoongi, cielo, aquí tienes tú café.

— Gracias.

Él también se acercó a la cocina, tomó asiento al lado de Jimin y dio un sorbo al café. Frunció el ceño. Me di la vuelta para que no me viera reír.

— ¿Está bueno? — Jimin, encogido en el taburete como si temiera que Yoongi le apuñalara, le miró con algo de miedo, esperando una reacción.

— Claro, todo lo que hace mi novia está estupendo. — dijo, con cierto sarcasmo hiriente. Se bebió el resto del café de golpe, como si fuera un chupito. — Riquísimo. ¿Te importaría hacerme otro, Hyesun?

— Eh... claro...

— Me gustaría saber cuál es el ingrediente secreto, nunca he probado una café tan jodidamente bueno.

Jimin no pudo evitar reírse en alto. La situación, además de ridícula, le debía parecer desternillante. Yoongi, desafiante, señaló con desgana la cafetera vacía. Yo miré hacia otro lado el tiempo suficiente para encontrar la excusa perfecta. — No, Yoongi. La doctora dijo que no podías beber dos tazas de café al día. Mañana haré otro, si quieres.

— Por supuesto, cariño.

Cruzamos una mirada envenenada, pero nos sonreímos, fingiendo estar bien felices ante Jimin. Él vocalizó "ni se te ocurra", advirtiéndome de que no siguiera con las jugarretas. Yo le respondí con un claro y silencioso "te odio".

Y así es como empezaban las peleas que acababan cuando uno de los dos admitía estar más jodido que el otro. Yo era quien salía perdiendo siempre.

*****

Jugaba con algo de ventaja aquella vez. Yoongi se sentía mucho más adormecido de lo normal con el litio, así que se limitó a pasar de mí. Aún así decidió tomarse la revancha por lo del café. Un día, subió a la habitación de Jimin y me despertó a base de golpes suaves, golpeándome con el pie en el costado. Era demasiado perezoso como para agacharse y agitarme. Luego compensó los golpes dándome un beso en la mejilla cuando me reincorporé. Aprovechó que yo seguía medio aturdida para hacerme pensar que había preparado un desayuno romántico.

Me sentó en uno de los taburetes de la cocina, me sirvió algo de zumo y me puso delante un bol gigante de cereales empapados en leche. Yoongi dijo que era lo único con lo que no podía quemar la casa. Yo ni siquiera examiné los cereales, ni la leche. Simplemente me llevé una cucharada bien cargada a la boca, mirando a Yoongi con algo de suspicacia. Escupí los cereales nada más sacarme la cuchara de ma boca. El cabrón de Yoongi había echado vodka en la leche, y vete tú a saber qué en los cereales. Con cara de haber chupado un limón, busqué el vaso de zumo. A simple vista parecía de manzana, pero también me equivoqué. Era vinagre.

Me levanté hecha un basilisco del taburete después de escupir el líquido en el mismo vaso. Perseguí a Yoongi, pero él huyó de mí. Consiguió encerrarse en la habitación de invitados antes de que yo lograra agarrarle de la camiseta. Me cerró la puerta en las narices. Escuché su risa al otro lado de la puerta.

— ¡Te odio! — le grité, no por primera ni por última vez.

Me dedicaba a abrir el grifo de agua caliente de la cocina cada vez que Yoongi se duchaba. Él detestaba el agua fría.

— ¡Hyesun, te odio — me gritaba él desde el baño, duchándose con agua helada. — ¡Voy a matarte!

Y acto seguido, aparecía por la cocina con el pelo calado y un albornoz casi igual de blanco que él. Daba zancadas largas hasta llegar a mí, cerraba el grifo con un golpe y volvía al baño. En cuanto yo escuchaba de nuevo el agua caer sobre la bañera, abría el grifo otra vez. Así hasta que Yoongi se cansaba y decidía dejar de ducharse. No bajaba las escaleras para decirme que lo sentía, simplemente se ponía algo de ropa y me ignoraba durante el resto de la tarde.

Era la primera vez que veía a Yoongi tan desinteresado en putearme. Aparte del vinagre en el desayuno, no me hizo más bromas. Tampoco empezó a insultarme, ni se tiró a otras. Yoongi inició una especie de voto de silencio: no habló conmigo en ningún momento, ni siquiera cuando yo le preguntaba la hora. Llegó un momento en el que empecé a joderle sólo para ver si se dignaba a hablarme. Descubrí que no podía pasar más de un día sin escuchar su voz, por eso, cuando me quise dar cuenta, estaba pululando alrededor de Yoongi como si fuera una loca admiradora secreta.

Pegué la suela sus Dr. Martens a las baldosas de la entrada. Escondí su preciado iPad unas tres veces, y a pesar de que se volvió loco buscando hasta por debajo de las camas, no me habló. Escupía en sus cafés, cogía alguna partitura al azar y la rompía, cambiaba su champú por lavavajillas, le destapaba por las noches, dormía con su amigo y fingía tener sexo con Jimin cuando él se acercaba a su habitación... Y nada. No me dirigió la palabra en tres días. Sabía que estaba molesto y que sólo hablaba con Hoseok. Empezó a irse con él pasadas las cinco de la tarde, y no volvía hasta las diez u once de la noche, cuando yo ya había vuelto de la universidad. Decidí hablar con Hobi antes de que las cosas se complicaran, porque en el fondo el silencio prolongado de Yoongi empezaba a preocuparme. Era Min Yoongi. Estaba segura de que planeaba algo grande. Yo era incapaz de confiar plenamente en él.

Llamé a Hobi por teléfono. Lo primero que hizo fue gritarme. — ¡Hye, no te preocupes! Yoongi está bien. Yo le cuido.

— Va...Vale. — No me fiaba demasiado. — No estaréis drogados, ¿verdad?

Hoseok adoptó un tono mucho más serio. — No, tranquila. Que yo sepa, tanto él como yo estamos limpios. Sólo se toma esas pastillas raras para... bueno, para su trastorno. Nada más. Está un poco cansado.

— ¿Dónde estáis?

— En el conservatorio. Creo que le va bien en su examen. Tranquila, relax, señorita Min.

— ¿¡Eh!? — exclamé sorprendida.

— ¿No te llama así Suga? Vale, no te llamaré más "Señorita Min". — se rió.

— No, no, si no lo decía por eso... ¿Qué examen? No me ha dicho nada. Lleva sin hablarme unos cuantos días...

Hoseok volvió a soltar una de sus agradables y contagiosas carcajadas. De fondo oí la risilla de su novia. Me tranquilizó un poco saber que ella estaba con los dos por dos motivos: uno, ella sabía cuidar de ambos, y dos, que Seulsung acompañara a Hobi significaba que Yoongi no me ponía los cuernos con él. Suspiré entre aliviada y agotada.

— ¿No te ha dicho que va a retomar el conservatorio? Llamó a uno de sus profesores y le dijo que podía hacer una prueba de acceso en un par de días. — me explicó Hobi, paciente, dejando que yo procesara toda la información. — Puede que hasta se gane un puesto en la orquesta. ¡Buscan pianistas!

— Pero si yo... Yo no le he visto ensayar en casa... — comenté. Todavía no me lo creía demasiado.

— Ha estado ensayando en el conservatorio, doy fe de ello. Yo le he acompañado.

— ¡Sí, sí; estoy de testigo! — chilló Seulsung para corroborarlo.

— Ah... Entonces... Debería disculparme con él. — me reí algo avergonzada. Era una persona horrible. Si hubiera llegado a saber que Yoongi iba a presentarse a los exámenes del conservatorio, le habría ayudado en vez de haberle jodido. — Gracias por darle un empujoncito.

— De nada, para algo está este servidor. Aunque nos vamos pasado mañana... Tendrías que acompañar a Suga a su prueba.

— ¿¡Qué!? — resoplé. Me froté la cara.— Mmmh, está bien. Os dejaré iros a vuestro nidito de amor... Otra cosa es que Yoongi os deje. Se pondrá como un bebé llorón al entrar a la guardería el primer día de clases.

— ¿Por qué? — dijo Hobi entre risas.

— Porque no sabe estar solo. Verá que te vas a marchar y hará lo que sea por que te quedes. A su manera, claro.

— Ay, pobrecito. — se compadeció Seulsung.

Me pude imaginar a Hoseok haciendo uno de sus pucheros perfectamente. — Os visitaremos en Navidad... O si algo va mal. No creo que las cosas vayan mal, Suga está estable, ¿no? Además, te tiene a ti.

— Me sigue pareciendo un imbécil. Un poquito menos que antes, pero un imbécil. — bufé.

— Uy, uy... Han discutido... — Hoseok seguramente informaba a su novia. Volvió a dirigirse a mí. — Me imagino que será una historia larga, pero si te sientes mejor si me la cuentas, soy todo oídos.

Cogí todo el aire que mis pulmones me permitieron. — Pensé que estaba embarazada, Yoongi quería que abortara, me soltó que se iría si tenía el bebé, me demostró que era un egoísta de mierda y le dije que no le iba a poner las cosas fáciles. Fin. Ah, bueno, y empecé a joderle, pero él no me devolvía las bromas. Yoongi actúa raro.

— Y por eso me has llamado. — Concluyó. Hoseok no podía estar más de dos minutos serio, así que volvió a reírse. — No te preocupes por Yoongi. Quiso concentrarse en el piano, nada más. Me dijo que no te alarmaras, que estaba bien. Bueno, sedado por el litio, pero bien.

— Ya estamos con el secretismo. Ugh, ¡no sé cuándo aprenderá a decirme las cosas ese gilipollas...! En fin, gracias por cuidar de él, Hobi. ¡Y gracias a Seulsung también! — dije. Hoseok le repitió a su novia lo que yo había dicho.

— ¡Es tan mona! — oí a Seulsung. Me hizo reír.

— ¿Os apetece venir a cenar a algún sitio después? Así, tipo cita para cuatro. — propuso Hobi.

— Por mí vale. Yo invito. Quizá lleve a Jimin. Nos vemos luego, ¡Chao!

Colgué antes de que la parejita se pusiera a decir que ellos debían de ser los que pagaran la cena. Guardé mi teléfono en el bolsillo de mi abrigo gris y volví al interior de la biblioteca donde estaba estudiando con Kangjoon. Volví a sentarme a su lado. Él me escudriñó con sus ojos claros.

— ¿Todo bien? — susurró.

Yo asentí mientras me quitaba el abrigo. — Sí. — me acerqué un poco a él para ver qué había resumido en sus apuntes. Había acercado mi rostro al suyo bastante más de lo que había planeado. Intenté no sonrojarme. Hablé con un tono de voz firme. — ¿Puedes dejarme...?

Me tendió sus apuntes sin titubear, aunque se levantó de repente y se fue de allí dejando todas sus cosas sobre la mesa. Yo me quedé atónita.

Joon retrocedió un par de pasos. — Sal a cenar conmigo esta noche. — soltó.

— Te-tengo planes, lo siento.

Chasqueó la lengua. — ¿Mañana?

Debí pensármelo dos veces, pero su mirada me hizo aceptar. Le dije que sí en un susurro y apunté en mi agenda que tenía otra cena al día siguiente. Me pregunté por qué Joon actuaba así. Al parecer, Yoongi no era el único que tramaba algo.

*****

Volví al apartamento sobre las siete de la tarde, después del trabajo. No me entretuve mucho por el camino, así que llegué mucho antes que Jimin. Como de costumbre, tardé algo menos de medio siglo en encontrar las llaves de la casa en mi bolso. Si me hubiera perseguido una borde de zombies, yo ya sería una muerta viviente. Introduje la llave en la cerradura, abrí la puerta y di un brinco al girarme par cerrarla. Yoongi estaba ahí, tan silencioso como siempre. No dijo nada, simplemente pasó por delante de mí. Llevaba un ramo de flores preciosas, blancas.

— Toma, felicidades. — me lo tendió junto a unos cuantos billetes. Parecía desganado, puede que harto. — No sabía que regalarte, así que ahí tienes. Para que te compres lo que te salga del-

— Mi cumpleaños es en tres días, Yoongi. — le dije, tomando el ramo con delicadeza. No podía rechazarlo. No supe muy bien si mi debilidad era Yoongi regalándome ramos o simplemente las flores.

Él frunció el ceño, extrañado. — ¿Hoy no es...? Bueno, da igual. Tengo lagunas mentales. Me voy a dar un baño. Ni se te ocurra abrir el grifo y... Todo eso. — hablaba con parsimonia, haciendo gestos vagos con las manos. Se quitó sus zapatillas con una sacudida y se encaminó hacia las escaleras, arrastrando los pies. — No me molestes. Tengo sueño.

— ¿Qué coño te has metido ahora, Yoongi? — le pregunté, siguiéndole de cerca. Dejé el ramo de flores de camino, sobre la encimera de la cocina. — ¿Estás bien?

— Sí. — respondió con hastío. — Estoy cansado, nada más. Lo único que me meto son esas putas pastillas. Me dan sueño... Así que si vas a putearme, venga, hazlo ahora.

Se giró hacia mí cuando estaba en el último escalón antes de llegar a la buhardilla. Yo agaché la cabeza. — En cuanto a eso...

— ¿Te rindes?

Le ignoré. — Estas inusualmente callado. ¿No planeas nada? Ni siquiera me has llamado zorra.

— ¿Prefieres que te llame así? — preguntó con ironía. Yoongi se encogió de hombros con indiferencia. — Soy usualmente callado y silencioso, — corrigió — no sé a qué te refieres.

— Te he preguntado si estás tramando algo. No sé. Como volver a follarte a otra a mi espaldas, o quemar las cartas de mi hermano, un discurso contra mi persona... — enarqué ambas cejas, expectante. Yoongi se rió, sarcástico, y se apoyó contra el pasamanos de la escalera. — Ya no sé qué esperar cuando estás tan callado.

— Sigues enfadada, ¿eh?

— Respóndeme.

Hizo una mueca. — No tramo nada contra ti. Ya te dije que no utilizaría el juego sucio esta vez, ni ninguna otra. Si quieres joderme, adelante, pero atente a las consecuencias. Tú sabrás lo que haces. — volvió a encogerse de hombros. Se despidió de mí con la mano. — Haz el favor de no abrir el grifo de la cocina. Sabes que odio el agua fría.

— Oye, — di un par de zancadas para alcanzarle. Agarré la manga de su sudadera blanca. Él miró mi mano, que rodeaba su muñeca, y fingió estar sorprendido a pesar de lo calmado que estaba. — ¿De verdad no has hecho nada?

— No. — señaló con la barbilla mi mano. — Si me estás tocando, ¿significa que yo ya puedo tocarte a ti?

— Ni en sueños. Sigues pareciéndome un imbécil.

— Lo que tú digas, cariño... — se zafó de mí y arrastró los pies hasta el baño. Abrió la puerta con tanta lentitud que pude colarme con él.

— ¿Por qué no te atreves a contarme las cosas? ¿Por qué no me has dicho que ibas a retomar el conservatorio?

Resopló hacia arriba, haciendo que su flequillo grisáceo se moviera. — Porque eres una pesada. Fin. ¿No puedes dejarme un poco en paz?

— Ah, con que te jode que no te deje en paz, ¿eh...? Di que te rindes.

— Me rindo. — alzó las manos en sinónimo de paz con mucha desgana. Empezó a ignorarme.

— ¿Y-ya está? — me reí, incrédula. — ¿Tan fácil era?

— Mira, no quiero que empieces a putearme. Bastante nos hemos jodido ya, y bastante frito tengo el cerebro con esas dichosas pastillas. — Yoongi empezó a llenar la bañera con agua ardiendo. Empezó a salir vapor en cuestión de segundos. Los cristales y el espejo no tardarían en empañarse. — Seamos sinceros: estamos jodidos. No es necesario seguir con las puñeteras peleas...

— ¿A qué viene esto? — inquirí. Me crucé de brazos. Estaba segura de que Yoongi tenía algún motivo a parte.

— A que estoy harto de toda esta mierda. — soltó, con una sonrisilla amarga — A eso viene.

— Podrías habérmelo dicho desde un principio...

— ¿Y no me hubieras puteado? — cerró el grifo de la bañera. Le oí suspirar por enésima vez. — Da igual. Tampoco me molestabas tanto. No sabes putear a la gente.

— Tú eres un cabrón natural. — le dije, sonando obvia. — Está en tu ser eso de joder al resto.

Se rió, puede que herido. Empezó a quitarse la camiseta. Me lo tomé como una señal para irme. — Tienes razón...

Di el tema por concluido. Me alivió bastante saber que Yoongi no había hecho nada ilegal o poco ético a mis espaldas. Aunque había planeado disculparme con él, en el fondo yo era demasiado orgullosa como para decirle que lo sentía. Supuse que se habían cambiado las tornas. Salí del baño, aunque me giré y me escondí detrás de la puerta. Yoongi todavía no se había desvestido. Me miró, neutro.

— He quedado con Hoseok y su novia para ir a cenar. Jimin también va, ¿te apuntas?

— No sé. Deja que me lo piense.

— No tardes mucho, ¿vale?

Asintió levemente. Antes de que me fuera escaleras abajo, Yoongi me llamó. Me paré en seco. — ¡Báñate conmigo! — le oí decir. — Se supone que ya se ha acabado la cuarentena, ¿no?

— ¡No! — le grité.

— ¡Hyesun! — protestó él. Se mantuvo un par de segundos en silencio. — Bah, haz lo que quieras. Cierra la puerta. Y recuerda que te he comprado flores.

— Ya, pero las has comprado porque creías que era mi cumpleaños... Todavía sigues siendo un egoísta para mí, Yoongi.

Escuché cómo se metía a la bañera. Bufó algo que no llegué a oír. — Entonces, ¿te bañas con este egoísta o no?

— Que no. — sentencié firmemente, bajando las escaleras.

"Firmemente", porque acabé con el pelo recogido en una coleta alta y metida en un baño de espuma, con las piernas encogidas y Yoongi enfrente.

— Dije que serían como máximo dos días. — comentó él.

— No me toques.

— No te estoy tocando.

— Más te vale... — le amenacé, entornando los ojos.

Se rió. — Sabía que no ibas a aguantar tanto tiempo sin mí.

— Deja de ser tan creído. Sólo me estoy bañando contigo porque no has dejado de insistir. — Bufé, rodando los ojos. Empecé a jugar con la espuma de la bañera. Cogí un poco con mis manos y soplé para hacer burbujas.

— ¡Ah, mi ojo! — gritó Yoongi dramáticamente, llevándose una mano a la cara, hundiéndose en el agua y fingiendo llorar.

Ahogué un chillido. — ¿Estás bien?

— Mmh, sí. — volvió a reírse, echándose el flequillo mojado hacia atrás. — Era broma.

— ¡No bromees con esas cosas! — le di un golpe en el hombro.

Sonrió juguetón. — ¿Quién ha tocado a quién?

— Dios, Yoongi.

— ¿Dios Yoongi o Dios, coma, Yoongi? — preguntó, divertido. — La coma hace la diferencia.

— Cállate. — le pedí, resoplando. Miré a las baldosas del baño. Hubo un buen rato de silencio incómodo. — Siento haber escupido en tu café.

— No es la primera vez que intercambiamos fluidos.

— Y perdón por haberme cargado la suela de tus botas.

— Me compraré otras, tranquila.

— Y perdón por haber fingido que estaba... con Jimin.

— Sabía que estabas fingiendo. Nunca gimes así.

— Lo siento.

Yoongi se encogió de hombros por milésima vez, restándole importancia al asunto. — Podemos arreglarlo si me besas.

Me reí, puse los ojos en blanco, me acerqué a él y dejé que pusiera sus manos cálidas en mis mejillas. Le besé como me había pedido. Yoongi se rió contra mis labios, porque escuchó a Jimin cerrar la puerta del baño de un golpetazo.


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